30.3.11

James y algunas películas





















Esta noche toca James, la banda de Manchester, y la verdad es un evento medio inesperado entre mis deseos de los grupos o cantantes que siempre he querido ver. Born of frustation es una de las canciones de mi banda sonora personal de los trece o catorce años, cuando pensaba que exactamente uno había nacido para la frustración, pero más allá de la letra, me quedaba el grito de indio apache de Tim Booth como modo elocuente de "metaforizar" esas rebeldías existenciales de mi vida pop.

James es un grupo que muy poco atrajo la atención de los cineastas al usar sus canciones en las bandas sonoras, pero hay casos interesantes que no viene mal señalar en una día como hoy:

- The Big White de Mark Mylod con Robin Williams,  Holly Hunter y Giovanni Ribisi . No encuentro en youtube la parte exacta donde aparece la canción Getting away with it (all messed up) de James en esta comedia negra, pero coloco el trailer por si les interesa ver esta cinta estadounidense del año 2005.



Y aquí la canción de James.



La consecuencia del amor de Paolo Sorrentino (Italia, 2004) trae Hello escrita por Booth, cinta sobre la vida de un veterano de la mafia metido desde ocho años en un hotel de lujo.



La canción Hello de James que me parece fantástica.




American pie 3. La boda (EEUU, 2003), dirigida por Jesse Dylan. Laid se oye también en el trailer.



Wonderland de James Cox (EEUU, 1999), sobre la vida del porno star John Holmes. Se escucha Runaground en alguna parte. del filme. Aquí el trailer:




Nowhere de Gregg Araki (EEUU, Francia, 1997) es el tercer filme de este cineasta independiente, que cierra su trilogía como guionista junto a Totally fucked up y The doom generation. Aquí aparece Thursday treatments.

Les deseo buen concierto.



29.3.11

Un hombre lobo americano en Londres de John Landis












Un hombre lobo americano en Londres de John Landis fue estrenada en el mismo año que Aullidos de Joe Dante, en 1981, lo que evidencia que en aquellos tiempos el tema de la licantropía gozó de adeptos y de popularidad, lo que ayudó a convertirlas en las odas más emblemáticas de la conversión bajo la luz de una luna inmensa y del culto a las balas de plata; junto a una tercera cinta que viene bien al caso mencionar, la posterior En compañía de lobos de Neil Jordan. La transformación de hombres en bestias como ejercicios de lo visceral, doloroso y, a la vez, catártico en tres ejemplos paradigmáticos


La cinta de Landis fue un éxito porque propuso una mirada más de pastiche, a través de su sentido del humor negro, hacia las atmósferas góticas en el que se suponen viven los hombres-lobo según el mito (bosques, pueblos alejados, cuevas), sino recordar el inicio de la cinta que da fe de eso, en la taberna rural y de aspecto vikingo La Oveja degollada, a donde llegan dos amigos en busca de posada sin saber que cerca de allí, en medio del camino y de los árboles en plena medianoche, serán atacados y contagiados por la bestia. Pero luego, Landis vira hacia el mundo citadino, de subterráneos, edificios y bares como el que ofrece la Londres ochentera, de tranvías y chiquillos en plena onda punk o dark, donde despierta el protagonista sin saber bien del todo qué tipo de cosa engendrará su cuerpo.

Un hombre lobo americano en Londres es una cinta de mi culto personal, no sólo porque fue un total disfrute en la infancia, algo inexplicable si es que ahora la vuelvo a ver y contemplo las escenas gore, guiños al cine porno y personajes desnudos en pleno ataque (tal como sucedió con Aullidos, otra joya del imaginario infantil irrepetible, porque es evidente que de niña una no le puede dar el contexto más “adulto” de relacionar la pulsión de sexo y bestialidad de modo tan explícito de esta cinta de terror no apta para menores, pero ni modo una se las arregla para hacerla suya de manera más inocente). El hombre lobo en una versión más moderna, con giros argumentales e inevitables al argumento del monstruo de los cuentos, con un final rápido y suelto de huesos, como diciendo que ya no hay más nada qué decir. Así, de hachazo.

Landis le prodiga a este filme una banda sonora muy especial, con temas de Bobby Vinton, Elmer Berstein, el clásico Moondance de Van Morrison y el Bad moon rising de Creedence Clearwater Revival. De antología.

28.3.11

Aullidos de Joe Dante














Hace poco volví a ver Aullidos de Joe Dante, la cinta de terror de 1981, y me pareció tan formidable en su modo de unir o interpretar los estereotipos más comunes relacionados a la licantropía: la ferocidad, el ataque mortal, la dolorosa transformación del hombre en lobo y el excesivo deseo sexual o la caricatura de la libido estratosférica entre infectados y mujeres ingenuas.

En Aullidos, las mujeres no sólo son presas fáciles y rápidas, algo torpes para la huida, sino que gracias al influjo de este mito en vida, pueden participar de esta nueva relación de carnalidad y animalidad, pero claro, donde sobreviven las neuróticas o vehementes como la protagonista, una shockeada Dee Wallace-Stone, una conductora de noticiero que vive acosada por un asesino serial, Eddie Quist, a quien le pone una trampa en vivo y en directo en el canal de televisión donde trabaja, a modo de reality show. La rubia ayuda a capturar al asesino, pero para sobreponerse del trauma es enviada a una extraña colonia, donde le surgen  sospechas de estar en un entorno de licántropos.


Aullidos tiene un comienzo espectacular, que narra una suerte de operativo entre la policía y un canal de televisión, que coloca a Dee Wallace-Stone como anzuelo para capturar al serial killer. Ella, con traje formal del noticiero, entra al lugar pactado con el asesino, una tienda de videos porno, donde será testigo de la transformación de un hombre lobo yuxtapuesto a la proyección de una cinta sobre una violación de ficción en 16 mm. Esta secuencia resulta una de las más emblemáticas de la película, por esa propuesta de enfatizar el tema sexual con el cambio de humano a bestia, como una liberación de lo animal reprimido, por mostrar a la protagonista, como Caperuza, asustada ante un posible ataque y a la espera del cazador certero.

Dante enfatiza de distintas formas, a lo largo de su filme, el tema de la sensualidad oscura o del erotismo caricaturizado de lo femenino, como sucede en el caso de Elisabeth Brook, quien encarna a la ninfómana Marsha Quist, una mujer loba de aspecto enigmático y que logra esa alianza de lo sexualmente liberado y el ansia de la carne cruda. La tipología perfecta de "Mujer loba ardiente". El pleonasmo desde la visión de Dante.

Aullidos es más que su mítica escena de la transformación del humano en lobo (que tiene a una semi oscura enfermería como lugar del evento insólito del terror para los años del estreno, sobre todo porque es parte de una secuencia larga de violencia, y porque expresa las intenciones por ser avanzados en lo animatrónico y en los usos de los efectos especiales en tiempos de obsolescencia tecnológica), es una particular visión del suspenso y del terror que juega muy bien con las atmósferas de la vida en el campo de una secta extraña en pleno siglo XX. Un clásico que no pierde interés.

27.3.11

Catalina Sandino















Siguiendo el estilo de ingreso al cine estadounidense de otros colegas latinos, la carrera de la colombiana Catalina Sandino se disparó hacia el mundo tras su debut en María, llena eres de gracia (2004) del norteamericano Joshua Marston, que le valió una nominación a los premios Oscar. Un papel significativo: el filme se desarrolla en torno a su protagonista, una chiquilla de 17 años que cae en manos del narcotráfico, siendo una de las burriers que van de zonas marginales colombianas a los Estados Unidos, un problema transnacional y que en el filme tiene un tratamiento dramático y ejemplar.

La María del título, jovencísima y embarazada, lleva bolsitas de heroína en su estómago, que ha tragado como si fueran uvas, y es por gracia de su estado que su situación se ve salvada por pura casualidad o milagro celestial. Catalina Sandino se luce en toda la película, mostrando variedad de registros dramáticos, sino recordar la escena en el aeropuerto donde agentes de seguridad le dicen que por estar gestando no puede sacarse una radiografía pese a las sospechas policiales.

Luego Sandino formó parte del elenco de Fast food nation (2006) de Richard Linklater, ficción basada en la investigación de Eric Schlosser, que plantea una mirada ácida sobre la industria alimentaria estadounidense. Sandino comparte roles con Ana Claudia Talancón, encarnando a un par de inmigrantes que se convierten en mano de obra barata de este negocio.

En años recientes, Sandino participó en un episodio de Paris, te amo (2006) y en El amor en tiempos del cólera(2007), trabajos que no tuvieron mayor repercusión. Peor es recordar que participó en una de las cintas de la saga de Crepúsculo, hecho olvidable por donde se le mire.

Quizás su segunda prueba de fuego llegó con el díptico sobre la vida del Che Guevara, dirigido por Steven Soderbergh, El Che y Guerrilla (2008), donde Catalina encarna con vehemencia y en otro registro el papel de Aleida March, quien luego fuera la segunda esposa del mítico personaje.

La situación de Catalina Sandino dentro del panorama del cine latinoamericano se ve en construcción, ya que si bien en su debut llamó la atención con su expresividad y perfil bajo, en sus posteriores trabajos ha dado pasos con reticencia. Sin embargo, en los filmes de Sorderbergh plasma una clara tipología de mujer dura, decidida y preparada que es sello en parte de heroínas (o malvadas) de algunas cintas de la historia del cine latinoamericano, si tenemos en cuenta a Doña Bárbara, por ejemplo (sin llegar a extremos en mi comparación de personajes, Sandino no es María Félix ni mucho menos). Publicado en la revista Ventana Indiscreta.

26.3.11

The day after de Lee Suk- Gyung















Ópera prima de la cineasta coreana Lee Suk- Gyung resulta un filme demasiado inspirado en la estética “Antonioni”. El argumento es sencillo: una mujer recién divorciada, cuarenta años, escritora y conferencista, que vive con su hija de doce años, se ve afectada al enterarse que su ex marido se va a casar. Esta cinta coreana se desvive en tratar de que la protagonista se dé cuenta que el luto ya pasó y que es hora de rehacer su vida, al margen de las decisiones de su ex pareja. El clímax es una conversa con una desconocida con la que comparte el dormitorio. Por ahí algún diálogo interesante, pero nada más.

The day after (Corea, 2008) es un filme íntimo, de tiempos muertos y diálogos largos sobre los fracasos matrimoniales, los divorcios y la vida nuevamente desde la soltería. Es evidente la mirada de la directora sobre este universo de lo femenino incomunicado y en soledad: planos fijos largos que están a la caza de momentos de intimidad a la luz de pequeñas lámparas o simplemente buscar cómo se va formando la hermandad entre personajes distintos pero viviendo las mismas disyuntivas afectivas. The day after da cuenta de la reconstrucción, del volver a empezar, pero de modo muy sutil. Igual tiene interés pese al tiempo lento y al influjo Antonioni.

25.3.11

Gozu de Takashi Miike














El comienzo de Gozu (Japón, 2003) es una afrenta antológica. La secuencia donde se ve a un perro pequeño tomado de la cola y lanzado, luego de varias vueltas, contra una ventana de vidrio, para ver luego como se chorrea muerto frente a los ojos de un grupo de yacuzas propone un universo moral extraño y poco escrupuloso que Takashi Miike ha hecho patente en decenas de filmes.

Con Gozu, Miike realiza su mejor obra, un viaje fìsico a un Japón desequilibrado, de la mano de unos personajes que son arrancados de los clichés del cine asiático más exitoso y de culto, yacuzas que conmueven en su debilidad y en su corporeidad perturbadas por el miedo al maleficio de un dios rural. Gozu en sí no tiene un argumento claro, deja de ser un filme de yacuzas para transformarse en una película surreal, lejos de la acciòn y la matanza, que va a terminar su odisea en una de las escenas más extrañas que ha prodigado el cine asiático, en el parto de un muerto. Gozu es un ejercicio logrado en torno a la culpa desde lo absurdo y a través de un sugerente desparpajo visual. Una mujer madura con senos rebozantes de leche, un hombre con cabeza de vaca, hombres sometidos hasta la humillación por vampiresas extremas de autos descapotables.

Minami, pertenece a un clan de yacuzas algo extravagantes, y luego de una crisis entre los miembros del grupo, es enviado a asesinar a su partner, Ozaki, quien también es su "hermano", quien luego desaparecerá de pronto, iniciando así una serie de sucesos inexplicables que hacen de esta cinta una experiencia singular. Perder el objeto de la misión, y encima que se le dé por muerto, no sólo es un insulto para la honra de un yacuza sino que se convierte de la mano de Miike en el ingreso a un mundo bizarro poco lógico  y en una exploración malsana hacia el amor filial.

Gozu causa inevitables asociaciones al cine de David Lynch, sobre todo a Carretera perdida o a El camino de los sueños, por ser un trip caótico, en la medida que surgen en la ruta de Minami una serie de personajes de extracción irreal, pulsionales y enigmáticos, que a modo de rompecabezas van a ir armando respuestas en torno a la búsqueda del hermano.

Gozu es una maravilla visual, sin limitaciones en el modo de vaciar lo onírico en su lado más escatológico y visceral. Es una película de búsqueda física pero también de viaje interior, una experiencia fascinante que convierte a Miike en un cineasta excepcional, lástima que ya no nos sorprenda de esa manera.


24.3.11

Las peores películas de mi infancia

















Sí que tuve que soportar películas indeseables a tan corta edad. Mi capacidad de discernimiento se estaba formando y mis recién nacidos juicios de valor de niña fervorosa ya cobraban cierto poder cada vez que veía una cinta: si el protagonista me convencía de su hazaña, si me hacía llorar alguna parte de la historia, si me causaba miedo la película más allá de la hora y media del metraje, si se me pegaba alguna canción de la banda sonora o si los efectos especiales eran inexplicables. Los filmes que no cumplían con estos requerimientos pues me aburrían o simplemente pasaban desapercibidos, no servían para los juegos de roles en la hora del recreo del colegio.

¿Qué debía tener una película para que fuera considerada mala?  Pésimos efectos especiales, burdos, de cartón piedra. Actores malos en situaciones inverosímiles, como sucedía con los miembros del grupo Menudo en la serie de cintas que protagonizaron. Muñecos a los que no les creía nada, que se notaban pues esperpentos de algún producto que pudo mejorar. Pero sobre todo, historias aburridas, sin visión de lo que atrapa en el universo infantil. Mi lista de mis peores películas de infancia:



1. Mi amigo Mac. Adefesio por donde se le mire. Copia absurda de la moda de ET, el extraterreste de Spielberg. Stewart Raffill fue el responsable de tamaña ofensa al buen gusto por imaginar un alienígena tan poco amigable. Una aberración aburrida, sin alma, sobre la amistad de un niño parapléjico y un alien envejecido y feo. Un pésimo recuerdo. Aquella persona que me llevó al cine a ver eso, se vengó con creces.




2. Una aventura llamada Menudo. Mi madre era fan de este grupo de chiquillos, y fue la responsable de que en mi cuarto hubiera un poster de ellos pegado en la pared. Lo más lamentable de esta idolatría fue que buscaba que a mí me gustaran las canciones, los bailes, ellos mismos sí, para justificar su gusto adolescente sin mucho bochorno. El resultado, haberme tragado la serie de filmes de los Menudo que se estrenaron en Lima, en medio de griteríos y suspiros por René, Johnny, Miguel, Xabier y de otro que no recuerdo el nombre. La cinta es del año 82, y es probable que la haya visto en el cine Ópera de la avenida Garzón, en Jesús María.




3. Túpac Amaru. Llevarme ver esto al cine Metro en el año 1984 fue una verdadera crueldad. Le tengo una nostalgia especial porque fue la primera y única vez que fui con mi padre al cine, razón por la cual me provoca sentimientos encontrados, sin embargo fue una experiencia insufrible, atosigante, incomprensible. Nunca una película histórica me pareció tan poco creativa. Le puse la cruz a Reynaldo Arenas, el emblemático actor de lo mestizo.




4. Oz, un mundo fantástico. Me arruinó la versión de Fleming. Quizás no sea una mala película, ya que se basa más en los libros sobre el mago que en la adaptación de 1933, sin embargo, en aquellos años me resultó un plomazo con poca verosimilitud, de gallinitas hablando y de un hombre de paja que más se parecía a un disfraz de Halloween. La cinta fue dirigida por Walter Murch y no tuvo el apoyo de la MGM en la distribución.



5. La historia sin fin 2. La cinta es del año noventa y yo no era ya tan infante que digamos, pero sí estaba pendiente de esta secuela de un filme que me había impactado años antes. Dirigida por George Trumbull Miller, La historia sin fin 2 se mandaba de hachazo con un Bastian diferente, y eso ya de por sí arruinaba cualquier identificación con la cinta anterior. Es el típico ejemplo de cómo hacer una mala secuela, con actores de caracteres distintos al tema original y con giros en la puesta en escena que no tienen nada que ver con el espíritu inicial. Para el olvido.


23.3.11

Laberinto de Jim Henson













En el año 1986 cursaba el cuarto grado de primaria, y como ya he comentado en otro post, mis fines de semana estuvieron vinculados a pasar la tarde en diversas salas de cine de Lima, que en esos tiempos lucía caótica, rara, algo desvaída. Una de las cintas más emblemáticas de aquellos años, tiempo en el cual mis padres se estaban divorciando, fue Laberinto de Jim Henson, que significó una vía de escape a todo ese estrés infantil que me aterrizaba de plano en la vida común de los mortales.

Para mis recuerdos de infancia, Laberinto fue más que una experiencia cinematográfica, fue descubrir algo más de un cantante andrógino que hacía de rey duende, al que apenas si notaba que tenía una voz inusual para cantar; fue conocer el lado glam de los magos del cine fantástico de Hollywood de la mano de este David Bowie, y fue tener más luces de la parafernalia alucinada que me había prodigado años antes una cinta tan maravillosa como El cristal encantado, del mismo Henson. Pero sobre todo, Laberinto fue excusa de reuniones familiares, de primos intentando imitar el acto de magia con unas esferas que hace Bowie en la famosa escena en la habitación de Jennifer Connelly. Los ejercicios devinieron en ridículos e inútiles.

Laberinto (EEUU, 1986), producida por George Lucas, resulta aún una cinta atractiva hoy en día, por tratarse de una cinta fantástica de argumento naif, inspirado en Alicia en el país de las maravillas y en El mago de Oz, pero desde un ángulo de ribetes góticos y menos surrealistas o dislocados que sus referentes. Aquí la Connelly luce desconfiada, sin temor a enfrentarse al tramposo Bowie, ya que debe recuperar al hermano raptado a punto de convertirse en un Goblin.

Cosas que me llamaron la atención a los nueve años: no tenía idea quién era Maurits Cornelis Escher, pero un tío me explicó que se trataba de un artista que le gustaba ufanarse de hacer aguerridas obras mandando al diablo las ideas convencionales que tenemos del espacio, lo que me dejó con la boca abierta, pues en una de esas escenas se ve a la Connelly perdida en unas escaleras de cabeza. Otro punto, el tema Magic Dance, uno de los cinco temas que Bowie compuso para este filme, puesto que sí me pareció extravagante que los duendes estuvieran como embriagados y medio seductores ante la impresionante presencia de una adolescente como Connelly. Laberinto y Henson son inmortales.

21.3.11

Iron Maiden: Flight 666 de Sam Dunn














¿Qué hace a este documental una experiencia inusual más allá de ser fan o no de Iron Maiden? Sam Dunn logra la esencia de lo que está construída la mitad de la música: el furor del fan; captura el delirio, la devoción, el real fanatismo en su versión semántica menos maligna, al dibujarlos en cada plano como seres entregados al culto de uno de los grupos más emblemáticos del heavy metal como si el mundo se fuera a acabar. Iron Maiden: Flight 666 (EEUU, 2009) es un documental sobre una gira realizada por la banda en el año 2008, a diversos lugares del mundo, y que va configurando el panorama dentro y fuera del escenario. El Air force one como el hilo conductor de este viaje nada celestial.

India, Japón,  EEUU, Canadá, Australia, México, Santiago de Chile, Buenos Aires, Costa Rica, como algunos de los escenarios al que llega el Boing piloteado por el mismo front man, Bruce Dickinson, como vehículo que transporta a la banda a cada punto del Somewhere back in time world Tour. No importa mucho donde pasa la banda sus horas de ocio, sino mostrar los prolegómenos a los conciertos en cada recinto: las colas, la zona de revisión de bolsos, la excitación de estar cerca a los ídolos, la parafernalia de la espera. Dunn, también con ojo de fan, va a la caza de los fanáticos más devotos, los que sueltan el llanto en las canciones más épicas, aquellos que no se pueden creer que la dama de hierro esté tocando muy cerca ( y sobre todo, en un país pequeño y sin tradición de conciertos como Costa Rica, por ejemplo).

Más de 50 mil millas de vuelo, un viaje por cinco continentes y 23 conciertos en sólo 45 días es la premisa que pretende mostrar temporalmente este documental. La gira, que comenzó el 30 de enero de 2008,  es un tour de force de energía, que contiene entrevistas a la banda, a los fans en los mismos conciertos, y al personal técnico que acompaña al grupo. Sam Dunn, responsable de películas como Metal: a headbanger's journey y Global Metal, realiza un trabajo sin demasiado ornamento, sólo ser "real" en transmitir el cariño del público, así sea en alguna ciudad de Japón o Brasil. Lo mejor de Fligh 666 aparece en la filmación de los conciertos, en el montaje práctico y rítmico, y, sobre todo, en la calidad del audio, valorada en cada canción. Una película obligada para la historia del fan.

20.3.11

Severed Ways: The norse discovery of América de Tony Stone

















La cinta estadounidense Severed Ways: The norse discovery of America de Tony Stone trata sobre la llegada a este continente de dos jóvenes vikingos en el año 1007 D.C., y reivindica así la tesis de que los bárbaros nórdicos llegaron mucho antes que los españoles a estas tierras. Pero no sólo la premisa sobre estos aguerridos pelirrojos como primeros colonos resulta osada, sino que el modo en que el cineasta Tony Stone incluye a headbangers y harto metal como banda sonora resulta anodina. El toque de ruptura temporal, de edad antigua más metal, aporta al pastiche y al esperpento, pero Stone logra librarse del chiste para hacer una película algo lenta pero inusual sobre el descubrimiento de América.

La película contiene planos larguísimos de paisajes que se ven mínimamente alterados por apenas perceptibles movimientos o por la aparición de los protagonistas, una suerte de hombres primitivos que tienen la pinta de haber estado acampando en las afueras de algún concierto de black metal. Me llamó la atención el encuentro de los vikingos con algunos jesuitas que leían a Santo Tomás en medio de una cascada y la fascinación del director por mostrar entornos naturales vírgenes, y por lucir la fauna y flora que aparecen como parte de un ecosistema recio y hostil.

Severed ways se ambienta en el siglo XI, tras los resultados de una batalla entre indígenas y vikingos, donde vemos a dos sobrevivientes en la zona costera de los hoy EEUU (encarnados por el mismo director Tony Stone y el actor Fiore Tedesco), luchar en un clima poco clemente. Lo más interesante es el uso de la música, lo que propicia un anacronismo de carácter diletante: Morbid angel, Judas Priest, Queens of the stone age, para mencionar a los más conocidos. Un viaje raro y de ritmo fuerte.




19.3.11

Destricted o el sexo sin restricciones

















Destricted (EEUU, Inglaterra, 2006) está formada por una serie de cortometrajes de corte pornográfico, cuyo valor agregado reside en la autoría a cargo de videoartistas, pero también de cineastas  reconocidos por sus afrentas estéticas, quienes van a dar lecturas diferentes a este género de lo evidente. Si bien no hay un tema común, salvo el sexo explícito, la intención se centra en la idea de mostrar diferentes posturas sobre el placer y de cómo la cámara aporta de modo personal a esta búsqueda. Es decir, no se trata de la típica óptica de las cintas pornográficas, sino que en algunos casos se deconstruyen, se reinterpretan o se satirizan estos enfoques. Mas bien un sutil sentido del humor (y en pocos casos, muy negro) podría ser el lugar común en este grupo de cortometrajes de diverso calibre.

Balkan erotic epic
, dirigido por  Marina Abramović, una artista serbia de la performance, presenta un tema disfrazado de falso estudio antropológico. Una interlocutora de aspecto serio y afán de dilucidar costumbres de una cultura exótica, va a describir con un estilo didáctico una serie de hechos curiosos de la sexualidad en los Balcanes, a través de viñetas animadas o de planos coloridos de rituales en el campo. Analiza, no con poco humor, quizás lo que hace medio chirriante este corto, la relación entre autosatisfacción sexual y los ciclos de la naturaleza. Mujeres que se masturban con la lluvia, hombres que eyaculan en los campos para invocar a la fertilidad de la tierra. El amago de estudio de las extrañezas sexuales de una comunidad apartada o que preserva sus costumbres (hombres que se masturban en orificios de un puente antes de casarse, mujeres que duermen con un pescado en la vagina) tiene la carga de la ironía por exotizar incluso estos aspectos de la vida de las culturas, y en eso Marina Abramović es ácida y directa.

Sync, dirigido por el artista y realizador italiano Marco Brambilla es un found footage de centenas de tomas de películas pornos, editadas de modo enérgico y ultra rápido a ritmo de un solo de batería jazzeado. En la rapidez del montaje se puede notar una ilación a partir de diversas partes de los cuerpos o de las poses, sin embargo no tiene pretensiones ni mayores argucias. Sólo una serie de disparos visuales.

House Call, corto dirigido por el fotógrafo y pintor estadounidense Richard Prince, es una recreación a partir de la regrabación de un video porno de los años sesenta, por lo que la textura de imagen agotada, se contrasta con la banda sonora de sintetizadores. La típica historia del doctor y la paciente muestra algunos clichés de los juegos de roles, pero eso es lo de menos, ya que Prince trata de dar otro tipo de "atmósfera" a las felaciones o cunnilinguis, eliminando el sonido ambiental. La cámara que graba un televisor parece ser la intención, pero luego de eso no hay más experimentación o juego.

Death Valley, trabajo de la artista británica Sam Taylor-Wood se centra en un único plano de un tipo masturbándose y eyaculando en medio del desierto de Death Valley. La inutilidad del esperma en este lugar inhóspito quizás sea la metáfora evidente en este valle de la muerte.

Hoist, dirigido por el famoso Matthew Barney (quien alguna vez estuvo en Lima), es el mejor de todos los cortos de la serie, no sólo porque responde al universo que este artista ha mostrado a lo largo de todos estos años (un amago de brutalidad o animalidad que surgen de pronto o se mimetizan con lo humano), sino porque es claro en esa intencionalidad de fusionar mitos, sexo y máquina. Un hombre de aspecto tribal, cuyo cuerpo exhibe textura de tierra y plantas, yace en alguna parte de una inmensa máquina usada en las construcciones, tipo Caterpillar, y se ve plácido al frotar su miembro en una suerte de cono lechoso que gira. El efecto es espectacular.

En este corto, Barney propone dos tipos de contextos: al inicio, el plano cercano de un pene negro sobre piel blanca que va creciendo a modo de oruga. Luego diversos planos sobre el trabajo nocturno en una construcción, donde se muestra la típica analogía de la máquina erecta y el falo. Lo masculino en su propia mitología.

We fuck alone, corto de Gaspar Noé, el director de Irreversible, es un ejercicio pretencioso de 23 minutos atosigantes sobre la masturbación adolescente como acto de perversión y ostracismo. En dos espacios diferentes, dos muchachos (una chica desnuda de aspecto "candy" que juega con su enorme oso de peluche, y un chico de aspecto neonazi con muñeca inflable) ven la misma película porno, que mostraría el acto sexual consumado y "real". Noé usa el recurso de la edición intermitente, dando el ambiente propicio para lo caótico y enclaustrante, para mostrar que dos adolescentes con ganas de copular, se divierten solos, razón por la cual resultan patéticos y odiables.

Impaled, de Larry Clark. Filmada a modo de falso documental, Clark graba como si fuera el regente de un casting, a decena de adolescente quienes le hablan con sinceridad sobre sus experiencias sexuales. Luego caemos en cuenta que se trata de elegir a uno de esos chicos para que se entreviste con actrices de películas porno, entre la cuales tiene que elegir a una como partner en una cinta hardcore. Elige a la más "experimentada". El resultado, un corto de progresiones, de captura de gestos, que atrapa más allá del sexo la idea de lo "real" que ofrece el porno como género. De interés.

18.3.11

Hunger de Steve McQueen





















Es inevitable asociar el nombre de este cineasta y artista británico con el otrora actor de Hollywood, ya desaparecido, cuya fisonomía recia y malandra se asocia comúnmente a fugas, cárceles y motines. Sin embargo, pese a la homonimia, lo único que une a estos dos personajes es la palabra cine, puesto que Steve McQueen nació en 1969 y es un reputado videoartista de la reinterpretación y el relato corto y conceptual, ganador de la Camera D’or en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes del año 2009 por su ópera prima Hunger.

Hunger nos mete de lleno, de un modo brutal, a una prisión de presos políticos del IRA en la cárcel de Long Kesh a comienzos de los años ochenta, para así conocer al personaje de Bobby Sands (encarnado por el espléndido Michael Fassbender ), un republicano y miembro del IRA, condenado a catorce años de cárcel, lugar donde inicia una huelga de hambre fatal debido a un reclamo no atendido hacia su partido. Se trata de un caso real, ya icono en el campo de la lucha por los derechos humanos.
Hunger (Inglaterra, 2008) es una cinta que se debe ver con el estómago vacío, es visceral, porque transita en los lugares comunes de la vida carcelaria, pero lo hace de manera seca, de escasos diálogos, de escatología directa, con planos cercanos a la violencia, contrapicados dentro de las celdas, secuencias de sueños de libertad inconclusos a modo de escape.

La cinta se divide en tres partes; la primera nos introduce en la vida misma de la prisión, con sus celdas embarradas de heces por los mismos reos políticos como ensayo de protesta, en una suerte de huelga de “limpieza”, haciéndose imposible cualquier comunicación en ese contexto pestilente y nauseabundo. La segunda parte es un plano secuencia de veinte minutos, que concentra uno de los sucesos más interesantes que he visto en los últimos tiempos: el plano general de un diálogo frontal entre Bobby y un cura, al que le cuenta que va a entrar en huelga de hambre, motivando una reflexión de alto calibre bajo el influjo del humo del cigarro. La tercera parte es la resolución de la naturaleza de la protesta, el extremo de la huelga de hambre.

Un director que sorprende con esta su primera película. Una película imprescindible e implacable.

15.3.11

Election de Alexander Payne


En estas épocas de elecciones presidenciales y congresales peruanas, con este huayco propagandístico que incluye cholobuses, pepekuyes, bailes reguetoneros de candidatos con fallas lumbares congénitas, con debates folclóricos de verbo bizarro y afiches con lemas anodinos, vale la pena recordar una película deliciosa sobre estas épocas de reyertas y planes de gobierno flojos. Election (EEUU, 1999) de Alexander Payne, el director de Entre copas, es una cinta ambientada en una preparatoria, donde unos estudiantes, con perfiles típicos del universo adolescente que ha masificado Hollywood (el nerd, el popular, el deportista, la tonta, la sabelotodo), se meten de lleno a usar diferentes estrategias de la sucia política con tal de salir elegidos como representantes de la junta estudiantil.

Matthew Broderick es el profesor disuasivo, con una idea barata de la mecánica de la democracia ("tenemos que elegir, no podemos tener solo manzanas, sino también naranjas, otras frutas", se le oye decir en alguna escena), que promueve la participación de los alumnos menos idóneos para el cargo, con tal de hacerle frente a la autosuficiente y arribista Reese Witherspoon, en uno de sus mejores papeles como actriz. Payne aprovecha el contexto de una escuela secundaria para usar todos los referentes posibles en tiempos de elecciones, con su parafernalia y el típico modelo demagógico y aprehensivo de los grandes oradores y políticos profesionales. 

La repelencia entre los personajes de Broderick y Witherspoon es antológica, así como la narración en primera persona de la estudiante visceral y vehemente frente a los artilugios por consumar un proceso democrático. Las falacias de "la democracia" en el sistema político estadounidense mostradas con un humor ácido y con un estilo directo convierten a esta comedia en una película que podemos disfrutar con creces en esta temporada antes de ir a las urnas.

14.3.11

Prostitución clandestina de Alain Payet





















Es la primera vez que escribo sobre un película que no he visto. Mi interés surge tras una conversa con colegas, quienes me contaron anécdotas sobre la primera proyección en una sala comercial de una cinta porno en el Perú, a comienzos de los años ochenta, luego de periodo de censura y dictadura militar. Prostitución clandestina de Alain Payet, cinta porno francesa convencional, de 1972, fue todo un hito dentro de la historia de la exhibición de películas de ese corte en este país, no tanto por su tema, sino porque simbolizó el cambio y la apertura en los modos de sentir y apreciar nueva expresiones en el cine en tiempos de Fernando Belaúnde Terry.

Antes de entrar al contexto en que la cinta fue estrenada, Prostitución clandestina pertenece a esa horda de películas francesas, dirigidas por el mismo Payet, que entran a la denominación de Hard CRAD, que ya no es muy usada, y que se refiere al toque "espectacular" o diferente que pueden llegar a tener los encuentros sexuales. Si bien Payet hizo patente este gusto de filmar lo diferente (mujeres de senos enormes, orgías de mujeres obesas, enanos, con comida, con objetos estimulantes, etc.), a mediados de los ochenta, esta cinta posee la peculiaridad de ser la primera obra de Payet en acaparar atención mundial y de abrirle una carrera de títulos tan sutiles desde María la sucia” (1979) hasta Hazlo con ahínco de viernes a domingo (2006). Payet también incursionó en el porno-nazi con Tren especial para Hitler (1977) y Nathalie escapa del infierno nazi(1977).

La cinta de Payet trata de un red de prostitución disfrazada como agencia de modelos, quienes van a domicilio a dar servicios para "fotógrafos". Y por lo visto, la trama de situaciones y glamour bastó para captar la atención de los distribuidores, quienes diez años después de su aparición en Europa fue estrenada en Lima, en el cine San Martín, ubicado en la plaza del mismo nombre (al que recuerdo como cine Plaza), en el centro de la capital. Fue difundida como la primera película porno en sala comercial, razón por la cual fue un suceso de taquilla que duró semanas. Las largas colas luego de las once de la noche, donde encontrabas a académicos, estudiantes, artistas,  obreros,  confirmaban este furor del público cinéfilo, ansioso por acudir a este tipo de salas como en cualquier ciudad moderna del mundo. Payet cumplió el sueño de miles de limeños, pero dudo que alguien lo recuerde como el motivador de una corriente que poco a poco ha ido muriendo en el écran capitalino para mutar en otras formas más comunes de distribución.


13.3.11

Peyote queen de Storm De Hirsch

















Storm De Hirsch es una cineasta newyorkina cuyos trabajos figuran dentro de la época más dura del cine under de esa ciudad a mediados de los años sesenta. También poeta, De Hirsch fue una de las fundadoras de la Film-makers' Cooperative, y la mayor parte de su trabajo como realizadora permaneció en la invisibilidad hasta épocas recientes y hasta que la crítica feminista la trajo de nuevo  a la "vida" pero para incluirla, como se debe, dentro de la historia del cine experimental, junto a nombres como Jonas Mekas o Stan Brakhage, por ejemplo.

De Hirsch realizó una decena de cortos de corte vanguardista en su técnica (generalmente rasgados o dibujos en los mismos fotogramas y en la emulsión), y rodados en 16mm, muchos de ellos con una óptica peculiar de intervenir el fotograma, orientada a la abstracción y a la fusión temática de lo femenino con diversos objetos y materias. Journey around a zero (1963), Shaman, a tapestry for sorcerers (1967), Third eye butterfly (1968) son algunas de sus obras de auscultación.

Peyote queen (EEUU, 1965) es uno de los cortometrajes más conocidos de De Hirsch, y cobra menciones en balances sobre cine lisérgico, a partir del mismo título y por la evidente intención de simular un tipo de trance cuatripartito, caótico y lúdico. En este trabajo hay una clara intención por lograr la abstracción a través de repeticiones de lo figurativo, pero también por imbuir en un marco caleidoscópico a fragmentos de personajes femeninos (senos, pezones atrapados en un juego de espejos). 


Peyote queen tiene dos tempos marcados por la música; primero, una parte de carácter más tribal, asociada a la génesis mítica del uso de este cáctus oriundo de México, y una segunda parte asociada a un tema más de "ciudad" y de gusto popular estadounidense. Las imágenes no intentan reflejar recuerdos o circunstancias reales de un "psychotrip", sino de indagar sobre los modos de ver y de crear esas abstracciones: rayas blancas sobre el fotograma, esbozos de furia, estallidos de color fragmentados, y el juego de espejos del caleidoscopio.




12.3.11

El peleador de David O. Russell















El box es mi placer culposo. Monzón, Mano de Piedra Durán, Tyson, Foreman también fueron parte de la infancia compartida con mi padre, quien era amante de este deporte de contacto. Ya con los años fui perdiendo la costumbre de ver las peleas en la tele, cosa que era común los sábados por la noche durante buena parte de los años ochenta. Es decir, una que otra vez entoné con las peleas programadas en HBO, pero así, de modo casi discreto, como de "quien no quiere la cosa".

Por ende, las películas sobre boxeadores siempre me significaron un modo de conectarme con esta afición, desde Marcado por el odio de Robert Wise, pasando por El toro salvaje de Scorsese, Rocky de John G. Avildsen, Gatica el Mono de Leonardo Favio hasta Million Dollar Baby de Clint Eastwood, para mencionar algunos ejemplos. A estas menciones se une, El peleador, (EEUU, 2010) una excelente película, que precisamente nos acerca al personaje de "Irish" Micky Ward (Mark Walhberg) a través de una cámara que registra las peleas de modo televisivo, con goce de la textura del digital y con poco timoratos primeros planos en combate.


El peleador parece una convencional película de box, una cinta de aprendizaje de un joven en ascenso, que tiene que lidiar con Dicky, su entrenador y hermano adicto al crack (un estupendo Christian Bale) y con su neurótica madre Alice, encarnada por una mimetizada Melissa Leo, para poder salir del anonimato. Sin embargo, el guión permite engranar una problemática más allá del ring del box, centrada en el retrato de los dos protagonistas en una relación de dependencia filial, propiciada por lazos de poder con la madre protectora y modeladora de vida de sus hijos en extremo. Este ingreso al núcleo familiar, mostrada de manera notable en la escena inicial de la reunión en el bar,una suerte de matriarcado liderado por la madre de aspecto juvenil y secundado por siete hermanas feas y solteras, va a permitir un cuestionamiento sobre el rol de la familia dentro de la carrera del boxeador, ya como traba al éxito deportivo.


David O. Russell tiene claro que la película se sostiene en las actuaciones de Bale y Walhberg, es decir, en la dicotomía que establecen en su acercamiento y distaciamiento, en su seca relación de entrenador fallido y de discípulo mudo. Mientras, el encuentro de Walhberg y Amy Adams es el punto de quiebre, el trueque figurativo de la figura maternal.


El típico retrato del boxeador maldito (lúmpen, de personalidad violenta o tanática, adicto) aquí es el contraejemplo. Bale despide gestos sublimes, caminar desquiciado, habla fresca, autoestima nostálgica, el viejo sueño del peleador irrepetible. Y en la otra esquina, Wahlberg extremadamente físico, de espalda sudorosa, de training hiperinflado y responsable de una personalidad fácilmente influenciable, impedido de romper con los trazos familiares y funestos.


Las peleas tienen la sensibilidad del propio movimiento de la contienda, del boxeador loser tocado por un halo de gracia en el minuto final. El "cabeza-cuerpo, cabeza-cuerpo", una suerte de "encerar-pulir" a lo Karate Kid, define una pobre estrategia de combate, inverosímil como descriptor de una técnica que lleva al triunfo, sin embargo, es el lema del vínculo filial establecido, el "ábrete sésamo" que funciona como adrenalina en el hermano domable. El peleador asumido como máquina de estímulos pavlovianos y eso es lo que emociona.


9.3.11

Flores rotas de Jim Jarmusch













Jim Jarmusch suele hacer largos que recordamos de modo especial por su banda sonora (blues o jazz, aunque también algo de hip hop). La música como poderoso elemento catalizador es el que más ayuda a evocar a los personas como en Extraños en el paraíso y sus largos travellings acompasados por las estridencias salvajes de Screamin' Jay Hawkins en I put a spell on you, leit motiv que contrasta con el vago letargo de los personajes y el minimalismo en la composición de las imágenes. Hawkins aparecería luego en un loco y breve papel en Mystery train del mismo director.

Algo similar pasa con Tom Waits, no sólo como compositor de las bandas sonoras de otros proyectos del director (Bajo el peso de la ley, Night on Earth), sino también como actor. Jockey full of Bourbon se disfruta en Bajo el peso de la ley, donde comparte parcos roles con Roberto Begnini y John Lurie.

Flores rotas no escapa al cuidado que el director independiente pone cuando escoge la música que acompañará sus escenas. Cuenta la leyenda que Jarmusch hizo este filme pensando en lo que le despertaba el ritmo de una canciones de un músico africano, editadas hace más de treinta años. Se trata del jazzista etíope Mulatu Astatke, impulsor del "ethnio jazz", una mezcla de sonidos africanos, tanto de influencia negra como árabe, y de un jazz refinado y nuevaolero.

El tema Yerkeme Sew dictamina la cadencia del viaje en auto de Bill Murray, por las carreteras monótonas de EEUU, de acuerdo a la misma sensibilidad del protagonista, quien revela aburrirse si es que no está en movimiento y al compás de este ritmo. Además de esta canción se escuchan temas de The tenors, Marvin Gaye y The Greenhorns, pero en Flores rotas, las intervenciones de Astatke dan a la película el toque nostálgico necesario, la melodía de la vuelta al pasado que realiza Murray en lo profundo de su corazón.


8.3.11

Richard Kern















Para empezar, Richard Kern es un cineasta under de Nueva York que me cae muy bien, aunque por ahora anda en la inactividad. En sus videos, cortos y fotografías muestra una fascinación por auscultar los cuerpos femeninos desde ángulos obtusos, desde la simbiosis con el fetiche (pistolas, metralletas, cuchillos), en la furia exhibida en sudores y gruñidos, en la necesidad de la reyerta conspiratoria contra lo aburrido y canónico. Kern sabe cómo provocar.

Kern dirigió Death Valley '69, el primer video de Sonic Youth, filmado en 1985, donde aparece la excéntrica y polémica cantante Lydia Lunch dando rienda suelta a su furia contra el amor y paz del universo, bajo el influjo de los serial killers a lo Masacre en Texas. Cámaras violentas, planos secuencia vertiginosos, y tomas de una banda que evita mostrar el rostro. Kern llama la atención con este video, y poco a poco se iría convirtiendo en una figura llamativa de la contracultura estadounidense.

Luego del video de los Sonic, Kern dirigió dos cortos iniciales, Woman at the wheel (1985) y You killed me first (1985), que ya lucían el gusto del cineasta por indagar en los confines de los cuerpos agredidos, vejados, pero también eufóricos y atacantes a modo de protesta.

En You killed me first, Kern hace afrenta a la estética del cine más convencional y se inclina por un encuadre sucio, movimientos inexpertos, giros amateur, de intenciones arrojadas contra la hipocresía de la clase media. Lung Leg, actriz fetiche de Kern, encarna a una hija oveja negra, que harta de tanta humillación por parte de sus padres, decide vengarse a sangre fría. Insultos, pésimas atmósferas, cenas de espíritu desagradable y alguna que otra escena obscena, hacen de este corto un acercamiento al cine de Waters, por ejemplo, en su humor y desgarbado tono irreverente.

Lung Leg se llena de ira mientras Kern, explica a través de un torpe flashback, cómo es que ella va a llegar al estallido, para soltar el "You killed me first" a su madre, que muere acribillada de manera antológica. Años más tarde, la portada de Evol de los Sonic Youth tendría un fotograma con el rostro de Leg, extraído del Submit to me, otro corto del mismo Kern. Con eso, la espléndida Lung Leg pasa a la posteridad.


You killed me first (1985)



Otros trabajos de Kern:

Stray dogs (1985)




X is Y (1990)



El primer video de Sonic Youth (1985)



7.3.11

Sanctum de Alister Grierson















Nuevamente un filme de supervivencia en la cartelera, como si en estos tiempos la analogía con las situaciones extremas sirvieran de catalizador al espectador atosigado de estrés. Sino cómo justificar que en una semana estén en las mismas salas cintas de tensión como Sanctum del australiano Alister Grierson, 127 horas de Danny Boyle o Muerte en la montaña de Adam Green, todas sobre personas atrapadas en escenarios naturales hostiles por la casualidad o el cambio climático.

Sanctum da cuenta de una expedición de submarinistas en unas cuevas profundas de Papua Nueva Guinea, quienes quedan atrapados en las profundidades tras la llegada de una tormenta tropical y tras el colapso de la salidas de escape. El tema por sí es convencional, es decir, ya se sabe que cada uno de los que forman este equipo de valientes verá a prueba su fortaleza y, poco a poco,  irán desapareciendo de acuerdo a sus "errores". No existe alguna atrevida revelación al señalar la desaparición de cada uno de los miembros de este equipo de aventureros, pues parte de la lógica de este subgénero trata de que sobrevive el más fuerte, el menos emotivo y el más cuerdo.

El actor australiano Richard Roxburgh encarna a un veterano submarinista, quien es juzgado de modo duro, debido a un carácter recio e inquebrantable, por su hijo adolescente y experto escalador Rhys Wakefield, quien a la vez se verá imbuido en un aprendizaje forzoso del amor paternal. La relación ambivalente entre ambos será el eje argumental de la cinta, así como el tira y afloja, con otros personajes, en momentos de descompresión y ataques de pánico.

Sanctum, producida por James Cameron, y filmada con cámaras para lucimiento del 3D (notable la cinematografía submarina y el efecto de dimensionalidad y claustrofobia que se crea en la pantalla) recoge algo del espíritu de texturas que tiene una cinta como Avatar. Buzos en tensa faena, cavernas iluminadas por apenas fosforescencias, salidas a las superficie que contienen la metáfora de la liberación. Rayos de luz que se asoman a lo lejos, estalactitas que configuran catedrales, ausencia de vida acuática. Sanctum es fascinante visualmente, a pesar que se trata de una cinta más de cómo salir de una caverna en tres días.

6.3.11

127 horas de Danny Boyle

















Con esta cinta, Danny Boyle quiere recuperar un poco su estética psicodélica o de símil de trip lisérgico que hiciera patente en sus primeros filmes, sobre todo en Trainspotting, pero guardando las distancias. Sin embargo, 127 horas es una película menos pretenciosa al ser un tratado de una mente en crisis de supervivencia, representada a través de una cámara ansiosa, pantalla tripartita y ángulos picados y cercanos.

Digamos que 127 horas intenta ser, sólo en la superficie, un trágico relato sobre Aron Ralston, el alpinista y montañista que queda atrapado del brazo por una inmensa roca, en un alejado cañón en el desierto de Utah. Cinco días metido en una suerte de trampa, con poca agua y escasos recursos que lo inviten al escape. Sin embargo, Boyle le va a dar un toque de humor sardónico y negro a las alucinaciones del deportista, motivadas por la extrema sed y la deshidratación. Soñar con un estallido de Coca cola o Sprite en medio del desierto o decir que una navaja hecha en China no permite cortarte la piel tienen el acento de la burla y el desquite ante la posibilidad de la muerte.  Por ejempo, tomar los orines tienen la misma intensidad dramática que una inyección de heroína en la película sobre unos chicos de Escocia.

La cinta parece agotarse en ese aleccionamiento de la supervivencia, que en realidad es lo más convencional de la cinta, el verse atrapado en medio del desierto, con la certeza de que por allí no transita ni un alma, y que implica mea culpas y el típico "en busca del tiempo perdido": "esta piedra ha estado esperando miles de años para encontrarme". Boyle dota a su personaje de diversos matices actorales en las diferentes alucinaciones y recuerdos, en sus sueños de fuga, en su hambre, en su vuelta al pasado. Si bien estos flashbacks o deseos tienen un carga sentimental e incluso semi cursi, propios del personaje en crisis, Boyle no logra separarse de cierto sentimentalismo o aura transcendental que se enfatiza con una banda sonora compuesta por A. R. Rahman, y que resulta efectiva y en algunos casos grandilocuente.

Lo mejor de 127 horas (EEUU, Inglaterra, 2010) es la manera en que Boyle conduce la liberación de su personaje, que tiene la inspiración de la limpieza espiritual o del psicotrip enema,  en los planos de James Franco mientras busca agua o pide ayuda, bajo el influjo de los estupendos Sigur Ros, quizás la banda sonora perfecta para este tipo de recomposición emocional. Si bien 127 horas parece un manual de autoayuda bizarro, guarda cierto interés en la puesta en escena inusual para este tipo de lecciones de vida.

5.3.11

El ojo de Danny y Oxide Pang


















Hong Kong, país que a partir de los noventa desarrolló una tradición del horror más ligada a una mezcla del gore con acción y toques escatológicos y chirriantes, como los clásicos Untold story o Biozombie, también recuperó dentro de su industria fílmica los motivos del cine japonés de terror que estuvieron de moda a mediados de los años dosmiles, y donde presentan relaciones sobrenaturales melancólicas y simbióticas. Los Pang Brothers fueron, y son, cineastas que contribuyeron a esta hornada del fantástico asiático y fueron los responsables de un fenómeno llamado The eye (con varias secuelas), todo un éxito de taquilla y referente obligado sobre el típico fantasma de cabellera negra y palidez rara.

En El ojo (Hong Kong, 2005), una chica ciega recupera la vista tras una operación de córneas. Empieza reconocer los objetos, y a personas, pero también a fantasmas, a quienes confunde con los vivos. Conoce la desazón del sentido recuperado cuando percibe que la vista le ofrece también nuevas ansiedades. En este sentido, los hermanos Pang plasman de manera efectiva la tragedia de una joven que se decepciona tras "ver" su realidad. Este desencanto se anuncia desde la primera secuencia, que presenta a la protagonista tanteando con su bastón en plena estación del metro, ante la prisa de la cotidianeidad, pero prefiere seguir en su mundo de imaginación, dejando la duda al espectador sobre lo que ve.

El ojo es un referente importante en el cine asiático de terror, muestra cierta creatividad e ingenio en el modo en que se presentan los aparecidos para "asustar" al espectador, en el uso de la parte por el todo., por ejemplo. Si bien el argumento de El ojo tiene relación con Sexto sentido de M. Night Shyamalan y con Ringu de Hideo Nakata en la idea de contactarse, comprender y ayudar a aquellas almas que padecen la pugna del purgatorio, el filme de los Pang tiene un acercamiento con una vuelta de tuerca menos espectacular, pero igualmente intrigante. Pero el suspenso se dilata con las escenas en Tailandia, donde la protagonista realiza un viaje a una comunidad con la intención de resolver el enigma de su don, para dar con un final que marca nuevamente el pesimismo (propio del género) y la voluntad en el argumento que recomienda "dejar las cosas como están". Se deja ver.


4.3.11

La prueba de Judith Vélez














 
La prueba (Perú, 2007) es una cinta donde la heroína aprende a partir de un diagnóstico de sí misma provocado por un factor externo, casi providencial, que le va a dar a su vida y a su modo de describir el mundo una vuelta de tuerca.

Miranda (Ximena Lindo) es una joven limeña que llega a la sierra de Arequipa en busca de su padre (Gianfranco Brero), al parecer un tipo de pasado como prontuariado y que permanece en la clandestinidad, y a quien no ve hace más de veinte años. La tensión del reencuentro y la búsqueda de respuestas a crisis familiares se dan en un escenario rural, donde dos intrusos debaten sus problemas desde un ángulo ajeno al contexto en el que viven.

La directora Judith Vélez se vale de panorámicas para dar forma a un territorio olvidado por las lluvias, sobre todo al inicio, del trayecto de Lima a la sierra arequipeña, al viaje de Lindo a ese nuevo lugar insólito en su cotidianeidad. Vélez relaciona la sequía de la región con algún castigo divino. Al hacerlo, el viaje de la protagonista no sólo es personal o de aprendizaje, sino que intenta también dar cuenta de un aspecto social del pueblo azotado por embates climáticos. A través de esta contradicción simbólica entre carencia/abundancia, o de sequía/lluvia, es que la cineasta establece un juego de códigos también entre los personajes. Si no llueve, no habrá soluciones ni respuestas.

A pesar de algunos desaciertos (dirección de arte en los flashback, el didactismo inicial, algo de melodrama en las vueltas al pasado en torno al terrorismo o a la crisis de los ochenta), La prueba es una cinta que levanta en sus última media hora, debido a ese tímido develamiento de máscaras de los personajes. La cinta remata con una respuesta mística, donde el determinismo divino decide lo que somos y lo que haremos.

3.3.11

Las películas de mi madre















Mi madre no es cinéfila, mucho menos una espectadora frecuente. Es lo que se dice una persona que muchos años atrás tenía al cine como uno de sus principales eventos sociales, sin embargo, fue captada por las facilidades del Betamax y la videocasetera. Fue el inicio de final de mi vida como "acompañante" y el comienzo de una ruta lejos de ella, pero cercana a las salas de cine desde otro punto de vista menos familiar y nostálgico. Sin exagerar, puedo decir que mi madre me pegó al cine; desde que tengo recuerdos la veo haciendo la cola en el cine Metro o República, del centro de Lima, mientras la esperaba en un rincón, o la veo siendo tragada por la muchedumbre al revender entradas agotadas para Los cazafantasmas en la puerta del cine Capitol de Breña, porque al entrar a la sala teníamos asientos separados, y así no valía la pena. No era la voz. Mi mamá no tiene idea de lo que propició.

No recuerdo la primera película que me llevó a ver, pero suelo decir un lugar común: Bambi. La vimos en el cine Diamante de Jesús María, quizás la sala de cine a la que más he ido en toda mi vida, y recuerdo el temor ante las luces apagadas y al telón, el monstruoso telón.

Pero lo que más recuerdo de su tímida afición al cine fue su pasión por las películas peruanas, ver su ciudad en ella, los barrios, los personajes urbanos avezados, sórdidos y reconocibles en los vecinos de la cuadra, en la amiga del fin de semana, en los compañeros de trabajo. Su favorita es Maruja en el infierno, pero ignoro por qué.

Lo que sí me queda claro es que mi madre fue cómplice de una experiencia hito, llevarme a ver Duna de David Lynch, hecho que siempre menciono como brutal, pues la vi a los seis años. No me pareció aburrida sino obscena, una película macabra de hombres venenosos y repugnantes que levitaban y hablaban sobre cosas crueles. El estallido de mi vida cinéfila, sin lugar a dudas.

Feliz cumple.




2.3.11

Almost (un)real: películas sobre bandas ficticias. Parte 2.















Stardust (1974) o El ídolo de Michael Apted propicia la existencia de Jim MacLaine y su banda The Stray Cats (que luego cobraría vida "real"). El actor y cantante David Essex, que en la cinta tiene como amigos a Keith Moon, el baterista de The Who y al productor Dave Edmunds, interpreta a un rockero en ascenso y caída. Esta cinta es una secuela de That’ll Be The Day, realizada un año antes, y en la cual participó Ringo Starr. Salvo por la anécdota, colabora para que Apted sea un director del montón.



Es inevitable mencionar a This is Spinal Tap, la estupenda cinta de Rob Reiner, que dirigió en 1984. Un mockumentary creativo, que describe con ligereza las peripecias de unos veteranos heavies británicos de gira por EEUU.



Airheads del efectivo Michael Lehmann, media en la onda de This is Spinal Tap, pero claro, con la clara ficción de ser una cinta sobre la estupidez e ingenuidad de un grupo de chicos que se hacen llamar The lone rangers (Brendan Fraser, Steve Buscemi y Adam Sandler), quienes van a la cárcel por secuestrar a un productor y DJ de radio para que les ayude a difundir un demo. Aparece en la película Lemmy de Motörhead.



Velvet goldmine, de Todd Haynes, cuestiona la figura de la estrella de rock en su melancolía, snobismo y soledad. Ewan McGregor es un rockero, que se inspira en Iggy Pop, quien lleva una amistad dual con Brian Slade (en el único buen papel de Jonathan Rhys-Meyers), parecido a David Bowie. Color, fabulación, fulgor. Aparecen miembros de The Verve, Suede y Radiohead.




1.3.11

Almost (un)real: películas sobre bandas ficticias. Parte 1.
















¿Qué es más atractivo en una película sobre rock: que tenga como protagonistas a ídolos de "mentira" que se burlan del sistema, o que las megaestrellas asalten la pantalla? ¿Que se simule ese estilo de vida con personajes irreales pero verosímiles o que Michael Jackson o Britney Spears se vanaglorien de forzar las mejores tomas? Aunque la historia de cine está repleta de cantantes y grupos en las más disímiles aventuras (algunas de ellas en viajes interiores o psicodélicos), las cintas que más han quedado en el imaginario del cine pegado a la música son aquellas donde se recrea con ironía o nostalgiaese entorno de éxito y caída.

La televisión hizo lo propio en algunas series de dibujos animados como The Archies (1968), que vio la luz  gracias a Don Kirshner (el creador de The Monkees), sobre la vida de un grupo de muchachos que se pasaban los días ensayando en su barrio de Rivardale. Ron Dante le puso voz al meloso hit Sugar, sugar, que hizo que la serie sobreviviera más de diez años de programación. En este mismo estilo se ubica a Jossie & the Pussycats (1970), trío frívolo de chiquillas creado por Hanna-Barbera. Luego se hizo un remake para el cine con actores de carne y hueso.

Pero yendo al grano de este post, en Beyond the valley of the dolls, el mítico Russ Meyer nos adentra en el universo dionisíaco de una play-mates que tocan y cantan bajo el aura del desenfreno psicodélico. Ellas son las Carrie Nations: sueltas, desenfrenadas, y como dijera el cineasta, poseedoras del poder "neumático". En la cinta, las Carrie Nations se van de viaje de negocios a Los Angeles, pero sin encontrar más que puros seres bizarros y losers, lo que confirmaría que como banda no sólo no tenían mucha suerte sino poco talento. Las canciones de esta banda se convirtieron en objeto de culto.




Un caso aparte es el Fantasma del Paraíso (1974), una de las obras maestras de Brian de Palma y una de mis cintas de culto personal, mezcla de El retrato de Dorian Gray, Fausto y El fantasma de la ópera, pero en versión musical glam y psicodélica, bajo el flujo de los setentas y su estética pop, con algo de puesta de escena hitchcockniana notable.

Punto aparte. Recuerdo que la primera vez la vi en un canal de señal abierta, en la madrugada, y que la grabé en un casete de VHS. Se la presté a una amiga asegurándole que se trataba de una gema musical, pero me la devolvió desencantada porque "se notaba que la había grabado de tele"; teníamos quince años quizás.De todas formas, es una de las cintas que más he visto en mi vida, me desborda, porque la siento divertida, naif, y a la vez inteligente en su crítica sutil al mundillo oculto del rock formado por esotéricos personajes.

En esta película no sólo se parodia a grupos como The beach boys o Kiss, sino al fanatismo y a la performance grandilocuente de algunos conciertos. Desde sus primeros minutos, Fantasma del paraíso es una delicia, sino recordar el logo de la disquera ficticia Death records, que da vueltas en la pantalla a la manera de un disco de 45 rpm, así como la aparición de ese grupete llamado Juicy Fruits en pleno casting. La música compuesta por Paul Williams deviene en una de las bandas sonoras más originales y coherentes con el universo visual que se propone. Palabra de fan.