29.11.11

Eighty Letters de Václav Kadrnka

Eighty Letters de Václav Kadrnka es una cinta de la República Checa, ambientada a comienzos de los años ochenta, cuando se vivía bajo el régimen socialista alienado a la ex URSS. El cineasta ha señalado que se trata de un filme autobiográfico y que esboza los recuerdos de su adolescencia, cuando su madre organizaba un futuro reencuentro con su padre, quien vivía en Londres como migrante.

La anécdota se traduce en un largo día (se nota el tiempo soso y apesadumbrado de la jornada), en que el hijo, así a secas, sin nombre, falta al colegio para alcanzar a su madre, quien se dirige a a la ciudad, quizás Praga, para hacer unos trámites para el padre ausente. Juntos irán a diversas oficinas y sedes burocráticas en lides de alma interminable, donde la madre deberá juntar una serie de requisitos, que serán enviados al padre en una maleta marrón junto a ropa, zapatillas y salchichones checos.

Václav Kadrnka elabora un filme de apariencia minimal, lleno de planos cerrados, donde su cámara se detiene en tiempos muertos que afianzan el paso lento de las horas, con ausencias y casi siempre en contrapicado. Somos testigos de los pasos, de los pies de los personajes en su caminar, de la mano del hijo que impide que una estampita se escape con el viento, del tránsito de la maleta con regalos para el padre que será encargada a una pareja de ingleses.

Lo más interesante de Eighty letters (República Checa, 2011) es su aura de nostalgia , no en la ambientación ni en la fotografía de matices verdosos o marrones que roza el sepia, sino aquella que se traduce en la visión áspera y a la vez atrayente de la figura de la madre. Un "complejo de edipo" retraído y sugerente.

22.11.11

A place in the sun de Constantine Giannaris

Nuevamente en un granulado blanco y negro, Giannaris se empeña en narrar relaciones de poder en un drama queer sobre un griego enamorado de un albanés bajo el contexto de Europa pos caída del muro de Berlín.

Ilias (Stavros Zalmas, el actor fetiche del cineasta), un joven griego de 35 años que vive en Atenas, conoce a Panagoitis, un muchacho albanés de 18, quien llega a la ciudad para buscar nuevas experiencias. Y como en otros trabajos de Giannaris, las relaciones de poder entre ambos personajes (tiras y aflojas, encuentros y desencuentros) irán afianzando también el ritmo de la narración, haciendo de Atenas un telón de fondo para un amor tortuoso.

Como en otras cintas del cineasta, un personaje maduro se enamora de otro, pobre y joven,  a quien debe "proteger".  Lo sintomático de este filme (que me recuerda al espíritu de las tragedias amorosas de Fassbinder) es que hace de este romance el eje de una puesta en escena de ribetes metafóricos o paradigmáticos, tal como sucede en Trojans o North of Vortex, pero donde el tema racial tiene una carga especial.

Menos lograda que sus otros trabajos, A place in the sun (Inglaterra, Grecia, 1995) muestra la sensibilidad del cineasta por el drama gay, y quizás sea la cinta puente hacia el siguiente tipo de cine que haría Giannaris, ya en una onda menos queer.

Caught looking de Constantine Giannaris

Este cortometraje de 35 minutos es uno de los trabajos más políticos de Giannaris. Y señalo lo de "político" en la medida que realiza una suerte de manifiesto discreto (cosa que no existe en sus otros filmes) sobre la imposibilidad de la satisfacción desde lo homosexual dentro de un sistema social determinado. A diferencia de cineastas gays militantes como Rosa von Praunheim o Bruce Labruce, Giannaris proclama en este trabajo, a modo de metáfora, una disociación entre los deseos y la realidad, y lo logra a través de la historia de un usuario de internet, que ingresa a una realidad virtual donde solo terminará dándose la cabeza contra un muro.

Caught looking (Inglaterra, 1992) presenta de modo lúdico y divertido (porque hurga en los clichés gays por excelencia) las opciones de un usuario de internet, un voyeur que se divierta hurgando en fantasías sexuales, de las cuales puede ser partícipe de modo virtual. Muchas le apetecen pero al final ninguna le satisface. Ubica a algunos hombres con el perfil adecuado para la celebración de la fantasía, pero la experiencia virtual con cada uno de ellos lo lleva al desvío. Elegir la fantasía sexual favorita termina, igual, en la soledad del personaje.

Giannaris realiza un cortometraje fresco, con mucho humor, y que revela de modo conceptual la frustración de la vivencia de lo gay a través de la metáfora del voyeur y la realidad virtual carente de lo carnal. Vivir una vida gay plena desde lo corpóreo queda dejada de lado, y esta premisa permite analizar diversos modos de experimentar lo gay (desde el estilo bear hasta lo estilizado muy Pierre et Gilles) desde la comedia. En suma, una rareza dentro de la obra misma de Giannaris.

20.11.11

Trojans de Constantino Giannaris

En alguna parte de este cortometraje, el narrador en off menciona que ha aprendido más de la vida con los poemas y demás escritos de Constantino Cavafis que con cualquier ensayo o libro de filosofía. Y así, con total admiración y agradecimiento va haciendo otro poema, pero esta vez uno visual, que evoca la figura del poeta nacido en Alejandría, mediante fragmentos de su obra, extractos de El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel (quien se inspiró en el poeta) y escenas que recrean los amores del escritor.

Trojans (Inglaterra, Grecia, 1990) es una celebración personal donde se plasman las obsesiones y sublimaciones de Cavafis, el culto a lo grecolatino, a su país de origen, a sus relaciones homosexuales y a su posterior aceptación de su sexualidad por la comunidad de lectores. Un cortometraje en blanco y negro, en clave confesional, que intenta mostrar a un Cavafis espléndido, como ciudadano del mundo y en plena etapa creativa. 


Giannaris realiza uno de sus trabajos más logrados, tanto por tratarse de una celebración del personaje fundamental de la literatura del siglo XX como por revelar un estilo marcado que huye del realismo, que apuesta a la retórica de la representación para transmitir un retrato de ensoñación, un testimonio de un admirador que busca el homenaje y la alabanza perfecta.

North of Vortex de Constantine Giannaris

Esta película de casi una hora de duración fue parte de mi gran descubrimiento en el último festival de cine de Tesalónica: conocer la peculiar obra del cineasta griego Constantine Giannaris.

Giannaris cuenta con una filmografía de más de 13 medios y largometrajes y más de una docena de cortometrajes, que han hurgado en el imaginario homosexual y homoerótico desde diversos ángulos y variantes, y cuya obra pudo verse completa en el citado festival. 

Con un estilo de la nostalgia (puesto que si bien las películas fueron hechas durante los noventa y dosmiles), Giannaris mantiene, en la mayoría de sus trabajos, la atmósfera de los años sesenta como época dorada del cine, sublimada y tipificada en un blanco y negro granulado, que hace recordar por momentos filmes de serie B a ritmo de jazz, pero que en el fondo quieren retomar el alma de alguna cinta de Antonioni o Cassavetes (guardando las distancias).

North of Vortex (Inglaterra, 1991) es una road movie sobre la relación silenciosa y casi simbólica entre un poeta bisexual y dos amigos que recoge en la carretera: un marinero y una mesera.  Giannaris sigue a sus personajes por un viaje por el sur de los EEUU, haciendo del paisaje un protagonista más (De Nueva York a El gran Cañón). El poeta se enamora del marinero, pero este se siente atraído por la mesera, mientras ella quiere seducir al poeta. Esta cadena de atracciones y desapegos, de relaciones de poder irresolutas son los móviles para que Giannaris proponga una cámara nada realista, que va a la caza de rostros, de planos enfocados desde un ojo a la caza de esa frustración amorosa.

Inspirado en un poema de Allen Ginsberg, North of Vortex es un retrato diferente de un EEUU en el ocaso, pálido, telón de fondo de seres sin rumbo, buscándose a sí mismos. Desde el cliché (o arquetipos de lo erótico homosexual, la emblemática figura del marinero, por ejemplo), Giannaris realiza una película breve pero poderosa, con un final sardónico sobre dos dioses que terminan unidos en el mar mientras la heroína vuelve sola a la ciudad.  Giannaris, un apacible descubrimiento.

18.11.11

Pearl Jam Twenty de Cameron Crowe

Al final de cuentas, el documental no era lo que esperaba. Es decir, comenzar un relato en primera persona sobre las semillas de la onda grunge en Seattle, ponerle la nota anecdótica y sentimental al comienzo de la remembranza de una de las bandas más importantes de los noventa para luego terminar de relleno, con el narrador en off perdido, olvidado, persuadido, ubicando extractos de conciertos de la actualidad, con la obituaria aparición del "fan", no me cuaja del todo.


Cameron Crowe intenta hurgar en su pasado también, al introducirnos en su nostalgia por sus inicios como periodista musical, allí en el Seattle de Mother Love Bone  y del fenecido Andrew Wood (banda que inspiraría el círculo de músicos que formarían Pearl Jam), sin embargo, esta cuota personal del cineasta queda atorada para quedarse rezagada frente a los recursos del documental convencional, que entrevista a los integrantes del grupo, que edita decenas de fragmentos de conciertos, que considera apariciones en TV, entrevistas, reportajes y configurar así veinte años de trayectoria, sin caídas ni ocasos.


Pearl Jam Twenty (EEUU, 2011) es un documental laudatorio, de celebración a la existencia y vitalidad de una banda emblemática, la obra de un fan, sí, atento a recrear, por ejemplo, cómo alguien dolido y tímido como Vedder se va soltando a la vida a través de un remozado estilo del headbanger o siendo un travieso muchacho que se deja caer desde ocho metros de altura hacia el mar de personas que conforman sus avezados espectadores en decenas de conciertos.  


Crowe logra transmitir que la banda sigue siendo la misma, en su espíritu, en su disconformidad, en su desinterés en aquel "sistema" que los enfurecía, que aún tiene los escrúpulos necesarios como para dejar en un sótano un Grammy,  o tocar en el Circo romano. De todas formas,  a pesar de los bajones del documental (el añadido casi desinteresado del episodio del baterista es un ejemplo, ante la jerarquía temática dada a Vedder),  hay algo esencial que Crowe termina destacando y que es mencionado por un admirador del grupo: Pearl Jam es una banda que recién está comenzando, tiene para dar mucho más. Y Crowe confia en esa posibilidad.

13.11.11

Las películas ganadoras del Festival de Tesalónica 2011

El anuncio de los premios me dejó la sensación de que había estado en un festival distinto, o que de pronto estaba en el lugar equivocado. En la noche de premios no tuvieron suerte películas como la checa Alois Lebel o la estadounidense Without, o simplemente fueron premiadas cintas que de por sí no llamaron mi atención como el caso del filme que se llevó el Alejandro de Oro, una cinta rusa dura sobre el retrato de una mujer de clase media que se resiste vivir su libertad, o películas como la griega City of Children que no pude ver.  

Esta vez el jurado internacional, formado por Laurence Kardish (Curador del departamento de Cine del MOMA), Sitora Alieva (programadora del Kinotavr Film Festival de Rusia), Frederic Boyer (director de Les Arcs European Film Festival de Francia), Constantine Giannaris (cineasta griego) y Hisami Kuroiwa (productora estadounidense), premió a Twilight Portrait, filme ruso de Angelina Nikonova, que me resulta
polémico, no tanto por su puesta en escena que tiene momentos logrados, sino por la manera en que se termina representando a las mujeres en clave pesimista.


El Alejandro de Plata fue para la cinta Eighty Letters, de Vaclav Kadrnka, de República Checa, un filme soso, de excesivos tiempos muertos, sobre la anecdótica historia de un viaje interestatal de un adolescente con su madre, quien realiza trámites burocráticos ultra lentos en la Praga de los ochenta.Y el premio especial del jurado a su "originalidad" fue para Porfirio, de Alejandro Landes, y lo menciono entre comillas ya que esa mentada creatividad o innovación no es pues rara dentro de la estética minimal y contemplativa del cine "independiente" que se viene haciendo desde hace mucho tiempo en América Latina.

Mark Jackson fue premiado por Withouth como mejor director, lo que es un gran impulso, ya que el cineasta apenas pasa los veinte. El premio fue recibido por Sara Driver, quien fue homenajeada durante el festival. El premio a Mejor guión fue para la inglesa Behold the lamb de John McIlduff, y el premio a la mejor actriz a la griega Stefania Goulioti por el drama J.A.C.E. de Menelaos Karamaghiolis. El premio a mejor actor fue a Wotan Wilke Moering por su performance en The fire, filme de Alemania dirigido por Brigitte Maria Bertele.

El premio de FIPRESCI para esta edición del festival en Tesalónica fue para el filme checo Eighty letters, que pronto comentaré. Este gremio premió como mejor cinta griega a The city of children de Yorgos Gikapeppas.


La lista completa

12.11.11

Thessaloniki Internacional Film Festival: Peep show de J.X. Williams

Noel Lawrence parece ser el recuerdo de alguno de los amigos de Ed Wood, o en el mejor de los casos, alguna imitación del algún personaje salido del imaginario de John Waters. Aunque no sería extraño imaginarlo como la carnalidad de algún ser creado por John Kennedy Toole, o incluso alguien salido de la pluma del mismo Kurt Vonnegut. Noel Lawrence, un gordito de estilo camp y retro, es el creador del “J. X. Williams Archive”, colección que busca reivindicar en vida la obra del que se supone unos de los directores más desconocidos del exploitation estadounidense. Incluso hasta antes del festival no cabe duda que me llamaba la atención la existencia de este cineasta, que resulta de por sí emblemático de lo serie B o incluso de lo trash durante los sesenta.  Pero luego de conocer al impulsor Noel Lawrence, me queda la certeza que J.X. Williams es su creación, su juguete arti para incautos a la caza de lo culto y novedoso. Pero eso es lo de menos, en todo caso, la posibilidad de que se sugiera la existencia de un cineasta como J. X. Williams, quien con un mamarracho conceptual llamado Peep show, donde se tijeretea y se usa escenas de filmes de Preminger o Cassavetes, por ejemplo,  crea una de las primeras cintas sobre mafias de modo personal, delirio que se agradece.

Peep Show fue proyectada en 16 mm como parte de la muestra J. X. Williams: Cabinet of Curiosities, con la presencia fantasmagórica de Lawrence, quien dijo, bajo la iluminación de una lamparita en plena oscuridad que hace de preludio a la proyección, que este cineasta americano fue un diletante director del porno (The 400 blow-jobs es su obra cumbre), antes de meterse de lleno a hacer otro tipo de cine, con afanes políticos y artísticos.

Peep Show es un filme de 40 minutos que recrea o propone la existencia de una conspiración sobre el asesinato de JFK, que a estas alturas de la historia no resulta un disparate. Los créditos iniciales colocan la actuación de Frank Sintara como estelar, pero su participación no son más que unas apariciones pirateadas de El hombre del brazo de oro, que ayuda a formar esta loca reconstrucción sobre mafias, drogas y disparos.

Filmada con escenas filmadas de modo casi subrepticio dentro de un taxi, que recuerdan los monólogos de las lecturas y filmes noir, se va desarrollando la trama que va desenredando los planes de la CIA por convertir a Sinatra en un drogadicto, o por poner en evidencia las relaciones entre JFK y la mafia de Chicago.

Lawrence sugirió que J.X. Wiliams dirigió en secreto a Dana Plato (la actriz de la serie Blanco y Negro) en algunas de sus cintas porno, detalle chirriantes que aporta a construir el imaginario de un director fantasmal, supuestamente vivo en Copenague. Vale la pena esta mofa inteligente (si es que lo fuera).

http://www.unacriticapordia.com/2011/11/jx-williams-y-su-obra-en-el-52-festival.html

Thessaloniki Internacional Film Festival: Porfirio de Alejandro Landes

Porfirio es una cinta dirigida por Alejandro Landes, un cineasta nacido en Brasil, y que ha desarrollado su trabajo en Colombia (fue el autor del documental Cocalero). Porfirio (Colombia, España, Uruguay, Argentina y Francia, 2011) es la recreación minimal de la historia del caso real de Porfirio Ramírez, protagonizada por él mismo, un hombre en silla de ruedas, herido por la polícia, y postrado sin recibir la indemnización por parte del Estado colombiano.

Landes propone una puesta en escena centrada en la rutina del protagonista, en planos fijos que permiten delimitar su pequeño espacio casero, en un poblado rural colombiano, donde trabaja vendiendo minutos en su celular, y donde vive ayudado por su hijo adolescente y por una novia que trabaja en un bingo.

Lo atractivo de Porfirio es ese intento por copiar la realidad, en hacer una suerte de espejo colocando al propio protagonista de este drama de cariz policial, puesto que fue un caso sonado en Colombia, del llamado aeropirata que llevo consigo dos granadas en un vuelo local para lograr llamar la atención de las autoridades. Sin embargo, esa misma puesta en escena que pone en clave real o hiperreal el entorno del propio Porfirio, se convierte en su gran delator en la medida quese vuelve copia de la marca de cierto cine latinoamericano lánguido, a la caza de esa magia surreal en lo verosímil.  

Visto de otra manera, Porfirio es una mirada desde el cuerpo, desde su postración, desde lo carnal y grotesco, donde no se evita ver deyecciones o coitos desde la distancia o del voyeur forzoso. De todas formas, Porfirio es una cinta de interés, una recreación extraña, como si se tratara de un perfecto relato periodístico. 

11.11.11

Thessaloniki Internacional Film Festival: Twilight Portrait de Angelina Nikonova

Esta película rusa, quizás sea el filme más "antifeminista" dirigido por una mujer que haya visto. O en todo caso, aquella donde se plasma de manera poco usual la renuncia de la mujer hacia su libertad e independencia por una vía de esclavitud y sumisión.  Como si se tratara de ver en qué acaba  el experimento, de ver cómo este personaje, trabajadora social en un distrito ruso, de clase social acomodada, que vive en una zona residencial, casada con un joven hombre de negocios, la cineasta rusa Angelina Nikonova, en este su primer filme, nos sumerge en un descenso forzoso en hora y media de metraje.

La sofisticada y elegante Marina (la actriz y también guionista de la película Olga Dihovichnaya), tras regresar de unos días en el campo,  es asaltada y violada en el camino por unos policías. Sin denunciar el hecho, vuelve a su rutina como si nada hubiera pasado, aunque muestra insatisfacción ante las atenciones de su esposo y de su familia. Buscando una nueva orientación, Marina decide tomarse un descanso, tiempo en que tropieza con uno de sus policías agresores, personaje con el cual establece una relación de amor-odio.


Angelina Nikonova construye un personaje de perfección para destrozarlo, volverlo poco decidido, debilitarlo, enajenarlo. La mujer como sujeto que se pierde, que se va autodevaluando, huyendo hasta la involución, para convertirse en objeto de violencia, silencios y humillaciones. 


Se nota las intenciones de la cineasta por hacer una crítica al contexto de la Rusia actual, xenófoba, indiferente, con poca atención por parte del Estado, donde el envilecimiento de las instituciones de autoridad ( como la policía, por ejemplo) es evidente y maniqueo, sin embargo lo hace a costa de hacer un retrato poco justo de un personaje femenino que mereció mejor suerte.



Thessaloniki Internacional Film Festival: Cut de Amir Naderi

Un cineasta independiente y promotor de cine japonés es convertido en un saco humano de box, donde cada golpe recibido a cambio de dinero es un modo de purga ética por el buen cine que aún sobrevive. "El cine no es una puta, el cine es arte", es una frase del monólogo, que como imprecación, este personaje, con megáfono en mano, grita sin resultados por las calles de Tokio. "El cine no es solo entretenimiento; los multiplex solo les interesa el negocio; el cine no es una puta", reitera una y otra vez como si estuviera bajo el efecto de alguna embriaguez.
 
El director  iraní Amir Naderi, a partir del retrato entre pretencioso y visceral, de este personaje llamado Shuji (el actor Hidetoshi Nishijima, de Dolls de Kitano), propone una arenga anodina en contra del cine actual, superficial, vacío, ajeno a obras maestras irrepetibles. Shuji debe cubrir una deuda de su hermano muerto a los yacuzas, razón por la cual se convierte en este saco humano de box, donde cada golpe es en honor a alguna buena película.

Cut es una cinta polémica, con unos quince minutos brutales, antológicos, para estómagos recios, sin embargo la propuesta en sí, de que un cineasta iraní filme en Japón, en ese idioma, con actores de esa región, donde el personaje reclame una vuelta al pasado, o deplore la muerte actual del cine, donde aparezcan las tumbas de Ozu o Kurosawa de modo algo kitsch o sensiblero, crean una suerte de abismo entre el discurso seudopolítico y una puesta en escena por momentos subialesca. Cut tiene monólogos insoportables, que solo un orate podría decir, y que en todo caso resulta coherente con las pulsiones y pasiones del protagonista, pero que quedan a la fuerza justificados en este reclamo por un cine más leal, vivo. Igual, con todo, Cut es una experiencia memorable, pese a sus pretensiones metafóricas.

Thessaloniki Internacional Film Festival: Bonsái de Cristián Jiménez

Bonsái de Cristián Jiménez es una cinta chilena programada en la sección Open Horizons del festival y en suma se trata de un cinesta surgido de las canteras de Valdivia, uno de los puntos más cinéfilos de ese país.  Bonsái (Chile, Francia, Argentina, Portugal, 2011) es un filme de nostalgia sobre la adolescencia desde la adultez, y está llena de citas literarias sobre todo, ya que su protagonista es un escritor algo torpe que desea poder terminar una novela pero que no sabe cómo.

Julio, un joven novelista, intenta trabajar con un famoso escritor, Gazmuri, transcribiéndole manuscritos, sin embargo es cambiado por una secretaria que cobra barato. Igual, se queda con la idea de decirle a sus amigos que Gazmuri lo ha contratado, motivación que le sirve para comenzar una novela, sobre los recuerdos de su primera enamorada, Emilia, en los tiempos en que ambos eran estudiantes de Literatura en Valdivia.

Bonsái comienza bien, siendo fresca y nostálgica (el punk, la filiación a Proust, En busca del tiempo perdido, título por demás evidente de las intenciones del cineasta), a través de colores cálidos y de un ritmo que cobra interés con la comedia. Sin embargo, convertir lo que era ensoñación por el pasado, se vuelve un drama decolorado y poco sublime. Es como saltar de la fascinación por Proust (el mundo de la juventud descrito en clave sutil por el cineasta) hacia la admiración por el arte del Bonsái (el entorno adulto y aburrido del protagonista), dos cosas distintas en el mismo lugar y que no llegan a funcionar.      

9.11.11

Thessaloniki Internacional Film Festival: Alois Nebel de Tomáš Luňák

Alois Nebel es una adaptación de la novela gráfica de Jaroslav Rudiš and Jaromír 99, realizada en la técnica de Rotoscopia, que traza movimientos animados plano por plano siguiendo una previa filmación real (como A Scanner Darkly o Waking Life de Richard Linklater).

Esta cinta de animación checa de Tomáš Luňák (que recuerda a Vals con Bashir, no en su estética sino por las posibilidades más allá de las convenciones del género), es un drama poderoso sobre la República Checa en plena guerra fría, que sobrevive a los traumas de la segunda guerra mundial, y cuya angustia y pesimismo quedan retratados a través del personaje que da titulo al filme.

Alois Nebel es un operario en la estación de trenes de Bílý Potok, región ubicada casi en la frontera con Polonia, donde trabaja desde mediados de los años cuarenta.Vive en estado depresivo y es enviado a una cura de sueño a un hospital local. Las pesadillas que lo llevan a la época del Holocausto se enlazan con la aparición de un personaje de su pasado, que busca venganza precisamente en este entorno ferroviario viciado por mafias en plena Checoslovaquia comunista.

Tomáš Luňák muestra una sensibilidad especial al apoderarse del espíritu de la novela gráfica, dotando a su personaje principal de una tristeza y culpabilidad seca que resulta conmovedora.  No solo quiere hacer un retrato desde la oscuridad (apoyado por el escrupuloso blanco y negro) de Nebel, sino que busca interpretar algunas de las taras en un país en reconstrucción y en plena guerra fría. La secuencia de Alois Nebel en una estación de Praga, viviendo como clochard junto a vagos y prostitutas es de antología. Alois Nebel (República Checa, Alemania, 2011) es una muestra de los rumbos más interesantes de la animación.



Thessaloniki Internacional Film Festival: Without de Mark Jackson


Without es una cinta visceral, pero a costa de la omisión, de la sugerencia, del fuera de campo, de la ambigûedad. Este debut de Mark Jackson afianza una vez el estilo minimal del indie estadounidense, pero lo hace a través de un personaje femenino sin antecedentes. Joslyn Jensen viaja en un ferry a una isla, donde ha sido contratada para cuidar a un hombre en silla de ruedas y que sufre una parálisis. La estancia con el enfermo en una casa en medio del bosque, la añoranza de su novia ausente, el acoso de un vecino, y las extrañas marcas en su cuerpo, que la hacen sospechar de algo raro, propician una atmósfera oscura, que no se llega a enrarecer, pero que sí ayuda a construir la desolación y angustia de este personaje.

Without (EEUU, 2011) es austera en su modo filmar, siguiendo a su personaje en su rutina diaria, en su aversión frente al cuidado del enfermo en silla de ruedas, en su fijación por el deporte y el culto al cuerpo, a través de planos fijos que buscan en planos abiertos encontrar detalles, atisbos de anormalidad, quizás. Joslyn tiene 19 años y parece ansiosa por contactarse con su novia  a través del celular, se muestra apática y poco a poco la vemos virando hacia el estallido. Jackson la idolatra, la sigue, persigue, la muestra en su desnudez, en su ingenuidad, en sus sospechas.

Jackson logra una cinta de ribetes sórdidos pero sin efectismos, logra transmitir patetismo sin mostrarlo, llevando a su personaje a una isla, y sacándola de ella, de modo tan apacible que el infierno apenas queda difuminado.

Thessaloniki Internacional Film Festival: Foundation of Mind de Dror Heller

Esta ópera prima del israelí Dror Hell, de 18 años, invita a pensar hasta qué punto una película es experimental mientras la cámara (sus movimientos o planos fijos) resulta de narrativa convencional y  lo que se filma (el objeto/sujeto que se contempla o sigue) recurre a una abstracción, o a una retórica que intenta hacer a la historia diferente.  

La idea del filme es la siguiente: vemos, a través de una cámara estática, en blanco y negro, a un hombre de barba y traje claro, que escribe con pintura roja en un rectángulo de vidrio frases relacionadas a la frustración existencial, o al contexto que impide cualquier tipo de realización humana. Luego toma el vidrio, se lo pone en la espalda, y sale a pasear por un París de madrugada, como una suerte de flaneur fantasmal y doliente, sin transeúntes que lean su mensaje. Regresa a su cuarto minimal, desde donde planea repetir el rito: otro vidrio, más pintura roja, otro lema, el paseo solitario, el regreso; a ritmo de Bach siempre.

El acto de la repetición, a modo de mantra visual, con pequeñas variaciones (planos fijos, el steadycam, el plano fijo de nuevo), como síntoma de la búsqueda de la oración perfecta, del mensaje  que va hastiando o no, del mensajero sin oyentes, sin personas en el mismo lugar que atiendan al que quiere gritar, tiende a ser una flecha hacia sus únicos testigos, los espectadores, quienes sentados frente al écran intentamos interpretar el porqué de este rito circular.

Dror Heller elabora una dialéctica de cariz religioso, pero desde la periferia, es decir, el personaje protagónico (porque además hay una violinista, y una voz en off) culmina su caminata en Notre Dame, pero no dentro de este centro icónico, sino desde sus torres, lugar singular para otear la ciudad, completarla y abstraerla.



Pese a sus intenciones ambiciosas, de retórica pacifista, antibélica y seudoexistencial, hay ojo sensible (aunque en algunos momentos cae lo cursi o rebuscado), en este cineasta joven, pero que en suma no evita que esta cinta se coloque en el borde de la deriva.


Ficha de la película aquí

8.11.11

Thessaloniki International Film Festival: Toll booth de Tolga Karaçelik

Kenan, empleado de peaje del Bosphorus Bridge en Estambul, en la autopista que une Asia y Europa, pasa su jornada laboral en este punto convulso de modo casi automático, tanto que sus compañeros de trabajo lo llaman "robot". El ánimo apático del personaje, o desganado, casi fantasmal, se afianza con la presentación de su entorno familiar: su padre enfermo y hosco, cuidado por una vecina atenta, de su misma edad, a la que siempre se muestra indiferente. Tras un descuido en el trabajo, Kenan, es trasladado a una cabina de peaje aislada, en los interiores de la Turquía rural, donde apenas pasan autos. Este cambio de ritmo laboral propicia la otra desconexión: la mirada interior de Kenan mostrada en una serie de alucinaciones que develan su soledad y vacíos existenciales.

El joven director Tolga Karaçelik debuta en el largometraje con esta cinta de ritmo certero, esbozando el retrato de su personaje a través de planos cercanos, donde la cámara se convierte en aliada para transmitir el espíritu mecánico de este antihéroe. Kenan (Serkan Elkan) tiene pocos amigos y tiene una rutina clara de trabajo, que se va "deteriorando" por el ingreso hacia lo fantástico que brota desde su mente. Un carro que cae en medio de la pista como si se tratara de un meteorito (cuyo anuncio en las noticias se convierte en el contexto de esta transformación), una mujer que aparece en la desolada carretera a la misma hora, choferes que mutan en seres conocidos. Karaçelik va a construir un puente, de un personaje autómata a uno febril, dislocado, abrumado.


Toll booth ( Gise memuru, Turkey, 2010) es un buen debut, sobre todo teniendo en cuenta que en este filme conviven menos los planos fijos o la fijación documental, para soltar un humor sutil,  en ritmo convencional sí pero a la caza del momento exacto para dejar suelta a la locura. Sin embargo, el típico recurso "sicológico", de justificar ciertos actos anormales como traumas infantiles le restan complejidad a un personaje de estigma burocrático. De todas formas, este debut de Karaçelik, es una alternativa fresca, un drama con toques de humor, lejos del ritmo de otro cine turco muy conocido, como el de Nuri Bilge Ceylan.

7.11.11

J.X. Williams y su obra en el 52 Festival Internacional Thessaloniki de Cine

Una pequeña retrospectiva de seis títulos de la obra del estadounidense J. X. Williams se aprecia en la edición 52 del Festival Internacional Thessaloniki de Cine, un espacio para el cine independiente, balcánico, sobre todo, y para muestras del experimental que incluye trabajos de OM Production, el casi desconocido colectivo eslovaco de los 80 o de Eric Baudelaire, por ejemplo.

Según la web oficial del cineasta, J. X. Williams fue uno de los directores del avant garde estadounidense, y que a diferencia de cineastas experimentales como Brakhage o Anger, apostó por la expresividad del exploitation en los años 60 y 70.

Peep Show, su primer "largometraje" de 1965, y que se exhibirá como parte del festival, es una obra de culto, muchas veces censurada, que anticipó una visión under y extrema del Chicago mafioso desde lo porno y transgresor, proponiendo incluso una relación viciada entre JFK y la mafia siciliana (razón de su muerte). El promotor del archivo de J. X. Williams, Noel Lawrence, sostiene que incluoso Scorsese y Tarantino se confesaron admiradores de esta cinta icono del exploitation.

La muestra del festival incluye a Psych-Burn, un corto de más de tres minutos que evoca visualmente un trip de LSD y el imaginario psicodélico, sino que también lo hace desde lo auditivo, "deformando" la música y las voces que acompañan las imágenes.

Satán Claus, corto de 1975, rodado en 16 mm, es un síntoma exploitation, tanto desde la forma en que fue exhibido (el cineasta cuenta en la página web del promotor de su obra, que intervino con este trabajo una función de cine para niños, una matiné que causó estragos legales al dueño del cine), como en la historia sobre un niño del sueño americano que como pedido de Navidad solicita a Satán que el mundo arda.  J.X. Williams de regreso.




Cortos que se verán en la muestra:

The Showdown, USA, 1975, 8’
Satan Claus, USA, 1975, 3’
The Virgin Sacrifice, USA, 1969, 9’ (material recuperado).
Psych-Burn, USA, 1968, 3’





2.11.11

Niños en el cine: una lista

Luego de la actuación de Fátima Buntix en el papel de Cayetana de los Heros en Las malas intenciones (el papel infantil más emblemático del cine nacional, muy cerca a los ya conocidos de las películas del grupo Chaski, Gregorio y Juliana, guardando las distancias de los contextos y modos de filmar), se me antoja hacer una lista de las cintas con niños que más me han fascinado, donde quizás un lugar común sea que no son vistos como tales (léase al estilo Mi pobre angelito), sino que se muestran en todas sus dicotomías, sin temor a sus lados oscuros, pulsionales o tanáticos. O simplemente mostrados en su verosímil realidad:

La noche del cazador de Charles Laughton. "Este mundo no es para los niños", exclama desde la penumbra una anciana Lilian Gish, mientras protege, con rifle en mano, a los huérfanos John (Billy Chapin) y Pearl (Sally Jane Bruce) del ente depredador que encarna Robert Mitchum. Aunque al final del  filme, luego del proceso de estos niños que van del desconcierto a la firmeza, la oiremos decir "los niños son firmes, saben aguantar".




Veneno para las hadas de Carlos Enrique Taboada.
Ana Patricia Rojo encarna a una pequeña que quiere hacer creer a todos que es una bruja. Manipula, planifica, miente y utiliza con la finalidad de demostrar que es más "poderosa" que su compañera de clase y "mejor amiga". La fascinación por lo fantástico, por el lado mágico de la ficción, deslumbra a este personaje maquiavélico, hasta hacerlo beber de su propia medicina. Nunca un niño lució tan cerca del mal sin necesidad de lo sobrenatural.



El lustrabotas de Vittorio de Sica.
Filmada en 1946, es una de mis cintas favoritas del neorrealismo italiano. Unos cuasi adolescentes lustrabotas, amigos inseparables, caen en una trampa de ladrones y son llevados a un reformatorio, viendo trunco su sueño común de comprar un caballo. Hay una secuencia de incendio en un orfanato que es de antología. La pobreza liada al contexto y desde la mirada ingenua de un niño que cae dentro del sistema como pieza a renovar.




Cero en conducta de Jean Vigo.
Jóvenes diablos en el colegio, rebeldes frente a la opresión de la autoridad docente. Aquí los estudiantes son una masa, que cantan juntos, se imponen juntos, y que se enfrentan en actos de ornamentos mágicos hacia los amagos de liberación. Un cinta evocada en otros filmes, como en la famosa secuencia de la caminata de Los 400 golpes de Truffaut. Estudiantes vistos como presos (pero antagónica a la visión del reformatorio como cárcel en El lustrabotas) y como traviesos que se rebelan, que desobedecen, que hacen los que les da la gana.



My Childhood de Bill Douglas.
La angustia infantil en su expresión más extraña, compleja pero a la vez poco turbia, transparente. Douglas nos ubica en un suburbio de Escocia en los años cuarenta, en el entorno gris y gastado de un niño de ocho años que vive en la miseria junto a su abuela y medio hermano. A modo de pasajes o retazos de vida del protagonista vamos hurgando en un pueblo minero, en el contexto final de la segunda guerra mundial, en las relaciones entre los amigos y familiares, pero sobre todo alrededor del espacio donde se intenta rescatar pese al pesimismo, lo bucólico del ambiente, la posibilidad de la esperanza. Una obra maestra que forma parte de la trilogía de carácter autobiográfico sobre este personaje (My Ain folk y My way home),  y que propone a Douglas como un cineasta de mi altar personal.


 

Y dos más de cajón. Louis Malle argumentando que se aprende más fuera de las clases, sobre todo cuando se trata de convivencia, a través de una de las amistades infantiles más emblemáticas del cine, y un niño bajo la mímesis de la guerra en La infancia de Iván de Tarkovski.


Adios a los niños




La infancia de Iván