13.9.11

El hombre leopardo de Jacques Tourneur

Un año después del éxito de Cat people, Jacques Tourneur emprende una nueva idea, inspirada en sus motivaciones más comunes, la dicotomía entre oscurantismo y ciencia, la animalidad frente a lo humano y el temor natural a la oscuridad (plasmado siempre en un blanco y negro de diversas y extrañas fuentes de luz).  El hombre leopardo (The leopard man, EEUU, 1943), a diferencia de su antecesora, en español, La mujer pantera, no busca ser una secuela o la versión masculina del mito de la mujer que se vuelve pantera por culpa de una leyenda serbia, sino que aprovecha la fama y la curiosidad del espectador para subsumirlo en uno de los primeros thrillers sobre asesinos en serie que haya dado EEUU, inmerso en el universo de la RKO en los años cuarenta. 

El hombre leopardo provee al imaginario del cine a un asesino con fijaciones en el fetiche, en la atracción de lo femenino desde el lado de la figura que lo reemplaza: un negro felino. Ambientada en un poblado de Nuevo México y dentro del mundillo de actrices de cabaret o vodevil, donde una cantante deja escapar a un leopardo en medio de un espectáculo, lo que causa temor y paranoia en toda la comunidad. 

Este filme toma a uno de sus personajes como eje encadenante, Clo-Clo, una bailarina con castañuelas, que va a ir hilvanando ataque tras ataque del animal a través de la superstición y las creencias populares. Justo, el tema de las creencias populares, relacionado a las poblaciones indígenas o de antecedentes latinos, es uno de los tópicos que esta cinta de Tourneur maneja a la perfección: comunidad de latinos viviendo en EEUU, presa del temor a lo sobrenatural, y los nativos o estadounidenses que develan el miedo arbitrario o hacen frente a ese temor desde la racionalidad.

El hombre leopardo es una película que despierta fascinacion, por la manera en que Tourneur hace aparecer personajes en momentos menos esperados, por la inserción del miedo a través de una puesta en escena que juega con aquello que no se ve, que quizás esté en posición de ataque en la oscuridad. La secuencia final, de la captura en medio de una procesión es de antología. Definitivamente, un Tourneur diferente a Cat people, y que, sin embargo, se supera a sí mismo en esta cinta imprescindible.


 

11.9.11

La mujer pantera de Jacques Tourneur

Soy una reciente fanática de las películas producidas por Val Lewton, y siento inusual atracción por todo aquello que se configura como imaginario de lo siniestro y animal, incluso de lo satánico, en esta serie de filmes dirigidos por diferentes cineastas para la RKO, cuando el productor trabajaba en EEUU. La mujer pantera (Cat people, EEUU, 1942) de Jacques Tourneur no solo es una cinta especial por ser un título fundamental en la historia del fantástico, sino por ser inspiradora de tópicos o correlaciones dentro del mismo cine pensado y auxiliado por Lewton, como en el caso de La séptima víctima de Mark Robson, cosa que mencionaré más adelante.
La mujer pantera presenta el caso de la serbia Irena Dubrovna (Simone Simon), extranjera que vive en New York y que conoce en un zoológico de Central Park a su futuro esposo (Kent Smith) mientras ella pinta a lápiz una pantera. Iniciar un romance teniendo de fondo un espacio de personajes "animales enjaulados" no hace más que enfatizar el marco desde donde se moverá Tourneur, pulsiones reprimidas, lo salvaje frente al control humano, mundo de mitos frente a la verdad de la ciencia. La relación amorosa de la pareja protagónica se irá construyendo de breves acercamientos y de revelaciones, de miedos como el que señala Irena sobre su pasado serbio, lleno de historias ocultistas y mítica sobre "gente pantera", que le ocasionan pesadillas y una vida nada normal. Su esposo Oliver la llevará donde un psicoanalista, el doctor Judd (Tom Conway), quien la trata sobre este miedo que tiene una carga ancestral: al casarse verá liberado su lado salvaje, los celos propiciarán que se vuelva en una mala mujer, una mujer pantera. Los celos hacia la amiga de su esposo, Alice (Jane Randolph), serán la excusa de esta transformación.

Tourneur se concentra en crear ambientes cerrados donde la protagonista y los objetos de su entorno forman un grupo de significados sobre la animalidad presente y lo femenino, a través de planos de una ventana hacia el zoológico (desde donde se oyen rugidos de panteras), de una estatua de simbología egipcia (como figura de lo análogo, ver foto) o de diversos gatos que aparecen en escena (como ejemplo de comunidad). Simone Simon realiza un papel desde la ambigüedad, es una mujer grácil, inofensiva, sin embargo el devenir de su relación de casada y ante las expectativas de una infidelidad de su esposo, no harán más que provocarle un cambio sinuoso de temperamento y actitud. Más allá del lado misterioso y de suspenso que pueda tener la historia, La mujer pantera resulta una suerte de drama de ribetes ocultistas sobre los celos.

Como en La séptima víctima de Mark Robson, editor de Cat People, La mujer pantera termina con unos versos del poeta John Donne:"Pero el pecado negro traicionó a la oscuridad infinita/ a mi mundo a ambas partes, y ambas partes deben morir"). Y en aquella cinta sobre una secta satánica, también aparece el doctor Judd (el mismo Conway), quien hace de nexo entre la secta de Los paladistas y la protagonista. Hay una escena de La mujer pantera donde Irena se encuentra con una extranjera serbia (
Elizabeth Russell, quien también aparece en la cinta de Robson) en un restaurante, y esta misma secuencia aparece en el final de La séptima víctima, lo que va a configurar una suerte de tiempo paralelo entra ambos filmes, tanto de personajes, escenarios y vivencias atemorizantes.

La mujer pantera es una cinta excepcional, no solo por la construcción de un personaje femenino a pesar de su represión animal (cuando la libera solo le queda la muerte), sino por una puesta en escena que lo da todo por hacer de la iluminación en un blanco y negro un engranaje centrado en este personaje femenino, oscuro, sublime y tierno a la vez.

5.9.11

The ghost ship de Mark Robson

Esta cinta de 1943 no tiene nada que ver con la película de terror de Steve Beck (2002), y solo tienen en común el nombre original. The ghost ship pertenece al imaginario de uno de mis productores imprescindibles de la RKO, Val Lewton, alguien que pudo imprimir un sello propio a partir del trabajo de directores tan significativos como Jacques Tourneur. Val Lewton encontró un estilo a través de la mirada sombría y oscura de los cineastas que lo acompañaron en la construcción de un universo paralelo oscurantista, de mujeres fatales que se transforman en felinos o de zombis producto de la magia haitiana.  

The Ghost Ship, dirigida por Mark Robson, es la historia de un joven oficial de la marina mercante ( Russell Wade), que descubre en altamar que el capitán del barco donde trabaja es un psicópata (Richard Dix), un maduro hombre obsesionado con demostrar a la tripulación su complejo de autoridad. Una serie de incidentes llevarán a la conclusión que el capitán está demente, sin embargo, los demás marineros no apoyarán este argumento por un código de honor. Un marinero mudo (Knaggs Skelton) ayudará al oficial en esta suerte de telaraña contra él, que el capitán ha ido tejiendo. 

Mark Robson dirigió esta cinta luego de su obra maestra La séptima víctima (también producida por Lewton), y después que la RKO aún confiara en las habilidades del polémico Lewton como productor de cintas exitosas en la taquilla. Mark Robson era el editor de las cintas de Tourneur, yde otras de la RKO, y tras el éxito de La mujer pantera y Yo anduve con un zombi, Lewton apostó a que él pusiera en marcha, debido a ofertas monetarias, algunos de sus nuevos proyectos. Tras su estreno, The ghost ship debió ser sacada de la cartelera debido a algunas acusaciones de plagio a Lewton, por el argumento del filme. Lewton perdió la demanda, por lo que este thriller, mas allá de las maldiciones a las que se alude en el inicio de la cinta de boca de uno de los personajes, significó uno de los primeros viajes hacia el debacle de la carrera del productor. 

The ghost ship es una cinta donde el blanco y negro resulta perfecto en su traducción del entorno en altamar, de un barco de pasillos estrechos, de camarotes que quieren naufragrar entre las sombras de la marea. Todo lo que sucede en el barco no es producto de lo sobrenatural, sino del azahar y, sobre todo, de la voluntad de un personaje atosigante, que quiere controlar la vida de cada uno de los hombres que trabajar bajo sus órdenes. Con diálogos muy típicos de la escuela Lewton, y bajo el monólogo introspectivo del marinero mudo, The ghost ship es una obra de atmósferas (pese a ser rodada en un estudio), de claustrofobias, de personajes en juegos de poder y de puesta en escena atenta a las formas de las sombras.

4.9.11

La maldición del demonio de Jacques Tourneur

Esta es una de las cintas posteriores a la RKO, que hiciera Jacques Tourneur, ya en Inglaterra, casi diez años después de sus épocas de hombres leopardos, mitos serbios y rituales tribales. Esta vez, aunque recogiendo parte del imaginario que ya hiciera patente Val Lewton en cintas como La séptima víctima, Tourneur realiza una de las películas sobre satanismo más sugerente, aunque no deje de pecar de ingenua o sea un amago de homenaje al humor involuntario en algunas de sus escenas. 

Basada en la novela El maleficio de las runas de M.R. James, La maldición del demonio (Inglaterra, 1957) es un filme sobre brujería y culto satánico, ambientada en Londres, centrada en el escepticismo de un psicólogo experto en desenmascarar tretas de carácter paranormal. John Holden (Dana Andrews) es confrontado con la sinuosidad de un alocado personaje, el doctor Karswell (Niall MacGinnis), quien poco a poco lo convencerá que es víctima de una maldición demoniaca de origen antiguo que él mismo ha propiciado.

La noche del demonio es abrumadora, esquivando por supuesto la primera aparición del demonio, un muñeco diseñado por Ken Adam (futuros decorados de James Bond), que luce caricaturesca y demasiado "fantástica" para el corte de horror psicológico que la cinta destila en su metraje siguiente. Tourneur se luce en los bosques a medianoche, en la bruma espesa que se convierte en puerta de entrada del demonio a esta dimensión, en los guetos ariscos de cultos satánicos traducidos en granjas desoladas y viejas, en el perfil de su protagonista hostil a lo sobrenatural que entra en la penumbra a la caza de la verdad. 

Esta película de Tourneur resulta fundacional si tenemos en cuenta las cintas emblemáticas sobre el satanismo (cosa que también sucede con La séptima víctima de Mark Robson que ya mencioné), como El bebé de Rosemary u otras cintas de Polansky. Un verdadero agujero negro trémulo e ingenioso.