30.4.11

BAFICI 13: The future is now! de Gary Burns













Esta última cinta del cineasta canadiense Gary Burns (que hace al alimón con un tal Jim Brown) es una puesta en actualidad del docudrama La vie commence demain del cineasta francés Nicole Védrès, estrenado en 1949, en pleno contexto post segunda guerra mundial.

La cinta de Védrès fue producida por la Unesco, por lo cual era inevitable el tufillo a "hermandad del mundo" y la especulación del futuro de la humanidad luego del ataque a Hiroshima. Jean-Pierre Aumont encarna al Hombre de hoy, mientras André Labarthe es el Hombre del futuro, pesimista, que se verá disuadido por personajes reales de la talla de Jean-Paul Sartre, Andre Gide, Le Corbusier o Pablo Picasso, sobre lo importante que es tener un poco de fe en el ser humano.
Sin embargo, en el siglo XXI, y en otro contexto, digamos más relacionado no ya a las guerras sino a la globalización, el consumismo, el calentamiento global y la ecología, Burns, como en la cinta francesa de 1949,  en The Future Is Now!, vuelve a plantear  las disyuntivas formales y argumentales del filme original, aunque lo ficcionaliza más y hace algunos cambios de personajes igual de clichés o paradigmáticos (el poeta, el científico, el filósofo, la escritora y nadie que se asemeje a Picasso o a Sartre en su modo de pensar o actuar), donde existe "la Mujer de hoy", una joven periodista, quien intenta cambiar el punto de vista de "El hombre del futuro", un señor de negocios escéptico, sin compromiso con nada ni con nadie, un apolítico irresponsable que no le importa el curso de la historia, quien visitará a varios artistas e intelectuales para hablar sobre por qué es importante aún apostar por la humanidad.

The future is now!, a pesar que contiene fragmentos breves, a modo de chiste de la cinta original, que propicia la aparición de Sartre, por ejemplo, resulta una comedia simpática, que teoriza e intenta hacer cambiar de visión a todos los hombres del futuro que somos los espectadores. Sartre para ONG. Eso nomás.

29.4.11

BAFICI 13: David O'Reilly













David O'Reilly (Irlanda, 1985) posee un universo ensamblado desde la animación por la computadora y la irreverencia punk. No hay nada en su estilo que trate de copiar el estilo de la animación más convencional, no hay Nemos, Totoros ni mucho menos Rangos.


A O'Reilly no le gusta la perfección o la copia de lo real que le interesa a Pixar o a Dreamworks si sólo pensamos en las texturas de los personajes o los climas que llegan a recrear como simulación. Su propuesta viene desde el margen, ajeno incluso del anime japonés más brutal, de la animación poco complaciente con la vista y el oído. Su onda es otra, atada a una estética de un mundo inverosímil que ni Tron o las películas sobre realidades virtuales han podido clonar, tal como sucede con el entorno que inventa en su corto RGB XYZ, que parece surgido del imaginario de un Atari defectuoso.

O'Reilly vive en Berlín y es desde allí que ha desarrollado una carrera en la animación diferente a las corrientes actuales, incluso haciendo videoclips para grupos como U2 o cantantes como M.I.A. Su trabajo, Octocat adventure (2008, 6 min) causó revuelo, ya que los usuarios de Youtube pensaban que había sido realizado por un niño de ocho años, llamado RANDYPETERS1, un heterónimo inventado por el mismo director. Con una estética parecida al Paint del Microsoft, O' Reilly da vida a un gato "araña" que venga por el mundo la ausencia de sus padres. Este tipo de arte naif y medio salvaje llamó la atención y formó parte de un proyecto que recogía percepciones más allá de las intenciones del mismo cortometraje. Octocat fue lanzada por episodios (como consta en el video que coloco al final de este post, donde aparece el primer capítulo), aunque en el quinto episodio revelara O'Reilly su identidad.

The external world (Alemania, 2010) es su mejor trabajo, una oda patética y pesimista del mundo de la imagen que hemos inventado, a través de personajes anodinos, despiadados y pulsionales. Todo un descubrimiento. O'Reilly es un director a seguir.

RGB XYZ



External world (su obra maestra y mi favorita)



Please, say something



Octocat

27.4.11

BAFICI 13: True love de Ion de Sosa




















Para empezar Ion de Sosa no es Jonas Mekas ni nadie similar, pero a diferencia de otros cineastas del documental experimental y el diario íntimo, este español traza de modo muy personal fragmentos de su estancia en Berlín antes y después de una ruptura amorosa, pero dándole la intensidad debida como para desnudarse por completo por dentro y por fuera. De Sosa muestra episodios de su vida en esta ciudad alemana, en este largometraje filmado en 16mm, durante un periodo de tres años, y que van narrando la descomposición abrupta de una relación y la siguiente etapa de soledad.

Los primeros minutos de True love (España, 201o) plasman situaciones íntimas muy a lo home movie, de la vida que comparte el cineasta con su novia en un departamento en Berlín. Escenas de la mujer bailando, poniéndose la ropa, de Ion en una sesión de fotos, de ambos a punto de hacer el amor, de ambos besándose, planos que por momentos pierden interés por tratarse de una cotidianeidad que no logra compenetrarse del todo con una intención clara: no se sabe si es un diario, el recuento de una ruptura amorosa, las impresiones de migrantes en una ciudad extranjera, o simple juego egocéntrico de Ion en la cocina, de Ion en el restaurante donde trabaja como mesero, de Ion con sus amigos. A pesar de esta pesadez, Ion va articulando un universo expresivo peculiar, de planos del restaurante italiano, de las mesas en la plaza, de la vista del ventanal del departamento o de cuestionamiento ecológico en clave cómica.

En sus minutos finales, De Sosa logra dar forma a sus intenciones a través de una escena donde dos albañiles van desmontando los ventanales del departamento que ya no quiere habitar. Esta suerte de desmontaje se convierte en la metáfora de su nueva etapa. True love que se transforma a combazos.

25.4.11

BAFICI 13: The terrorists de Thunska Pansittivorakul













Esta película tailandesa, que oscila claramente entre la puesta en escena documental, el ensayo y el homocore, comienza con una aparente intervención en la rutina laboral en una curtiembre semiclandestina, en medio de la selva, donde contratan a jóvenes migrantes indocumentados. Hasta allí nada "anómalo", pues se asemeja a lo que el cine asiático de autor nos tiene acostumbrados: cámara en mano que mira como testigo paciente, personajes que se sienten auscultados por la cámara, cierto naturalismo en el modo de mostrar esa realidad mundana del trabajo y un trasfondo socioeconómico. Una Tailandia rural se asoma. Sin embargo, Thunska va a dar un giro a su cinta en la siguiente escena, desde que aparece un efebo bañándose en un río con cascadas, para desvestirse, bañarse y volverse a vestir mientras una voz en off va narrando pasajes de un culpa familiar. Hasta aquí no tengo idea de The terrorists (Tailandia, 2010) del título, hasta que las siguientes secuencias nos trasladan a las violentas manifestaciones de Bangkok, que movilizaron a la sociedad civil el año pasado, entre abril y mayo, y donde murieron cientos de personas.

Pareciera que Thunska dijera que para hacer un filme con un nombre de ascendencia política no tiene que recurrir necesariamente a bombas molotov, arengas o disparos certeros a la multitud. Thunska propone una manera terrorista de hacer cine, elaborando una serie de 17 fragmentos inconexos entre sí, que incluyen masturbaciones, jóvenes excitados en duchas, madres de familia justificando el apoyo a una causa en contra del gobierno y marchas en la puerta de la ONU.

El alemán Jürgen Brüning, productor de las infalibles películas de Bruce LaBruce, también se hace cargo de esta cinta de Pansittivorakul, quien debido a su anterior filme Reincarnate, sufre la censura de su país, con lo que logra cierta notoriedad en el extranjero. The terrorists es una cinta de doble filo, puede ser atractiva por mostrar un panorama distinto, más experimental, del cine tailandés, pero por otro lado puede sonar vacío en su afrenta política, ya que como manifiesto gay o de denuncia queda en la elucubración o devaneo estético. Del onanismo a la masacre sólo hay unas cuántas secuencias, eyaculaciones y cadáveres, todo en un cóctel algo extraño y que Thunska sabe cómo hacer estallar.

24.4.11

BAFICI 13: Household X de Kôki Yoshida













Koki Yoshida hace una cinta que entra en esa tendencia del cine japonés reciente que ya es casi toda una escuela de lo existencial: personajes aburridos de la vida, pocos diálogos, una cámara cercana que sigue a los protagonistas en sus rutinas, y hurgamiento en el seno familiar para mostrar el fracaso y deterioro social. Pero eso no es garantía para lograr una buena película, es decir si bien una facción del cine japonés muestra interés por evidenciar las causas del declive social frente al desarrollo económico (y social no desde el Estado sino desde el hogar y las relaciones interpersonales canjeadas por soledad, individualismo, solipsismo, alienación), aquí Yoshida intenta aumentar más preguntas a las razones del aburrimiento familiar en un entorno de ultra desarrollo.

Household X (Japón, 2010) describe el desgaste de una pequeña familia en Tokio y lo hace de modo seco, con poco de entusiasmo hacia unos personajes que están atentos a la crisis que los separe o que los junte más de una buena vez. El padre vive tratando de actualizarse en un trabajo donde es opacado por el personal más joven, mientras la madre es una ama de casa que olvida cambiar el bidón de agua y que va de compras al supermercado algo ida en sus pensamientos. Y el hijo, que en apariencia no necesita trabajar, busca la gratificación que no encuentra en casa en breves jornadas laborales como obrero de construcción o ayudante de mudanzas.

Yoshida logra transmitir el tedio, a través de este seguimiento de las rutinas, sin embargo lo hace con estereotipos como personajes: el hombre de oficina abúlico o ido, la ama de casa dejada de lado, y el adolescente que evita el contacto con los padres, y que al final de cuentas están ausentes. Household X, que intenta homologar o metaforizar la idea de la familia como arquetipo de una sociedad en crisis, de allí la X del título, es un intento más por dar forma en el cine a esta sensibilidad de un cineasta joven por un problema social cada vez más evidenciado en la pantalla grande, pero que encuentro más salvaje y más osado en su análisis en una cinta como El club del suicidio de Sion Sono, por ejemplo. En Household X, la crisis que critica se vuelve un asunto de la forma, que hace que la película no transmita sus intenciones.

22.4.11

BAFICI 13: Finisterrae de Sergio Caballero














Finisterrae (España, 2010) es un chiste absurdo filmado con la fotografía de Eduard Grau, una de las más impecables de los últimos tiempos, que cuenta la historia de dos fantasmas, que tienen como fisonomía ordinaria a un par de sábanas con orificios a la altura de los ojos. Una noche, en una playa de estacionamiento, deciden ponerle algo de acción a sus aburridas y penitentes vidas, y se lanzan a hacer el famoso Camino de Santiago, para así dejar de ser fantasmas y volverse humanos.

"¿Sigues yendo al psiquiatra?", es una de las primeras preguntas que aparecen en los diálogos de "carácter existencial", y que hace un fantasma al otro, lo que marca el estilo seco y con humor que el cineasta da a lo largo de esta cinta de espíritu surreal. Los fantasmas hablan en ruso y se van a Santiago de Compostela, como si fueran versiones de Don Quijote y Sancho Panza, por parajes de León o Galicia. La aparición de una hippie y de un bosque de bocas en esta suerte de road movie desublimada, remarcan el humor sardónico y delicado que Caballero le impregna a su filme.

Es inevitable pensar en alguna película de Albert Serra, en imágenes con fuego  y atmósferas de Tarvoski, en los créditos finales a la Nueva Ola francesa, sin embargo, Caballero se sirve de todo eso para hacer un filme sencillo de ochenta minutos, sobre dos fantasmas aburridos que quieren regresar a algo más aburrido que ser un humano común y corriente, con las mismas dudas sobre la nutrición, los médicos y el deporte que bajo la gris sábana en medio de la neblina que quieren abandonar. Un buen trip por la España rural y quijotesca.

21.4.11

BAFICI 13: La belle endormie de Catherine Breillat












No es la directora Catherine Breillat de siempre. Su búsqueda por darle forma onírica a la desazón del tránsito de la infancia hacia la adolescencia y vestirla con las formalidades de un cuento de hadas maldito, hacen de La belle endormie (Francia, 2010), un filme hecho para la televisión, una película fallida.

Tal como sudece en el cuento La bella durmiente de Perrault, una bruja advierte una maldición a la princesa recién nacida del reino, que cuando cumpla 16 años morirá debido a una herida con una espina. Sin embargo, unas hadas madrinas cambian el maleficio por un sueño de cien años, pero a los ocho años, para despertar luego en plena adolescencia. Así tenemos a una niña que cae en un sueño casi eterno, pero en el cual soñará con familias en el campo, trenes sin rumbo fijo, enanos refinados, reyes albinos y verdugos llenos de verrugas. Pero Breillat se hará cargo de dotarla de correspondencias cuasi eróticas, o sublimes en torno al amor y el sexo, pero quedan como amagos, como un sutil ejercicio sobre cómo poner en escena el mundo de los sueños a través de una buena fotografía, lenguaje surreal y actuaciones malas que parecen adrede. Nada más.

Luego de su versión de Barba Azul, Breillat intenta nuevamente en sus adaptaciones de cuentos para niños, darle una salida diferente a este relato sobre la construcción de lo femenino y la futura salvación a cargo de príncipes osados y atractivos. Aquí, la bella durmiente despierta al mundo actual como si se tratara de un ser venido del espacio, cuasi puro e ingenuo, que no le queda más que quedar embazarada de su príncipe azul, como una metáfora cruel de pasar sin prolegómenos del mundo de la infancia a la pubertad, cosa robada en un sueño de cien años.

La belle endormie es como ver una película de Tim Burton pero con tufo de género que al final de cuentas deforma la intención, lo cual enturbia la experiencia de un cuento de hadas algo inmoral. La secuencia de la pequeña durmiente acosada por su amiguita gitana de la misma edad, no tiene precio. Pero, allí queda la cosa.

18.4.11

BAFICI 13: Aita. Carta al hijo de José María de Orbe












José María de Orbe ha sido productor de cintas notables como El brau blau o Las horas del día, mostrando cierta disposición por un cine de carácter más independiente, arriesgado y libre en sus apuestas estéticas en España. Aita. Carta al hijo (España, 2010) es la segunda parte de un díptico inusual, grabado en video, y es la reedición de Aita, cinta anterior de De Orbe, del mismo año, a la cual se le redujo el tiempo, personajes y escenas y se le dotó de una atmósfera más poética y melancólica. Un experimento sumamente personal.

Aita puede ser la casa a la que hace referencia, una estancia vieja, abandonada por sus habitantes y que es recordada por una voz en off que advierte el desgaste del tiempo y la desilusión que eso propicia: como si el espacio revelara no sólo las ausencias sino la calidad de esas huidas, paredes enmohecidas, pasillos fantasmagóricos, dormitorios que no podrán cobijar más el sueño de nadie. Pero Aita también es una metafora de un país fragmentado y que ha sometido al olvido decenas de momentos de su historia, y donde esta vieja casona funciona como ancla de aquella memoria que no quiere dejar de recordar. Y Aita es, al final de cuentas, el cine de antaño que aún decide persistir, y es evidente este homenaje en los formidables minutos finales de Aita, carta al hijo, un célebre found footage con escenas del cine mudo español, que a pesar de la intención de mostrarlo ajado y destruido en la pared en que se proyecta, se mantiene la afrenta hacia lo moderno paradójico.

Los fotogramas de este found footage son extraidos de películas vascas como Edurne modista de Bilbao, de Telesforo Gil, o fragmentos de cintas de Aita Barandiaran, de los primeros años del cine mudo español. Fotogramas que fueron sometidos a procesos de oxidación, de deterioro y de envejecimiento para darles el sentido que el director donostiarra deseaba para homologarlos al clima de la casona. Versos de César Vallejo rematan este hermoso filme sobre el paso del tiempo y la memoria. Una obra maestra breve, de una mayor, Aita.

17.4.11

BAFICI 13: Le quattro volte de Michelangelo Frammartino
















Las cuatros estaciones o tiempos que dan título al filme tienen que ver con la concepción poco solemne que tiene el joven cineasta italiano Michelangelo Frammartino sobre el ciclo de la vida, y para explorar, a través de la contemplación, a una serie de personajes inusuales desde su nacimiento, por así decirlo, hasta su desaparición: un anciano pastor, una cabra, un árbol y luego, un lote de carbón. En Le quattre volte (Italia, 2010), una serie de planos estáticos y distantes, que parecieran dibujar un entorno de la miniatura de una zona bucólica de Calabria, van a ser la puerta de ingreso a un entorno mostrado con ojo antropólogo y ausculturador, que describe la rutina de este poblado, primero de la mano del viejo pastor en sus últimos días de vida, hasta mostrar el completo "ciclo de la vida" desmitificador, no con poca ironía y "antitrascedentalismo" como el proceso de ver un árbol convertirse en leña y carbón.

Frammartino muestra en esta cinta sus evidentes afectos a las intenciones bressonianas por rastrear más allá de la humanidad de sus personajes aspectos más terrenales o mundanos (y esto en un plano más "existencial"), sin embargo al italiano no le interesa encontrar el halo trascendental en la puesta en escena o en el argumento, sino centrarse en la idea que en el cine todo es filmable, con escenas de veinte minutos con ausencia de actores principales y donde el protagonista puede ser una cabra (a la manera de Al azar Baltazar, la obra maestra de Bresson), un árbol víctima de una yunza, o el carbón en la chimenea u horno de una casa.

La historia es simple: un anciano pastor (
Giuseppe Fuda), enfermo, pasa sus días guiando a media centena de cabras por los pastos, pero se le nota cansado. Un día, recibe de una empleada de la iglesia del lugar, un sobre con tierra, que al parecer funciona como medicamento para su tos persistente, sin embargo, la muerte llega, y que es mostrada por Frammartino muestra de modo antológico: una toma desde dentro de una tumba  que se sella y luego el parto abrupto de una cabra. Uno de los tránsitos más impactantes que haya dado el montaje en el cine reciente. Luego la historia hace el seguimiento de esta cabra bebé, quien se pierde en el bosque y que también halla la muerte a los pies de un árbol, que luego será cortado. 

Frammartino registra, desde una cámara ubicada en la azotea de alguna casa o desde la cima de algún cerro, los diferentes ritos de un pueblo, donde habitan todos estos personajes que simbolizan o representan a los tres reinos de la naturaleza, que van desde la costumbre de las estaciones de la pasión de Cristo, hasta una "yunza", donde los pobladores lucen como masa o apenas esbozados en estas festividades.  

Hay énfasis de Frammartino de darle humanidad o una suerte de animismo a sus personajes animales, vegetales o minerales,  aunque para retratar al pueblo se percibe más un distanciamiento, para luego centrarse en diálogos entre los planos, como aquellas  tomas de una cabra que mira el cielo, y el plano siguiente del cielo, como relacionando la percepción del animal con una suerte de "primera persona" narrativa.

Le quattre volte es una gran y hermosa película, de puesta en escena austera, que marca distancia con el pueblo que registra más no con los personajes que adopta como ejemplificadores de un ciclo de la vida irónico, y que a la vez propone teóricamente que no existen imposibles para lo filmable, y en este tejido conectivo de humor reside el mayor logro de Frammartino, ya que osa contar el episodio de la trayectoria emotiva de un cárbón, por ejemplo,  que se convertirá luego en humo, posibilidad de lo filmable también.

13.4.11

BAFICI 13: Upside down: the Creation Records story de Danny O'Connor
















Para empezar da lo mismo si este documental es firmado por Danny O'Connor o por cualquier otro cineasta como Grant Gee (el de Joy Division), puesto que maneja un estilo convencional, que se arma a partir de entrevistas, tomas de archivos, fragmentos de videoclips y algún detalle digital o de animación que intenta dar coherencia visual al proyecto. Upside down: the Creation Records story de Danny O'Connor trata sobre las impresiones de los fundadores y grupos que formaron Creation records a comienzos de los años ochenta, hasta su muerte en el año 1999, empresa británica de carácter indie, que más que las disqueras que tuvieron su ascenso y caída, su máximo punto de éxito fue toparse con los hermanos Gallagher, episodio que los llevó a la quiebra y al cese. La paradoja de lo indie popularizado.


Danny O'Connor entrevista al mentor de Creation, Alan McGee, quien va narrando cómo surge la idea de formar la disquiera y sobre cómo apostaba por grupos que luego resultarían capitales para la historia del rock: Jesus and Mary Chain, Primal Scream, Ride o My Bloody Valentine. Por momentos pareciera que la figura o presencia mencionada por todos de Bobby Gillespie de Primal Scream fuera el espíritu que condensa la apuesta musical de este sello, pero igual O'Connor deja espacio para hablar un poco de los demás. Aparecen Irvine Welsh, Noel Gallagher (lógico que no aparezca Liam), Bob Mould (Hüsker Du), Neil Hannon (Divine Comedy) y Kevin Shields (My Bloody Valentine).

Lo mejor, los detalles sobre que nadie nada un peso por My Bloody Valentine antes de su primer disco, y cómo surge el sonido acid house de Screamadelica. Igual vale la pena, porque de arranque el título de la cinta pertenece a un tema de los Jesus and Mary Chain y trata de recomponer la decepción y efersvencencia de aquellos años.

12.4.11

BAFICI 13: L.A. Zombie de Bruce LaBruce















Los primeros minutos de L.A. Zombie me hicieron desconfiar de la coherencia con la propuesta que el cineasta canadiense Bruce LaBruce ha mantenido durante toda su filmografía. Sin embargo, L.A. Zombie tiene mucho de la ironía terrorista con estética homocore de la marca LaBruce, a través de la historia de un zombi alienígena que emerge del mar con una singular misión: hacer de Lázaro, pero resucitando a los muertos, y fornicando con ellos a través de sus heridas mortales.


El espectacular actor porno François Sagat encarna al zombi, quien de casualidad encuentra a sus víctimas (mafiosos, clochards, narcos), y a quienes va a revivir tras mantener con ellos actos sexuales necrófilos y fetichistas, en medio de un Los Ángeles hostil, espacio de vagabundos y outsiders. Pero conociendo las intenciones de LaBruce, ¿cuál es su apuesta en este filme hardcore de sexo gay explícito?

Para empezar es interesante como LaBruce plasma su película como alegoría maldita, en la figura de una ciudad de barreras callejeras, de callejones oscuros, de carreteras solitarias, y de arrabales donde todo se permite. El zombi es mostrado en dos niveles: como vagabundo arrojado al mundo sin oportunidades, como un migrante que vive de la basura y duerme bajo cartones. Y a su vez, en la conversión, es un zombi con boca mutante, pero que no come cerebro ni mata a sus víctimas, sino que les devuelve la vida gracias a un pene implacable. Un pene dador, benevolente con negros, drogadictos, asesinos, okupas, todos aquellos defenestrados de alguna manera por el sistema, a los cuales el zombie vuelve a la vida con otras perspectivas.

Para LaBruce, la condición del gay puede ser análoga a la del inmigrante o homeless viviendo en condiciones infrahumanas; y lo coloca en situaciones de extremo, de sólo poder hacer el amor con muertos y en lugares insalubres. La escena final, del zombi tratando de exhumar la tumba de La Ley es implacable. Una de las películas de LaBruce que resulta más política y frontal (sin reservas para el gore, ni para el porno queer), igual de cruda que sus antecesoras, quizás algo más mecánica pero significativa como panfleto en contra de la desigualdad.

11.4.11

BAFICI 13: La vida útil de Federico Veiroj















¿Qué nos queda luego de una vida dedicada al cine? Más cine. Así de simple es la premisa que propone Federico Vieroj en este su segundo largometraje. El crítico de cine Jorge Jellinek encarna a un proyeccionista de la Cinemateca Uruguaya, que de pronto se ve jubilado del trabajo por los problemas económicos y por los nuevos rumbos que exige el cine digital, lo que propicia verse arrojado fuera del espacio cinéfilo como si se tratara de un parto imprevisto.

La vida útil (Uruguay, 2010) dura menos de hora y media, y tanto su concisión como ahorro de recursos permiten tomar la fisonomía de una fábula sobre cómo intentar renacer luego de haber trabajado más de treinta años en un oficio, y revelarse de pronto un poco desconectado de la vida real.


Un contrastado blanco y negro permite la atmósfera anacrónica, como si de pronto el tiempo se hubiera detenido en el viejo deleite de asistir a una sala de cine a ver películas ya poco comunes, y que la Cinemateca trata de mantener. Allí aparece Jorge (Jellinek), de apariencia lerda y reflexiva, quien junto a un Manuel Martínez Carril, son la parte práctica que pone en marcha esta vieja institución y que ya poco pueden hacer para su sobrevivencia ante deudas y fuga de espectadores.

Jellinek es seguido en su labor diaria de proyectar, supervisar las funciones, hablar con los espectadores, ordenar archivos. Vivir dentro del cine hace que Jellinek se vuelva ese tipo de personaje fusionado con la mística del trabajo que siempre se quiso tener. Pero cuando es despedido, es evidente que las películas, los argumentos, las escenas, las actuaciones, son parte esencial que le ayudarán a pasarla mejor lejos del cine, pero para volver de alguna manera a él.

La banda sonora compuesta por temas de Eduardo Fabini es fundamental para complementar este ambiente de anacronismo, ya que le da a cada escena que ambienta un halo de cine clásico, que enfatiza o sublima las acciones. Ver a Jellinek caminando por las calles de Montevideo, con una cámara que lo sigue como si fuera el acto más heroico de la humanidad y con la música que hace emerger esa cuota de estar perdido en el tiempo es uno de los momentos más logrados de este largometraje.

La vida útil tiene una puesta en escena minimal, con algunos planos que se refieren a la forma del cinema novo (por ahí algo de Grauber Rocha), pero también de la comedia italiana de los sesenta, que logra conectar con nuestra vieja idea de la cinefilia como compromiso y parte de un estilo de vida. La vida útil es una gran película, tan grande como el baile de Jellinek en la facultad de Derecho a la espera de la profesora a quien quiere invitar a salir.

10.4.11

BAFICI 13: La vengeance d'une femme de Jacques Doillon















El BAFICI me ha permitido conocer un poco más la obra de Jacques Doillon, un director a quien le tengo estima pero que en el fondo no me causa asombro ni sobresale entre los cineastas franceses que suelo tener en cuenta. Nacido en París en 1944, Doillon ha tenido una carrera prolífica, donde destacan cintas como Ponette, La puritaine  o La vie de famille, película con Juliette Binoche. Y en esta ocasión es uno de los invitados al festival, razón por la cual se proyectan varios de sus filmes en una retrospectiva.

La vengeance d'une femme (Francia, 1990) se inspira en El eterno marido de Fiódor Dostoyevski, y se centra en la relación de dos mujeres, esposa y amante, en un duelo verbal e histriónico, frente a la desaparición oscura del esposo. Cécile (Isabelle Huppert) y Suzi (Béatrice Dalle) vuelven a verse luego de la muerte del marido, y poco a poco van a ir reconociendo entre ellas sentimientos encontrados: acercamientos semi lésbicos, culpas y celos entre rivales, o revelaciones sobre la naturaleza del amor surgen en escenas largas de diálogos infalibles. Suzi se revela como débil, y va estableciendo vínculos dependientes con Cécile, quien guarda resentimiento hacia la joven mujer.

Doillon planea su filme a través de largas escenas de diálogos  que van a ir entrampando las situaciones, y que evitan que los personajes lleguen al grano de una vez por todas, ya que al cineasta le interesa hurgar en cómo sus personajes van a construir sus propias verdades y mentiras, para luego quitarse las caretas. Doillon parece magnetizado por la figura imponente de Béatrice Dalle, que se mimetiza en una muchacha poco decidida, volátil, y a quien Huppert maneja a su antojo. Dalle es atrapada a través de primeros planos en su modorra, en su vigilia por el amante ausente. Es el lado sensual opacado por la frialdad de Huppert, la vengativa, quien como suele ser usual en los papeles que interpreta, se muestra osada, manipuladora y sensible a la vez.

La vengeance d'une femme es una película de la vieja guardia del diálogo bien compuesto, de la conversación poderosa llena de "horas de lobo" bergmanianas, de palabras dichas en la intimidad de los hogares, en la estrechez de un cuarto o pasadizo de hotel. Doillon le interesa hacer una radiografía de los impulsos y manierismos femeninos en temas tan comunes a la fantasía romántica como el de la infidelidad y sus pasiones, en una suerte de pelea contenida, donde esposa y amante pueden ser confidentes y enemigas a la vez. Doillon controla a sus actrices, y con ellas al espacio que las rodea. No hay nada más implacable como una de las escenas finales donde Dalle se ve impedida emocionalmente de abandonar un lugar donde su presencia resulta pesada y hostil. En este filme, Doillon muestra grandes dotes como director de actrices, mérito que había desestimado. Además, La vengeance d'une femme presenta uno de los grandes papeles de Dalle (una actriz floja en el fondo) y, sobre todo, de la estupenda Huppert. Imperdible.

9.4.11

BAFICI 13: E espada e a rosa de João Nicolau














Colaborador de Marcelo Gomes, el mismo de Aquel querido mes de agosto, João Nicolau, realiza esta su ópera prima desde la experimentación, pero no en un sentido formal, ya que la puesta en escena no tiene nada de novedosa, mas bien está armada de planos fijos, de cámaras que toman panorámicas para ver en su totalidad las acciones "corales" de sus personajes, sino que su radicalidad se resume en el argumento descabellado, lúdico, sin meterse con un "género" específico.

La apuesta de Nicolau es hacer una mezcla de comedia, con musical, drama, dando así una summa de carácter fantástico de 140 minutos de duración, alejándose de una Lisboa actual y realista, para (como en la cinta de Gomes) hacer un relato sobre un joven que toma maletas y se embarca en una carabela del siglo XVI, para simular el ejercicio de ser pirata y aplicar la moral salvaje de aquellos tiempos junto a un grupo de apóstatas sociales.

El filme comienza evocando el cine musical francés, aquel que le pone melodía a lo cotidiano sin mucho artificio, en una escena desopilante de un cobrador de impuestos con voz de trovador que cae al departamento del moroso protagonista. Sin embargo, la cinta luego vira hacia el tratamiento seco, de planos fijos para plasmar el hastío del protagonista en su cotidianeidad, hasta que lo vemos decidir cambiar de rumbo. Ya en su encuentro con la carabela, Nicolau se va por las ramas, y eso es lo de menos, pues nos mete de lleno en la psique de un grupo humano de caracteres surreales, que en varios momentos me hicieron recordar a las reuniones de El ángel exterminador de Buñuel.

E espada e a rosa (Portugal, Francia, 2010) es una película muy singular, un oasis en la cinematografía portuguesa de estos años recientes, es un viaje por momentos bizarro (donde solo faltaría cambiar de actores y escenarios para que se convierta en esos delirios a los que nos someten algunos directores asiáticos), un paseo descabellado, un ejercicio de autor que hace tiempo no disfrutaba, aunque entrar de lleno en este universo de nonsense tome su tiempo.

8.4.11

BAFICI 13: Qu'ils reposent en révolte (des figures de guerres) de Sylvain George












Los 153 minutos de este documental del francés Sylvain Georges son una afrenta para posar la mirada en la figura clandestina del inmigrante árabe o africano en el norte de Francia, en Calais, puerta hacia Inglaterra, la tierra del sueño dorado de cientos de individuos invisibilizados y que aparecen en toda su angustia y supervivencia en una Europa hostil.

Sylvain va describiendo modos de vida callejeros durante un periodo de tres años (desde julio del 2007 hasta noviembre del año pasado): imágenes del desempleo, de persecuciones contra la policía, de la relación de la colectividad apagada y abrumada por la falta de derechos y oportunidades por su condición de extranjeros y, sobre todo, recoge las sensibilidades sobre la pesadez y lo irremediable de vivir lejos de casa, sin trabajo, sin estudios, sin hogar.

A través de diversos episodios o fragmentos, mostrados de manera saturada en un blanco y negro que propicia la lectura de desasosiego, o que ayuda al registro más documental de planos fijos y que apunta a los rostros en picados contundentes, Sylvain va grabando testimonios de inmigrantes de diferentes lados de África y Medio Oriente: gente de Afganistán, Irak, Libia, Nigeria, Burkina Faso; pero también escenas de lo cotidiano, como un baño a orillas de un río, la manera de perparar una olla común con pescados, o como estas personas intentan subirse a un camión que los acerque a su destino.

Pero Sylvain George no se queda sólo en el plano netamente humano, sino recordar la escena de hombres que se borran las huellas dactilares para no ser identificados en la frontera; sino que también invoca a cuestionar las políticas iniciadas por el gobierno de Sarkozy, y por otros estado de la Unión Europea, en contra de este fenómeno de la migración.

Qu'ils reposent en révolte (des figures de guerres) de Sylvain George (Francia, 2010) es un documental de escenas poderosas, con un mensaje claro del típico trabajo de parte, sin embargo es narrado con acusiosidad y que requiere un poco más de paciencia por parte del espectador.

7.4.11

BAFICI 13: Katka de Helena Trestíková















Hay cosas que pueden resultar obscenas, como ver a una gestante de siete meses inyectádonse heroína. Pero con Helena Trestíková, tal como sucedió con René, su anterior trabajo, se trata del producto de un seguimiento a lo largo de más de una década en la vida de una joven heroinómana en la República Checa.

Helena Trestíková nos acerca a la vida de esta muchacha desde los 19 años, en Praga, en una suerte de asistencia de una completa caída, viéndola vital, lozana hasta su deterioro total e implacable de su no renuncia a la adicción. Si en René eramos testigos de cómo un cleptómano asumía su derecho de estar encarcelado una y otra vez, a lo largo de un periodo de tiempo dilatado, en Katka (República Checa, 2010), asistimos a las decenas de veces en que una adicta decide poner fin a su problema pero donde termina cayendo en el mismo problema con desgarbada inconciencia.


Más de seis camarógrafos acompañan a Trestíková en este proceso de acompañar a la muchacha adicta en su trance de relaciones amorosas,en su decisión de ser madre y en su deseo de recuperar a su hija recién nacida con síndrome de abstinencia. La cámara se asume perseguidora de cada hecho, de cada inyección en los muslos, en los cuellos, en los brazos.

Luego de catorce años de grabación, Trestíková completa este retrato duro de la insistencia, de aquello que los personajes denominan libertad (la adicción a la heroína), y donde la cineasta se convierte en demiurgo, en el hacedor del destino de sus protagonistas, rastreándoles a cada paso, y donde se nota su impotencia en lo que el cine jamás podría aportar: la decisión de los personajes fuera del deseo del autor. Una idea moderna de la construcción creativa que sólo el documental (en su forma y contenido) puede defenestrar.

6.4.11

La Cantuta. En la boca del diablo, de Amanda Gonzáles

















Este documental reconstruye el proceso de cómo un grupo de periodistas de investigación peruanos, en diferentes medios de comunicación de comienzos de los años noventa, fueron develando las pistas que llevaron al diagnóstico y a los culpables de una de las masacres de estudio más mediático, uno de los crímenes por el cual el ex presidente Fujimori cumple una condena: el caso La Cantuta. El tema es atractivo para cualquier documentalista que le interese indagar cómo es que la prensa fue obteniendo información de sus fuentes diversas, cómo fue a dar con estas fosas que albergaron los cuerpos de un profesor y nueve estudiantes torturados y ejecutados por las fuerzas armadas, y cómo se fueron juntando pruebas definitivas, usadas posteriormente en el juicio a Alberto Fujimori.

El documental narra cómo es que los medios fueron denunciando la desaparición de este grupo de estudiantes y un catedrático en manos de miembros del Servicio de Inteligencia del Ejército y de la Dirección de Inteligencia del Ejército. Un año después, el 12 de julio de 1993 la revista "Sí" publicó un mapa que daba a conocer el lugar exacto de las fosas y la fiscalía inició así una investigación que tomó años.

La Cantuta. En la boca del diablo (Perú, 2011) de Amanda Gonzáles, es un documental de parte, donde la columna vertebral es la participación de Edmundo Cruz, periodista del diario La República, quien se vuelve el hilo conductor de esta crónica periodística, que busca recuperar datos, sensibilidades, testimonios, a través de una cámara que lo sigue, los ausculta, lo va desnudando en sus recuerdos, en su trayectoria, en sus modos "silenciosos" de hacer periodismo en épocas donde se tenía que ser cauteloso. Cruz va reencontrándose y entrevistando a una serie de personajes de la vieja vida política y del periodismo: los ex parlamentarios Henry Pease, Roger Cáceres Velásquez y hombres de prensa como Ricardo Uceda, ex director de la revista Sí, o José Arrieta, entre otros. Pero también se acerca a los familiares de las víctimas, a los testigos, a personal del poder judicial de modo solidario.

Las casi dos horas del documental intentan abordar los diversos puntos de vista desde este lado de la historia, donde es evidente la aversión hacia lo que es hoy el Fujimorismo, encarnado en la figura de Keiko Fujimori, quien proclama, como aparece en alguna escena tomada de algún mítin, que si llega a la presidencia liberará a su padre de un crimen que no cometió. Digamos que no olvidar que el ex presidente es el gran culpable de este crimen de lesa humanidad es una de las finalidades de este documental de más de dos horas de duración. Sin embargo, a pesar del interesante retrato que se hace de Cruz, tan flemático y pausado en su actuar, el documental tienen un tratamiento que resulta tedioso, si es que el espectador no está del todo interesado en esta reconstrucción o sino no tiene información de todo el contexto de aquellos años. Pese a eso, hay que tener en cuenta el valor de sistematización de los detalles de la investigación y del material televisivo de diversas etapas de este proceso capital en la historia periodística y judicial del país.

La lógica en el esquema del guión permite tanto las dos horas que dura el documental como cinco más, y eso es quizás su defecto, el no tener una visión más incisiva o directa de lo que se quiere mostrar de este proceso, ya que se detiene en demasiada información que busca alternar lo "judicial" con lo más íntimo de las historias. El final, con el monumento a modo de tumba, intenta darle ese ojo más humano, más del tipo de "memoria" que se espera lograr o configurar en el país. Pero eso es una pregunta abierta.

5.4.11

Rango de Gore Verbinski













La idea de un camaleón venido de la ciudad y arrojado de manera fortuita al desierto de Mojave, y terminar siendo héroe de una fauna descolorida y seca sólo puede ser insumo para una de las comedias más locas que haya dado el cine de animación reciente. Rango es deliciosa, no sólo por proponer un western típico con personajes de alcantarillas y escondrijos, sino por tener un mensaje sobre luchas de poder en un contexto ecológico sin mucho aspaviento.

La historia no es anodina, mas bien trata del débil que poco a poco va a tener un aprendizaje que lo llenará de agallas y lo hará probo ante circunstancias de injusticias: Rango llega a un pueblo donde el gran problema es la sequía, para luego dilucidar que este problema es un manejo mafioso del alcalde, una tortuga centenaria que prefiere aportar a la urbe masificadora y de fantasía de Las Vegas, y mantener a su comunidad controlada bajo este perjurio. Es la historia de la lucha por un bien común, donde Rango, un simple reptil, se convierte en celebridad del lejano oeste.

Verbinski descansa un poco de sus fantasmas del Caribe y hace un filme muy cuidado en sus texturas, donde aprovecha el sol aniquilador sobre sus personajes, con planos panorámicos del desierto, con Rango perdido, cansado y sediento. Los guiños al cine de Leone o Eastwood (sobre todo en la figura del Espíritu del desierto, esa entelequia que va en un carrito de campo de golf, cargando premios Oscar y otras chucherías), y a cintas como Miedo y asco en Las Vegas, que tiene a Johnny Depp como protagonista (cuando Rango sufre un accidente y es abandonado en la carretera se topa con las caricaturas de Benicio del Toro y Depp en pleno viaje lisérgico), no hace más que insuflar de frescura a una historia sobre tipos duros, escamosos y miméticos. Los créditos finales, homenaje al estilo Tarantino, no hace más que hacer evidente esta oda a la nostalgia del western y a los "malos" a través de un camaleón que va perdiendo su inocencia.

4.4.11

Tanya Roberts





















Digamos que devine en fan de esta actriz estadounidense de películas exploitation a finales de los años ochenta, tras ver Purgatorio (1988), una película muy mala dirigida por Ami Artzi,  sobre la vida de dos voluntarias del Cuerpo de paz americanas metidas a una cárcel de mujeres por error en algún país africano. Es la típica película "women in prison", denominación de este subgénero del exploitation donde las prisioneras son, usualmente, objeto de abuso sexual. Mujeres observadas mientras se duchan, mientras se pelean entre ellas en los vestuarios, foco de curiosidad mientras tienen amagos de encuentros lésbicos o mientras son atacadas por las polícías o alcaides de apariencia varonil y tosca. En este contexto conocí, o me llamó la atención esta actriz, que no tiene, digamos, alguna cualidad interpretativa excepcional, sino que simplemente me gustó que de ser la estrella de una cinta como Sheena, la reina de la selva en 1984, pasa a películas de corte erótico o de clara intención exploitation sin mucho regodeo. Ella era modelo de ese sistema de cine barato y para un público que muy poco iba al cine y que se deleitaba con historias lanzadas especialmente en video.

Tanya Roberts aparece como víctima en Trampa para turistas,  la cinta de David Schmoeller donde encarna a una adolescente que será víctima de un asesino en serie, quien usará su cuerpo para elaborar un maniquí. Luego, se hizo más conocida por su papel de Sheena, el personaje del cómic, filme dirigido por John Guillermin, pero ya luego su carrera se vio expuesta a guiones malos, que buscaban explotar su belleza física, sobre todo dándole papeles de semi desnudos.

Purgatorio, la cinta que menciono al inicio de esta nota,  no es realmente una exploitation women in prison, pero parte del filme se centra en denunciar la existencia de una red de prostitución dentro de la misma cárcel en una zona de Sudáfrica. Tanya Roberts luce limitada para este papel mediocre, sin embargo, hay algo en su pésima actuación que la hace singular, una estrella en mi imaginario de exploitation subvalorado. 

3.4.11

Trampa para turistas de David Schmoeller

















El slasher es uno de mis subgéneros más dilectos. 

Primero, porque contiene un trasfondo moral donde una suerte de dios, el asesino serial o psychokiller, ataca salvajemente a adolescentes, hombres y mujeres, en pleno apogeo sexual y de libre albedrío o de consumo desmedido de drogas y alcohol, a modo de castigo. Pero también a mujeres algo osadas o que pecan de ingenuas e indefensas en un mundo donde se debe ser más perpicaz. Un slasher donde mueren puros hombres no tiene gracia.

Segundo, porque el asesino suele ser una persona con diversas patologías exageradas, que van desde la obsesión compulsiva, el fetichismo extremo, la bipolaridad, la visceralidad y sangre fría frente a sus víctimas. Seres en apariencia algo idos, zombilizados o manipuladores, pero que a la larga van a ir sacando ventaja de las debilidades de sus presas. 

Tercero, porque los cineastas o guionistas tratar de dar una especificidad a la fisonomía del asesino, lo dibujan con particularidades inesperadas para lograr una fácil identificación con el espectador, y que muchas veces no provocan miedo sino curiosidad: la máscara de Hockey en Viernes 13, la máscara de fantasma con pelo de Halloween, o las garritas filudas en Pesadilla en Elm street.

Cuarto, porque muchas veces existe una intención de crear puestas en escena más "racionales" de los crímenes, y hacerlas pequeñas obras de arte que se inspiran en el splatter o el gore, en algunos casos, sino recordar la muerte de Johnny Depp a manos de Freddie Krueger en alguna secuencia de la saga, como para dar una idea.

El slasher fue mi primer gran contacto con el cine que más me gusta, el fantástico y el terror. Es decir, películas de este género fueron la que captaron más mi atención cuando me formaba como espectadora y protocinéfila, mucho antes de ser adolescente, y comencé con las películs que se estrenaban en cartelera, y ya con el acceso al betamax, VHS y el DVD pude acercarme a los clásicos que inspiraron el surgimiento de este subgénero. Desde Peeping Tom (1960) de Michael Powell, pasando por las cintas de Herschell Gordon Lewis o de Mario Bava, hasta llegar a las genialidades de Tobe Hooper.

Un año después del estreno de Halloween de John Carpenter, se estrena en 1979 Trampa para turistas (Tourist trap, EEUU),  filme independiente dirigido por David Schmoeller, que se inserta en el slasher de modo interesante, aunque maneja algunos clichés de la época: escenarios rurales, ausencia de seguridad, pueblos olvidados y personas que jamás piensan de los riesgos de acercarse a lo desconocido. Un grupo de jóvenes llega a un pueblo en busca de un amigo perdido, y en la ruta encuentra un museo de cera abandonado. Allí vive un tipo maduro (Chuck Connors), quien los recibe de manera amable y les cuenta de la crisis que es vivir en un pueblo casi fantasma y que por culpa del progreso se ha visto en la necesidad de cerrar ese local de atracciones por falta de público, pues todos han migrado hacia las ciudades. Sin embargo, poco a poco se darán cuenta de la existencia de Davey, el hermano menor del Sr. Slausen, el propitario del museo, un tipo con poderes telekinéticos y que elabora los maniquíes del museo con restos humanos.

 
Trampa para turistas es una de las cintas de mi culto personal, sobre todo porque me impactó el tema de los maniquíes malditos (recuerdo que la vi en canal 2 a mediados de los años ochenta), dejándome sin dormir varias noches,  por su bien pensada secuencia de una cena entre muñecos y humanos, a la luz de las velas, que resulta de lo más perturbadora, y por su atmósfera polvosa y austera, a pesar de una vuelta de tuerca al final nada inesperada. Ojo con la banda sonora compuesta por Pino Donaggio, el mismo compositor de la música de Carrie, extraño presentimiento y Aullidos. Una sublime joya del slasher.


2.4.11

Lima: Breaking the silence de Menahem Golan





















Este es uno de los típicos productos instantáneos para la televisión y la distribución en video, que recoge casos de alta atracción noticiosa para el mundo como el hecho de la toma de la Embajada de Japón por miembros del MRTA acaecido en el año 1997, y que resulta inspiración inmediata para este esperpento realizado maquinalmente un año después.

Pero no es sólo eso, sino una de las tantas cintas hecha de estereotipos sobre la psique guerrillera, y sobre "lo peruano": una suerte de simbiosis, para los guionistas estadounidenses, de subproductos culturales de lo chicano, mexicano y latino. Un alma mutante supranacional de interés exótico. Golan en eso es un genio de la chanfaina, de la afrenta histórica y del puro sancochado que gana con la acción y el desparpajo a costa de hacer gracioso y anecdótico un evento sobre la peor laya que rodeó a un presidente tan siniestro como Alberto Fujimori.

Menahem Golan ha dirigido cuarenta filmes, sobre todo de acción olvidables como Halcón con Stallone, y ha sido productor de cintas como Retroceder nunca, rendirse jamás; Cobra, El ninja americano, He-man Amos del universo, la horrible Superman IV, sólo para mencionar algunas cintas muy consumidas en los años ochenta. Pero, sí, con este filme "a la peruana" se anoto un autogol de media cancha con el humor involuntario y la desbordada imaginación para un hecho histórico de graves consecuencias.

El argumento es un disparate, ya que se centra en la figura del guerrillero o terrorista combativo, sublimado, idealizado, un Ché Guevara fashion, como ente en contra del orden visceral establecido, que en suma es uno de los motivos de decenas de películas de Golan sobre mercenarios y tipos con hartas ganas de matar. Héctor Carpa (Serpa Cartolini en la realidad e interpretado por Joe Lara, muy Lorenzo Lamas) es un "activista" que se opone al gobierno del presidente Fujimoro, un personaje caricaturesco encarnado por el actor casi desconocido por estos lares, Robert Ito, y que es opacado como estratega por Billy Drago, el general Monticito Frantacino, el real Vladimiro Montesinos, quien aparece en escena con espíritu militar y aguerrido para comandar todo un operativo de rescate de los secuestrados en una embajada de carácter pluricultural como venganza, ya que Carpa es apresado por Fujimoro.

Lima: Breaking the silence es un bodrio, y es una de las peores películas producida en EEUU, sabe dios con qué intenciones, que coloca a un emerretista como modelo ideológico barato de la heroicidad, despolitizado, sólo vivo por la idea de acabar con el gobierno que lo molesta de modo personal; un filme donde aparecen acciones risibles muy en la onda de MacGyver, con ninjas como militares del comando de rescate Chavín de Huantar. La escena de la rehén bailando tango en pleno cautiverio, y que luego tiene relaciones sexuales con Karpa es de antología. Fratacino quedó como icono benévolo, un chiste de mal gusto.

En la cinta aparecen Christopher Atkins, Julie St. Claire, James Gallagher, como el embajador de Irlanda, Dana Lee como la esposa del embajador de Japón y Angela Korabliova como la esposa del embajador de Rusia, los representantes más visibles de la onda diplomática. Esperemos que en el futuro no tengamos más cintas estadounidenses inspiradas en penosos acontecimientos surgidos en nuestro país, aunque si Keiko entra al gobierno es probable que un personaje como la presidenta Fujimoro se asome.