23.3.11

Laberinto de Jim Henson













En el año 1986 cursaba el cuarto grado de primaria, y como ya he comentado en otro post, mis fines de semana estuvieron vinculados a pasar la tarde en diversas salas de cine de Lima, que en esos tiempos lucía caótica, rara, algo desvaída. Una de las cintas más emblemáticas de aquellos años, tiempo en el cual mis padres se estaban divorciando, fue Laberinto de Jim Henson, que significó una vía de escape a todo ese estrés infantil que me aterrizaba de plano en la vida común de los mortales.

Para mis recuerdos de infancia, Laberinto fue más que una experiencia cinematográfica, fue descubrir algo más de un cantante andrógino que hacía de rey duende, al que apenas si notaba que tenía una voz inusual para cantar; fue conocer el lado glam de los magos del cine fantástico de Hollywood de la mano de este David Bowie, y fue tener más luces de la parafernalia alucinada que me había prodigado años antes una cinta tan maravillosa como El cristal encantado, del mismo Henson. Pero sobre todo, Laberinto fue excusa de reuniones familiares, de primos intentando imitar el acto de magia con unas esferas que hace Bowie en la famosa escena en la habitación de Jennifer Connelly. Los ejercicios devinieron en ridículos e inútiles.

Laberinto (EEUU, 1986), producida por George Lucas, resulta aún una cinta atractiva hoy en día, por tratarse de una cinta fantástica de argumento naif, inspirado en Alicia en el país de las maravillas y en El mago de Oz, pero desde un ángulo de ribetes góticos y menos surrealistas o dislocados que sus referentes. Aquí la Connelly luce desconfiada, sin temor a enfrentarse al tramposo Bowie, ya que debe recuperar al hermano raptado a punto de convertirse en un Goblin.

Cosas que me llamaron la atención a los nueve años: no tenía idea quién era Maurits Cornelis Escher, pero un tío me explicó que se trataba de un artista que le gustaba ufanarse de hacer aguerridas obras mandando al diablo las ideas convencionales que tenemos del espacio, lo que me dejó con la boca abierta, pues en una de esas escenas se ve a la Connelly perdida en unas escaleras de cabeza. Otro punto, el tema Magic Dance, uno de los cinco temas que Bowie compuso para este filme, puesto que sí me pareció extravagante que los duendes estuvieran como embriagados y medio seductores ante la impresionante presencia de una adolescente como Connelly. Laberinto y Henson son inmortales.

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