25.3.11

Gozu de Takashi Miike














El comienzo de Gozu (Japón, 2003) es una afrenta antológica. La secuencia donde se ve a un perro pequeño tomado de la cola y lanzado, luego de varias vueltas, contra una ventana de vidrio, para ver luego como se chorrea muerto frente a los ojos de un grupo de yacuzas propone un universo moral extraño y poco escrupuloso que Takashi Miike ha hecho patente en decenas de filmes.

Con Gozu, Miike realiza su mejor obra, un viaje fìsico a un Japón desequilibrado, de la mano de unos personajes que son arrancados de los clichés del cine asiático más exitoso y de culto, yacuzas que conmueven en su debilidad y en su corporeidad perturbadas por el miedo al maleficio de un dios rural. Gozu en sí no tiene un argumento claro, deja de ser un filme de yacuzas para transformarse en una película surreal, lejos de la acciòn y la matanza, que va a terminar su odisea en una de las escenas más extrañas que ha prodigado el cine asiático, en el parto de un muerto. Gozu es un ejercicio logrado en torno a la culpa desde lo absurdo y a través de un sugerente desparpajo visual. Una mujer madura con senos rebozantes de leche, un hombre con cabeza de vaca, hombres sometidos hasta la humillación por vampiresas extremas de autos descapotables.

Minami, pertenece a un clan de yacuzas algo extravagantes, y luego de una crisis entre los miembros del grupo, es enviado a asesinar a su partner, Ozaki, quien también es su "hermano", quien luego desaparecerá de pronto, iniciando así una serie de sucesos inexplicables que hacen de esta cinta una experiencia singular. Perder el objeto de la misión, y encima que se le dé por muerto, no sólo es un insulto para la honra de un yacuza sino que se convierte de la mano de Miike en el ingreso a un mundo bizarro poco lógico  y en una exploración malsana hacia el amor filial.

Gozu causa inevitables asociaciones al cine de David Lynch, sobre todo a Carretera perdida o a El camino de los sueños, por ser un trip caótico, en la medida que surgen en la ruta de Minami una serie de personajes de extracción irreal, pulsionales y enigmáticos, que a modo de rompecabezas van a ir armando respuestas en torno a la búsqueda del hermano.

Gozu es una maravilla visual, sin limitaciones en el modo de vaciar lo onírico en su lado más escatológico y visceral. Es una película de búsqueda física pero también de viaje interior, una experiencia fascinante que convierte a Miike en un cineasta excepcional, lástima que ya no nos sorprenda de esa manera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario