1.3.11

Almost (un)real: películas sobre bandas ficticias. Parte 1.
















¿Qué es más atractivo en una película sobre rock: que tenga como protagonistas a ídolos de "mentira" que se burlan del sistema, o que las megaestrellas asalten la pantalla? ¿Que se simule ese estilo de vida con personajes irreales pero verosímiles o que Michael Jackson o Britney Spears se vanaglorien de forzar las mejores tomas? Aunque la historia de cine está repleta de cantantes y grupos en las más disímiles aventuras (algunas de ellas en viajes interiores o psicodélicos), las cintas que más han quedado en el imaginario del cine pegado a la música son aquellas donde se recrea con ironía o nostalgiaese entorno de éxito y caída.

La televisión hizo lo propio en algunas series de dibujos animados como The Archies (1968), que vio la luz  gracias a Don Kirshner (el creador de The Monkees), sobre la vida de un grupo de muchachos que se pasaban los días ensayando en su barrio de Rivardale. Ron Dante le puso voz al meloso hit Sugar, sugar, que hizo que la serie sobreviviera más de diez años de programación. En este mismo estilo se ubica a Jossie & the Pussycats (1970), trío frívolo de chiquillas creado por Hanna-Barbera. Luego se hizo un remake para el cine con actores de carne y hueso.

Pero yendo al grano de este post, en Beyond the valley of the dolls, el mítico Russ Meyer nos adentra en el universo dionisíaco de una play-mates que tocan y cantan bajo el aura del desenfreno psicodélico. Ellas son las Carrie Nations: sueltas, desenfrenadas, y como dijera el cineasta, poseedoras del poder "neumático". En la cinta, las Carrie Nations se van de viaje de negocios a Los Angeles, pero sin encontrar más que puros seres bizarros y losers, lo que confirmaría que como banda no sólo no tenían mucha suerte sino poco talento. Las canciones de esta banda se convirtieron en objeto de culto.




Un caso aparte es el Fantasma del Paraíso (1974), una de las obras maestras de Brian de Palma y una de mis cintas de culto personal, mezcla de El retrato de Dorian Gray, Fausto y El fantasma de la ópera, pero en versión musical glam y psicodélica, bajo el flujo de los setentas y su estética pop, con algo de puesta de escena hitchcockniana notable.

Punto aparte. Recuerdo que la primera vez la vi en un canal de señal abierta, en la madrugada, y que la grabé en un casete de VHS. Se la presté a una amiga asegurándole que se trataba de una gema musical, pero me la devolvió desencantada porque "se notaba que la había grabado de tele"; teníamos quince años quizás.De todas formas, es una de las cintas que más he visto en mi vida, me desborda, porque la siento divertida, naif, y a la vez inteligente en su crítica sutil al mundillo oculto del rock formado por esotéricos personajes.

En esta película no sólo se parodia a grupos como The beach boys o Kiss, sino al fanatismo y a la performance grandilocuente de algunos conciertos. Desde sus primeros minutos, Fantasma del paraíso es una delicia, sino recordar el logo de la disquera ficticia Death records, que da vueltas en la pantalla a la manera de un disco de 45 rpm, así como la aparición de ese grupete llamado Juicy Fruits en pleno casting. La música compuesta por Paul Williams deviene en una de las bandas sonoras más originales y coherentes con el universo visual que se propone. Palabra de fan.



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