31.7.11

Scream 4 de Wes Craven










Han pasado casi diez años desde Scream 3, y se nota que la intención de Wes Craven es refundar las razones de su serial killer, ya manidas y reusadas, de vuelta a la cotidianeidad de Woodsboro, la ciudad natal de Sidney y compañía. Como en las demás películas de la saga, Craven nos va a ir desorientando con pistas falsas sobre quiénes son los autores de los crímenes bajo la máscara "trashumante" de Ghostface y ubicar a sus ya "veteranos" protagonistas en el mundo adolescente y febril de la primera cinta de 1996.

Han pasado diez años también desde la última vez que los protagonistas se vieron, y a eso se suma distancias, nuevas profesiones y nuevos miedos, el regreso de Sidney a Woodsboro, lo que traerá mala suerte y el regreso al ruedo de la sangre del serial killer. Como en Scream 2 y Scream 3, el recurso de la película dentro de la película será utilizado en el prólogo de la cinta, donde veremos incluso a Anna Paquin, fenecer debido a la moda del slasher. La realización en la ficción de Stab 7, y el culto de un grupo de adolescentes cinéfilos (creando sospechosos como en Tesis de Amenábar), pondrá como meollo irónico la razón de ser de las secuelas, la crítica a filmes como Saw, y el regreso del slasher como subgénero de gore, sangre y asesinos absolutamente emocionales.


Craven se burla de sí mismo y aprovecha su introducción para hacer un juego de espejos, de ficción dentro de la ficción, que se irá desgastando con el paso del metraje. Se nota la intención de recuperar el espíritu de represión adolescente de la primera Scream, sin embargo, el descubrimiento del asesino y sus razones pasionales sólo propiciarán un sinsabor de repetición que hacen lamentar que Craven ya esté trabajando en Scream 5 y Scream 6. Carne de cañón para los jóvenes que no recurren, ni recurrirán, a los clásicos del slasher y que el cineasta no se cansa de parodiar y agotar.

30.7.11

Scream 3 de Wes Craven












Si hasta Scream 2, Wes Craven se había mantenido de modo decente como cultor del mundo slasher, de la mano de su guionista (muy creativo para el primera cinta) Kevin Williamson, en Scream 3 muestra su aburrimiento para con su propio divertimento: hacer una película dentro de la película, y abusar de la retórica manida del slasher hasta el hartazgo. Craven no sólo le inventa más enemigos a su heroína sino que la introduce en el dudoso mundo de los productores, directores y actores de Hollywood, un "Mulholland drive" de serie B, perezoso y sin buenas ideas.

Esta vez la cinta se enfoca en el rodaje de Stab 3, donde el reparto será parte de la masacre de Ghostface, quien está a la búsqueda de Sidney (Neve Campbell), quien vive recluida en un casa de campo, tratando de rehacer su vida lejos del horror. Los ataques del serial killer, y de la relación que se intenta entablar con la juventud de la madre de Sidney, serán motivo para el retorno de la protagonista a Los Ángeles, y del encuentro con el polícia David Arquette, quien ahora asesora al reparto de la película, y con la periodista Courtney Cox, quien quiere recuperar la fama que logró con su primer libro de no ficción.

Scream 3 (EEUU, 2000), hecha tres años después de la última cinta de la saga, arruina lo que se había logrado en las anteriores experiencias de reformular o reinventar el slasher, y se acomoda en el exangüe camino de los serial killers del montón. Craven le hubiera cedido la posta a algún realizador joven, como en usual en las secuelas sin muchas pretenciones. El Scream 3 de Craven apenas se oye.

29.7.11

Scream 2 de Wes Craven











Pareciera que Wes Craven hizo con su saga de Scream lo que no pudo hacer con su Pesadilla en Elm Street, dirigir sus proyectos con libertad y tratando de armar un imaginario personal a lo largo del tiempo (en este caso en torno al pueblo ficticio creado en la primera cinta, Woodsboro). Scream 2, de 1997, un año después de la exitosa película anterior, es la más evidente de la saga, en la medida que está llena de referencias y homenajes sobre todo a Viernes 13 de Sean S Cunningham (sobre todo si pensamos en el final).

A partir de una suerte de intro, donde dos estudiantes (Omar Epps y Jada Pinkett- Smith), que asisten al estreno de la película Stab (Puñalada), inspirada en la masacre de Woodsboro, son asesinados por Ghostface, en frente de decenas de espectadores, quienes asumen el ataque sangriento como parte de las performances de la avant premiere de la película. Es inevitable pensar en el guiño a El fantasma del paraíso de Brian de Palma, donde un asesino termina masacrando a un personaje simulando ser parte de un show glam, recibiendo los aplausos de la multitud. Así, Craven anuncia el pastiche y la recreación del canon del slasher, pero en una secuela menos creativa, donde nuevamente los protagonistas deberán ir a la caza del asesino descifrando las triquiñuelas de los clásicos guiones.

Nuevamente Neve Campbell (Sidney) es la protagonista, ya sola y recuperada de la pesadilla, lejos de Woodsboro, en otra ciudad donde asiste a la universidad. Sin embargo, en el ambiente de las hermandades universitarias y sus ritos de iniciación, aparece Ghostface a reclamar venganza, matando a las estudiantes del círculo de Sidney. Es acompañada por los invencibles Courtney Cox y David Arquette, en una relación más de caricatura, lo que hacen de este filme con más humor tonto que la anterior.

En Scream 2, Craven va a configurar un juego retórico del cine dentro del cine, ya que "Stab" está basada en el argumento del filme anterior, y es un motivo de controversia entre los protagonistas y sus representaciones, y en la mezcla de la realidad y la ficción, en un juego de pareceres. Craven resuelve de manera complaciente su cinta, más allá del homenaje a Viernes 13 que se ha querido hacer. Una cinta que resulta una "formalidad" de las secuelas, y que juega muy bien con el imaginario que busca consolidar. Nuevamente una actriz en pleno apogeo muere apenas sale esbozada (el caso de Sarah Michelle Gellar) y Neve Campbell ocupa el lugar de las mujeres fuertes que zafan de novios reprimidos y de madres vengativas. El ejercicio de Scream se vuelve irrepetible, y Scream 2 sólo es una continuación honrosa y efectiva a secas.

28.7.11

Scream de Wes Craven












Para empezar, Craven ya tenía un nombre ganado en la historia del cine de terror cuando dirigió Scream en 1996, una cinta slasher que a su manera introdujo vueltas de tuerca a este subgénero, dándole los giros inesperados desde la sátira y el puro golpe de miedo certero. Wes Craven es inigualable, ya que fue el mentor de películas tan indispensables para entender la psique del horror a través de Hollywood, de la mano de filmes como La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street o Shocker. Scream es un punto y aparte, ya que dilucida de modo pop y juvenil los paradigmas del cine de horror y del slasher. Es autorreferencial, irónica y para quien no quiere la cosa, también puede ser una escalofriante y calculada película de terror. 

Desde el comienzo, la cinta va a intentar ser algo diferente. Drew Barrymore, la actriz en pleno apogeo noventero (en aquellos tiempos donde ya afianzaba su participación en comedias románticas y de acción), niña maldita que se había enderezado de adicciones y desbandes, va a ser acuchillada en los primeros quince minutos del filme, acabando con la premisa del cine de terror de antaño: la actriz conocida se salva y se convierte en heroína. Drew se convertía en el detonante para los futuros crímenes de Ghostface, un asesino en serie que usa una máscara de fantasma en estado de ataque. 

Neve Campbell, una actriz canadiense que se hiciera conocida por su participación en la serie familiar Party of five, será la víctima esencial del asesino, quien la perseguirá a costa de media docena de muertos, entre ellas dos amigas de la secundaria. Craven apela nuevamente al canon de la muchacha virgen y sin malicia que será el objeto del deseo del asesino, en un entorno de adolescentes alienados, sin tutela paternal y que viven en suburbios alejados de las grandes ciudades.

Scream no solo va a parodiar de modo poco elocuente, digamos sutil, los clichés del slasher, a través de un asesino medio burlón y con fuerza descomunal a pesar de ser un ciudadano común y corriente con un disfraz barato, sino que va a hacer énfasis en la figura femenina como punto catártico de los deseos en un mundo masculinizado. Neve Campbell encarna a Sidney Prescottt, una adolescente reprimida sexualmente debido a la temprana muerte de su madre en un crimen no aclarado, cuyo novio vive chantajeándola emocionalmente con tal de que ceda algo de su represión. Este entorno sexualmente contenido (sin senos al aire, sin encuentros amorosos furtivos, sin drogas y alcohol, diferenciándose de otras películas slasher) va a propiciar cierto ambiente misógino (las continuas referencias a la madre de Sidney, el significado de las heroínas en los slasher, el rol salvador de los hombres) pese a que las muertes de mujeres sean apenas dos frente al contingente de muchachos muertos a cuchilladas por Ghostface. Sidney tendrá el apoyo de dos personajes arquetípicos: la periodista sin escrúpulos (Courtney Cox) y el policía torpe (David Arquette), quienes la ayudarán a descubrir poco a poco las pistas del asesino, quien se caracteriza por llamar a sus víctimas por teléfono y hacerles preguntas sobre su película de terror favorita desde la clandestinidad.

En Scream hay mucha referencia a los clásicos del slasher, pasando por Masacre en Texas de Tobe Hopper hasta llegar al espíritu de Halloween de John Carpenter. Sus personajes están pendientes de que el actuar de Ghostface sea igual al de Michael Myers o al de Leatherface. Su modus vivendis imita al cine, y sus reacciones tratan de desorientar al victimario. Esta cinta de la caza de un asesino, hasta el final, que es más un disparate y coherente con la libido reprimida que se ha hecho evidencia a lo largo del filme, resultó en su momento una afirmación de la creatividad de Craven y ahora es un clásico referente posmoderno del asesino en un contexto reinventado.

27.7.11

Le Horda de Yannick Dahan y Benjamin Rocher














La Horde, dirigida por la dupla Yannick Dahan y Benjamin Rocher, es un efectiva cinta sobre zombis cuya única diferencia con otras películas de este subgénero es que los protagonistas se pelean a puño limpio contra los no-muertos, hasta destrozarlos. La trama contiene elementos a lo George A. Romero, incluso en la claustrofobia y el grupo humano con diferencias, que debe hacer solidaridad frente a la masa rabiosa, sin embargo, los combates cuerpo a cuerpo ponen la cuota de brutalidad frente a las necesarias balas o lluvias de metralleta.

Le Horda (Francia, 2009) comienza de modo medio esperpéntico, por así decirlo, ya que a partir de una serie de planos y una secuencia que busca ser emotiva sobre un funeral, los cineastas nos introducen del lado de unos policías a la caza de los culpables de las muertes dentro de un clan. Este grupo de policías, que parece que tampoco trabajan de manera limpia, buscan un núcleo mafioso en un edificio poblado por inmigrantes africanos y asiáticos, por lo que la cuota racial o de política migratoria está en el aire.

Durante un operativo los policías caen en manos de los mafiosos, sin embargo tendrán que formar una alianza pese a sus diferencias para poder sobrevivir ante la horda de zombis que ha ocupado la ciudad y los mantiene atrapados en el edificio. 

La película tiene un ritmo un poco simple y que en casos no deja mucho a la imaginación, sin embargo tiene un par de secuencias logradas como la del superhombre atrapado frente a centenas de zombi, o  la del anciano ordinario que busca salvar su honor rememorando Indochina. Al final de cuentas, se destacan las peleas cuerpo a cuerpo, y para lo demás sólo nos ayuda a ver un poco más el estado del horror en el cine francés.

26.7.11

Hahaha de Hong Sang-soo















Como en ninguna película de Hong Sang-soo, en Hahaha (Corea del Sur, 2010), se come y se brinda de modo constante como parte de pequeños ritos de lo social. Es decir, el cineasta nos acerca de diversas maneras a sus protagonistas desde momentos íntimos de confraternidad en casas, restaurantes, bares y cafés, haciendo de los "¡salud!" un acto intermitente de afirmación. 

La cinta comienza a partir de una puesta en escena conformada por una serie de fotografías en blanco y negro, de los dos amigos cuyas voces en off irán narrando sensibilidades y anécdotas sobre la estancia de ambos, en diversos momentos, en Tongyeong, un puerto coreano. Cada recuerdo va acompañado de un brindis (se darán quizás unos veinte brindis, ya que todo es motivo de celebración y de salud para compartir), afirmando la alegría de la amistad y de los nuevos o antiguos vínculos filiales y amicales establecidos o fortalecidos en dicho lugar.

Como en otras cintas de Sang-soo, estamos ante una doble narración, en paralelo, de los recuerdos de cada uno de los protagonistas, un director de cine y un crítico de películas, en flashbacks de peculiar ritmo llenos de diálogos estupendos y de enredos deliciosos. En algún momento las historias de anécdotas se entrecruzarán de modo sutil, lo que propician un filme hilarante, donde hasta los ligeros zoom ante eventos que necesitan énfasis (una sonrisa, una reacción, una expectativa) ponen la cuota de comicidad.

Los personajes jamás se dan por enterados de los momentos en que sus historias se entrecruzan y esa complicidad que Hong Sang-soo hilvana con nosotros, a partir de desayunos, almuerzos, lonches o cenas, donde todos beben y se embriagan, se pelean y se reconcilian, y donde los hombres van contando sus aciertos y debilidades ante las mujeres decididas (novias o madres), prodigan a este filme de un estilo clásico afortunado. Ya con Tales of cinema o Night and day, este cineasta había demostrado su habilidad para hacer un cine vital a partir de relatos aparentemente sencillos y al hacer una paráfrasis de la vida misma a través de diálogos banales o de relaciones humanas verosímiles a partir del absurdo o lo irrisorio. Hahaha es una cinta maravillosa, que me recuerda al espíritu de Rohmer, pero que aquí tiene otro tipo de frescura y temperamento, y que me invitan a ubicar a su director como un personaje fundamental del cine coreano actual.

24.7.11

Un lac de Philippe Grandrieux












El ojo que filma adquiere la dimensión de lo confuso y agitado, de la mirada violenta a la caza del estertor, del sudor, del respiro, del movimiento fuerte: del esfuerzo del leñador mientras ejecuta su hacha, del cuerpo rendido ante el ataque epiléptico, de la mujer que cierra los ojos mientras cabalga, de la madre ciega que ausculta el rostro de los seres que ama. Philippe Grandrieux hace del acto de filmar una resignificación, donde hasta el desenfoque, la distorsión, la ausencia de luz, el excesivo grano, la cámara inestable, el fuera de campo, el encuadre torcido o anodino van a configurar un espacio de los cuerpos sobre la naturaleza de modo extraño y perturbador.

Un lac (2008) es la tercera cinta del francés Philippe Grandrieux, y trata sobre una familia aislada que vive en las montañas en pleno invierno, cuya aparente tranquilidad y desconexión se verá afectada por la llegada de un extraño. La puesta en escena, construida de planos muy cerrados y de travellings insólitos, permitirá describir, a través de sensibilidades y relieves, los estadíos de estos personajes antes y después de la aparición del tercero, cuya presencia por momentos puede asociarse, de modo solo argumental, a la llegada de Terence Stamp a la mansión familiar en Teorema de Pasolini.

Grandrieux no está centrado solo en corporizar a sus protagonistas de un modo casi extremo, a quienes suele dejar en planos cerrados, que los abstrae y descompone. Sino que irá plasmando la idea de lo trascendental, a la manera de Tarkovski o Bresson (para no ir hasta Dreyer) a través de arquetipos: Alexi (Dmitry Kubasov) es un joven leñador que sufre de epilepsia y vive atosigado por la enfermedad y por cierto sentimiento de devoción hacia su hermana Hege (Natalie Rehorova), que lo hace rozar el incesto. Hege a su vez se muestra compasiva y dedicada hasta que aparece Jurguen (Alexei Solonchev), un extraño que llega sin muchas preguntas y respuestas a la casa, para ocupar un lugar en la familia, junto a estos dos hermanos, una pequeña y los padres. El deterioro sensible de esta filiación es lo que Grandrieux va a capturar con una composición del espacio y el paisaje fascinante.

Un lac (Francia, 2008) remite por su tema, a modo de cuento popular (es inevitable asociar la llegada de Jurgen por el lago, llevado por Alexi, al mito de  Caronte en el Hades, por ejemplo), a la advertencia del foráneo, como trastocador o traidor de la normalidad. Pero también como un Mesías que va a purificar los lazos fraternales entre los dos hermanos a punto del incesto. La marcha del intruso va a lograr la modificación del actuar de los personajes.

Grandrieux nos introduce en los interiores de una casa en la penumbra, sin la necesidad de mostrar sus paredes, nos acerca al clima seco de la nieve a partir de labios secos, uñas moradas, andar de pasos firmes pese a la dificultad. Su estética es la del cuerpo en epilepsia, la de la ceguera y la necesidad del tacto. Como en Bresson, Grandrieux encadena los sonidos graves a las imágenes, poderosas en mostrar la parte por el todo. 

Pese a cierto aura transcendental, que también remite a alguien como Bruno Dumont (sobre todo en la pasión del personaje de Alexi), Grandrieux realiza una película excepcional, una verdadera lección de la recomposición de la imagen o de su transgresión.

20.7.11

Películas para la última carpeta
















Luego del fin de semana, era muy usual en mi escuela, ya en la primaria o secundaria, que no reuniéramos en la última carpeta para comentar las películas que habíamos visto en la televisión. Muy pocas iban al cine, así que quedaba sólo un par de alternativas, "analizar" la película del canal 2 o del canal 9: si estuvo mejor Noche de superestrenos o La Gran premiere, nombres de los segmentos dedicados a las cintas más importantes de los domingos por la noche. El gran común denominador fue que casi siempre veíamos cintas de terror, thrillers o de suspenso, lo que implicaba una cita al fondo del salón de clases en medio de un sentido de la complicidad. Películas que niñas de nuestra edad no deberían ver.

A continuación, una lista de las cintas que tuvieron conversas memorables, y que muchas veces se extendieron por cinco recreos más. Nos interesaban los temas paranormales, y aquellas cintas que pudieran provocar lazos con la realidad, es decir, las que encontraban eco en "experiencias" personales con el más allá. Todas habíamos conocido poseídos, visto alguna alma en pena y vivido de modo "tangencial" los avatares de los protagonistas. Hablar sobre cine como escape a las aburridas horas de clase.


Superstición (1982) de James W. Roberson. Sobre una bruja medieval que regresa a vengar su muerte varios siglos después. Se trata de una buena cinta sobre el tópico del satanismo y la mujer macabra. Su visión desencadenó hablar sobre brujas por semanas.



Evil dead (1981) de Sam Raimi. Una grabación rara y un libro llamado Necronomicón permitieron no sólo comentar estos temas tan oscuros de espíritus malévolos, casi entre susurros, sino que fueron el punto de despegue para terminar hablando de la Ouija y de canciones con mensajes ocultos, al revés y satánicos. La vimos con el nombre de El despertar del diablo, y evidentemente cortada para que sea pasada en horario familiar. En esa época no me importaba quién era Sam Raimi, pero sí, esta cinta me pareció brutal y de atmósferas terribles que luego no me dejaron dormir por algunas noches.



El exorcista (1973) de William Friedkin. Creo que es la película por excelencia de las conversas interminables dentro de las aulas. No sólo porque la protagonista es una púber, sino porque imaginábamos que el tema de una chiquilla poseída podría ser una posibilidad para cualquiera en el mundo católico y cristiano. También nos llamaba la atención porque se trataba de Linda Blair, la actriz de alguna manera maldita, que había terminado su carrera actuando en bodrio y medio, y porque era bonita pero sin suerte, salada ya tras haber trabajado en una cinta sobre posesión demoníaca (recuperando el mito de la extraña muerte de algunos actores de Poltergeist). 
Esta cinta fue mi trauma personal por años, debido a que antes había leído la novela de William Blatty a escondidas y confrontar eso a la versión de Friedkin, cuando ni siquiera había cumplido diez años, fue demasiado perturbador. En la primaria recuerdo que hasta reconstruíamos escenas a la hora del recreo, pero sin vómitos ni cabezas que giran 180 grados. Sólo imitaciones de una inofensiva posesión.



La profecía (1976) de Richard Donner. Para empezar, Ave Satani, de Jerry Goldsmith, se convirtió en la banda sonora absoluta de la maldad. Que los versículos de las últimas páginas de la Biblia se pudieran hacer realidad, no solo nos daba escalofríos, sino que nos invitaba a leer en voz alta aquellas palabras para luego salir corriendo del aula ante cualquier ruido extraño. Démian nos daba miedo y todo lo que pudiera reflejar o sumar el 666. Obvio que la gente se revisaba la cabeza y el cuerpo para ver si había algún indicio de la marca de la bestia. El poder de la verosimilitud. Un clásico de la última carpeta.

16.7.11

El secreto de los Incas de Jerry Hopper
















Machu Picchu es el escenario protagónico de esta cinta de aventuras estelarizada por un Charlton Heston robusto y de temple a lo Indiana Jones, un timador de California que vive en Cusco estafando turistas y a la búsqueda de un tesoro incaico que vale un millón de dólares. El secreto de los Incas de Jerry Hopper, rodada en espacios naturales de Cusco en el año 1954, es una típica cinta hollywoodense de ambientes e historias exóticas, con mucho color local y cartón piedra, enfocada en la atracción  hacia una cultura ancestral y misteriosa con no pocas licencias históricas. Pero eso es lo de menos.

Mientras los peruanos Manuel Chambi y compañía intentaban mostrar al mundo una imagen de Cusco centrada en sus festividades y ritos de un modo documental, en esta cinta estadounidense se muestra a un Perú de postal, pero también que cuenta con un foco atractivo para turistas desde lo desconocido y lo ritual, de la mano de Yma Sumac, quien encarna a Kori Tica, una ayudante de arqueólogos que se vuelve nexo entre los serranos reales, vestidos a la usanza festiva, y el grupo de excavadores estadounidenses a la búsqueda de los tesoros de la tumba del gran Inca Manco.

Para empezar, Steven Spielberg jamás negó la inspiración del personaje de Charlton Heston para diseñar la personalidad y modo de vestir de su Indiana Jones, lo que convierte a El secreto de los Incas en una de las películas de culto de los aficionados de la salga spielbergiana. Otro punto a rescatar de esta cinta de tesoros escondidos y héroes antipáticos es el retrato de Cusco de mediados de los años cincuenta, ciudad que aparece mexicanizada y deshumanizada, para centrarse solo como telón de fondo de las situaciones de los personajes extranjeros en tránsito: la plaza, la entrada al hotel, el aeropuerto, las vías del tren. En cambio, Machu Picchu aparece como espacio de ritos y bailes realizados por los mismos pobladores, pero que se comporta como masa, a la que se traduce y apenas esboza.


El secreto de los Incas es una cinta de aventuras estándar de lo que se hacía en Hollywood de aquellos años, que incluye escenas musicales y bastante humor blanco. Yma Sumac tiene la oportunidad de afianzar su imaginario pop-ancestral-lírico, cantando odas de soprano en set de cartón piedra como si fuera la voz auténtica de los incas (lo que me recuerda a la actriz de Kukuli, en su mixtura y poca "verosimulitud" para representar lo serrano y altoandino). Sin embargo, esta cinta de Jerry Hopper afianzó la idea de un Perú de ritos y masas ancestrales, coloridas y silenciosas, donde los turistas pueden venir a visitar sin temor, donde sólo un timador a lo Indiana Jones como Charlton Heston les podría tomar el pelo.



15.7.11

Razones para ver Transformers 3: El lado oscuro de la luna











Michael Bay es uno de los directores más defenestrados del cine actual, no solo por ser considerado un pésimo cineasta, sino por ser el abanderado del empobrecimiento del 3D como estética, del uso poco austero de las tecnologías a cambio de espectacularidad gratuita y por el poco rigor actoral de sus protagonistas, entre otros puntos en contra. Sin embargo, ya dejando de lado un poco la apatía hacia este director, Transformers 3: el lado oscuro de la luna es un fresco de toques bizarros, escenas prefabricadas con diálogos de espíritu de eslogan publicitario y resoluciones inverosímiles que solo pueden ser propias del pastiche y el remedo insaboro y que la convierten en una cinta de atracción y repelencia.

El título de esta tercera parte hace propicia la aparición de un John F. Kennedy digital y animado tan pobre en su cercanía a lo real que es fácilmente asociado a la fisonomía de Arnold Schwarzenegger en la última entrega de Terminator, y que va a dar el contexto de la aparición de Cibertron y los primeros guerreros de metal en un plano más histórico. No se trató solo de la llegada del hombre a la luna sino del descubrimiento de entes alienígenas que la CIA y la NASA ocultaron a la humanidad.  Este es uno de los grandes detalles del guión pensado por Ehren Kruger, quien no sólo hace aparecer a JFK sino a Nixon y hasta Obama.  El legado de Forrest gump.

Bay quiere una película grandilocuente y lo logra con su hora y media de acción initerrumpida, donde destacan personajes de excesivo histrionismo, en este caso, como John Malkovich, John Turturro o Frances McDorman. Ken Jeong exacerba a su personaje y lo lleva a los confines de lo chirriante y asiático-estrambótico, que es quizás el elemento que condensa el estilo huachafo bizarro que provee Bay a su filme. 

Transformers 3 no tiene nada que ver con el título del clásico disco de Pink Floyd que intenta rememorar, sin embargo es una experiencia ejemplar para hablar de cómo alguien como Michael Bay, con unas ínfulas de espectacularidad y conocimiento de "lo que le gusta a la gente", hace una cinta decadente con mucho humor, estilo de lo fashion y acción desgarbada. Nunca fui fan de la serie de dibujos animados, pero creo que esta cinta mantiene un poco el alma de los robots humanizados que hacen evidentes los paradigmas más maniqueos de la humanidad.

5.7.11

The housemaid de Kim Ki-young
















Fetiche. La cámara sólo necesita posarse en el plano de las piernas de un hombre en bata, con los zapatos puestos, mientras ella, en plan de ataque, se sienta sobre él, para deslizar lentamente sus tobillos hacia abajo: la parte por el todo del deseo y la repelencia. El cineasta surcoreano Kim Ki- young no se hubiera imaginado que cincuenta años más tarde del estreno de su filme, debido al descubrimiento y admiración de un editor de Cahiers du Cinema, iba a ser comparado, por tomas como la descrita, con la fijación reconocida de Luis Buñuel, al otro lado del hemisferio.

The housemaid es un thriller de carácter precursor, filmado en 1960 y está considerado como uno de los mejores filmes coreanos de todos los tiempos.Cuenta, a través de un estilo de planos cercanos, movimientos de cámara inesperados y una trama claustrofóbica de ribetes sórdidos, sobre la llegada a una casa de clase media, de una empleada del hogar, que poco a poco se obsesionará con el esposo, hasta llevar a la familia a situaciones límite.

Este thriller, de suspenso trillado, con atisbos de melodrama irracional, se centra en la figura fuerte y descarada de esta criada, que llega a la casa nueva de un matrimonio de dos pequeños hijos, entre ellos una niña con polio. El marido es un profesor de piano  y la esposa es una costurera que requieren la ayuda de alguien más en el hogar, pese a que en la intro de la cinta somos testigos de una discusión o reflexión sobre los riesgos de meter a un extraño en casa, y sobre todo a una joven mujer.

La locura o mala saña de la criada se verá reflejado en la amenaza de frasco de veneno para ratas, una suerte de Mcguffin, que servirá para diversos juegos crueles de manipulación y amenazas. La empleada poco a poco se irá apoderando de la casa, mientras el esposo se muestra acosado por las alumnas adolescentes que se suicidan o lo buscan para clases particulares, los niños pelean entre sí de manera cruel pese a la hermana lisiada, o mientras la esposa queda nuevamente embarazada en un ambiente que se va envileciendo. Kim Ki-young plantea su filme a partir de los interiores de esta casa de puertas corredizas y espacios para tomas frontales de convivencia a través de ventanales o desde la cima de las escalinatas. Muestra con desparpajo la caída de un niño desde un segundo piso de modo brutal o la muerte de una rata, ya que su finalidad es hurgar en los rostros de sus personajes en el miedo y la sumisión.

The housemaid es una película excepcional, una obra maestra, que al margen del contexto en que fue realizada (una crítica evidente a los modos de vida de la clase media emergente en una Corea industrializada), es una experiencia poderosa sobre un ataque a la convención del núcleo familiar tan endeble ante lo pulsional, por ejemplo. El final, una moraleja conservadora sobre las desventajas de tener a una mujer joven en casa, no impiden valorar la magia malsana de un cuento cruel narrado de modo extraordinario.




4.7.11

Actividad paranormal Tokyo night de Toshikazu Nagae















Ya parece una certeza que una cinta exitosa japonesa tiene el viso para tener su propia versión en EEUU, aunque no alcance los resultados esperados (léase caso de Ju-on por ejemplo). Pero con Actividad Paranormal, ya casi una franquicia, un cineasta japonés, Toshikazu Nagae hizo una secuela paralela, al estreno de su símil estadounidense, y tuvo como producto una cinta más coherente, con momentos buenos de suspenso, pero donde no se puede evitar el argumento donde lo paranormal puede ser mostrado como un chiste de mal gusto.

Haruka (Noriko Aoyama) llega a su casa, en silla de ruedas y con las piernas enyesadas hasta la rodilla, luego de pasar una temporada en un hospital. Es recibida por su hermano Koichi(Aoi Nakamura), quien registra todos los momentos posibles con su videocámara. Luego de algunos sucesos extraños en la casa donde viven juntos, Koichi decide colocar una cámara en el cuarto de su hermana y asi registrar la posibilidad de algún caso paranormal.

La historia aquí es lo de menos, si es que ya se vieron las dos versiones de este filme, puesto que ya sabemos que la cámara irá descubriendo cómo una persona se verá atrapada por algún tipo de demonio en medio de la complicidad de la oscuridad, vista a través del registro en fast forward de una cámara. El recurso del suspenso y del terror del director Nagae es una cámara que todo lo registra, pero ya no desde un sistema de seguridad, sino desde la manía del grabado permanente, e impulsado por el afán de tener una prueba de la existencia de algún espíritu, pero que también es vehículo de intimidad y cercanía, que acompaña a los protagonistas mientras desayuna, cocinan, cenan.

Esta serie de noches en una casa de Tokio pierden efecto con las exigencias del relato original (cruces que se queman, gente que es arrojada a las paredes, planos cercanos de la locura), que empobrecen el ritmo que había tomado con acierto el director. Nagae, al final de cuentas, no puede huir de la imagen de la mujer de pelo negro desquiciada, de caminar fracturado a lo Ringu, lo que la hace aún más predecible, aunque menos "risible" que las versiones anteriores.

3.7.11

Nowhere boy de Sam Taylor Wood














Esta película pasó casi de volada en la cartelera local, pese a tener en la dirección a una artista reconocida como Sam Taylor Wood en la dirección, fotógrafa y artista visual británica, de quien ya antes habíamos visto cortometrajes, incluyendo su aporte a Destricted, una serie de trabajos de corte porno y erótico. Pero también es curioso que esta cinta no haya despertado mayor interés pese a ser la historia de los primeros años en la música de alguien como John Lennon.

Nowhere boy o Mi nombre es John Lennon es un relato cuidado en su puesta en escena, donde se resalta el clima y los ambientes de un suburbio inglés en medio de los años cincuenta, que rescata los años de adolescencia de este joven músico como si se tratara de recuperar algo del espíritu de los angry young men, pero con una fotografía espléndida a lo Douglas Sirk, con detalles en vestidos, decorados e interiores. La rabia no afecta el revelado fotográfico.

Lennon es un chiquillo criado por su tía Mimi (Kristin Scott Thomas), una mujer drástica, amante de la ópera y de visión conservadora, pero que tiene curiodidad por acercarse a su madre, a quien descubre viviendo a pocas cuadras de su casa. La madre, Julia (Anne-Marie Duff), se convierte en la inspiración que lo hace conocer a Elvis Prestley y su naciente afición musical. Entre estas dos mujeres se va configurando el espíritu rebelde y tosco del futuro Beatle.

Sam Taylor Wood muestra a un John Lennon (Aaron Johnson) algo mítico, una suerte de líder de pandilla vivaz y presto a los modos de la libertad, quien en su búsqueda de un sonido rock, halla a dos amigos como Paul McCartney y George Harrison en medio de su soberbia y aires de matón. Hay algo en la grandilocuencia del personaje que encarna Johnson que roza con lo inverosímil, sin embargo, el afán de la cineasta por hacer una paseo a la vida de este ex Beatle en los años de su inocencia salvaje, lejos de un estilo a lo Free cinema (lo digo por el contexto que describe el filme, que es lo que más me evoca), no puede dejar de tener un tufillo condescendiente con los rumores sobre la vida del Lennon real y el showbiz. Nowhere boy es una película hecha con buen ojo, que gana más siendo retrato de un adolescente descarriado y con la mente clara, que sobre el fundador del grupo más importante de la historia de la música.