24.3.11

Las peores películas de mi infancia

















Sí que tuve que soportar películas indeseables a tan corta edad. Mi capacidad de discernimiento se estaba formando y mis recién nacidos juicios de valor de niña fervorosa ya cobraban cierto poder cada vez que veía una cinta: si el protagonista me convencía de su hazaña, si me hacía llorar alguna parte de la historia, si me causaba miedo la película más allá de la hora y media del metraje, si se me pegaba alguna canción de la banda sonora o si los efectos especiales eran inexplicables. Los filmes que no cumplían con estos requerimientos pues me aburrían o simplemente pasaban desapercibidos, no servían para los juegos de roles en la hora del recreo del colegio.

¿Qué debía tener una película para que fuera considerada mala?  Pésimos efectos especiales, burdos, de cartón piedra. Actores malos en situaciones inverosímiles, como sucedía con los miembros del grupo Menudo en la serie de cintas que protagonizaron. Muñecos a los que no les creía nada, que se notaban pues esperpentos de algún producto que pudo mejorar. Pero sobre todo, historias aburridas, sin visión de lo que atrapa en el universo infantil. Mi lista de mis peores películas de infancia:



1. Mi amigo Mac. Adefesio por donde se le mire. Copia absurda de la moda de ET, el extraterreste de Spielberg. Stewart Raffill fue el responsable de tamaña ofensa al buen gusto por imaginar un alienígena tan poco amigable. Una aberración aburrida, sin alma, sobre la amistad de un niño parapléjico y un alien envejecido y feo. Un pésimo recuerdo. Aquella persona que me llevó al cine a ver eso, se vengó con creces.




2. Una aventura llamada Menudo. Mi madre era fan de este grupo de chiquillos, y fue la responsable de que en mi cuarto hubiera un poster de ellos pegado en la pared. Lo más lamentable de esta idolatría fue que buscaba que a mí me gustaran las canciones, los bailes, ellos mismos sí, para justificar su gusto adolescente sin mucho bochorno. El resultado, haberme tragado la serie de filmes de los Menudo que se estrenaron en Lima, en medio de griteríos y suspiros por René, Johnny, Miguel, Xabier y de otro que no recuerdo el nombre. La cinta es del año 82, y es probable que la haya visto en el cine Ópera de la avenida Garzón, en Jesús María.




3. Túpac Amaru. Llevarme ver esto al cine Metro en el año 1984 fue una verdadera crueldad. Le tengo una nostalgia especial porque fue la primera y única vez que fui con mi padre al cine, razón por la cual me provoca sentimientos encontrados, sin embargo fue una experiencia insufrible, atosigante, incomprensible. Nunca una película histórica me pareció tan poco creativa. Le puse la cruz a Reynaldo Arenas, el emblemático actor de lo mestizo.




4. Oz, un mundo fantástico. Me arruinó la versión de Fleming. Quizás no sea una mala película, ya que se basa más en los libros sobre el mago que en la adaptación de 1933, sin embargo, en aquellos años me resultó un plomazo con poca verosimilitud, de gallinitas hablando y de un hombre de paja que más se parecía a un disfraz de Halloween. La cinta fue dirigida por Walter Murch y no tuvo el apoyo de la MGM en la distribución.



5. La historia sin fin 2. La cinta es del año noventa y yo no era ya tan infante que digamos, pero sí estaba pendiente de esta secuela de un filme que me había impactado años antes. Dirigida por George Trumbull Miller, La historia sin fin 2 se mandaba de hachazo con un Bastian diferente, y eso ya de por sí arruinaba cualquier identificación con la cinta anterior. Es el típico ejemplo de cómo hacer una mala secuela, con actores de caracteres distintos al tema original y con giros en la puesta en escena que no tienen nada que ver con el espíritu inicial. Para el olvido.


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