17.4.11

BAFICI 13: Le quattro volte de Michelangelo Frammartino
















Las cuatros estaciones o tiempos que dan título al filme tienen que ver con la concepción poco solemne que tiene el joven cineasta italiano Michelangelo Frammartino sobre el ciclo de la vida, y para explorar, a través de la contemplación, a una serie de personajes inusuales desde su nacimiento, por así decirlo, hasta su desaparición: un anciano pastor, una cabra, un árbol y luego, un lote de carbón. En Le quattre volte (Italia, 2010), una serie de planos estáticos y distantes, que parecieran dibujar un entorno de la miniatura de una zona bucólica de Calabria, van a ser la puerta de ingreso a un entorno mostrado con ojo antropólogo y ausculturador, que describe la rutina de este poblado, primero de la mano del viejo pastor en sus últimos días de vida, hasta mostrar el completo "ciclo de la vida" desmitificador, no con poca ironía y "antitrascedentalismo" como el proceso de ver un árbol convertirse en leña y carbón.

Frammartino muestra en esta cinta sus evidentes afectos a las intenciones bressonianas por rastrear más allá de la humanidad de sus personajes aspectos más terrenales o mundanos (y esto en un plano más "existencial"), sin embargo al italiano no le interesa encontrar el halo trascendental en la puesta en escena o en el argumento, sino centrarse en la idea que en el cine todo es filmable, con escenas de veinte minutos con ausencia de actores principales y donde el protagonista puede ser una cabra (a la manera de Al azar Baltazar, la obra maestra de Bresson), un árbol víctima de una yunza, o el carbón en la chimenea u horno de una casa.

La historia es simple: un anciano pastor (
Giuseppe Fuda), enfermo, pasa sus días guiando a media centena de cabras por los pastos, pero se le nota cansado. Un día, recibe de una empleada de la iglesia del lugar, un sobre con tierra, que al parecer funciona como medicamento para su tos persistente, sin embargo, la muerte llega, y que es mostrada por Frammartino muestra de modo antológico: una toma desde dentro de una tumba  que se sella y luego el parto abrupto de una cabra. Uno de los tránsitos más impactantes que haya dado el montaje en el cine reciente. Luego la historia hace el seguimiento de esta cabra bebé, quien se pierde en el bosque y que también halla la muerte a los pies de un árbol, que luego será cortado. 

Frammartino registra, desde una cámara ubicada en la azotea de alguna casa o desde la cima de algún cerro, los diferentes ritos de un pueblo, donde habitan todos estos personajes que simbolizan o representan a los tres reinos de la naturaleza, que van desde la costumbre de las estaciones de la pasión de Cristo, hasta una "yunza", donde los pobladores lucen como masa o apenas esbozados en estas festividades.  

Hay énfasis de Frammartino de darle humanidad o una suerte de animismo a sus personajes animales, vegetales o minerales,  aunque para retratar al pueblo se percibe más un distanciamiento, para luego centrarse en diálogos entre los planos, como aquellas  tomas de una cabra que mira el cielo, y el plano siguiente del cielo, como relacionando la percepción del animal con una suerte de "primera persona" narrativa.

Le quattre volte es una gran y hermosa película, de puesta en escena austera, que marca distancia con el pueblo que registra más no con los personajes que adopta como ejemplificadores de un ciclo de la vida irónico, y que a la vez propone teóricamente que no existen imposibles para lo filmable, y en este tejido conectivo de humor reside el mayor logro de Frammartino, ya que osa contar el episodio de la trayectoria emotiva de un cárbón, por ejemplo,  que se convertirá luego en humo, posibilidad de lo filmable también.

1 comentario:

  1. La magnificencia de lo elemental. Capacidad de apreciación que corremos peligro de perder. Desde lo más pequeño del detalle a la perspectiva que todo lo relaciona, hombre y naturaleza. Al modo benévolo y fraterno de San Francisco de Asis, al mas crudo y absorto del devenir como con la muerte como vuelta permanente de hoja y fiel compañera como principio y fin de un sueño continuo. Sensibilidad increíblemente italiana, delicadísimo humor, ironía, crudeza, ternura, inocencia con un hilo conductor del mismo ínfimo y grandioso grosor. Un desafío para el espectador dispuesto a olvidar lo engañosamente fácil.

    ResponderEliminar