31.1.11

The ghost writer de Roman Polanski













La apuesta expresiva de Roman Polanski se condensa en The ghost writer (Francia, Inglaterra, Alemania, 2010) en la neblina y vientos casi permanentes sobre una isla de atmósferas frías y húmedas que van a resguardar o arruinar el trabajo de un escritor por encargo. Espacios azules de diseño recto, lugares calmados y secos para el trabajo intelectual, sin embargo aflora el momento dudoso, la astilla molesta, la  bulla imprevista de la mano del clima. Un filme donde el ambiente, el lugar, en este caso, esta isla casi privada, crea una potencia o estigma para aquellos que la habitan. Polanski logra un filme apasionante a partir de este espacio, lejos de los recursos usuales del thriller político, sin tensiones estridentes ni golpes de acción.  Al contrario, Polanski realiza una cinta que se toma su tiempo en mostrar cómo el personaje de Ewan McGregor, periodista sin grandes pretensiones más que ser empleado por un político, ex primer ministro, dudoso para terminar el borrador de un libro dejado a a deriva por un escritor desaparecido, va descendiendo hasta la verdad.

Polanski se encarga, con mucha intuición, en dar sentido del detalle a todo el entorno doméstico de Adam Lang (un Pierce Brosnan actuando sin actuar, como siempre), el político oscuro que tiene un pasado en torno a la guerra con Irak, y que McGregor descubre de modo abrupto. Polanski utiliza una puesta en escena basada en diversos ángulos para espiar a personajes, para crear más paranoia y sensación de claustrofobia mientras se van develando secretos del pasado de aquel de quien se escribe.


Roman Polanski por momentos deforma la idea del thriller político convencional para hurgar en el lado oscuro de las relaciones de estos personajes, porque hay algo más que intereses por el poder y el dinero, tema caseros (la relación misma con Olivia Williams, punto que enrarece aún más la historia). La música de Alexandre Desplat colabora al armar toda esta atmósfera ominosa que va creando una víctima a paso lento, a un McGregor que terminará con su obra publicada y anónima a la vez, para luego tener un final digno de la mejor de las novelas. Las páginas al viento. Un Polanski recuperado que se debe repetir.

30.1.11

The children de Tom Shankland














Vagamente inspirada en ¿Quién puede matar a un niño? de Narciso Ibañez Serrador, Los niños (The children, Inglaterra, 2008) es una película de horror que, como la cinta española, tiene como protagonistas a pequeñas víctimas de una violencia viral que los hace verdugos de todos los adultos que tengan cerca, incluso de sus propios padres. La premisa de niños asesinos o malvados cobra una vez más forma, aunándose así a la lista de El pueblo de los malditos de John Carpenter, El señor de las moscas de Harry Hook o El otro de Robert Mulligan, cintas paradigmáticas sobre el universo infantil sometido a elementos externos que los hacen mutar en seres imprevisibles y atemorizantes.

The children está ambientada en épocas navideñas, y se centra en la casa de campo de una pequeña familia británica rural, en medio de la montaña y la nieve, que recibe la visita de familiares de la ciudad en una atmósfera de hermandad, en un reencuentro matizado con anécdotas de infancia, modos de educar a los hijos y problemas de la vida filial. Es también la reunión de dos hermanas con sus respectivas familias, una con tres hijos (entre ellos, una adolescente y un niño autista) y un marido obsesionado con negocios millonarios en China, y otra, sobreprotectora, con dos hijos, a quienes desea mantener en la vida rural a través de una educación brindada en casa, y que vive con un marido de espíritu juvenil. Dos familias del típico mamá-papá-hijos que poco a poco irán siendo desmanteladas a causa de un virus que vuelve a los niños violentos e irracionales.

Tom Shankland va a plantear su relato a partir de un enrarecimiento del entorno familiar, al mostrar cómo estas familias manejan concepciones sobre la crianza de los hijos de modo disímil, y a partir de estas divergencias de opiniones, que se muestran incluso desde la sutileza (niños sobreprotegidos, engreimientos, comparaciones entre madres, almuerzos viciados), apelar a cierta suspicacia sobre los roles de los padres y la supuesta enfermedad que van adquiriendo los niños, suceso que cobra poca importancia al final de cuentas a pesar de esa evidente sobreprotección.

El horror va a aparecer tras un accidente que propicia asesinatos en cadena de ambas cabezas de familia. Shankland por lo menos muestra cierta creatividad en los planos sobre los crímenes, amparado en la blancura de la nieve y la amplitud de los espacios en el campo. Muestra cuidado en plantear cómo se relacionan los personajes, la adolescente con el tío apuesto, las dos hermanas en competencia de quien es mejor mamá, y los niños en sí, en quién gana la atención de los adultos y quién merece la estrella dorada en la frente a modo de estímulo. Cuando estalla el miedo, el cineasta usa recursos manidos del género, sin embargo sale librado en su visita a la epidemia de estas semillas del mal. E



29.1.11

Ils de David Moreau y Xavier Palud











El título del filme ya marca una distancia. El acercamiento será inusual pero el choque ya es bien conocido pues suelen ser metáforas de la problemática de un orden social degenerado y pesimista. Una venganza social en un filme de terror. Los directores David Moreau y Xavier Palud usan los recursos del género, en una vena casi minimal (sin efectos especiales, sobre todo), pese a algunos movimientos frenéticos de cámara que llegan a cansar y pensar si de verdad son necesarios, para darle forma a su fábula moral en medio de la Rumania rural en pleno siglo XXI.

Ils (Francia, 2006) comienza con el anuncio de que estamos a punto de ver un hecho basado en hechos reales, lo que no sólo prodiga al filme de un imaginario de crónica roja, sino que nos advierte que el “mal” no tiene nada de sobrenatural. Una joven pareja que vive en una mansión alejada, en medio del campo, ve subvertida su tranquilidad cuando un intruso llega a atemorizarlos dentro de su propio espacio. Nunca, sino hasta el final del filme, descubrimos la identidad del ente atemorizador, unos niños y adolescentes de espíritu malsano, que busca aniquilar a sus víctimas.

Más allá de su interés por abordar el género, con cámara digital, utilizando un mínimo de recursos, con pocos actores, sacando provecho de los espacios cerrados, Ils también busca sacar lustre a una suerte de crítica moral sobre hacia dónde está yendo la infancia y adolescencia pero que también puede verse como revancha contra una burguesía aislada que no hace nada por lo demás mas allá de satisfacer su individualismo en medio de la ínsula.

Los cineastas nos ubican en un país con pasado comunista y que explora, como los otros países europeos, de las consecuencias del capitalismo y de cómo este fenómeno global de inequidades ha producido que púberes se conviertan en torturadores y en asesinos. Los directores contaron, como anécdota, que se enteraron de la noticia de los asesinatos por el comentario de un taxista en Rumania y que a partir de allí decidieron llevar la historia a la pantalla. Si bien el filme tiene lugares comunes del género, como el invasor en la casa, la persecución dentro de ella, los espacios claustrofóbicos, el uso de la metonimia, la imposibilidad de la huída, el pulso dramático de los directores hace posible la tensión y deja para el final su metáfora del mal. Recordemos que la protagonista víctima es profesora de un colegio, y es probable que la intención de los directores también vaya hacia una referencia sublime en torno al fracaso del sistema de enseñanza. Pero lo más interesante, al conocer la fisonomía de los criminales, es cómo “los grandes” han sido vulnerados y llevados hacia las “profundidades” (y aquí algo de "transilvánico") como si ya no tuvieran otras opciones.

En suma, Ellos (Ils) es un filme sin mayores pretensiones pero que le da vuelta de tuerca a escenas ya vistas como el ojo en la rendija de la llave, la escena en el baño o el desván, pero que sabe contener el suspenso, a pesar que el mensaje lleno de moralina nos termine dejando en una catacumba en medio de la modernidad.

Tomado de http://pequenoscinerastas.wordpress.com/2007/12/12/ellos-o-nosotros/

28.1.11

Mariposa negra de Francisco Lombardi














Los tiempos duros de la corrupción fujimontesinista son el escenario para este acto de amor. Basada en la novela Grandes miradas de Alonso Cueto, Mariposa negra (Perú, 2006) es una cinta sobre la venganza de una muerte, sobre una mujer que desea tomar justicia por su propia cuenta intentando matar al asesino de su prometido, un juez de la lucha anticorrupción.

Como suele suceder en otras cintas de Francisco Lombardi (La ciudad y los perros, Caídos del cielo, Ojos que no ven), Lima luce desangelada, gris, aturdida por los movimientos cotidianos de asesinatos y violencia, para ser el telón de fondo de la historia de Gabriela (Melania Urbina), una maestra de primaria que investiga el crimen del juez Guido Pazos, su novio, con ayuda de la periodista de diario "chicha" Ángela (Magdyel Ugaz), adentrándose así en los recovecos oscuros de la política en altas esferas.


Como en Tinta Roja, Lombardi vuelve a dar señas del universo de la prensa chicha, un fenómeno acentuado durante el gobierno de Fujimori, donde los periódicos de cincuenta centavos se convirtieron en el gran manipulador de la agenda noticiosa a través de casos emblemáticos como el de "La virgen que llora" o "La anaconda gigante", a través de campañas psicosociales o de sentencias morales aniquiladoras sobre los detractores del gobierno. Así, en Mariposa negra, una periodista de estos diarios baratos y con poca ética, se convierte en el hilo conductor.

“Esa soy yo. La estoy pasando bien. Por eso me gusta emborracharme. Lo feo es al día siguiente, pero mientras dura compensa toda la mierda de la vida”. De esta manera se presenta Ángela, el personaje de Magdyel Ugaz, arrebatada, vehemente, tosca, con “calle”. Ella deviene en la voz moral del filme, la que cuestiona sobre todo, en diversos sentidos, a su opuesto, el personaje que encarna Melania Urbina, la modosa profesora, de perfil común y corriente, proveniente de la clase media, pero que saca agallas para la venganza. Ugaz se muestra en el hartazgo, al expresar con modismos coloquiales y lisuras su dejadez y amargura, al mostrarse desgarbada, suelta, aburrida de la vida, pero también sensible a los cambios y adversidades.
 

El debut en el cine de Magdyel Ugaz, quien hasta ese entonces había hecho papeles televisivos (es "Teresita" en la serie Al fondo hay sitio), fue significativo, no sólo porque le permitió demostrar sus cualidades en el drama más allá de las caracterizaciones santurronas que la hicieron conocida, sino porque ubicó a su personaje como la única voz en off femenina de la década. Una voz desde la transformación, el luto, la pérdida. Mientras, el personaje de Melania Urbina va a crear una suerte de maquinaria calculada con el fin de lograr sus objetivos (matar al famoso Vladimiro Montesinos), vampirizándose, aunque este recurso no luzca del todo efectivo.

Quizás desde Reportaje a la muerte de Danny Gavidia (1993), donde la voz en off y narradora de la cinta es la actriz Marisol Palacios (quien encarna a una reportera televisiva, más escrupulosa que la Ángela de Ugaz, que se muestra aturdida tras un evento traumático como el motín de la cárcel El Sexto), no se había optado en el cine peruano por el relato introspectivo desde voces femeninas. Y bajo ese recurso narrativo, en Mariposa negra, Ugaz muestra el lado oscuro, desde la rabia hasta la tristeza, la cara dura de lo cotidiano, pero también la posibilidad de alguna redención solitaria.

Mariposa negra, la decimotercera película en la filmografía de Lombardi, es una obra que busca retratar un periodo cínico de la historia peruana reciente. Pero quizás su flaqueza resida en el intento de recreación de figuras como Vladimiro Montesinos (en la secuencia más hilarante que recuerde del cine nacional, ya que la personificación comparada con el personaje real resulta un pastiche, una broma), que en vez de aportar a la cinta el aire solemne o de revancha certera, vira hacia un desinflado y desganado final.

Tomado de http://www.cinemascine.net/critica/mariposa-negra-de-francisco-lombardi-197

27.1.11

Imparable de Tony Scott

















Tony Scott es un director fanático del montaje compulsivo, se siente cómodo en el movimiento ágil de la cámara, en el ritmo dinámico que da la acción sometida a la tensión de una bomba a punto de estallar o de un tren a más de 100 km por hora sin frenos que apunta a un poblado industrial. Pero esta fascinación por el ritmo trepidante no es garantía de nada, ya que Scott ha sido respondable de filmes recientes en su filmografía, tan deleznables como Deja vu u Hombre en llamas, ambas con Denzel Washington, al parecer su nuevo actor fetiche. Tampoco podemos olvidar la horrible Asalto al tren Pelham 123, la cinta que Scott dirigió el año 2009 con pésimos resultados, donde también actuaba Denzel.

Imparable (Unstoppable, EEUU, 2010) es una efectiva cinta de acción y tensión, que centra casi todo su metraje en ver cómo los personajes se desviven por detener un tren de carga que va directo a una catástrofe en el poblado de Stanton, en cómo Denzel Washington, el veterano maquinista de tren que acaba de ser dado de baja, y su nuevo e inexperto jefe, Chris Pine, van a limar asperezas laborales y personales para así juntos lograr detener al tren en marcha. A Tony Scott no le interesa desarrollar el perfil de los personajes dentro de la crisis, sino apenas esbozarla y centrar todo el filme en la generación de adrenalina sobre el posible accidente que costos millonarios.

Esta cinta de Scott no pretende aportar más a las ya famosas cintas sobre trenes en marcha como aquella dirigida por John Frankenheimer, sino dejarse llevar por los recursos de un montaje enfebrecido, que va desde todos los intentos por detener el tren hasta los mensajes por radio desde la central de trenes por una calmada Rosario Dawson. Imparable es la típica película que retrata cómo personajes comunes y corrientes se convierten en héroes debido al motor de valores éticos propios del espíritu estadounidense de la corrección. Pero escatimar en esta sutil ideología de lo cívico es darle más problemas a una cinta menor que no tiene mayor pretensión que mostrar a dos tipos deteniendo un tren mortal. Igual resulta una película de acción que se puede ver dentro de todo lo que ha venido haciendo a la mala Scott.

26.1.11

El descenso parte 2 de John Harris















The descent 2 propone a Shauna MacDonald (Sarah) volver al trauma de la sobrevivencia dentro de unas cavernas habitadas por mutantes. La película comienza exactamente donde acaba su antecesora: Sarah es encontrada en shock y llevada a un hospital donde será interrogada en vano por el comisario y su ayudante, pues ha perdido la memoria. Convencidos de que hay más sobrevivientes entre las excursionistas que se adentraron en las oscuridades de las cavernas, deciden llevar nuevamente a Sarah con los rescatistas, e indagar junto a ella qué es lo que pasó en esos dos días de desaparición.

El descenso 2, primera película de John Harris (editor de cintas como Kick ass y 127 hours), maneja los mismos recursos que la lograda primera parte: personas que son asesinadas en diversas circunstancias por los repulsivos habitantes de las cuevas, momentos de suspenso y sorpresa, ataques que de alguna manera se vuelven predecibles y modos de supervivencia gracias a linternas y a escapes entre las piedras.

Si la primera película lograba armar una atmósfera de desconfianza entre las muchachas víctimas y a partir de la visibilidad de los mutantes que poco a poco se van haciendo más temibles; en esta secuela ya no es necesario enfatizar estos puntos, sino hacer un poco más truculento el modo en que Sarah pasa de víctima a sospechosa. Si la anterior El descenso se ganaba un espacio entre el cine de protagonistas mujeres invencibles, aquí se sigue en la misma vena pero con un final un poco más desencantado, que anula esa "superioridad" femenina. La complicidad del final (cosa que no voy a revelar) deja, al final de cuentas, un sabor amargo.

El descenso 2 es una secuela con buenos momentos, efectiva en extender el relato de la supervivencia en un medio que ya conocemos, pero predecible en sus ataques y defensas.

25.1.11

Muerto de amor de Edgardo Guerra















Niños de la calle, música chicha, marginales en la convulsionada Lima de los ochenta, terrorismo y sus víctimas, son tópicos que motivaron la temática social en los primeros cortometrajes de Edgardo Guerra como Manos pequeñas, Chicha pa' todo el mundo (con Chacalón y la Nueva crema) o El enigma de los santos. En esa búsqueda se ubican cortos más personales como Un otorongo en Lima, Impecable soledad (sobre Lucho Hernández) y Para vivir mañana: Enrique Verástegui.

Por otro lado, Guerra dirige el mediometraje Ciudad dorada, una historia de amor filial en medio de una invasión en la periferia de Lima. Luego dirige un antecedente directo de su primer largoemtraje, el corto Fast love sobre un guionista, quizás su alter ego, que atraviesa una crisis amorosa, donde ya el cineasta delata una inclinación por la comedia.


Al parecer cansado de tanta trama social, Guerra comentó que Muerto de amor (Perú, 2002) surgió de una autorreflexión: "Tenía que hacer otro tipo de cine. Sentía que debía indagar sobre mi relación con los demás, con el mundo. ¿Por qué me enamoro de tal persona? ¿Qué hace que dos seres humanos se unan? Tal vez algunas preguntas existenciales. ¿Qué sentido tiene estar en Lima? ¿Por qué vivimos de tal manera?".

Pero Guerra no se queda en esas conjeturas sino que añade que su ópera prima es "la historia de transformaciones, de tolerancias, de dar sentido la vida en una ciudad tan gris como Lima. Las relaciones humanas en Lima son autoritarias, con dosis de humor y cierta diplomacia. El papel de la mujer está muy relegado. La mujer respira por el hombre. Pero esto está cambiando. El guión refleja este cambio".

Lo apuntado señala un hecho extracinematográfico, pero que tras la visión de la película,que comprueba que muchas veces no se suele plasmar con acierto en la pantalla lo que se ha previsto en un guión y que aquellas preguntas celestes no consiguen lamentablemente una respuesta.

El argumento se ciñe al amor loco entre dos personalidades disímiles. Un exitoso y moderado broker de la bolsa se enamora de una hippie desprejuiciada y rebelde, choque que al final de cuentas desencadena un entorno inestable y de enredos.

Desde el primer encuentro, Guerra predice con firmeza un choque entre estos dos temperamentos opuestos, ambos comprometidos con sus respectivas parejas y con estilos de vida diferentes. Pero en la marcha se percibe que Muerto de amor carece de disensión entre espíritus irreconciliables pero donde existe algún tipo de atracción. Por ello, si bien se inspira en el screwball comedy, este halo apenas se asoma con contundencia. Entre Diego Bertie y Vanessa Robbiano falta más de amor-odio, de tensión sexual.

También algunos personajes secundarios se someten al agotamiento: Kimba (Carlos Alcántara), un arisco punk subte, que aparece como antagonista, contraparte ideal del yuppie protagónico; así como los roles de Karina Calmet, Fabrizio Aguilar, Paul Vega o el póstumo de José Enrique Mavila.

El filme es extenso, más de dos horas de metraje, y posee una condescendencia en el montaje, que dilata más la historia y que no evita una de las secuencias más vergonzosas de la cinta: una disparatada huída de una clínica llena de gags y slapstick fuera de lugar. Lo rescatable es la fotografía de Alberto Arévalo y la dirección artística de los Arias & Aragón, que le dan el toque "arti" a la puesta en escena (a veces kitsch).

Guerra señaló que el "guión no quería entrar en profundidades sociológicas, pero hay un intento de mostrar que el hombre puede tener una parte oscura, muy fuerte y ambiciosa, pero que el amor puede cambiar. Tal vez sea este el mensaje esperanzador". El filme al final de cuentas no va por ese camino, ya que puedo convertirse en una sátira de poses de la juventud limeña de clase media, con sus desatinadas interpretaciones del mudno new age, la filosofía oriental, hippismo finisecular y demás lastres de la mal llamada generación X. (Publicado originalmente en la revista Quéhacer).

24.1.11

El forastero de Fico García





















Como por arte de magia chamánica, Federico García, el director peruano más prolífico durante la ley 19327, autor de obras tan disímiles como Túpac Amaru, La manzanita del diablo y La yunta brava, consiguió que la productora de Miguel Bosé se interesara en un proyecto de carácter insólito. El forastero se estrenó a mediados del año 2002 en España y tuvo una pobre repercusión en la prensa y en la crítica especializada.

Un E.T. rubio y adonis, procedente de un lugar donde la perfección ha superado a los valores esenciales, llega a un pequeño pueblo de Paucartambo, donde conviven variopintos vecinos, con el objetivo de reinstalar en la tierra la civilización tecnológica de su planeta, poblado por máquinas perfectas carentes de humanidad. Un alienígena bien parecido que cuenta con poder biónico en los ojos, miradas asesinas de rayos láser, un ovni hecho de luces, facultad para que vasos de chicha de jora hiervan solitarios sobre las mesas, o don para que los muertos regresen de la muerte cual Lázaros.  El universo de El forastero  (Perú, España, 2002) es disparate puro, desde la simple premisa argumental del alienígena perdido en la tierra hasta la metáfora del mesianismo.

Nadie va a creerse la payasada de la condición humana o la crítica hacia los intereses del  primer mundo, ideología que quedaría sofocada por la ingenuidad que opaca cualquier pretensión. Por ello, las declaraciones que diera Federico García, donde señaló que "espera  que la película mueva al cinéfilo a meditar sobre un segmento de la realidad que compartimos en un mundo heterogéneo y globalizado", me parecieron parte de los diálogos de algún personaje de su estrafalario guión.

El forastero es una película mala, pero eso no evita que valore elementos que la hacen una experiencia "chocarrera". Fico García evoca a iconos o fantasías del imaginario gay propios de Pierre et Gilles, al poner al bailarín Nacho Duato, corriendo con algo de dificultad con aire de mártir en medio de un campo de flores amarillas como preludio a su encuentro con los humanos, imagen algo pastoril frente a la toma de Duato desnudo en medios de ruinas y centellas.

La tosca puesta en escena, las mala actuaciones y los descabellados errores de continuidad, que pueden pasar como descuido pero también como malas elipsis, quedan sublimados frente a los diálogos que parecen arrancados de los labios de Nemesio Chupaca. Fico García es ingenuo al hacer que sus personajes comenten sobre el materialismo dialéctico, que Duato sea una suerte de Cristo que come cuy en su última cena (al modo de los cuadros de la Escuela cusqueña) o que realicen una defensa de un indigenismo anémico. El forastero es una copia defectuosa sin el delirio de un The man who fell to earth con David Bowie, o de la ciencia ficción incrédula de un Starman. Este intento en el cine peruano en el género fantástico deja un sabor amargo. (Publicado originalmente en la revista Quéhacer).

23.1.11

Django, la otra cara de Ricardo Velásquez





















Django, la otra cara (Perú, 2002) se hizo con la diligencia de un telefilme. Y esa rápidez no le ha permitido ser más que una rústica gimnasia de cámara sin rigor ni fuerza expresiva. Realizada en video digital, esta ópera prima de Ricardo Velásquez, hombre de teatro con experiencia en la asistencia de dirección, relata entre el biopic y el policial, parte de la vida de Orlando Hernández "Django", famoso asaltante de bancos de los años setenta, quien ofreció su historia a Inca Films, la empresa productora de la cinta.

Narrada a través de un gran flashback, que incluye otros breves, el filme narra el antagonismo entre Django, encarnado por Giovanni Ciccia, y el teniente Maco, interpretado por Sergio Galliani, perseguido y perseguidor, amigos desde la infancia y cuya amistad se rompió por una mujer (Tatiana Astengo). Pero también Django sostendrá un fogoso romance con la Chica dinamita (Melania Urbina) y robarán al alimón, al mismo estilo que Bonnie and Clyde, pero guardando las distancias cinematográficas del caso.

Velásquez aborda la cinta con los parámetros del policial, aunque sin transgredirlos o innovador, lo que ya es mucho pedir. Tiene más semejanza en su ritmo con Johnny Diez pesos, que con alguna cinta de Lorenzo Lamas, para ser algo irónica.

Como si una máquina midiera la tensión de las situaciones, la variación entre las secuencias de acción y las familiares o íntimas se sucede de modo automático. A Django, la otra cara le falta oficio. La iluminación uniforme, los personajes planos, algunos flashbacks que propician confusión por su indefinicion técnica (ya que pasan del color a un ligero sepia), el uso de la música salsa como himno de las barriadas y marginales, y algunas aureolas en las cabezas de los actores por el transfer del digital, aseguran asperezas técnicas evidentes.

Su juego de estereotipos no llega a cuajar del todo, ya que se nota a algunos héroes como meros sujetos de acción (el bandido, el policía recio, la esposa abnegada, la atrevida valiente). La idea de conquistar un público ávido por un cine más de género, que se supone ávido a escena de violencia, sexo y acción se ve frustrada. Un policial trillado como para la televisión.
(Publicado originalmente en la revista Quéhacer)

22.1.11

La bête de Walerian Borowczyk






















"Los sueños inquietantes son realmente una locura pasajera", esta frase extraída del Diccionario filosófico de Voltaire sirve de epígrafe a La bestia (La bête, 1975), largometraje francés del polaco Walerian Borowczyk, una película de corte erótico que narra de manera muy inusual el manido mito de la Bella y la bestia, y cuyo tratamiento refleja un entorno de fantasías y sueños sobre la atracción tabú y demás parafilias con un cuidado sentido del humor. 

La bestia comienza con los créditos sobre fondo negro y que son acompañados por una banda sonora de relinchos y gemidos de caballos. La primera secuencia nos muestra, a través de varios primeros planos, el apareamiento de un caballo semental y varias yeguas, en un acto dirigido por uno de los protagonistas del filme, como parte de sus actividades diarias en su residencia aristocrática. Desde estas primeras escenas, Borowczyk advierte los motivos del filme, relacionados a la bestialidad, lo exacerbadamente fálico y el ojo a la caza del fetiche.

La historia trascurre a mediados de los años setenta en los alrededores y dentro de un castillo del siglo XVIII, donde habita el Conde de la Esperanza y su hijo Mathurin, quien debido al cumplimiento de un testamento, debe casarse con la estadounidense Lucy a quien no conoce, una rubia de afán adolescente que llega desde su país acompañada de su tía devota de los comentarios snobs. Los previos de la boda implican que Mathurin sea bautizado por un cura de elocuente perfil pederasta (quien besa y acaricia a sus dos acólitos) y que sea ataviado por su propio padre, quien lo afeita y acicala como si fuera un incapaz. Mathurin, pese a su madura edad, aparece como dependiente de su padre, obsesionado con cuidar a sus caballos y ajeno a las motivaciones de un matrimonio por compromiso. Por su parte, Lucy se muestra dispuesta a comenzar su sexualidad con su nuevo marido, entusiasmada por la leyenda de que una mujer, antepasado de Mathurin, que vivía en dicho castillo, tuvo un encuentro sexual hace doscientos años con una bestia en el interior del bosque. Este relato y su fantasía gobiernan toda su estancia en el lugar.

Toda la leyenda de la Marquesa y la bestia rodea diversos aspectos del filme, desde los cuadros en la sala que recibe a los huéspedes, el corsé desgarrado que evidencia el ataque exhibido en un estante como trofeo, los grabados de Jean-Michel Mourea de animales que fornican con humanos entre las páginas de La doncella de Orleans de Voltaire, libro que Lucy encuentra en el gabinete de su dormitorio, objetos que despiertan el lado pulsional de esta muchacha hacia la posible consumación de su fantasía a través sólo de los sueños. Borowczyk inserta escenas del ataque a la Marquesa partiendo de una sensualidad típica del imaginario del siglo XVIII de modosidad y cándor aliado a lo edénico de la vida en el campo de una cortesana. La marquesa persigue a una oveja pero en su búsqueda es encontrada por la bestia, un animal peludo que tiene un pene grande y erecto de modo permanente. 

Otro punto interesante del filme, y que no quiero pasar por alto es la aparición de actores negros, interpretando roles de sirvientes o choferes de esta aristocracia caricaturizada (el marqués atento al hijo, el hermano del marqués en silla de ruedas, misógino y malhumorado, la hija del marqués y hermana de Mathurin, de aspecto hippie y que sólo llega a la casa para acostarse con el sirviente negro aunque sea en el ropero y el cura que duerme junto a sus dos mancebos), y que de alguna manera proyectan paralelos con la imagen de la bestia, que no me parecen del todo inconcientes dentro de la idea que tiene el cineasta en torno a lo animal y lo fálico.

De todos modos, La bestia es una película insólita dentro del cine erótico, pues patenta un lado bizarro para abordar el típico mito de la mujer que se enamora de la bestia (aquí la mujer termina aniquilando a la bestia tras el encuentro sexual), y que muestra una puesta en escena  que cautiva no con poca gracia, llena de símbolos de la pulsión y el deseo, como caracoles y babosas, los zapatos como fetiches, o los símiles del falo (una rosa por ejemplo). 

Antes de La bestia, Borowczyk hizo su carrera como cineasta en la animación, para luego interesarse por películas de corte erótico. Murió en el año 2003.

Les Jeux des Anges (1962)



Renaissance (1963)



Goto I'lle d'Amour (1968)




Theater of Mr and Mrs Kabal (1969)




21.1.11

The happening de M. Night Shyamalan















The Happening (El fin de los tiempos) muestra una vez más la ambivalencia en la que ha caído uno de los directores más prometedores de la última década: fascinación inusual por el fantástico, experimentando en sus diversas variantes, pero que en las sinuosidades de dicha búsqueda, al tratar de hallar la vuelta de tuerca perfecta, pierde el timón. Claro que M. Night Shyamalan comenzó de manera brillante su carrera (teniendo como pico más alto a El protegido, pero que desde Señales se ha visto obnubilado por su propio imaginario de lo sobrenatural, y en el intento de encontrar la fórmula inédita o insólita en el género, no le queda más que estar a la deriva de su propio solipsismo.

Un extraño fenómeno comienza en las ciudades del noroeste de EEUU, ya que al parecer un virus, disperso al aire libre, hace que las personas sientan unas ganas descomunales de matarse, luego de perder poco a poco la orientación y la conciencia. Shyamalan maneja bien todo el imaginario de la paranoia del 11 de setiembre y la obsesión de que se trata de un ataque terrorista. Pero su idea va por otro lado, ya que el atacante, el otro, pertenece al sector más marginal y salvaje del ecosistema. Trillado (sin ser plantas carnívoras, estrellas de diversas películas de serie B) pero igual Shyamalan ve originalidad en la idea y la intenta manejar.


Shyamalan ha dicho que "De alguna manera la película nos invita definitivamente a pensar en lo que estamos haciendo a la naturaleza y a todos los recursos que ésta nos da". Bien, Shyamalan ha decidido por fin hacer un filme simple, sin mayores devaneos, sin respuestas ocultistas, sin lógica científica, ni mal extraterrestre. Pero no le resulta.

El método narrativo de The Happening es distinto al que usa Shyamalan en sus anteriores filmes. Aquí ya no hay interés del dato oculto ni de asombrar al espectador. No hay aquí un Bruce Willis que se cree vivo y que va a asumir su condición de muerto. Los espectadores acostumbrados a las sutilezas se darán cuenta desde el inicio que la causa del "mal", el origen del cambio, está "en el aire". Shyamalan pone un énfasis en sus primeros cinco minutos para anunciarnos que los árboles y el viento se han confabulado esta vez para darle una lección a la humanidad. La ciudad no quedará desierta por zombies, virus, ni ataques químicos, sino por la supuesta venganza ecológica. Entonces, el cineasta desliza su relato a los cómo dejando de lado los por qué y cualquier respuesta lógica (aunque deje entrever un aspecto de lucha de poderes políticos sobre todo en una entrevista televisiva que aparece casi al final como una de las razones de este ataque).

Una ola impensable de suicidios colectivos en medio de la ciudad nos recuerda a Kairo de Kiyoshi Kurosawa, pero el ritmo y puesta en escena que asume el director de origen indio también nos recuerda a la hilarante Loft, también de Kurosawa. Como en Loft (para resumir: una escritora se muda a una causa vieja e inhóspita, donde aparece una momia. Lo que era una historia de fantasmas y momias se vuelve una comedia de situaciones con ribetes bizarros) no sabemos si Shyamalan toma el ejercicio de dirección del filme como "cosa seria". En entrevistas recientes ha dicho que con The Happening ha querido hacer un filme con reminiscencias del cine de serie B, y quizás esta intención nos haga recordar a la primera versión de La Guerra de los mundos (sobre todo por el uso del espacio rural) o a la clara afectación gore o de humor soso de algunos momentos, pero son quizás las actuaciones las nos acerquen más a esta sublimación del género. Un Mark Wahlberg inverosímil como docente con inspiración científica, una Zooey Deschanel como esposa autómata, libre de emociones mostrándose como la forzada analogía del químico clorofílico de la muerte, y un sudoroso y ambiguo John Leguizamo, que se debió quedar en pantallas un poco más de tiempo.

Hay otro punto del filme que llama la atención, como lo hiciera notar mi acompañante: una total ausencia del papel del Estado (militares, científicos del FBI, el presidente de EEUU, que se suponen estrellas del cine donde se intenta salvar al mundo, ni se asoman). Esta ausencia lograda a propósito deja en ascuas la tesis que se esboza a través de un entrevistador en una escena del filme, que quizás el Estado ha sido el causante de la dispersión del químico letal. Si bien también resulta descabellada la suposición, si sería una manera aterradora de desaparecer a todo un sistema geopolítico (Washington D.C. y Nueva York colapsados), tesis que queda en incógnita también si se pone atención a la escena final en Paris, donde también se busca aniquilar parte de su "historia" viva.

The Happening tiene buenos momentos sobre todo en el "diseño de las muertes" y cuando aparece ese personaje sórdido y típico de la ermitaña maldita, pero al final de cuentas uno tiene la sensación de que fue invitado a la performance de una mala broma.

20.1.11

Lima y valses en el cine
















Hace algunos días Lima, mi ciudad, celebró su 476 aniversario, y no miento si digo que asocio esta fecha a valses criollos y nostalgias basadas en sones de guitarra y cajón, lo que es peor aún porque jamás me ha gustado esta música. Ni una sola canción. Pero eso es lo de menos, ya que en este post intento rastrear algunas escenas en el cine peruano, donde la intención por mostrar nuestro lado más "debajoelpuente" se hace evidente en los ritmos más emblemáticos del ser limeño y costeño.

Quizás la época de oro de la música criolla se dió durante el apogeo de Amauta Films en la década del treinta del siglo pasado, ya que uno de los objetivos de esta productora fue "imponer nuestro idioma y nuestras costumbres en la pantalla", lo que se tradujo en escenas enteras de valses y otro tipo de música popular de la costa. Felipe Pinglo y Pedro Espinel se encargaron de algunos temas que aparecerían en las peliculas.

Años después, como si fuera un fetiche musical, Francisco Lombardi fue uno de los entusiastas de este género musical, colocando fragmentos de valses en varias de sus películas.

El plebeyo por Jesús Vásquez en El guapo de mi galpón (1939) de Amauta Films



Puente de los suspiros con Los Morochucos en la coproducción con México Operación Ñongos



Olga y La palizada en La boca del lobo de Francisco Lombardi
(aunque se ambienta en la sierra del Perú)



Rebeca por Arturo Zambo Cavero en Bajo la piel de Francisco Lombardi (aunque se ambienta en el norte del Perú)



El alcatraz en Tinta roja de Francisco Lombardi



19.1.11

La niebla de Frank Darabont




















Hace poco Frank Darabont subió puntos en la valoración que tengo de él por ser el director del piloto y guionista de la serie The walking dead, un conglomerado de fetiches y clichés del cine de zombis, que por momentos me parece una delicia. Sin embargo, jamás fue un cineasta al cual viera con simpleza, sino con algo de reticencia pues películas como Sueños de fuga o Milagros inesperados revelan un tufo de "amor y paz" en un contexto de EEUU conservador y asolapado (sobre todo dentro del sistema carcelario) que me da qué pensar como el caso de La niebla (2007).

The mist es una adaptación de una novela corta de Stephen King, sobre un grupo de habitantes de un pequeño pueblo en las costas de Maine, que se ven atrapados en un supermercado para evitar ser masacrados por "algo" desconocido que vive en la niebla que rodea el lugar. El argumento presenta motivos típicos de filmes emblemáticos como Río Bravo de Hawks, que inspiró también a Asalto en el precinto 13 de Carpenter o la misma La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero, películas donde un grupo de personas intenta enfrentarse y sobrevivir a un ataque externo. No sólo hay una lucha por aquello que viene de afuera sino que los dilemas de convivir con los demás en situaciones límite suponen analizar diversos tipos de conducta y tendencias humanas. En palabras de King, La niebla es una recreación de su admiración por El señor de las moscas de Golding: la formación de dos bandos y los conflictos por los modus operandi para salir de los problemas.

Primero habría que ir a las fuentes de inspiración: el espíritu lovecraftiano y la adaptación del relato corto de Stephen King. Los cuentos fantásticos de H.P. Lovecraft se caracterizan por el miedo a lo desconocido, un terror que enfrenta a los humanos hacia bestias míticas o dioses exóticos de atributos cósmicos, pero también a algo más concreto, el conocimiento científico desmesurado o prohibido. La inmensidad del mal sólo es comparable a los cambios irreversibles provocados en la naturaleza, una afrenta directa a la tranquilidad de la tierra. De otro lado, Lovecraft se figuraba así como un reaccionario, reacio a los grandes cambios y los beneficios del progreso, por eso sus miedos o apuestas más profundas eran reveladas en decenas de historias donde primaban seres enfrentados, de manera caótica o muchas veces sin frutos, a estos "otros" venidos de dimensiones insondables: una alteridad radical para temer y contrarrestar. La niebla de Darabont, tanto como la novela de King, no sólo tiene de Lovecraft la recreación de las bestias más viscosas y primitivas como materialización del horror que se desconoce, sino todo un espíritu por mantener un orden concreto, frente a tales irrupciones. No es posible la convivencia en esas condiciones.

La novela de King se publicó dentro de una serie en 1980 y, en suma, puede decirse que la versión de Darabont es fiel a un proyecto además que siempre quiso rodar, salvo el final que aparece pesimista. Pero hay aportes sustanciales: en la novela el personaje Brent Norton, el vecino abogado de Dave, no es negro, y Dave aparece como un pintor de afiches, dotándoles de cualidades artísticas al protagonista que deviene en héroe sólo en algunos momentos.

Darabont reveló en una entrevista que el Gobierno de Bush lo empujó a realizar este filme, pero al parecer el tiro le salió por la culata. Explico por qué: "Esta película surge de mi furia contra la administración de Bush. No hay dobles sentidos, no hay trampas... ésta es una película 100 % política, 100 % realizada en contra de lo que ha estado haciendo mi gobierno. Tras los ataques a Nueva York la derecha religiosa, efectivamente, esparció una profunda niebla por toda la nación para ocultar sus intereses. En medio de la bruma, la gente sólo tenía miedo porque cuanto más ignorante eres, más asustado estás. Y ese miedo es el que ha sido aprovechado por los poderosos en su beneficio". Bien, Darabont tiene buenas intenciones pero al parecer un cierto contrabando se le pasó casi silenciosamente.

En La niebla son evidentes las intenciones de volver al imaginario de serie B que produjo la Segunda Guerra Mundial o la Guerra fría pero no solamente por una afición estética y nostálgica revelada por el mismo Darabont por este subgénero: el miedo al otro, a la manera de La guerra de los mundos de H.G. Wells o Spielberg, lo oculto en el espacio exterior, el ataque mortal a la humanidad y de la cual sólo algunos "elegidos" podrán salir librados. Si extrapolamos el universo de personajes y acciones de La niebla al contexto político de Bush, ¿qué tenemos? Obviamente que la señora Carmody evocará toda esa derecha religiosa a la que menciona Darabont, volcando todo un efectismo irracional en la mente de los oportunos adeptos que capturó en medio de la crisis (que quizás puede ser el 11/9), vendedores, granjeros, amas de casa que hacen paráfrasis en desmedro de personajes como Fidel Castro, por ejemplo. Es decir, una sociedad de hombres comunes y sugestionables. Dave, en cambio, será el que encabezará la lista de los racionales, de los letrados, de los abogados, maestros, de los demócratas quizás, que pueden hacer bien su trabajo si y sólo si pueden arriesgarse a perder el miedo a lo que hay en el exterior; sin embargo, cualquier salida parece infructuosa.

Pero hay un tercer grupo, que deviene en el más significativo: el formado por el abogado Norton  y por la cofradía que lo sigue. Sin embargo hay un personaje aún más "caleta" que lleva la bandera ideológica del filme hasta Neptuno, y que es parte de este grupo de disidentes y claudicantes de vivir en comunidad: la mujer que tras el anuncio de "algo" desconocido en la niebla, decide irse sola, confrontando a sus oyentes atemorizados."He dejado a la niña a cargo del pequeño, ¿se dan cuenta? La niña sólo tiene ocho años, y a veces olvida que debe cuidarlo", dice mientras todos la miran y no tienen respuesta para su "¿No hay nadie aquí dispuesto a acompañar a una señora a su casa?". La mujer es la primera en irse y es también la sobreviviente que aparece al final, subida junto a sus dos hijos en un portatropas de la omnipotente armada estadounidense para decirle con la mirada a un devastado Thomas Jane (copia física de un Aaron Eckhart que me recuerda a ese estilo de las películas baratas de los ochenta que buscaban que sus protagonistas tuvieran un aire a estrellas más reconocidas) un YO-TE-DIJE. La mujer es la que puso en peligro su propia vida por una institución a la cual nunca se debe renunciar: la familia, y este es la falencia moral de un personaje como Dave, que se quedó en el supermercado dejando a su esposa sola. "Si hubieras hecho lo que yo, toda tu familia estaría viva", parece que dijera la mujer en el momento más políticamente correcto del filme, que tiene como banda sonora al Host of Seraphim de Dead Can Dance, terminando de destrozar así todo mi memoria musical con este grupo de la 4AD.

Es decir los verdaderos héroes del filme de Darabont son los que no tienen miedo, pero resulta una falacia si analizamos el personaje de Dave, que al final de cuentas, junto a su grupo de escape, pierde el miedo y se enfrenta al nuevo mal. Más bien parece que la moraleja no es quién tiene miedo o no, sino quién duda y quién tiene fe. No solo en Dios, si el caos es producto de su venganza, sino en la fe que desborda la señora Carmody, que en su locura fanática nunca pierde el timón. Dave mata a su "nueva" familia porque cree que Dios ha muerto, no tiene fe, la vida será imposible con monstruos mastodónticos, así, en esos términos existenciales. Una nueva familia luego del caos es imposible: mantiene a su hijo, una mujer atractiva que posibilitaría la procreación y los dos ancianos que simbolizan la tradición, la memoria y la experiencia. No, Darabont dice que todos al cadalso. De otro lado, la mujer que se salva al final nunca dudó, fue firme en su decisión y por ello merece ser salvada por los marines de Bush. La familia y la armada de Bush, una buena fórmula que se parece a Dios.

La niebla me sabe a uno de los ejercicios caletas de la propaganda conservadora que haya podido brindar hollywood en lo que va de la década. Sería imposible pensar ahora que La niebla, como La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, tuviera como protagonista al héroe negro. No, ahora el negro será el disidente (en pleno contexto pre-electoral es obvio que no se le podía poner como héroe; no es Will Smith en Soy leyenda) el que no apuesta por la colectividad y el que sólo tienta a enfrentarse a lo desconocido, promovido por una egocéntrica individualidad. (Publicado originalmente en Páginas del diario de Satán).

18.1.11

José María Arguedas y el cine peruano: sin puntos














La relación entre el cine peruano y las adaptaciones de las obras de José María Arquedas no produjo un acontecimiento feliz. Ha sido deplorable el modo en que sus obras fueron trasladadas al cine, ya sea en cortometrajes y largometrajes de inefable corte "indigenista", a excepción del cortometraje Danzak (2008) de Gabriela Yepes, que revisita el relato de Arguedas La agonía de Rasu Ñiti a través de una protagonista mujer.

Desde Yawar fiesta de Luis Figueroa (1982) hasta Todas las sangres de Miguel Gómez (1986), estos acercamientos al universo arguediano han sido traducidos a polaridades entre gamonales, latinfundistas y rebeldes y renegados campesinos en una óptica maniquea, muchas veces ahogada en reivindicaciones indígenas dentro de un sistema social que oprime e invisibiliza. Este par de cintas, por lo menos, han hecho insufrible un mundo de dinámicas culturales y tradiciciones sin color, aburridas, apagadas. Los cineastas, que alguna vez fueron devotos del espíritu de la obra de Arguedas, no empataron con una visión más "cinematográfica" y huyeron de llevar al cine una obra tan peculiar como Los ríos profundos. Es una lástima que celebrando el centenario del nacimiento de Arguedas, hoy 18 de enero, no tengamos por lo menos películas representativas filmadas de manera convincente.

Por otro lado, poco se sabe de la afición de José María Arguedas por el cine. Sin embargo, sí es conocida su valoración a los documentales cusqueños Lucero de Nieve  (1957) o Carnaval de Kanas (1956), y que falsamente se atribuye a Kululi (1961) de Luis Figueroa, Eulogio Nishiyama y César Villanueva, cineastas de la llamada Escuela del Cusco:


"Creo que nada falta en la película de que hablo. Podréis ver en ella la hondura infinita del pueblo quechua, en su grandeza salvada, sobreviviente de siglos de inútil e impotente. Sobre el más alto techo del mundo, danzando con pasos y ademán míticos, aprendidos de la imagen de las montañas, del cernícalo y del cóndor, del picaflor y de la alpaca, del oso que vive en los bosques negruscos que bajan ya a la selva. Veréis hombres semejantes en rostro y porte, a los antiguos dioses que el hombre tuvo. No contaminados, no tocados por Occidente. Bárbaros tiernos y vigorosos". (José María Arguedas, 17 de noviembre de 1957).

Es imposible que Arguedas haya hablado en buenos términos de Kukuli en el año 1957, ya que esta película narrada en español y dialogada en quechua se estrenó en 1961. Esta información ha sido reproducida al parecer por el mismo Luis Figueroa, desinformando sobre el tema. Lo que sí dijo Arguedas en una carta a los cineastas de la cinta se refiere a una de las secuencias más polémicas dentro de la representación de las relaciones de género (y aquí señalo que Kululi está valorada como película "indigenista", la primera en utilizar el quechua, protagonizada por una típica mujer de ciudad en rol de campesina de la puna, y que narra el descenso y aprendizaje de una muchacha al valle de Paucartambo, que conoce en la ruta a su amante y al Oso mítico que la atacará):

"La escena del rio entre Alaku y Kukuli aparece como que el amor de ambos se inicia luego de una violación, que es descrita con caracteres ciertamente brutales, en las que parece que se quiso exaltar el machismo del protagonista y la sensación de espanto de la muchacha. No es humano esta forma de establecer relaciones, que en seguida se exhiben como cargadas de ternura e intimidad y que  puede hacer aparecer a la población indigena como que de ese modo se aman“. (Carta a los cineastas, Lima 3 de marzo de 1961).

Trailer de Kukuli. La escena a la que se refiere Arguedas aparece en el segundo 38.


Arguedas se sintió irritado por el modo de representar el Pukllay, que en la simpleza del filme deviene en juego o "coqueteo" tras el encuentro, y que dejaba mal parado al amor y el sexo en los Andes. Pidió a los cineastas reahcer esa escena, peor la carencia económica lo impidió y la cinta fue estrenada tal y como se había filmado originalmente. Es decir, la tan mentada cinta emblemática del cine peruano caía mal a José María Arguedas, por lo menos en esa escena.

Ojalá que a partir de este centenario se tenga en cuenta adaptar de buena manera las obras de Arguedas, tal como se ha hecho con Jaime Bayly o Mario Vargas LLosa.


La agonía de Rasu Ñiti. Corto del CETUC.




Yawar Fiesta de Luis Figueroa.



17.1.11

Las películas de Ray Harryhausen


















Para empezar, Ray Harryhausen, el maestro de la animación de joyas del stop motion sigue vivo. Algo increíble, porque las películas en las cuales colaboró con su arte datan de la segunda mitad del siglo XX. Harryhausen nació en Los Angeles en el año 1920 y ya a los 29 años obtuvo su primer Oscar, junto a Willis O'Brien, por los efectos especiales de El gran gorila (Mighty Joe Young), cinta de Ernest B. Schoedsack, en la vena de King Kong.

Quizás aca lo conozcamos más por su inefable performance en Furia de titanes de Desmond Davis, ya que en pleno 1981, en un medio donde ya se habían estrenados cintas de efectos especiales de "avanzada" como Star wars y el Imperio Contraataca, para mencionar dos ejemplos, la cinta destacó por esa onda "retro" donde se muestra una artrítica pelea entre bestias y dioses mitológicos.

También entre los logros más valorados de Harryhausen figure en la cinta Jasón y los argonautas, donde decenas de esqueletos con escudo en mano conforman un ejército de ultratumba.

Harryhausen, desde Furia de Titanes, se encuentra alejado del cine,pero ha participado en diversos proyectos donde se le rinde homenaje o donde se compilan sus mejores trabajos como animador.

La pelea de los esqueletos en Jasón y los argonautas de Don Chaffey (1963)




Pelea de dinosaurios en El Valle de Gwangy de James O'Connolly (1969)



Simbad y la princesa en la técnica del "Dynarama" (1958)




Furia de Titanes, trailer (1981)


16.1.11

Los viajes de Gulliver de Rob Letterman














Es inútil hablar del destrozo que se hace de la obra de Jonathan Swift en esta cinta del  director estadounidense y animador de Dreamworks, Rob Letterman, ya que no pretende ser fiel al relato literario, sino sólo una comedia de disparates y poca lógica basada en los perfiles de los personajes. Aquí Gulliver vive en pleno siglo XXI en una Nueva York que imita ser ese mundo de juguete y de miniaturas (tal como se presenta en los primeros minutos de los créditos), donde todo se concentra en el espacio de una redacción de un diario.

Jack Black es Lemuel Gulliver, encargado de distribuir la correspondencia en un medio periodístico, sin más pretensiones que vivir el día a día y jugar el Guitar hero en horas de trabajo. De pronto, motivado por un ascenso y por enamorar a una editora de la sección Viajes, decide aceptar una comisión al Triángulo de las Bermudas, para llegar por error a Liliput, pequeño reino donde lo toman por "bestia" gigante.

Black llega a Liliput y gracias al desconocimiento de los habitantes del país en miniatura, él se hace pasar por presidente, por protagonista de las historias más inverosímiles, como  las del Titanic o Star wars. La gracia de esta cinta de Letterman está en las diferentes referencias al mundo pop de este nuevo Gulliver, algo freak, torpe, que se alimenta de la música de Kiss y de los juegos de PS3.

Si bien la historia trata de mostrar a Liliput como un lugar de seres extraños, edulcorados, propio de la vida "monárquica" de etiquetas y protocolos, a través de la caricatura y el cliché, el filme mantiene su lado desgarbado y cómico en la misma figura de Jack, un gigante panzón a quien le construyen una casa a la medida de sus necesidades (sala de cine, sala para jugar Guitar hero, cocina).

Apena la construcción de la historia de amor con Emily Blunt, de lo más antojadiza, que se enlaza con toda este mensaje  de "amor y paz" para resolver los conflictos bélicos de Liliput y los reinos cercanos. Los viajes de Gulliver queda en la anécdota.

15.1.11

Directores y videoclips



















Es usual que los videastas, los directores de videoclips, pasen al largometraje con algo de efectividad, es decir que sus logros en videos de grupos de rock de cierto prestigio les permita un paso seguro hacia la prominencia en un medio difícil, sobre todo entre espectadores jóvenes y de influencia "indie". Es el caso de Valerie Faris y Jonathan Dayton, cineastas de Miss little Sunshine,  película que obtuvo un Oscar por el guión de Michael Arndt, mérito para esta pareja que tras años de trabajar en videos y documentales de grupos como Weezer, Offspring o Smashing Pumpkins recibe cierta atención. Digamos que ambos son el ejemplo más notorio de cómo salir del anonimato mundial a la tarima de la Academia, porque la punta del iceberg de esta tendencia la tuvieron Michel Gondry, Spike Jonze o David Fincher, directores que cuentan con un marcado estilo en las puestas escenas de sus largometrajes, y aparecen como cineastas imprescindibles que trabajan en los EEUU para una generación de cinéfilos.

Sin embargo, también es de interés la incursión de cineastas reconocidos en la elaboración de videoclips, que van un poquito más allá, por ejemplo, de los famosos aportes de Martin Scorsese o John Landis a la carrera de Michael Jackson. Les dejo esta lista:



George A. Romero y Scream de Misfits




Tim Burton y Bones de The Killers de Bones. Homenaje a los esqueletos de Ray Harryhausen.



Wim Wenders y Phalus dei de Amon Dûûl II



Ezequiel Acuña y Ser feliz de Nubes en mi casa


14.1.11

Like minds de Gregory J. Read














Algunos elementos de la fiebre que produjo el Código da Vinci, que señala en algunas de sus partes un paseo histórico acerca de la fundación de la iglesia como institución y de los grupos de poder que la configuraron, son parte argumental importante en la trama de la ópera prima del australiano Gregory J. Read, quien antes había hecho documentales en su país natal.

El simbolismo de la Orden de los Caballeros Templarios y su relación con las cruzadas es la motivación principal de los jóvenes protagonistas de Like minds (nombre original de esta coproducción australiana e inglesa, que se estrenó en EEUU como Murderous intent y que aquí la vimos con el siniestro título de Mentes diabólicas), primera incursión en la ficción de Read, que dentro de los márgenes del thriller psicológico tiene paralelismos argumentales con el entorno estudiantil de El club de los poetas muertos o con el “quid pro quo” de El silencio de los inocentes, guardando las distancias de género e intenciones.

Al inicio, Like minds nos sitúa en una estación policial donde Alex Forbes (Eddie Redmayne), estudiante de diecisiete años de edad, acusado de matar a su compañero de clases, Nigel (un demianesco Tom Sturridge), mantiene interrogatorios con la psicóloga forense Sally Rowe (Toni Collete dando poco de sí), quien tratará de demostrar la inocencia del detenido. Sally no es Clarice Starling, no tiene sus sutilezas, su claridad, no cuenta con las preguntas que producen respuestas crípticas.

De otro lado, Alex quiere demostrar en cada frase que tiene la piel de cordero inteligente sin la astucia y cinismo de un Lecter. El ámbito del debate es distinto. Alex se muestra desde un inicio como inocente, y a través de decenas de flashback nos muestra su visión de los hechos, que se intercalan con las secuencias de las investigaciones que involucra a agentes de policía y a miembros de órdenes caballerescas de códigos misteriosos.

Forbes es mostrado como un joven interesado por la historia, por pertenecer a la élite intelectual de su colegio pero a la vez tiene arranques de rebeldía que se traducen en robos en los trenes o en enfrentamientos a la autoridad paterna. Su vida se ve afectada con la aparición de Nigel, quien en la descripción que hace el mismo Forbes, a través de su relato, aparece como un amante de la disección, de relatos oscurantistas y, sobre todo, como un atento estudioso de la genealogía de los templarios, a quien dice pertenecer.

Forbes acusa a Nigel de diversos crímenes, y sostiene que planificó cada uno de los hechos en los que se ha visto involucrado. Pero la propuesta de Read escapa sólo a este asunto de amistad adolescente y subordinación.

El filme se compone como un rompecabezas de dos niveles: primero, los interrogatorios en sí y en segundo lugar, lo que se desprende de ellos, la versión del mismo Forbes de los hechos. Esta versión es sugerida como la reconstrucción calculada, pues como todo thriller o filme de terror que se quiere dar a conocer como “respetable”, el desenlace debe tener su plot de rigor, la vuelta de tuerca ejemplar, que en este caso, resulta ser el develamiento de una mente prodigiosa y peligrosa.

Read tiene estilo para ahondar en la mecánica escolar, teniendo a un castillo como arquitectura del saber, donde los estudiantes del internado tienen libertades que desarrollan sus capacidades sin ayuda de maestros. Y de allí mi asociación en contraposición a la película de otro australiano, Peter Weir, pues la dimensión de la excelencia estudiantil en Read pasa por un tamiz más oscuro, de relaciones de poder (que también se acerca a la filosofía de filmes como The skulls, pero en vez de masones hay templarios).

Por momentos, Like minds puede sonar pretenciosa, ya que se siente la intención de ser un tratado sobre el interior de la mente criminal teniendo como rollo “existencial” a los templarios y a la teoría de la Gestald, una interioridad que tiene que ser casi erudita, matemática, perversa. Sin embargo, llama la atención la puesta de escena de este cineasta y sus sutilezas, pues la configuración que hace Forbes del personaje de Nigel (necrofilia, incesto, sangre fría, fanatismo, halo homoerótico) resulta interesante al tratar de darle cuerpo al mal.

13.1.11

Peores secuencias del cine peruano














Es un poco difícil encontrar evidencia en el ciberespacio sobre mis peores escenas o secuencias del cine peruano, ya que al parecer muchos cineastas ni siquiera tienen el valor de colocar los trailers de sus proezas con la cámara, o quizás quieren a como dé lugar lograr el merecido olvido. Igual, tampoco los usuarios se animan a hacerlo. Sin embargo, algo he podido armar con algunos clips y momentos.

No encontré ningún video sobre Condominio (Perú, 2007), película inclasificable de Jorge Carmona, el mismo cineasta de La gran sangre. Es una verdadera lástima, ya que este filme es una de las grandes peores películas que se haya podido producir en el país. Tres historias, narradas a modo de episodios, que transcurren en una misma residencia donde viven una anciana que cuida a su enorme hijo mayor como si fuera un bebé; una prostituta embarazada que planea con su roomie irse a EEUU; y una pareja gay que lidia con el SIDA y las bromas de sus amigas locas de barrio, entre ellas La china, encarnada por Aldo Miyashiro. Obra estrambótica como pocas con un inolvidable final "a lo peruano". Tampoco encontré nada sobre Muerto de amor de Edgardo Guerra, ya que recuerdo una secuencia circense grabada con los Arias&Aragón de lo más kitsch.


1. En Kukuli de Luis Figueroa: mientras ella se lava los pies en un río, de pronto aparece un tipo, a quien conoce por primera vez, y luego hacen el amor del modo más insípido que he visto en el cine. Parece que se quemó un rollo o algo así. Como que fue hecha al guerrazo. José María Arguedas odió esta secuencia, porque dijo que a nivel de representación dejaba mal parado el modo de entender el sexo en los Andes.




2. El final de Kuntur wachana de Federico García, aunque podría poner toda la pela, pero rescato como lo peor a la escenadondeel hacendado está atrapado en una casa mientras es perturbado por una multitud invisible, que viene a lincharlo. La puesta en escena es muy teatral, ya que aparecen planos de los pobladores en las puertas y ventanas a modo de acoso.
No encontré videos de Kuntur wachana, pero les dejo un fragmento de esta otra joya llamada Good bye, Pachacutek del hijo del mismo cineasta.




3. Un marciano llamado deseo de Antonio Fortunic. Todo en la película es una delicia del mal gusto y lo chirriante. Esta es mi escena favorita: Arrech (Christian Meier) escucha atento lo perverso que es el mundo de los labios de una rubia new age.



4. El forastero de Federico García. Por lo visto este cineasta tiene mucha atención dentro de mis escenas malas. Lástima que no encuentre muestra de su trabajo en videos de la red, sin embargo me atrevo a describir aquella escena en que Nacho Duato aparece dentro de una nave espacial, al frente de unos controles que más parecen un teclado Yamaha, para luego caer desnudo a la tierra, en medio de un mar amarillo de flores.

5. Mariposa negra de Francisco Lombardi. Se cometió el error de colocar a un Montesinos de pastiche, que le quitó a la cinta toda la solemnidad del duelo. Una de las escenas más hilarantes, pero no la hallé separada de este fragmento de la cinta en el clip que coloco.





A continuación, algunos fragmentos de secuencias muy malas,  por el modo en que han sido filmadas, que demuestran poco amor por el cine.

Ciudad de M de Felipe Degregori.



Baño de damas de Michel Katz.



De nuevo a la vida de Leonidas Zegarra


12.1.11

Atonement de Joe Wright

















Expiación, deseo y pecado (Atonement, 2007), el filme dirigido por Joe Wright, el mismo de Orgullo y prejuicio, expone no sólo el caso de la consecuencia de una mentira de una púber celosa, sino que desarrolla un juego sobre los imaginarios de los recursos literarios, los extrapola: estamos dentro de la construcción del relato autobiográfico de una escritora (encarnada por Vanessa Redgrave).

Wright enfatiza desde el comienzo del filme que estamos dentro del terreno de la invención: una adolescente escribe en una máquina de escribir su primera obra. El sonido de las teclas va a acompañar diversos momentos de la cinta, fundiéndose con la banda sonora e inclusive sirviendo de sincronización con algunas imágenes (y aquí las teclas van preparando camino al plot point del filme). Entonces, dentro de las reglas del relato, estamos ante personajes que hacen de personajes, que son gobernados por el ojo de una mujer que busca subsanar cuentas con su pasado. No solamente ha escrito una novela sino que plasma el deseo de reelaborar un nuevo pasado y de darle otro sentido.

Los diversos flashbacks, los cambios de puntos de vista, el ritmo narrativo no sólo se convierten en recursos cinematográficos del director sino en reflejo de otro plano: el de la mano que escribe o que pulsa las teclas, de la escritora que está en el deber de redactar un texto desapasionado "sin adjetivos, sin adornos". En este sentido, Atonement apuesta, dentro de su contexto argumental,  en convertirse en una narración que no puede ser del todo desdramatizada, por lo que la expiación de la autora se vuelve también un acto fallido. No existe la verdad desnuda, el testimonio descarnado, crudo. El ornamento (entendido como una suerte de subjetivación de la realidad) encuentra espacio, a pesar de que se ha querido prescindir de él. Sí que Christopher Hampton volvió a la carga con este guión pero no tanto Joe Wright.

La historia de amor frustrado que se narra en la segunda mitad de la cinta, si bien no es del todo lograda tiene motivos comunes con diversos filmes ambientados en la segunda guerra mundial, que me recuerda a algunos clásicos, sino fuera por tanto flashback. Un amor inconcluso con fondo bélico no es novedad, sino recordar a Casablanca para ser un poco didáctica, o a Douglas Sirk en A time to love and a time to die.

Pero más interesante, aunque parezca antojadizo, es relacionar la culpa del personaje de Vanessa Redgrave con la de George en Escondido de Michael Haneke. Si bien la del austriaco trata sobre la negación de la culpa, ambos personajes deben afrontar las consecuencias de actos llevados a cabo durante la niñez o pubertad. Confrontar a la infancia como un periodo donde se está más allá del bien y del mal, como lo dijera el protagonista de Atonement, donde no existe el mayor discernimiento de si se actúa con cordura, sino prácticamente a través de pulsiones o caprichos, y plantearlo como un dilema moral. ¿Son en realidad culpables? ¿Merecían todo ese desprecio? Al menos, sin llegar a ser como Escondido, Expiación, deseo y pecado vuelve a acercarnos a este problema de carácter filosófico, al menos nos asoma, como aquella abeja que quiere salir de la ventana y que invita a la protagonista a ver una nueva realidad e imaginarla.

11.1.11

El orfanato de Juan Antonio Bayona
















La ópera prima de Juan Antonio Bayona es el reverso de los filmes de terror a los que se le ha asociado. Es el acercamiento a las fauces de la locura de una madre que no encuentra a su hijo pequeño, y en este limbo están permitidos los ruidos a mitad de la noche, los relatos de fantasmas, los objetos que aparecen y desaparecen. El terror se trastoca en drama. Y en este sentido está lejos de Los Otros o de Sexto sentido, como reza la promoción, aunque compartan códigos similares.

Esta crónica sobre la desesperación y la culpa escapa con ingenio a los argumentos con elementos sobrenaturales de diversos filmes del género, pero toma de ellos las mejores fórmulas de estilo para narrar no con poca destreza los hechos ocurridos dentro de lo que fue un orfanato y de los personajes que lo habitan. La madre, Laura, encarnada por Belén Rueda, vive los mismos tormentos que la Miss Giddens que dio vida Deborah Kerr en el inquietante filme de Jack Clayton, donde aparece tan desolada como la española en una mansión de aspecto victoriano. La diferencia es que Laura está dispuesta a abrir una residencia para niños con discapacidad en el lugar donde fue el orfelinato donde la criaron, una casona en una zona alejada, si saber que este deseo removerá historias olvidadas. Averiguar de dónde surge el mal, el miedo, la respuesta a la pérdida es el quid que mueve la puesta en escena que propone Bayona, donde el fantasma del orfanato equivale a expedientes reveladores, a ex empleados con oscuras intenciones o a hijos adoptivos que salvar.

Este filme producido por el mexicano Guillermo del Toro y con guión de Sergio Sánchez recrea imaginarios conocidos de los orfelinatos malditos como en el caso de El espinazo del diablo, del mismo Del Toro, o de alguna otra película de Jaume Balagueró, para mencionar el caso español; pero sobre todo vuelve a lugares comunes universales como el de la casa embrujada, de las médium (es inevitable pensar en Polstergeits o de las puertas que se abren al más allá.

El juego infantil del ¡Uno…Dos…Tres…Toca la pared!, con el cual se da inicio al filme a modo de preámbulo, sintetiza el tipo de reglas que va a respetar Bayona: fantasías de niños, amigos imaginarios, juego de escondites, búsquedas del tesoro o el simulacro de identidades. Es dentro de estos motivos que el director inserta la figura del orfanato, que se convierte en una entidad física casi ausente, en la medida que lo ubicamos sólo como espacio del pasado o como lugar futuro imposible.

Bayona comienza con buen pie su carrera con los largometrajes, y se nota algo del espaldarazo de Del Toro, marcando distancia con la película de Aménabar, que a su manera era fiel al espíritu de la película de Clayton. Ha sido un éxito de taquilla porque ha sabido explotar los motivos clásicos del cine de terror, pero "su vuelta de tuerca" consiste en el enfoque que se le da al personaje de Belén Rueda, optando por difuminar un laberinto psicológico del dolor en una historia de crímenes y freaks, y por hacer del personaje del niño Simón una "nueva semilla del mal".

Me hubiera gustado más con un final menos complaciente, menos a la manera de N. Shyamalan, con el personaje del marido menos convencional, con el faro malogrado para siempre; pero Bayona ha sabido construir un relato con dos lecturas posibles: la del drama interior de una mujer y la de unos pequeños fantasmas que quieren que los ayuden a descansar en paz.

10.1.11

Hereafter, Más allá de la vida de Clint Eastwood















Más allá de la vida (EEUU, 2010), es una cinta atípica en el cine de Clint Eastwood, y que se aleja un poco de los tópicos fílmicos al cual nos ha acostumbrado en los últimos años. Cuenta tres historias de carácter sobrenatural que se van hilvanando. Una periodista francesa que sobrevive a un tsunami en Asia, un médium que trabaja de obrero en Dan Francisco y un niño londinense que quiere contactarse con el hermano gemelo que acaba de perder. Si bien el modo en que Eastwood filma cada historia, es decir, un toque medio edulcorado para “graficar” este espacio del más allá (sobre todo por una banda sonora media kitsch y fresona y por unas referencias medias melosas a Dickens), sus intenciones en torno a cómo se van compenetrando los personajes en diferentes puntos del planeta van aflorando conforme nos vamos acercando al final. No creo que Hereafter sea, en este sentido, una cinta fallida.
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Más allá de la vida (EEUU, 2010) tiene una de las secuencias más bonitas del cine estadounidense reciente, y que de alguna manera sintetiza de modo casi metafórico el modo en el que el cineasta va a abordar el tema de las conexiones entre las personas en un "aquí".

Matt Damon tiene el don de contactarse con los muertos a través del tacto; toma las manos de las personas para así saber, a través de ellas, qué les quieren decir los familiares ausentes. Condición ante la cual podemos argüir que el personaje de Matt Damon está vedado para tener contacto físico con las personas (sobre todo mujeres, si tenemos en cuenta que es guapo y joven), pues corre el riesgo de ver muertos cada vez que da la mano a alguna. Para él, este don es una molestia. Es así que en una clase de cocina, brindada por un estereotípico chef italiano, conoce a Bryce Dallas Howard (Story en La dama en el lago de Shyamalan), con quien establece una amistad rápida. En la secuencia que menciono, ambos son sometidos a una prueba de sabores con los ojos vendados. Damon da de comer a Bryce centrando la escena precisamente en el efecto del gusto, en la indagación de ese sentido que recibe bocados, que los saborea y que, a la vez, habla, endulza, revela. Damon establece otro tipo de contacto sensual con su amiga, sin embargo, esto no terminará bien. Y es, al final de cuentas, que esta búsqueda de tocar una mano libre de culpa, es la que terminará en la comprensión.

En esta secuencia, que me parece lo más notable y delicioso del filme, Eastwood establece un espacio íntimo y con mucho sentido del humor basado en gestos, miradas, en planos cercanos de labios que saborean y en diálogos que van contando nuevas pistas para la interrelación. Pero eso es todo, ya que el personaje sufrirá la frustración de su don.

Hereafter responde las maneras en que los personajes se van a acercar al tema de la muerte, pero eso es casi una excusa, ya que para Eastwood, en este mundo problemático y globalizado, la intención va por mostrar cómo es que las personas se van a conectar, a pesar de todo, bajo una lógica menos sobrenatural y humana.