Hace poco Frank Darabont subió puntos en la valoración que tengo de él por ser el director del piloto y guionista de la serie The walking dead, un conglomerado de fetiches y clichés del cine de zombis, que por momentos me parece una delicia. Sin embargo, jamás fue un cineasta al cual viera con simpleza, sino con algo de reticencia pues películas como Sueños de fuga o Milagros inesperados revelan un tufo de "amor y paz" en un contexto de EEUU conservador y asolapado (sobre todo dentro del sistema carcelario) que me da qué pensar como el caso de La niebla (2007).
The mist es una adaptación de una novela corta de Stephen King, sobre un grupo de habitantes de un pequeño pueblo en las costas de Maine, que se ven atrapados en un supermercado para evitar ser masacrados por "algo" desconocido que vive en la niebla que rodea el lugar. El argumento presenta motivos típicos de filmes emblemáticos como Río Bravo de Hawks, que inspiró también a Asalto en el precinto 13 de Carpenter o la misma La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero, películas donde un grupo de personas intenta enfrentarse y sobrevivir a un ataque externo. No sólo hay una lucha por aquello que viene de afuera sino que los dilemas de convivir con los demás en situaciones límite suponen analizar diversos tipos de conducta y tendencias humanas. En palabras de King, La niebla es una recreación de su admiración por El señor de las moscas de Golding: la formación de dos bandos y los conflictos por los modus operandi para salir de los problemas.
Primero habría que ir a las fuentes de inspiración: el espíritu lovecraftiano y la adaptación del relato corto de Stephen King. Los cuentos fantásticos de H.P. Lovecraft se caracterizan por el miedo a lo desconocido, un terror que enfrenta a los humanos hacia bestias míticas o dioses exóticos de atributos cósmicos, pero también a algo más concreto, el conocimiento científico desmesurado o prohibido. La inmensidad del mal sólo es comparable a los cambios irreversibles provocados en la naturaleza, una afrenta directa a la tranquilidad de la tierra. De otro lado, Lovecraft se figuraba así como un reaccionario, reacio a los grandes cambios y los beneficios del progreso, por eso sus miedos o apuestas más profundas eran reveladas en decenas de historias donde primaban seres enfrentados, de manera caótica o muchas veces sin frutos, a estos "otros" venidos de dimensiones insondables: una alteridad radical para temer y contrarrestar. La niebla de Darabont, tanto como la novela de King, no sólo tiene de Lovecraft la recreación de las bestias más viscosas y primitivas como materialización del horror que se desconoce, sino todo un espíritu por mantener un orden concreto, frente a tales irrupciones. No es posible la convivencia en esas condiciones.
La novela de King se publicó dentro de una serie en 1980 y, en suma, puede decirse que la versión de Darabont es fiel a un proyecto además que siempre quiso rodar, salvo el final que aparece pesimista. Pero hay aportes sustanciales: en la novela el personaje Brent Norton, el vecino abogado de Dave, no es negro, y Dave aparece como un pintor de afiches, dotándoles de cualidades artísticas al protagonista que deviene en héroe sólo en algunos momentos.
Darabont reveló en una entrevista que el Gobierno de Bush lo empujó a realizar este filme, pero al parecer el tiro le salió por la culata. Explico por qué: "Esta película surge de mi furia contra la administración de Bush. No hay dobles sentidos, no hay trampas... ésta es una película 100 % política, 100 % realizada en contra de lo que ha estado haciendo mi gobierno. Tras los ataques a Nueva York la derecha religiosa, efectivamente, esparció una profunda niebla por toda la nación para ocultar sus intereses. En medio de la bruma, la gente sólo tenía miedo porque cuanto más ignorante eres, más asustado estás. Y ese miedo es el que ha sido aprovechado por los poderosos en su beneficio". Bien, Darabont tiene buenas intenciones pero al parecer un cierto contrabando se le pasó casi silenciosamente.
En La niebla son evidentes las intenciones de volver al imaginario de serie B que produjo la Segunda Guerra Mundial o la Guerra fría pero no solamente por una afición estética y nostálgica revelada por el mismo Darabont por este subgénero: el miedo al otro, a la manera de La guerra de los mundos de H.G. Wells o Spielberg, lo oculto en el espacio exterior, el ataque mortal a la humanidad y de la cual sólo algunos "elegidos" podrán salir librados. Si extrapolamos el universo de personajes y acciones de La niebla al contexto político de Bush, ¿qué tenemos? Obviamente que la señora Carmody evocará toda esa derecha religiosa a la que menciona Darabont, volcando todo un efectismo irracional en la mente de los oportunos adeptos que capturó en medio de la crisis (que quizás puede ser el 11/9), vendedores, granjeros, amas de casa que hacen paráfrasis en desmedro de personajes como Fidel Castro, por ejemplo. Es decir, una sociedad de hombres comunes y sugestionables. Dave, en cambio, será el que encabezará la lista de los racionales, de los letrados, de los abogados, maestros, de los demócratas quizás, que pueden hacer bien su trabajo si y sólo si pueden arriesgarse a perder el miedo a lo que hay en el exterior; sin embargo, cualquier salida parece infructuosa.
Pero hay un tercer grupo, que deviene en el más significativo: el formado por el abogado Norton y por la cofradía que lo sigue. Sin embargo hay un personaje aún más "caleta" que lleva la bandera ideológica del filme hasta Neptuno, y que es parte de este grupo de disidentes y claudicantes de vivir en comunidad: la mujer que tras el anuncio de "algo" desconocido en la niebla, decide irse sola, confrontando a sus oyentes atemorizados."He dejado a la niña a cargo del pequeño, ¿se dan cuenta? La niña sólo tiene ocho años, y a veces olvida que debe cuidarlo", dice mientras todos la miran y no tienen respuesta para su "¿No hay nadie aquí dispuesto a acompañar a una señora a su casa?". La mujer es la primera en irse y es también la sobreviviente que aparece al final, subida junto a sus dos hijos en un portatropas de la omnipotente armada estadounidense para decirle con la mirada a un devastado Thomas Jane (copia física de un Aaron Eckhart que me recuerda a ese estilo de las películas baratas de los ochenta que buscaban que sus protagonistas tuvieran un aire a estrellas más reconocidas) un YO-TE-DIJE. La mujer es la que puso en peligro su propia vida por una institución a la cual nunca se debe renunciar: la familia, y este es la falencia moral de un personaje como Dave, que se quedó en el supermercado dejando a su esposa sola. "Si hubieras hecho lo que yo, toda tu familia estaría viva", parece que dijera la mujer en el momento más políticamente correcto del filme, que tiene como banda sonora al Host of Seraphim de Dead Can Dance, terminando de destrozar así todo mi memoria musical con este grupo de la 4AD.
Es decir los verdaderos héroes del filme de Darabont son los que no tienen miedo, pero resulta una falacia si analizamos el personaje de Dave, que al final de cuentas, junto a su grupo de escape, pierde el miedo y se enfrenta al nuevo mal. Más bien parece que la moraleja no es quién tiene miedo o no, sino quién duda y quién tiene fe. No solo en Dios, si el caos es producto de su venganza, sino en la fe que desborda la señora Carmody, que en su locura fanática nunca pierde el timón. Dave mata a su "nueva" familia porque cree que Dios ha muerto, no tiene fe, la vida será imposible con monstruos mastodónticos, así, en esos términos existenciales. Una nueva familia luego del caos es imposible: mantiene a su hijo, una mujer atractiva que posibilitaría la procreación y los dos ancianos que simbolizan la tradición, la memoria y la experiencia. No, Darabont dice que todos al cadalso. De otro lado, la mujer que se salva al final nunca dudó, fue firme en su decisión y por ello merece ser salvada por los marines de Bush. La familia y la armada de Bush, una buena fórmula que se parece a Dios.
La niebla me sabe a uno de los ejercicios caletas de la propaganda conservadora que haya podido brindar hollywood en lo que va de la década. Sería imposible pensar ahora que La niebla, como La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, tuviera como protagonista al héroe negro. No, ahora el negro será el disidente (en pleno contexto pre-electoral es obvio que no se le podía poner como héroe; no es Will Smith en Soy leyenda) el que no apuesta por la colectividad y el que sólo tienta a enfrentarse a lo desconocido, promovido por una egocéntrica individualidad. (Publicado originalmente en Páginas del diario de Satán).