The Happening (El fin de los tiempos) muestra una vez más la ambivalencia en la que ha caído uno de los directores más prometedores de la última década: fascinación inusual por el fantástico, experimentando en sus diversas variantes, pero que en las sinuosidades de dicha búsqueda, al tratar de hallar la vuelta de tuerca perfecta, pierde el timón. Claro que M. Night Shyamalan comenzó de manera brillante su carrera (teniendo como pico más alto a El protegido, pero que desde Señales se ha visto obnubilado por su propio imaginario de lo sobrenatural, y en el intento de encontrar la fórmula inédita o insólita en el género, no le queda más que estar a la deriva de su propio solipsismo.
Un extraño fenómeno comienza en las ciudades del noroeste de EEUU, ya que al parecer un virus, disperso al aire libre, hace que las personas sientan unas ganas descomunales de matarse, luego de perder poco a poco la orientación y la conciencia. Shyamalan maneja bien todo el imaginario de la paranoia del 11 de setiembre y la obsesión de que se trata de un ataque terrorista. Pero su idea va por otro lado, ya que el atacante, el otro, pertenece al sector más marginal y salvaje del ecosistema. Trillado (sin ser plantas carnívoras, estrellas de diversas películas de serie B) pero igual Shyamalan ve originalidad en la idea y la intenta manejar.
Shyamalan ha dicho que "De alguna manera la película nos invita definitivamente a pensar en lo que estamos haciendo a la naturaleza y a todos los recursos que ésta nos da". Bien, Shyamalan ha decidido por fin hacer un filme simple, sin mayores devaneos, sin respuestas ocultistas, sin lógica científica, ni mal extraterrestre. Pero no le resulta.
El método narrativo de The Happening es distinto al que usa Shyamalan en sus anteriores filmes. Aquí ya no hay interés del dato oculto ni de asombrar al espectador. No hay aquí un Bruce Willis que se cree vivo y que va a asumir su condición de muerto. Los espectadores acostumbrados a las sutilezas se darán cuenta desde el inicio que la causa del "mal", el origen del cambio, está "en el aire". Shyamalan pone un énfasis en sus primeros cinco minutos para anunciarnos que los árboles y el viento se han confabulado esta vez para darle una lección a la humanidad. La ciudad no quedará desierta por zombies, virus, ni ataques químicos, sino por la supuesta venganza ecológica. Entonces, el cineasta desliza su relato a los cómo dejando de lado los por qué y cualquier respuesta lógica (aunque deje entrever un aspecto de lucha de poderes políticos sobre todo en una entrevista televisiva que aparece casi al final como una de las razones de este ataque).
Una ola impensable de suicidios colectivos en medio de la ciudad nos recuerda a Kairo de Kiyoshi Kurosawa, pero el ritmo y puesta en escena que asume el director de origen indio también nos recuerda a la hilarante Loft, también de Kurosawa. Como en Loft (para resumir: una escritora se muda a una causa vieja e inhóspita, donde aparece una momia. Lo que era una historia de fantasmas y momias se vuelve una comedia de situaciones con ribetes bizarros) no sabemos si Shyamalan toma el ejercicio de dirección del filme como "cosa seria". En entrevistas recientes ha dicho que con The Happening ha querido hacer un filme con reminiscencias del cine de serie B, y quizás esta intención nos haga recordar a la primera versión de La Guerra de los mundos (sobre todo por el uso del espacio rural) o a la clara afectación gore o de humor soso de algunos momentos, pero son quizás las actuaciones las nos acerquen más a esta sublimación del género. Un Mark Wahlberg inverosímil como docente con inspiración científica, una Zooey Deschanel como esposa autómata, libre de emociones mostrándose como la forzada analogía del químico clorofílico de la muerte, y un sudoroso y ambiguo John Leguizamo, que se debió quedar en pantallas un poco más de tiempo.
Hay otro punto del filme que llama la atención, como lo hiciera notar mi acompañante: una total ausencia del papel del Estado (militares, científicos del FBI, el presidente de EEUU, que se suponen estrellas del cine donde se intenta salvar al mundo, ni se asoman). Esta ausencia lograda a propósito deja en ascuas la tesis que se esboza a través de un entrevistador en una escena del filme, que quizás el Estado ha sido el causante de la dispersión del químico letal. Si bien también resulta descabellada la suposición, si sería una manera aterradora de desaparecer a todo un sistema geopolítico (Washington D.C. y Nueva York colapsados), tesis que queda en incógnita también si se pone atención a la escena final en Paris, donde también se busca aniquilar parte de su "historia" viva.
The Happening tiene buenos momentos sobre todo en el "diseño de las muertes" y cuando aparece ese personaje sórdido y típico de la ermitaña maldita, pero al final de cuentas uno tiene la sensación de que fue invitado a la performance de una mala broma.
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