14.1.11

Like minds de Gregory J. Read














Algunos elementos de la fiebre que produjo el Código da Vinci, que señala en algunas de sus partes un paseo histórico acerca de la fundación de la iglesia como institución y de los grupos de poder que la configuraron, son parte argumental importante en la trama de la ópera prima del australiano Gregory J. Read, quien antes había hecho documentales en su país natal.

El simbolismo de la Orden de los Caballeros Templarios y su relación con las cruzadas es la motivación principal de los jóvenes protagonistas de Like minds (nombre original de esta coproducción australiana e inglesa, que se estrenó en EEUU como Murderous intent y que aquí la vimos con el siniestro título de Mentes diabólicas), primera incursión en la ficción de Read, que dentro de los márgenes del thriller psicológico tiene paralelismos argumentales con el entorno estudiantil de El club de los poetas muertos o con el “quid pro quo” de El silencio de los inocentes, guardando las distancias de género e intenciones.

Al inicio, Like minds nos sitúa en una estación policial donde Alex Forbes (Eddie Redmayne), estudiante de diecisiete años de edad, acusado de matar a su compañero de clases, Nigel (un demianesco Tom Sturridge), mantiene interrogatorios con la psicóloga forense Sally Rowe (Toni Collete dando poco de sí), quien tratará de demostrar la inocencia del detenido. Sally no es Clarice Starling, no tiene sus sutilezas, su claridad, no cuenta con las preguntas que producen respuestas crípticas.

De otro lado, Alex quiere demostrar en cada frase que tiene la piel de cordero inteligente sin la astucia y cinismo de un Lecter. El ámbito del debate es distinto. Alex se muestra desde un inicio como inocente, y a través de decenas de flashback nos muestra su visión de los hechos, que se intercalan con las secuencias de las investigaciones que involucra a agentes de policía y a miembros de órdenes caballerescas de códigos misteriosos.

Forbes es mostrado como un joven interesado por la historia, por pertenecer a la élite intelectual de su colegio pero a la vez tiene arranques de rebeldía que se traducen en robos en los trenes o en enfrentamientos a la autoridad paterna. Su vida se ve afectada con la aparición de Nigel, quien en la descripción que hace el mismo Forbes, a través de su relato, aparece como un amante de la disección, de relatos oscurantistas y, sobre todo, como un atento estudioso de la genealogía de los templarios, a quien dice pertenecer.

Forbes acusa a Nigel de diversos crímenes, y sostiene que planificó cada uno de los hechos en los que se ha visto involucrado. Pero la propuesta de Read escapa sólo a este asunto de amistad adolescente y subordinación.

El filme se compone como un rompecabezas de dos niveles: primero, los interrogatorios en sí y en segundo lugar, lo que se desprende de ellos, la versión del mismo Forbes de los hechos. Esta versión es sugerida como la reconstrucción calculada, pues como todo thriller o filme de terror que se quiere dar a conocer como “respetable”, el desenlace debe tener su plot de rigor, la vuelta de tuerca ejemplar, que en este caso, resulta ser el develamiento de una mente prodigiosa y peligrosa.

Read tiene estilo para ahondar en la mecánica escolar, teniendo a un castillo como arquitectura del saber, donde los estudiantes del internado tienen libertades que desarrollan sus capacidades sin ayuda de maestros. Y de allí mi asociación en contraposición a la película de otro australiano, Peter Weir, pues la dimensión de la excelencia estudiantil en Read pasa por un tamiz más oscuro, de relaciones de poder (que también se acerca a la filosofía de filmes como The skulls, pero en vez de masones hay templarios).

Por momentos, Like minds puede sonar pretenciosa, ya que se siente la intención de ser un tratado sobre el interior de la mente criminal teniendo como rollo “existencial” a los templarios y a la teoría de la Gestald, una interioridad que tiene que ser casi erudita, matemática, perversa. Sin embargo, llama la atención la puesta de escena de este cineasta y sus sutilezas, pues la configuración que hace Forbes del personaje de Nigel (necrofilia, incesto, sangre fría, fanatismo, halo homoerótico) resulta interesante al tratar de darle cuerpo al mal.

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