31.1.11

The ghost writer de Roman Polanski













La apuesta expresiva de Roman Polanski se condensa en The ghost writer (Francia, Inglaterra, Alemania, 2010) en la neblina y vientos casi permanentes sobre una isla de atmósferas frías y húmedas que van a resguardar o arruinar el trabajo de un escritor por encargo. Espacios azules de diseño recto, lugares calmados y secos para el trabajo intelectual, sin embargo aflora el momento dudoso, la astilla molesta, la  bulla imprevista de la mano del clima. Un filme donde el ambiente, el lugar, en este caso, esta isla casi privada, crea una potencia o estigma para aquellos que la habitan. Polanski logra un filme apasionante a partir de este espacio, lejos de los recursos usuales del thriller político, sin tensiones estridentes ni golpes de acción.  Al contrario, Polanski realiza una cinta que se toma su tiempo en mostrar cómo el personaje de Ewan McGregor, periodista sin grandes pretensiones más que ser empleado por un político, ex primer ministro, dudoso para terminar el borrador de un libro dejado a a deriva por un escritor desaparecido, va descendiendo hasta la verdad.

Polanski se encarga, con mucha intuición, en dar sentido del detalle a todo el entorno doméstico de Adam Lang (un Pierce Brosnan actuando sin actuar, como siempre), el político oscuro que tiene un pasado en torno a la guerra con Irak, y que McGregor descubre de modo abrupto. Polanski utiliza una puesta en escena basada en diversos ángulos para espiar a personajes, para crear más paranoia y sensación de claustrofobia mientras se van develando secretos del pasado de aquel de quien se escribe.


Roman Polanski por momentos deforma la idea del thriller político convencional para hurgar en el lado oscuro de las relaciones de estos personajes, porque hay algo más que intereses por el poder y el dinero, tema caseros (la relación misma con Olivia Williams, punto que enrarece aún más la historia). La música de Alexandre Desplat colabora al armar toda esta atmósfera ominosa que va creando una víctima a paso lento, a un McGregor que terminará con su obra publicada y anónima a la vez, para luego tener un final digno de la mejor de las novelas. Las páginas al viento. Un Polanski recuperado que se debe repetir.

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