"Los sueños inquietantes son realmente una locura pasajera", esta frase extraída del Diccionario filosófico de Voltaire sirve de epígrafe a La bestia (La bête, 1975), largometraje francés del polaco Walerian Borowczyk, una película de corte erótico que narra de manera muy inusual el manido mito de la Bella y la bestia, y cuyo tratamiento refleja un entorno de fantasías y sueños sobre la atracción tabú y demás parafilias con un cuidado sentido del humor.
La bestia comienza con los créditos sobre fondo negro y que son acompañados por una banda sonora de relinchos y gemidos de caballos. La primera secuencia nos muestra, a través de varios primeros planos, el apareamiento de un caballo semental y varias yeguas, en un acto dirigido por uno de los protagonistas del filme, como parte de sus actividades diarias en su residencia aristocrática. Desde estas primeras escenas, Borowczyk advierte los motivos del filme, relacionados a la bestialidad, lo exacerbadamente fálico y el ojo a la caza del fetiche.
La historia trascurre a mediados de los años setenta en los alrededores y dentro de un castillo del siglo XVIII, donde habita el Conde de la Esperanza y su hijo Mathurin, quien debido al cumplimiento de un testamento, debe casarse con la estadounidense Lucy a quien no conoce, una rubia de afán adolescente que llega desde su país acompañada de su tía devota de los comentarios snobs. Los previos de la boda implican que Mathurin sea bautizado por un cura de elocuente perfil pederasta (quien besa y acaricia a sus dos acólitos) y que sea ataviado por su propio padre, quien lo afeita y acicala como si fuera un incapaz. Mathurin, pese a su madura edad, aparece como dependiente de su padre, obsesionado con cuidar a sus caballos y ajeno a las motivaciones de un matrimonio por compromiso. Por su parte, Lucy se muestra dispuesta a comenzar su sexualidad con su nuevo marido, entusiasmada por la leyenda de que una mujer, antepasado de Mathurin, que vivía en dicho castillo, tuvo un encuentro sexual hace doscientos años con una bestia en el interior del bosque. Este relato y su fantasía gobiernan toda su estancia en el lugar.
Toda la leyenda de la Marquesa y la bestia rodea diversos aspectos del filme, desde los cuadros en la sala que recibe a los huéspedes, el corsé desgarrado que evidencia el ataque exhibido en un estante como trofeo, los grabados de Jean-Michel Mourea de animales que fornican con humanos entre las páginas de La doncella de Orleans de Voltaire, libro que Lucy encuentra en el gabinete de su dormitorio, objetos que despiertan el lado pulsional de esta muchacha hacia la posible consumación de su fantasía a través sólo de los sueños. Borowczyk inserta escenas del ataque a la Marquesa partiendo de una sensualidad típica del imaginario del siglo XVIII de modosidad y cándor aliado a lo edénico de la vida en el campo de una cortesana. La marquesa persigue a una oveja pero en su búsqueda es encontrada por la bestia, un animal peludo que tiene un pene grande y erecto de modo permanente.
Otro punto interesante del filme, y que no quiero pasar por alto es la aparición de actores negros, interpretando roles de sirvientes o choferes de esta aristocracia caricaturizada (el marqués atento al hijo, el hermano del marqués en silla de ruedas, misógino y malhumorado, la hija del marqués y hermana de Mathurin, de aspecto hippie y que sólo llega a la casa para acostarse con el sirviente negro aunque sea en el ropero y el cura que duerme junto a sus dos mancebos), y que de alguna manera proyectan paralelos con la imagen de la bestia, que no me parecen del todo inconcientes dentro de la idea que tiene el cineasta en torno a lo animal y lo fálico.
De todos modos, La bestia es una película insólita dentro del cine erótico, pues patenta un lado bizarro para abordar el típico mito de la mujer que se enamora de la bestia (aquí la mujer termina aniquilando a la bestia tras el encuentro sexual), y que muestra una puesta en escena que cautiva no con poca gracia, llena de símbolos de la pulsión y el deseo, como caracoles y babosas, los zapatos como fetiches, o los símiles del falo (una rosa por ejemplo).
Les Jeux des Anges (1962)
Renaissance (1963)
Goto I'lle d'Amour (1968)
Theater of Mr and Mrs Kabal (1969)
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