20.7.11

Películas para la última carpeta
















Luego del fin de semana, era muy usual en mi escuela, ya en la primaria o secundaria, que no reuniéramos en la última carpeta para comentar las películas que habíamos visto en la televisión. Muy pocas iban al cine, así que quedaba sólo un par de alternativas, "analizar" la película del canal 2 o del canal 9: si estuvo mejor Noche de superestrenos o La Gran premiere, nombres de los segmentos dedicados a las cintas más importantes de los domingos por la noche. El gran común denominador fue que casi siempre veíamos cintas de terror, thrillers o de suspenso, lo que implicaba una cita al fondo del salón de clases en medio de un sentido de la complicidad. Películas que niñas de nuestra edad no deberían ver.

A continuación, una lista de las cintas que tuvieron conversas memorables, y que muchas veces se extendieron por cinco recreos más. Nos interesaban los temas paranormales, y aquellas cintas que pudieran provocar lazos con la realidad, es decir, las que encontraban eco en "experiencias" personales con el más allá. Todas habíamos conocido poseídos, visto alguna alma en pena y vivido de modo "tangencial" los avatares de los protagonistas. Hablar sobre cine como escape a las aburridas horas de clase.


Superstición (1982) de James W. Roberson. Sobre una bruja medieval que regresa a vengar su muerte varios siglos después. Se trata de una buena cinta sobre el tópico del satanismo y la mujer macabra. Su visión desencadenó hablar sobre brujas por semanas.



Evil dead (1981) de Sam Raimi. Una grabación rara y un libro llamado Necronomicón permitieron no sólo comentar estos temas tan oscuros de espíritus malévolos, casi entre susurros, sino que fueron el punto de despegue para terminar hablando de la Ouija y de canciones con mensajes ocultos, al revés y satánicos. La vimos con el nombre de El despertar del diablo, y evidentemente cortada para que sea pasada en horario familiar. En esa época no me importaba quién era Sam Raimi, pero sí, esta cinta me pareció brutal y de atmósferas terribles que luego no me dejaron dormir por algunas noches.



El exorcista (1973) de William Friedkin. Creo que es la película por excelencia de las conversas interminables dentro de las aulas. No sólo porque la protagonista es una púber, sino porque imaginábamos que el tema de una chiquilla poseída podría ser una posibilidad para cualquiera en el mundo católico y cristiano. También nos llamaba la atención porque se trataba de Linda Blair, la actriz de alguna manera maldita, que había terminado su carrera actuando en bodrio y medio, y porque era bonita pero sin suerte, salada ya tras haber trabajado en una cinta sobre posesión demoníaca (recuperando el mito de la extraña muerte de algunos actores de Poltergeist). 
Esta cinta fue mi trauma personal por años, debido a que antes había leído la novela de William Blatty a escondidas y confrontar eso a la versión de Friedkin, cuando ni siquiera había cumplido diez años, fue demasiado perturbador. En la primaria recuerdo que hasta reconstruíamos escenas a la hora del recreo, pero sin vómitos ni cabezas que giran 180 grados. Sólo imitaciones de una inofensiva posesión.



La profecía (1976) de Richard Donner. Para empezar, Ave Satani, de Jerry Goldsmith, se convirtió en la banda sonora absoluta de la maldad. Que los versículos de las últimas páginas de la Biblia se pudieran hacer realidad, no solo nos daba escalofríos, sino que nos invitaba a leer en voz alta aquellas palabras para luego salir corriendo del aula ante cualquier ruido extraño. Démian nos daba miedo y todo lo que pudiera reflejar o sumar el 666. Obvio que la gente se revisaba la cabeza y el cuerpo para ver si había algún indicio de la marca de la bestia. El poder de la verosimilitud. Un clásico de la última carpeta.

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