28.7.11

Scream de Wes Craven












Para empezar, Craven ya tenía un nombre ganado en la historia del cine de terror cuando dirigió Scream en 1996, una cinta slasher que a su manera introdujo vueltas de tuerca a este subgénero, dándole los giros inesperados desde la sátira y el puro golpe de miedo certero. Wes Craven es inigualable, ya que fue el mentor de películas tan indispensables para entender la psique del horror a través de Hollywood, de la mano de filmes como La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street o Shocker. Scream es un punto y aparte, ya que dilucida de modo pop y juvenil los paradigmas del cine de horror y del slasher. Es autorreferencial, irónica y para quien no quiere la cosa, también puede ser una escalofriante y calculada película de terror. 

Desde el comienzo, la cinta va a intentar ser algo diferente. Drew Barrymore, la actriz en pleno apogeo noventero (en aquellos tiempos donde ya afianzaba su participación en comedias románticas y de acción), niña maldita que se había enderezado de adicciones y desbandes, va a ser acuchillada en los primeros quince minutos del filme, acabando con la premisa del cine de terror de antaño: la actriz conocida se salva y se convierte en heroína. Drew se convertía en el detonante para los futuros crímenes de Ghostface, un asesino en serie que usa una máscara de fantasma en estado de ataque. 

Neve Campbell, una actriz canadiense que se hiciera conocida por su participación en la serie familiar Party of five, será la víctima esencial del asesino, quien la perseguirá a costa de media docena de muertos, entre ellas dos amigas de la secundaria. Craven apela nuevamente al canon de la muchacha virgen y sin malicia que será el objeto del deseo del asesino, en un entorno de adolescentes alienados, sin tutela paternal y que viven en suburbios alejados de las grandes ciudades.

Scream no solo va a parodiar de modo poco elocuente, digamos sutil, los clichés del slasher, a través de un asesino medio burlón y con fuerza descomunal a pesar de ser un ciudadano común y corriente con un disfraz barato, sino que va a hacer énfasis en la figura femenina como punto catártico de los deseos en un mundo masculinizado. Neve Campbell encarna a Sidney Prescottt, una adolescente reprimida sexualmente debido a la temprana muerte de su madre en un crimen no aclarado, cuyo novio vive chantajeándola emocionalmente con tal de que ceda algo de su represión. Este entorno sexualmente contenido (sin senos al aire, sin encuentros amorosos furtivos, sin drogas y alcohol, diferenciándose de otras películas slasher) va a propiciar cierto ambiente misógino (las continuas referencias a la madre de Sidney, el significado de las heroínas en los slasher, el rol salvador de los hombres) pese a que las muertes de mujeres sean apenas dos frente al contingente de muchachos muertos a cuchilladas por Ghostface. Sidney tendrá el apoyo de dos personajes arquetípicos: la periodista sin escrúpulos (Courtney Cox) y el policía torpe (David Arquette), quienes la ayudarán a descubrir poco a poco las pistas del asesino, quien se caracteriza por llamar a sus víctimas por teléfono y hacerles preguntas sobre su película de terror favorita desde la clandestinidad.

En Scream hay mucha referencia a los clásicos del slasher, pasando por Masacre en Texas de Tobe Hopper hasta llegar al espíritu de Halloween de John Carpenter. Sus personajes están pendientes de que el actuar de Ghostface sea igual al de Michael Myers o al de Leatherface. Su modus vivendis imita al cine, y sus reacciones tratan de desorientar al victimario. Esta cinta de la caza de un asesino, hasta el final, que es más un disparate y coherente con la libido reprimida que se ha hecho evidencia a lo largo del filme, resultó en su momento una afirmación de la creatividad de Craven y ahora es un clásico referente posmoderno del asesino en un contexto reinventado.

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