Este cortometraje peruano de 17 minutos de Iván D'Onadío tiene claras reminiscencias a Eraserhead de David Lynch mezcladas con el estilo carnal y pulsional de la animación en stop motion de Jan Svankmajer. Una pareja de jóvenes esposos, que vive en una casa de campo venida a menos, da cobijo a un bebé que encontraron o adoptaron, que los atormenta con sus llantos guturales y con sus dolencias "anormales".
El cineasta elabora en El tercero un entorno viciado, a través de una estupenda dirección de arte y fotografía (a cargo de Fergan Chávez), centrada en medias luces, sombras y colores cálidos, que van a in configurando esta suerte de hogar maltrecho. Los padres a la fuerza cuidan a duras penas a este "bebé", como si trataran de salir del letargo, lejos de sentimientos maternales o de algún vínculo emocional, allí sentados en el comedor o echados en la cama. Dan cuidado al recién nacido como si se tratara de un castigo, o un compromiso que no pueden negar.
Este tercero, un monstruo viscoso y amorfo, es el único obstáculo para la tranquilidad y su presencia ante cámaras (sobre todo por sus llantos) se hace cada vez más pesada, esquiva, espesa. D'Onadío intercala planos fijos de los esposos en sus bloqueos a las actividades cotidianas (comer, dormir, cocinar), para lograr una atmósfera de desgano, de lo feo y aburrido, con escenas en stop motion, ya sea del bebé "mutante" o de los exteriores de la casa, con tomas surreales de paisajes que se van transformando. Pero esta yuxtaposición es progresiva: al inicio nos introduce en este espacio familiar enrarecido, para luego ir mostrando poco a poco el porqué de tanta extrañeza ante la presencia del bebé en su caja. Carmen Aída Febres, quien encarna a la madre, obtuvo un reconocimiento en el último concurso de cortometrajes del Conacine 2010 por esta interpretación.
Quizás si fue una mala la idea la caracterización de los sonidos que emite el bebé, (hechos por el mismo director), ya que restan atención a otras virtudes del corto. En suma, El tercero es un buen ejercicio dentro del fantástico, que a pesar de esta idea de configurar un hogar de alteridades extremas (un hijo no deseado, sin vínculos familiares ni sanguíneos pero al que hay que cuidar) no roza lo escabroso.
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