17.2.13

Oscar 2013: Lincoln de Steven Spielberg


Lincoln (EEUU, 2012) es una raya más en la galería de películas con finales flojos pese a un metraje de interés. ¿Pero por qué Steven Spielberg echa por la borda una película de momentos logrados, en esta versión íntima y enclaustrada del personaje histórico con tanta torpeza? ¿Por qué Spielberg no dejó que Lincoln se vaya silenciosamente al teatro, dejando sus guantes de cuero sobre la mesa, ante la mirada por detrás de sus empleados, como gesto otoñal, poco triunfante, si hemos tenido ya más de dos horas de perfecta humanidad? Porque es necesario, ante la talla del personaje que se ha retratado, la reminiscencia, el recuerdo sublimado, el decoro de la historia para la reconstrucción de un episodio que dibuja las capacidades, virtudes y defectos de un líder político, ya arquetipo de lo que debe ser un presidente en los EEUU. Y esta sublimación, del lecho de muerte al recuerdo del discurso ante las masas, es lo que Spielberg añade como colofón, para así dejar la figura del icono a la posteridad, negando la muerte o la huida taciturna.
Lincoln es una película de interiores, donde Spielberg concentra la tensión de su filme en los diálogos que configuran el ambiente de transacciones y ajustes políticos en plena guerra civil americana, exactamente en 1865, cuando el presidente propone la instauración de la enmienda que prohíba la esclavitud
en el país. Spielberg se encarga de presentarnos a un Lincoln esforzado, reflexivo, sabio (un Daniel Day - Lewis impecable) dentro de una inestabilidad familiar propiciada por una esposa de luto y ansiedad permanente (Sally Field) y por la llegada de un hijo estudiante que se enrola en el ejército; y que emplea diversos artilugios, entre la manipulación, la argumentación lúdica o la simple observación como elementos para obtener votos en la variopinta cámara de diputados. 

Los mecanismos del poder, tan similares a los actuales, y la figura de un líder político avejentado y pletórico en convicciones arriesgadas para su tiempo resultan lo más atractivo del filme y que poco a poco logran desvanecerse a partir de los últimos minutos, cuando Spielberg logra justificar que la defensa de la abolición de la esclavitud más que un asunto moral, legal o como requisito hacia la modernidad, es también un resultado del amor entre diferentes (la escena de Tommy Lee Jones y su esposa). 

Lincoln, candidata al Oscar como mejor película, entre otras nominaciones, tiene la ventaja de la exacerbación de lo patriótico (como lo tiene Argo o La noche más oscura) y de ofrendar la figura del presidente desde un lado humano y a la vez mítico, pero deja la pregunta de si Spielberg va perdiendo terreno como director, o quizás esté dejando creatividad y ojo para su próximo proyecto.




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