31.5.11

Días de Santiago, una secuencia
















De pronto, un baile. Cuando aparece alguna escena de baile, en películas que no son musicales, se me revela siempre un momento de irrupción, de ruptura, de una intención de dar rienda suelta a lo corpóreo más allá de una simple presencia física: desfogue, liberación, representación de un tipo de sentimiento generacional, alienación, en algunos casos, como estilización o “pura retórica”, en otros.

Escenas de esta década como aquella de Los amantes regulares de Philippe Garrel, que me resulta absolutamente dionisíaca en medio de un contexto ya mítico, el de mayo del 68, a ritmo de This time tomorrow, de The Kinks, es un ejemplo de cómo el cineasta percibe una atmósfera colectiva con una fuerza sugerente, a través de un blanco y negro poderoso. O en como la escena de Reprise de Joachim Trier, donde una fiesta aburrida se transforma, como todas las acciones que se desarrollan en la casa durante ese momento, en un evento de festejo y catarsis bajo el influjo de Deceptacon de Le tigre.

Algo similar sucede en una secuencia de Días de Santiago, de Josué Méndez, donde el baile es asumido como fuga, paradójicamente contenida, como un amago de desahogo, lo que es imposible liberar, y que cuya forma aparece como el tiro que reprime Santiago a su padre. Pietro Sibile, tras haberlo visto solitario frente al mar, aparece ofuscado por alguna calle del centro de Lima, espacio que en otras escenas se luce absorbido por las ganas populares de la visibilidad, del reclamo y de la burla (en algunos travelling que acompañan al actor se puede leer graffitis como “Se le llama salvaje al río que se desborda pero no al cabrón que lo oprime” o “Inkarri, poder indio”). Aparece con paso apresurado, luce arrinconado por la cámara, para adentrarse en pleno de día en una de esas discotecas diurnas pensadas para muchachos y chicas de academia y colegios en plan de relajo. Y la escena se inserta dentro de un recurso que posteriormente el cineasta Josué Méndez repetiría en Dioses: la introducción de música extradiegética que se convierte en elemento de contraste.

Pietro o Santiago se desvive, salta, se agita, y con movimientos toscos pretende mimetizarse con el público danzante a un ritmo a la vista alegre y movido (¿quizás alguna canción del pop de los ochenta?) pero que el espectador desconoce. Méndez optó por enajenarnos del bullicio de la discoteca, frenar el ímpetu del momento, al usar una melodía de charango de nostalgia andina. Santiago baila, rodeado de sus nuevas amigas, y el espectador es lanzado a otro universo sonoro como distanciamiento, pero que ayuda a acercarse a la figura desolada del protagonista. (Publicado en La Ventana Indiscreta).

1 comentario:

  1. Leo esto, y recuerdo otra escena, la de "Dioses":
    http://www.youtube.com/watch?v=afQOo6_tZfk&feature=related
    (minuto 2 en adelante)
    Digamos que Josué se cita a sí mismo :)

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