1.6.11

My blueberry nights de Wong kar wai















Con My blueberry nights, Kar wai añade que hay un tipo de alma que no se puede configurar en otros espacios por más ralentis, desenfoques o luces de neón que emplee. El universo de la forma que Kar wai patentó en sus anteriores filmes, en esta cinta rodada en EEUU, es similar en su gesto poderoso, poético en sus diseños y alusiones, pero inútil para entrar en el espíritu de los protagonistas que ubico como apenas contornos de otros antihéroes del amor y desamor del cineasta hongkonés. My blueberry nights es una cinta fallida que intenta sin éxito trasladar una puesta en escena que desborda calles oscuras revividas sólo por las luces de neón, por tratar de lucir a mujeres dolidas pero que buscan nuevos bríos a partir de la nada, y por mostrar dramas amorosos oscuros y extraños a partir de las elipsis y los silencios. Todo el real y estupendo Kar wai queda en el intento, en el puro ejercicio, en una maniobra por parafrasear su universo pero desde el margen.

Wong kar wai se repite a sí mismo pero en un tono menor, como si la elección de actores, los nuevos escenarios, el inglés, la inclusión de un coguionista, la ausencia del director de fotografía Cristhopher Doyle fueran signos del desmedro. Es un Kar wai aletargado, que mide cada paso que da, que hace extrañar al cineasta de Chungking Express o Fallen angels. Se dice que esta cinta protagonizada por una desacertada Norah Jones es sólo para amantes del cine del Kar Wai; mas bien creo que es un filme para aquellos que no lo conocen, que recien aprecian el modo de narrar cadencioso, o de duermevela y detenimiento en algunos casos.

My blueberry nights hace pensar en lo intransferible de algunos códigos vinculados a los espacios y a lo cultural que hacen imposible que este cineasta adapte sus historias y sus fantasmas con originalidad a otros contextos, es como si quedara absorbido por las limitaciones de entrar a un mercado más grande, de estrellas y requerimientos. Kar wai hace todo lo posible por clonarse, por adecuar su universo a un nuevo territorio, pero resulta impostado, artificial. Por ejemplo, no es que espere que Jude Law sea como Tony Leung, o que la historia de amor tenga la intensidad y maestría de Con ánimo de amar, pero sí se reconoce en el filme una extrañeza, una pérdida, un vacío, que espero no se perciba en La dama de Shangai, el nuevo filme con Nicole Kidman y con fondos franceses del hongkonés.

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