Lo más estrafalario en el contexto en que se estrena la película peruana La vigilia es que su director, Augusto Tamayo, diga que con ella finaliza una trilogía formada por El bien esquivo y Una sombra al frente. Nada más jalado de los pelos a los ojos de aquellos que hemos visto estos filmes de época y que tras la declaración tratamos de ver dónde está la ilación o relación para configurar un universo de tres partes, de tres temas o tres símbolos, por así decirlo. No discrepo de la libertad que pueda tener el cineasta para articular los motivos de sus filmes, sus inclinaciones, intereses, filias, sin embargo, decir que estas cintas forman una trilogía suena antojadizo, tal como si Felipe Degregori dijera que Ciudad de M, Abisa a los compañeros y Todos somos estrellas conformaran una trilogía sobre la desconexión humana.
Tamayo ha mencionado que el eje de esta trilogía se centra en los diferentes procesos que lleva a reconocer la identidad a través de la otredad o de la diferencia con el otro, pero esto queda colgado, como que no me cuaja.
Tamayo ha mencionado que el eje de esta trilogía se centra en los diferentes procesos que lleva a reconocer la identidad a través de la otredad o de la diferencia con el otro, pero esto queda colgado, como que no me cuaja.
Bien, pero dejemos lo anecdótico o extracinematográfico, para entrar de lleno a La vigilia (Perú, 2010), que se inserta más en la línea de La fuga del chacal, dirigida por el mismo Tamayo en 1987, por tratarse de un filme de género y por contener persecuciones por las calles de Lima céntrica y marginal.
La vigilia es un thriller que empieza con la irrupción de alguien violento y lúmpen en una cotidianeidad metódica, simple, aburrida de un intelectual ¨burgués¨. Gianfranco Brero es un escritor, quizás historiador del arte o filósofo, que prepara un ensayo sobre las limitaciones de la libertad en su cuasi mansión limeña, donde vive a modo de ínsula. Su casa está llena de evocaciones a la figura del mal, a demonios o diablos tanto del medioevo como del imaginario popular a través de pinturas y fotografías que colecciona. Pero esa, al parecer, es la única presencia maligna, puesto que este personaje se perfila como metido en sus trabajos académicos lejos del mundo real. De pronto, una adolescente fuerte, ágil, vehemente y malcriada llega a su espacio por la puerta falsa, pues huye al parecer de unos delincuentes, razón por la cual lo secuestra y amordaza.
La vigilia describe, a través de una puesta en escena que sigue el punto de vista del protagonista-Brero, una noche de encuentro y despedida, entre este profesor, Edgardo Chocano, y la muchacha que entra a su casa a la fuerza. El inicio del filme plantea un acercamiento a la casa desde los detalles, desde los planos de los cuadros, objetos del escritorio, de la sala, que van conformando el sitio de la soledad en que trabaja este intelectual de clase alta. Una música de eco grandilocuente se deja escuchar, y es probable que sea una mención a lo que el personaje oye en esos instantes en que lo conocemos. Este primer encuentro que tenemos con el personaje advierte su gusto refinado en la música, en la escritura, en lo que bebe y come. Tamayo se muestra cómodo en esta descripción, como si quisiera dejar en claro todo el ¨background¨del personaje que no tiene nada de mediocre.
Una vez planteado el perfil del Brero, irrumpe en escena, como si se tratara de un fantasma vengativo, salido de la oscuridad, el personaje de Stephanie Orúe, tosco, decidido, aguerrido, para mostrar una dicotomía total, la chica de barrio marginal frente al intelectual parco, culto y sosegado. Este primer choque es narrado con efectividad en la medida que nos introduce en los motivos del thriller más común, del loco que encarcela a un inocente. Brero, como todo ente racional, maquina una salida consensuada con su agresora, con quien llega a entablar una suerte de empatía por lo extraño, violento y pobre. Tamayo remarca las diferencias al hacer que la marginalidad de Orúe sea por momentos casi caricatura (es como si fuera el non plus ultra del exceso marginal), sin embargo funciona en su afán de hacer de estas antípodas un juego mantenido hasta el final: viejo-joven, dinero-pobreza, Demonio-Dios, visibilidad-invisibilidad, entre otras opciones posibles. Pero a costa de sucesos con poca verosimilitud.
Lo mejor de La vigilia está en una secuencia grabada en el cementerio Presbítero maestro, en la búsqueda del objeto perdido y el acto voyerista de Brero. El sigilo, la noche oscura, el clima tétrico de un camposanto hacen posible esa fusión de Eros y Tánatos en una serie de planos logrados. Poco a poco, el personaje de Orúe, en su desfachatez y salvajismo se va convirtiendo en el objeto de estudio, se cosifica en el ojo de Brero.
Las debilidades de La vigilia están en su manejo del tiempo, es como si siempre en Lima fueran las ocho de la noche, ya que no se transmite el flujo de los minutos, es como si el puesto de DVD estuviera abierto a las dos de la mañana (yo también quiero uno encontrar uno así) o como si todo el mundo andara por Lima como si nada. Y, como señalé párrafos antes, en la caricaturización de lo lúmpen, en los pirañas de madrugada, en el metalero de la plaza de Acho, en la mujer que frié carne mientras Jesica se fuma un huiro en pose forzada.
La vigilia es un regreso discreto de Tamayo a un cine de género con motivaciones personales, de tratar de demostrar que en las dicotomías extremas están los efectos identitarios, quizás una teoría añeja en términos actuales, pero que funciona por lo menos para que el protagonista acabe su ensayo de modo feliz.
La vigilia es un thriller que empieza con la irrupción de alguien violento y lúmpen en una cotidianeidad metódica, simple, aburrida de un intelectual ¨burgués¨. Gianfranco Brero es un escritor, quizás historiador del arte o filósofo, que prepara un ensayo sobre las limitaciones de la libertad en su cuasi mansión limeña, donde vive a modo de ínsula. Su casa está llena de evocaciones a la figura del mal, a demonios o diablos tanto del medioevo como del imaginario popular a través de pinturas y fotografías que colecciona. Pero esa, al parecer, es la única presencia maligna, puesto que este personaje se perfila como metido en sus trabajos académicos lejos del mundo real. De pronto, una adolescente fuerte, ágil, vehemente y malcriada llega a su espacio por la puerta falsa, pues huye al parecer de unos delincuentes, razón por la cual lo secuestra y amordaza.
La vigilia describe, a través de una puesta en escena que sigue el punto de vista del protagonista-Brero, una noche de encuentro y despedida, entre este profesor, Edgardo Chocano, y la muchacha que entra a su casa a la fuerza. El inicio del filme plantea un acercamiento a la casa desde los detalles, desde los planos de los cuadros, objetos del escritorio, de la sala, que van conformando el sitio de la soledad en que trabaja este intelectual de clase alta. Una música de eco grandilocuente se deja escuchar, y es probable que sea una mención a lo que el personaje oye en esos instantes en que lo conocemos. Este primer encuentro que tenemos con el personaje advierte su gusto refinado en la música, en la escritura, en lo que bebe y come. Tamayo se muestra cómodo en esta descripción, como si quisiera dejar en claro todo el ¨background¨del personaje que no tiene nada de mediocre.
Una vez planteado el perfil del Brero, irrumpe en escena, como si se tratara de un fantasma vengativo, salido de la oscuridad, el personaje de Stephanie Orúe, tosco, decidido, aguerrido, para mostrar una dicotomía total, la chica de barrio marginal frente al intelectual parco, culto y sosegado. Este primer choque es narrado con efectividad en la medida que nos introduce en los motivos del thriller más común, del loco que encarcela a un inocente. Brero, como todo ente racional, maquina una salida consensuada con su agresora, con quien llega a entablar una suerte de empatía por lo extraño, violento y pobre. Tamayo remarca las diferencias al hacer que la marginalidad de Orúe sea por momentos casi caricatura (es como si fuera el non plus ultra del exceso marginal), sin embargo funciona en su afán de hacer de estas antípodas un juego mantenido hasta el final: viejo-joven, dinero-pobreza, Demonio-Dios, visibilidad-invisibilidad, entre otras opciones posibles. Pero a costa de sucesos con poca verosimilitud.
Lo mejor de La vigilia está en una secuencia grabada en el cementerio Presbítero maestro, en la búsqueda del objeto perdido y el acto voyerista de Brero. El sigilo, la noche oscura, el clima tétrico de un camposanto hacen posible esa fusión de Eros y Tánatos en una serie de planos logrados. Poco a poco, el personaje de Orúe, en su desfachatez y salvajismo se va convirtiendo en el objeto de estudio, se cosifica en el ojo de Brero.
Las debilidades de La vigilia están en su manejo del tiempo, es como si siempre en Lima fueran las ocho de la noche, ya que no se transmite el flujo de los minutos, es como si el puesto de DVD estuviera abierto a las dos de la mañana (yo también quiero uno encontrar uno así) o como si todo el mundo andara por Lima como si nada. Y, como señalé párrafos antes, en la caricaturización de lo lúmpen, en los pirañas de madrugada, en el metalero de la plaza de Acho, en la mujer que frié carne mientras Jesica se fuma un huiro en pose forzada.
La vigilia es un regreso discreto de Tamayo a un cine de género con motivaciones personales, de tratar de demostrar que en las dicotomías extremas están los efectos identitarios, quizás una teoría añeja en términos actuales, pero que funciona por lo menos para que el protagonista acabe su ensayo de modo feliz.
hola, soy un espectador comun o corriente y vi la pelicula la semana pasada.
ResponderEliminarsenti desde las primeras tomas una transportacion a una concepcion de la vida del primer personaje llamado chocano, la cadencia de las tomas de todo su alrededor, cada una de ellas me llevan a una apacible quietud, intelectualidad y ademas estatus que queda muy bien descrita desde la primera toma de la mansion que nos presenta tamayo.
sin embargo la interrupcion del personaje de jessica en la escena creo que podria haber sido mas trabajada, se que augusto deja mucha libertad a sus actores y eso es bueno como director sugerente pero creo que a veces tiene que ser un poco mas tirano en estipular algunas escenas sobre todo las que van a cambiar el ritmo y la cadencia de la estructura gramatical, y no hablo sobre las tomas sino como historia,pero aun asi es atrapante, me parecio curioso ver que siendo una pelicula cadenciosa la intriga es atrapante, no quiero hablar sobre los actores pero si como pelicula y es que siento que no son de estas que debas dar una opinion ni bien sales del cine, por que tus opiniones comienzan a cambiar conforme pasan los dias, despues de estos dias, ves lima desde otro angulo, y ves las diferencias sociales con otros ojos mas concientes y algunas invisivilidades salen a la luz con elementos clasicos puestos en la pelicula como el lenguaje entre chocano y jessica.
es curioso el modo en que chocano encuentra darle cierta adrenalina a su monotoma vida, y augusto lo pone a tal punto de cuestionarse "el que hago yo aqui" sumado a la escena en el que sale a relucir un angulo voyerista y no se acaba hasta que aun asi decide despues de todo ir al morro solar para no sentir como algo inconcluso, una dialectica interna entre una especie de "quiero ser participe de esta conclusion" y "que va a pasar con esta historia de adrenalina en el que se ha sumergido concientemente y a la vez inconcientemente", y nuevamente toma con libre albedrio la desicion de ir a buscarla o rescatarla que es un sentimiento que por momemtos tiene este personaje, como en la escena de la llamada por telefono a la comisaria.
y un final con un pequeño sabor amargo, por otro angulo reflexivo, y por otro insatisfecho.
hay un personaje que me parece muy fuete en su actuacion y mas aun al final que es el que da el desenlace llamado jesus el marido de yesica, un poco flotante a nivel de historia pero con mucha fuerza, creo que tamayo a nivel de historia hubiera podido aprovechar mas a este personaje que en las pocas tomas que tiene buena actuacion,la escena en que se hacerca a chocano es muy aterradora, y como el hay otros un poco flotantes que quizas sea la propuesta dramaturgica, pero que sin lugar a duda te deja ciertos vacios o espacios que quizas se le obliga al espectador a llenar imaginariamente.
los dejo...
nash
Hola Nash:
ResponderEliminarAhora que lo mencionas estuve pensando en la manera en que el cineasta también muestra esta sensación que tenemos los lectores cuando nos atrapa un buen relato, de no dejarlo hasta terminarlo, y este deseo de continuar lo inconcluso como dices (la historia de Jessica y su objeto) queda evidente en la figura de Chocano, cuando él decide regresar con la muchacha y buscarla en el Morro solar. Sobre todo si tenemos en cuenta al personaje que es un escritor, ya ensayista, literato o filósofo, pues me da la idea que le da a su experiencia el carácter de las partes de un discurso fílmico o literario. El quiere seguir a la muchacha porque tiene el deber de terminar la historia, mas allá si el desenlace figure como forzado, antojadizo o fácil.