17.11.10

Función macabra de Diego Vizcarra

Función macabra (Perú, 2010) tiene una historia simple. En una sala de teatro, un hombre, quizás actor, político o presentador, trata de decir algo a un público malcriado, que lo recibe con indiferencia o con alguna fruta podrida. Estas reacciones del público resultan hilarantes (por lo simplonas y además porque jamás  vemos a los agresores, sólo se destaca lo que le lanzan al personaje en el escenario, u oímos lo que dicen), y tienen pues un carácter evasor del discurso que el protagonista desea comunicar. Al parecer, el público no quiere palabras sobre la naturaleza del hombre moderno, el deterioro del medio ambiente o la hostilidad de la vida en comunidad, sino un espectáculo más usual con los tiempos de magalización y los reallity. El personaje quiere insistir con su discurso y sale una y otra vez al escenario, a pesar de los golpes, los insultos, el atropello. Ante tanta humillación, el frustrado orador realiza un inusual acto de venganza.

Función macabra, por el mismo hecho de trabajar con la técnica del stop motion, aprovecha este recurso para hurgar en lo grotesco, en el absurdo.  Transpone seres humanos a formas o fragmentos de lo "humano": un cráneo o una cabeza que va a ir mutando, de piel a hueso, de hombre a cyborg, para lograr un desequilibrio de las proporciones. Esta degradación cae a pelo con una crítica a la basurización. Ojo con la música original de Tomás Tello. Función macabra es un buen trip.

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