19.10.10

Octubre de Daniel y Diego Vega












Los personajes usureros en la literatura siempre llamaron mi atención por ser ejemplos poco gratos de aquello que se llama "sacar ventaja" de la desgracia ajena.  Desde la Elena Ivanovna de Dostoieksvi hasta los Torquemada de Benito Pérez Galdós. Del drama más existencial al folletín, el usurero siempre ha sido tomado como un modo de supervivencia hostil en un mundo donde no hay mejor alternativa que el usufructo desmedido, la informalidad del crédito, el Monte de Piedad cobrado en los intereses atmósfericos y la deuda eterna. Por otro lado, recuerdo usureros cinematográficos como El prestamista de Sidney Lumet o el protagonista de la coreana Breathless, pero que se encuentran en el polo opuesto de la construcción propuesta por los hermanos Vega en Octubre (Perú, 2010). Por eso, justifico mi mención a los usureros literarios, al espíritu de su antítesis, porque es lo que más me provoca recordar tras ver esta ópera prima sugerente sobre la transformación de un hombre con pocos escrúpulos en un milagro de octubre.


Clemente (Bruno Odar), usurero en un barrio tradicional de Lima, afecto a los prostíbulos y a fijar una tasa de 20% de interés por sus préstamos, cambia su rutina tras la llegada abrupta de una bebé, a quien debe proteger porque no sabe si se trata de una hija concebida con una trabajadora sexual. A este nuevo problema, se le une la búsqueda sin frutos de la madre, una tal Cajamarquina, y los regodeos impropios y modosos de su vecina  (Gabriela Velásquez), quien le ayuda con el cuidado de la bebé.

Los hermanos Vega, a través de una puesta en escena centrada en una seguidilla calculada y ordenada de planos fijos, nos muestra un entorno típico de los barrios empobrecidos de Lima, la ciudad vieja que mantiene aún creencias como la de El señor de los Milagros, donde los hombres sin amor van a la caza de prostíbulos, y los atisbos de olor a humedad y a cosa vieja son transmitidos en cada plano de esa casa donde pueden llegar a dormir tres en un sofá de sala.

Clemente es uno de los personajes más logrados y complejos que ha dado el cine peruano a pesar  de sus pocos diálogos. Su apariencia, sus gestos, su frialdad son reflejo casi de los espacios que habita, de su casa monocorde, de su aspecto frente al televisor, de sus pocos momentos de introspección.

Octubre es quizás la película peruana que más ha logrado reflejar ese espíritu de una Lima de arrabal, asbolutamente deformada y abusada en otros filmes nacionales; aquí los hermanos Vega  dan vida coherente a los bares de mala muerte, a los cuartos en quintas de un solo caño, a las calles de barrio olvidado. Lima resulta envejecida, ajada, y acorde con los personajes como el de Carlos Gassols, por ejemplo. 

Y el final, que pronostica una conversión, una huida o encuentro a contracorriente en medio de un mar de fieles en plena procesión, es la cereza en una película notable que goza de un sentido del humor negro nada cargado, sino incluso basado en triquiñuelas de nuestro acervo popular. Ojalá dure más en cartelera.








1 comentario:

  1. Hola Mónica,

    A mí no me gustó esta película peruana, a pesar de que éstas son unas de mis preferidas porque mis percepciones se intensifican por toda la información que reconozco (sonidos que solamente se escuchan en el Perú, las bocinas, el ruido en el trasfondo, los tacos de alguien caminando por la calle, la comisaría, la decoración de los interiores de las casas), puesto que soy peruano y limeño, y así puedo profundizar más en el sentido de las escenas y sentir mejor las emociones. Pero es este punto en la película justo el que me deja con una sensación de haber visto una película en la cual se utiliza, en mi opinión, sin mucho sentido y excesivamente sin importancia, los entornos, el contexto del momento, las calles, el tráfico de la ciudad, los barrios no olvidados, claro que no, sino que transformados por los jóvenes que ahora pululan por allí (muestra de ello son los grafitis, esa parte de la ciudad se muestra como una Berlín de Sudamérica), para darle movilidad a la narrativa. Claro, es interesante que un director utilice esos elementos, y deje en segundo nivel los diálogos, con encuadre en planos fijos para que el espectador siga la secuencia de las escenas estimulado principalmente por el entorno (sonido, decoración). Un ejemplo en lo que discrepo es la escena en la que Clemente está en una avenida (creo que es la av. Abancay) solo y ensimismado, y luego, en la siguiente escena aparece en su casa, y le dice a su vecina que ya no la necesita para cuidar a la bebé. ¿Con qué intención escenifica a Clemente en ese lugar, para mostrarnos una vez más lo caótica que es la ciudad? Ya sabemos que Clemente está en un enredo, como los atolladeros que se arman en esa contaminada avenida. Por ello mi discrepancia, hasta casi el final se utiliza los espacios sin un propósito claro más que para ambientar sin sentido y darle gracia, vida a la película.

    Bueno, mi punto es que le faltó pulir más el sentido que quería conseguir con los sonidos y escenarios para que complementen con las acciones (pasivas) de los personajes, pues aquellos elementos se rebalsan de la intención de muchas escenas.

    Por otro lado, pero ya esto es algo más atrevido de mi parte, me parece que se pudo haber hecho más evidente algunos momentos en los que el acervo popular está como deambulando y despreciado, tal cual el billete de 200 soles de Santa Rosa de Lima, pues ésta es una Santa del mes de Agosto y como que está fuera de lugar, trayéndole mala suerte al prestamista hasta que se deshace del billete. O por ejemplo explotar más la ubicación en el tiempo de la película, es decir, el mes morado, ahí hay mucho por sacar y aprovechar, aunque bueno tú lo mencionas, es el mes de los milagros; y aunque no comparto la opinión que tienes sobre la moral de Clemente, puesto que como dice uno de los personajes (ese que se cachuelea rellenando Geniogramas) ‘mejor que un banco’; ‘yo confío en ti’; parece que Clemente efectivamente ha sufrido un cambio, pero que el espectador debe construir fuera de la sala, este final sí me gustó. Y qué me dices de la vecina de Clemente vendiendo sus turrones: para qué se quiere mostrar un típico mercado de Lima, con su vendedor chismoso, cuando el producto que justifica la escena podría ser mejor explotado. Ojo que solamente quien conoce, no necesariamente los peruanos, que los turrones son típicos en el mes del Señor de los Milagros podría atisbar la idea de esa acción, que no sé cuál sería la diferencia de ir a comprar pan para el desayuno; pero un extranjero que no conoce esto, se preguntará qué es eso que se llama ‘turrón’. Esto último te dice lo excesivo en el uso del sonido, escenarios y folklore sin un sentido claro.

    Bueno, lo siento por la ampliación. Te felicito por tu pagina, me gusta mucho, aunque para ser honesto no he visto ni el 60% de las pelas que comentas pero si son una buena fuente. Ah, por cierto a mi Kusturica me fascina.

    La Enésima Dimensión

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