20.10.10

El último exorcismo de Daniel Stamm



Soy fan de los mockumentaries que se salen fuera de la línea del sarcasmo que originó su creación, y en este punto los falsos documentales sobre hechos paranormales o fantásticos llevan ventaja en popularidad. Los usos del documental exacerbado, aquel que es perceptivo en atrapar los jadeos de los camarógrafos o comentarios nerviosos de sus protagonistas, al servicio de un género como el horror, dan verosimilitud y una nueva sensibilidad en el estilo de narrar que ya es lugar común en el género de años recientes (REC, Actividad paranormal, etc.). El miedo, los juegos fantasmales, el demonio son tan susceptibles de ser filmados como una revuelta obrera.

La solemnidad de tomar una cámara y capturar lo que en apariencia puede ser sobrenatural ya en sí es un acto que busca aliados en los sonidos, planos cerrados y abruptos, en la puesta en escena sin premeditación, en la confianza en que lo que se graba contemplará un hecho asombroso. Es con esta premisa barata de recursos y rica en  sacarle el jugo a lo digital es que surgieron cintas como El proyecto de la Bruja de Blair o Cloverfield, donde aficionados o periodistas plasman los hechos de modo inmediato, y que son difundidos gracias a que algún superviviente del horror los recuperó. Esta es la premisa de una cinta como El último exorcismo de Daniel Stamm, cineasta alemán captado por Eli Roth en busca de apuntarse un gol en la taquilla.

El último exorcismo es un falso documental que retrata parte de la vida del pastor Cotton Markus (Patrick Fabian, en la vena escéptica y conflictuada de un padre Karras pero lejos del temple de esa caracterización), quien llega con un grupo de documentalistas a una granja de Luisiana, donde un granjero solicita ayuda pues en su zona hay hechos que requieren la ayuda de Dios. Su hija Nell de 16 años parece sufrir una suerte de posesión demoníaca

La película centra sus minutos iniciales en presentar la figura del pastor, en su hogar, en su iglesia y dándole el lado humano, lo que involucra que no esté del todo de acuerdo con la "masificación" de los exorcismos. Y el caso de Nell sacará su lado más escéptico (y este punto argumental, de señalar a la adolescente como una esquizofrénica antes que una posesa, es lo más rico del filme). La cámara en mano, que se acerca a los rostros, que propone un espacio nervioso y cambiante, dentro de los rituales de exorcismo plantean un modo de ver más realistas a estos actos de camas temblorosas y gritos animales. Sin embargo, lo que empieza como un documental sobre la vida de un cura y sus miedos ante su misma fe, se desvanece por la aparición casi sobrenatural de una banda sonora innecesaria, que tira por la borda la idea de falso documental "indie", pero enfatiza quizás el recurso de reconstruir y editar un material inédito y hallado en condiciones extrañas. A pesar de estos traspies, y de cierto criterio naif para revelar la existencia de cultos satánicos, a la manera de El Bebé de Rosemery, El último exorcismo es un interesante ejercicio sobre la duda y el tema de la fe a través de una cámara a punto de colapsar.

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