Llamar a una película Los actores es develar el truco, la farsa, el simulacro del que está hecho el cine. Cinco personajes en su cotidianeidad, a quienes vemos tanto desayunar, coser, hacer colas, defecar, estudiar, dormir, van construyendo sus propios dilemas lejos de lo extraordinario. Es un cine de acciones en planos secuencias, a través de la textura del digital, donde importa la levedad de lo que se dice, pero también lo que se hace y se deja de hacer en la normalidad
Al director trujillano Omar Forero le interesa detenerse en el coqueteo recatado de una pareja de recién enamorados, en su desapasionado primer beso, en sus bromas simplonas, en sus toqueteos infantiles. En las peroratas de una madre aburrida de estar sola, de coser a mala gana, que enferma poco a poco mientras vive amargada por la ausencia del marido y por los devaneos amorosos de la hija que estudia actuación. En los paseos solipsistas de un guachimán nocturno y en el entusiasmo de un viejo artista aficionado que practica monólogos delante de su pequeña hija que taja su lápiz con una hoja de afeitar. Todos actores de sus propias elecciones y deseos.
En Los actores (2006), Forero define un estilo basado en planos secuencias con episodios autónomos, con personajes secos, con diálogos del día a día, donde la música está ausente. Quizás una escena que rompe con el tono de la cinta es aquella donde el actor maduro en una actuación de colegio, en medio de decenas escolares, lanza con entusiasmo su monólogo contra el tabaco. El único momento de desborde.
Si bien este primer largometraje peruano de Omar Forero tiene una factura amateur en cuanto al uso del sonido, a las mismas actuaciones, a cierta entonación realista y documental, es un interesante acercamiento peruano desde las regiones a un cine que explora cómo expresarse lejos de las fórmulas convencionales. Forero prepara su siguiente largo Chicama y es una oportunidad de ver cómo está afianzando el ojo austero y fijo sobre realidades cercanas.
En Los actores (2006), Forero define un estilo basado en planos secuencias con episodios autónomos, con personajes secos, con diálogos del día a día, donde la música está ausente. Quizás una escena que rompe con el tono de la cinta es aquella donde el actor maduro en una actuación de colegio, en medio de decenas escolares, lanza con entusiasmo su monólogo contra el tabaco. El único momento de desborde.
Si bien este primer largometraje peruano de Omar Forero tiene una factura amateur en cuanto al uso del sonido, a las mismas actuaciones, a cierta entonación realista y documental, es un interesante acercamiento peruano desde las regiones a un cine que explora cómo expresarse lejos de las fórmulas convencionales. Forero prepara su siguiente largo Chicama y es una oportunidad de ver cómo está afianzando el ojo austero y fijo sobre realidades cercanas.
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