12.9.10

Chabrol. Que la bestia muera





















El título de mi post no tiene afán irónico ni mucho menos hereje en un día como hoy. Es una tristeza que Claude Chabrol se haya ido, el cineasta que  filmó de manera singular los personajes femeninos más obtusos y nada convencionales de la historia del cine. Desde las protagonistas de Las buenas amigas hasta los roles recientes de Isabelle Huppert. Además, punto aparte, su atractiva y provocadora filmografía me motivó a escribir sobre cine a mediados de los noventa (recuerdo algún pequeño ensayo que hice en la universidad sobre El carnicero) y me mostró que no existen las nomenclaturas, las etiquetas eternas o las adhesiones antojadizas.

Que la bestia muera (1969) es mi película favorita de Chabrol y es una de sus obras maestras. Un tipo entra simulando ser otra persona al corazón de una familia de clase media alta, con la intención de vengar la muerte de su pequeño hijo atropellado. Uno de los filmes más frontales y cuestionadores que hiciera Chabrol en los sesenta, junto a películas tan maravillosas como Las buenas amigas (1960), Las ciervas (1968) o Una mujer infiel (1968), todas estas con protagonistas femeninas de mi culto personal.

Basada en una novela de Nicholas Blake (el padre del actor Daniel Day Lewis, toda una obra pulp), Que la bestia muera muestra sin ambages la historia de una venganza ciega. "Voy a matar a un hombre, no conozco ni su nombre, ni su dirección, ni su apariencia, pero lo encontraré y lo mataré", así arranca este filme sobre una peregrinación macabra, de un padre obsesionado con encontrar al asesino de su hijo. Una aguja en un pajar, pero diversos incidentes lo llevarán a la casa del posible culpable.

Chabrol se centra en los detalles de los personajes de una familia casi burguesa dada a la vida de lujos y que vive en la Francia rural a modo de ínsula. El protagonista (Michel Duchaussoy) está a la caza fija del asesino (visto al ojo del espectador como un ogro, un estupendo Jean Yanne, actor chabroliano por excelencia), en un entorno viciado y cínico. El mal en espacios de apariencia civilizada. Para Chabrol no había sutilezas. No cabe duda que se ufanaba de filmar la perversidad.

Por otro lado, Claude Chabrol significó mi primer acercamiento a la Nouvelle Vague. Tras ver El Bello Sergio (1958) y Los primos (1959) en funciones en mi primer ciclo en la universidad, mucho antes que cualquier cinta de Truffaut o Godard, me dio una idea de lo que se trajo este movimiento en un plano formal frente al anterior cine francés que también apenas conocía. Personajes no profesionales, locaciones naturales fuera del estudio, énfasis en un cine de personajes. Sin embargo con los años, era claro que la Nouvelle vague tuvo entre sus miembros más diferencias formales y argumentales y que se trató más que todo de la convergencia de directores originales en un contexto determinado de cambio. Luego, Chabrol se sintió cómodo desmenuzando las excentricidades y estulticias de las élites francesas aburridas y adocenadas. Aportando así a universos de seres proclives al mal por naturaleza.

No había nadie mejor que él para retratar las taras de las clases altas, pero también la vida pueblerina y sus secretos a voces a través de personajes calculadores, extraños, oscilantes. Su estilo de filmar se ha hecho reconocible,  y hoy por hoy nos dan ganas de seguir asistiendo a La ceremonia, parafraseando el título de su película más aterradora, como acto de ruptura y hartazgo. Adios al bello Claude.






1 comentario:

  1. Mónica Delgado, te escribo para comentarte la grata sorpresa al ingresar y conocer tu blog. Es busca de alguna repercusión sobre la muerte de Chabrol, que siento mucho también, hallé tu trabajo. Me impresiona como apasionado, documentado, comprometido en los juicios,útil y lleno de entusiasmo.
    Te felicito.
    Amilcar Moretti
    Argentina
    www.moretticulturaeros.com.ar
    amilcarmoretti.wordpress.com

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