9.2.14

Oscar 2014: Blue Jasmine de Woody Allen




La nominación de Cate Blanchett por Blue Jasmine de Woody Allen en los Oscar 2014 confirma que la neurosis, la histeria y el glamour, así hilvanados en un solo pack, son preferentes al momento de candidatear una performance histriónica de qualité, pero también permite seguir ejerciendo el favoritismo por ese tipo de roles que "feminizan" los arrebatos psiquiátricos y marcan un perfil, o lo mantienen.

Para empezar, Blue Jasmine sale mejor librada frente a otras películas recientes de Woody Allen (si pensamos en De Roma con Amor, Conocerás al hombre de tus sueños o en Vicky Cristina Barcelona), quizás porque el cineasta apela a algo que conoce bien: ese entorno newyorkino de clase media o alta, donde se desviven por las apariencias y que se presta para construir ese discurso de la perdida ante un futuro inevitable de ruina y desaparición social (como en Crímenes y pecados o en Match Point). Se percibe un Allen cuidado en el trabajo de la puesta en escena, centrada en espacios pequeños, como la casa de la hermana o la oficina, en los usos de colores cálidos para mostrar pequeñas discrepancias entre la vida entre clases sociales, y sobre todo en esos juegos de tiempo, en los breves flashbacks que van a ir retratando a Jasmine en esa suerte de bipolaridad, en su antes y después, en su felicidad y maldición, donde apenas valora los detalles de las cosas importantes de la vida.

La Blanchett de Blue Jasmine comparte su ansiedad con otras heroínas del cine de Allen, quizás con más reminiscencias a aquellas que aparecen en sus filmes de los ochenta, y a la vez va a desarrollar su pesar a partir de una serie de dilemas morales que se confrontan con el nuevo entorno en el que vive, en San Francisco, en casa de su hermana pobre, lejos de la élite de millonarios donde lucía su narcisismo y seguridad. Pero también encontrando la posibilidad del cambio en el encuentro y atracción con un nuevo millonario que aparece en el camino, dejando en claro que posee el don de la inutilidad para crearse una nueva ruta en soledad, cosa que Allen explora con humor en sus fallidas clases de computación o en las escenas como recepcionista de un consultorio médico.

El papel de Sally Hawkins como la contraparte de Jasmine, mostrando decisión pero también algo común entre los dos personajes, el miedo a la soledad, o la simple opción de compartir la vida sin contratiempos ni cuestionamientos. Pareciera que con dinero o sin él, las mujeres vivirán las mismas preocupaciones, puesto que hay algo en ellas que las hacen comunes, al final de cuentas. (Mónica Delgado).

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