15.2.14

Oscar 2014: 12 años de esclavitud de Steve McQueen




Por Mónica Delgado

Chiwetel Ejiofor es librado del ataque vengativo de un capataz, sin embargo es mantenido atado de manos y colgado del cuello a un árbol como castigo, y con los pies apenas al ras del suelo. La frontera entre la vida y el accidente. Steve McQueen decide dilatar la duración de la situación para demostrar el sufrimiento del personaje, pero no le basta este plano de Ejiofor tratando de extender su cuerpo para evitar la muerte, sino que aporta a la escena la aparición de los demás esclavos trabajando en plena normalidad, como telón de fondo. Una vida de esclavo sin sensibilidad, donde el sentido de solidaridad no existe. "El Otro" en la alienación que invisibiliza al ser que sufre. Es clara la intención de McQueen por acentuar esta idea de enajenación, o de miedo a ayudar, sin embargo adolece de un aire manipulador, en el sentido de innecesario o paradójico a la propuesta de la historia. Y este es un defecto formal e ideológico que aparece más de una vez en la película.

El problema con 12 años de esclavitud no solo encuentra un síntoma en estas dilataciones de la duración de las escenas con énfasis "moral" o "sentimental" para lograr un efecto dramático (como el rostro de Ejiofor prendido de miedo o en sus contemplaciones del castigo de los otros), sino que parte de un testimonio real de un mulato nacido libre, que es secuestrado y esclavizado, trasladado de Nueva York a Lousiana, lo que permite asegurar una premisa de carácter político: la esclavitud solo puede ser vivida en toda su dimensión humana desde la nostalgia y desde el goce de la libertad real. Pero ojo que no se trata de una libertad a secas, sino de aquella ejercida desde el corazón del propio sistema capitalista que avanza en EEUU a mediados del siglo XIX. El personaje de Ejiofor es de clase media, músico, tiene empleo y vive con su esposa y dos hijos en un barrio newyorkino, y apenas la tara de la privación asoma por sus vidas. Es así, que las demás historias sobre esclavos (tanto en literatura o cine) narradas desde la opresión no tienen el mismo peso "pasional" que la propone McQueen.


Pero qué es lo que ha pasado para que el director de Hunger (aquella película sobre la huelga de un prisionero irlandés que contiene uno de los diálogos políticos y religiosos más interesantes que haya dado el cine inglés) vire hacia la corrección de un tema tan complejo como el de la esclavitud en un EEUU que construía su vida en democracia. Es como si hubiera sido absorbido de golpe por la fascinación de contar una historia a secas, no impersonal, porque de alguna manera aparecen algunos motivos del cine de McQueen (cuerpos en tránsito, o simplemente como objetos de observación), pero sí condescendiente, sobre todo por el ojo de un cineasta que aseguró en una entrevista que sabía por herencia familiar el dolor y las consecuencias de esta esclavitud histórica. La idea no es cuestionar un asunto extracinematográfico como la visión del cineasta sobre el encargo de realizar un filme, sin embargo sí es evidente que McQueen optó por un relato de estricto giro dramático, dejando de lado las posibilidades de la vuelta de tuerca que hicieran posibles los cuestionamientos a esa vida de esclavitud, más allá del típico maniqueísmo de buenos y malos, donde Brad Pitt resulta la excepción (será porque hacía de canadiense).

Steve McQueen recurre a una narración salpicada de flashbacks, que van a mostrar el lado correcto de vivir en libertad, en armonía con el entorno "blanco", frente a la crudeza de esos otros estadounidenses viciados por el pasado, apostando aún por la premisa de la superioridad, pero marcados por un sentimiento de unidad más universal, el mercantilismo. Cuando Ejiofor dejar de ser libre para ser mercancía, todo su universo queda subvertido, pero en un mundo alienado, y gobernado por dueños enloquecidos o posesivos (como el rol de Michael Fassbender, apocados como Benedict Cumberbatch, o disuasivos como Paul Giamatti). McQueen muestra a Ejiofor como una presencia física de la resignación, que se verá salvada ante la llegada del outsider, un carpintero canadiense quien le ofrece ayuda, afirmando así la idea de un redentor que ofrece la salida.


Al final de cuentas, 12 años de esclavitud se muestra como un bajón en la carrera de McQueen (Shame por lo menos mostraba de manera firme cómo los deseos en su vitalidad destruyen la pasividad del entorno), pero por tratarse de una visión sin alteraciones sobre el deber ser de la vida en libertad, poniendo los doce años de opresión y encierro del título en una promesa del paso del tiempo, que apenas se siente.

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