12.2.14

La gran aventura Lego de Phil Lord y Christopher Miller






Por Mónica Delgado

La gran aventura Lego y Toy Story 3 ya pueden llamarse películas hermanas. En ambas hay ese goce infantil por ver animados y sufriendo hasta el melodrama a los juguetes más emblemáticos de la infancia, a partir de una visión universal de lo lúdico y el placer del juego (obviamente también en las otras dos de la zaga de Woody y Buzz Lightyear, pero menos logradas en todo caso). Sin embargo, en la película de la dupla Phil Lord y Christopher Miller se deja en claro el recurso de la fantasía como construcción hecha por un ente "superior", el gran dador de historias e imaginación.


Lo interesante de esta película de Lego recae en el imaginario pop de este icono del juguete, y que precisamente ha destacado por sobre los otros, a través del tiempo, en su capacidad de adaptación a las modas (en la cinta se ven todo tipo de modelos y de diferentes épocas), y en su versatilidad a punta de piezas minúsculas. Por eso hace gracia toda la ideología en torno al "constructor" que enarbolan los héroes y heroínas de la historia, centrada en luchar contra un villano obsesionado con el pegamento, lo que precisamente simboliza el fin, la imposibilidad del movimiento, de la creatividad y del nacimiento de nuevas posibilidades del "hacer".

La gran película Lego (The Lego Movie, EEUU, 2014) resulta divertida en esta propuesta de colocar en una misma historia a personajes legos de diversa estirpe, dentro de una dramatización basada en las no reglas del alma infantil que se aplica a los juegos (un Batman dark y volatil, un agorero con pinta de Merlín o una Lisbeth Salander de plástico rosado y negro sublimada y vengativa), en sus dominios, nonsenses, perfiles o situaciones. En todo caso, pareciera que ciertos giros antojadizos de la historia cobraran justificación hacia la última media hora, al revelarse el eje de esa realidad, el motor inconsciente que se enciende en el ámbito del ludismo.

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