26.8.13

Sigo siendo de Javier Corcuera





Sigo siendo (Kachkaniraqmi) de Javier Corcuera es una propuesta ad infinitum, un cajón de sastre musical donde habría espacio para todo y todos, donde no queda definido bien aquel "ser" que señala el título, y donde se transita en tres regiones naturales, las típicas costa, sierra y selva bajo el imaginario del canon musical.


Si bien Sigo siendo (Perú, 2013) tiene un comienzo poderoso, con la maestra shipiba cantando en su soledad, y que seguirá apareciendo de modo desordenado a lo largo de la película como una entelequia de la "madre naturaleza", y de la mano del violín de Máximo Damián fundido en el zapateo y cajoneo de los Ballumbrosio en Chincha, Corcuera luego propone una suma dispareja de personalidades y ritmos que van a reflejar incluso estadíos de la historia nacional y memoria personal con tono disonante.
 
Máximo Damián se convierte por momentos en la ilación de esta ruta de presentación de ritmos, desde Cabana hasta Puquio, para luego cederle la posta al también violinista Andrés "Chimango" Lares, a quien descubrimos luego como heladero de Donofrio, mostrando una lectura de "la injusticia" de este mundo lleno de inequidades, bajo un ojo que tiende a continuar la típica problemática de los músicos empobrecidos en un país como el Perú, lo que luce demasiado forzado como interpretación de lo social.
 
Corcuera logra armar el engranaje de las historias cruzadas, una suerte de road movie de lo real donde el músico  tiende a entablar nexos y fusiones, a interpretar sus propias emociones pero también las de una comunidad. Pero lo hace de modo "compartimentalizado", donde la Lima será siempre la ciudad eterna del vals, el pisco y el callejón, donde la sierra será la melancolía, la nostalgia, el culto o rito, el lugar negado y el reinado del huayno, el yaraví, sin carnaval. Y por otro, la selva, el espacio idóneo para la introspección y el respeto a la naturaleza (que mejor ejemplo de ese aislamiento que una cantante shipiba solitaria en medio de una laguna). Ese sigo siendo del título se convierte pues en la defensa de alguna manera de una identidad cerrada, sin intercambios (algo que se pierde de la primera parte, con el logrado episodio de esa fusión tan grata entre el Ande y Chincha, con Máximo Damián liderando un desfile de zapateos negros).
Traducir el epígrafe de Arguedas también como un sencillo tema de "mestizaje" también es otra debilidad, sin embargo, queda menguada la intención por la impecable fotografía, y por una puesta en escena cuidada, donde claramente hay una suerte de niveles: la selva como la espiritualidad y conocimiento, la sierra como espacio de llegada y de lo cultual, y de la costa traducida al limbo del caos, de la pérdida de la tradición pero también de su resistencia. (Mónica Delgado).

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