La cámara en War Witch se
enfoca en Komona, a lo largo de tres años, en sus preguntas sin
resolver, en su conversión a bruja, prodigándole poderes de predicción
debido a los efectos de plantas alucinógenas, dentro del gueto de los
rebeldes del Great Tiger, sin escape y ofrecida como carnaza en las
diversas reyertas en medio de la selva. Kim Nguyen
describe el entrenamiento, los rituales de iniciación, el culto a las
armas como parte de los mecanismos de poder de este grupo de rebeldes,
quienes captan a menores de edad de las comunidades nativas cercanas
donde no dejan a nadie vivo. No se sabe contra qué luchan ni para qué,
apenas se esboza al enemigo como “el gobierno”, un ente fantasmal que
apenas se asoma.
En esa búsqueda del naturalismo o de
enfocarse en el registro cuasi documental, Nguyen rescata una fisonomía
peculiar de esta parte de África, como mostrar ritos de matrimonio,
cultos patriarcales, juegos en colonias de albinos, preparación
artesanal de aceite, entre otros puntos pero dentro de un nuevo marco,
el ambiente de oposición de la violencia: secuencias del enamoramiento
de Komona y su amigo Magician, albino de quince años. Y es cuando
aparece con más claridad la cuota de realismo maravilloso que desluce el
resultado del filme, que hasta ese entonces había optado por ofrecer
una mirada cruda desde dentro de un grupo de rebeldes sin mística ni
fines determinados. (Tomado de Desistfilm web log).
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