25.2.13

Amour de Michael Haneke

Amour (Austria, 2012) ha ganado la Palma de Oro en Cannes, el César en Francia y el Oscar de la Academia de Hollywood, entre otros reconocimientos de diferente matiz, revelando así que es una película que captura la atención de diverso público y gusto, sobre todo por un tópico que conmueve a más de uno: la vejez. En sí, la vejez, o su interpretación, es un tema inherente a al cine y al melodrama, sobre todo, y que en cuyo estadío terminal ha depositado su capacidad de conmoción, sublimación o negación. Allí están La muerte del señor Lazarescu de Cristi Puiu, El hijo de la novia de Juan José Campanella, o Age is... del fallecido Stephen Dwoskin, películas disímiles pero que resultan ejemplos perfectos de cómo el tópico se vuelve inagotable y enorme. Ya que la vejez no convive sola y se requiere también asociarla al amor filial, a la enfermedad, a la soledad y a la incomprensión. Y es así que Michael Haneke escoge Amour para mostrar la prueba de un cambio en sus fijaciones y estilo de dirigir, de la mano de dos actores icono de la historia del cine y de todos estos ingredientes que saben a lugar común.

En Amour aparecen algunos elementos que han formado parte de la filmografía de Haneke y que aquí retoma con otro tipo de filo crítico: la descripción de una clase media ilustrada y las relaciones filiales gastadas. Una secuencia "musical" abre Amour, desde un plano general apenas el espectador atisba a los dos protagonistas atentos al desarrollo de un concierto de piano. Luego Haneke se encarga de mostrar el contexto de esa función: Jean Louis Trintignant y Emmanuelle Riva son dos músicos y profesores jubilados de piano clásico, que viven solos, que apenas son visitados por una hija cincuentona (Isabelle Huppert) y que cuyos pupilos/estudiantes ocupan un lugar afectivo. Luego de esta presentación viene el deterioro del cuerpo de Riva y la afirmación de la vida en común por parte de la pareja de ancianos.

Pero ¿qué hace diferente a Amour en comparación a otros melodramas sobre la vejez y la inminencia de la muerte? Definitivamente la puesta en escena, poblada de planos abiertos, fijos, o del uso del fuera de campo en transacción con la primacía del sonido. Pero también en ese modo de mostrar la relación ambivalente entre los padres y la hija, que fija su intención en señalar que la suficiencia e independencia son potestad también de los viejos en los momentos más duros. Sin embargo, hay algo que Haneke no puede evitar, o no quiso: el amor traducido en su versión más romántica o idealista, lo que implica también un lugar común y un final de carácter onírico y lejano al Haneke que conocemos.

Amour también se inscribe en esa tradición de usar actores en ocaso (muy a lo Hollywood), o casi fuera de la carrera cinematográfica, como resurrectos, y que componen una suerte de arqueología del cine, a la búsqueda del doble significado. "Es Emmanuelle Riva, la protagonista de Hiroshima Mon Amour", "Jean Louis Trinignant, el otrora actor icono del cine francés". En esa vena se ubican películas como Ballenas de agosto (con Bette David, Lilian Gish y Vicent Price) o las ganadoras del Oscar Paseando a Miss Daisy o Titanic, con Gloria Stuart. Motivo que garantizó su nominación y premiación.

En suma, Amour es una película que muestra otro perfil de Haneke, más sublime, menos a la caza de lo insano, menos atrevido y más alineado con un sentido común sin escapar del género del cual pate(el melodrama del amor todo lo puede, del amor más allá de la muerte), pero sí decidido a confirmar que la palabra más usada y deseada solo muta y permanece.






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