17.3.12

Mi semana con Marilyn de Simon Curtis

El problema con este filme del debutante Simon Curtis es que alguien como Michelle Williams encarna a Marilyn Monroe. Pero esta joven actriz, ya icono actual del cine independiente estadounidense, no tiene la culpa, ya que hubiera dado lo mismo que Kate Hudson o Scarlett Johansson hubieran aceptado el papel de la protagonista de Con faldas y a lo loco o Niágara:  cuesta que alguien interprete de modo "real" a Marilyn Monroe. Como para apoyar esta idea, solo utilizo la analogía más descarada que se me ocurre en este momento: Gael García Bernal haciendo del Ché Guevara. Pero, ¿en qué cabeza surgió esta posibilidad? Igual, no es que Williams realice una mala performance, al contrario, verla bailar como lo hizo Marilyn en El príncipe y la corista de Laurence Olivier no implica solo imitación sino el acto intentar revelar el contexto de cómo se filmó ese momento. Y lo logra.

Quizás la apuesta de Curtis por ser fiel a la nostalgia de Colin Clark, el asistente del set de filmación, quien publicó un libro narrando los momentos en que conoció a la mítica mujer de Hollywood y en cuyo texto se inspira este filme, por mostrar el lado más soporífero y agotado de la Monroe, le quita fuerza a un relato en sí ya seco, cuyos mejores momentos los aporta Kenneth Branagh como un Laurence Olivier que va cediendo ante el poco profesionalismo de una actriz opuesta a su concepción de lo que es actuar.

Así como Marilyn es filmada de modo abrupto en El Príncipe y la corista, el personaje de Williams va cayendo en las fauces de un romance que mantiene esa oposición entre el noble y la mujer "llana", entre el joven que escapa de la alta burguesía ilustrada (Colin Clark) para regodearse en el mundano entorno de un set de filmación, donde encontrará a una mujer común y corriente, débil, y que sin embargo, logrará la admiración de todos solo por su belleza. La rubia que no tenía nada de tonta.

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