Un cinta discreta sobre tres integrantes de una misma familia en una Virginia rural, a través de la mirada de lo sexual en historias entrecruzadas: una madre soltera en busca de amante, un adolescente atento a indicios hacia su primera relación sexual, y un niño de 11 años en pleno despertar onanista.
Matthew Petock, en su debut en el cine, proyecta sus intenciones conforme va desarrollándose la trama, ya que desde el comienzo asistimos a la cotidianeidad de esta familia y su relación con la comunidad: en la escuela, el trabajo y los vecinos. Poco a poco va a ir dilucidando a qué apunta cada uno, llegando a resoluciones casi sutiles, sin mayor dramatismo. Pareciera que esta apertura a lo sexual desde distintos ángulos, sexos y edades fueran dar por igual a actos fallidos que trastocan la soledad de los personajes de alguna manera.
Petock relaciona a sus actores con el espacio, definido no solo por la rutina, sino de acuerdo a sus intenciones: una fiesta de provincia, las vías abandonadas de tren, lagunas alejadas, terrenos abandonados, el aula de clase. Mientras el hogar se convierte en el cobijo.
Por momentos, en A little closer (EEUU, 2011), pareciera que no sucede nada, solo ese descubrir de cada protagonista, a la espera de nuevas oportunidades, simula ser un relato indie sin mayor ambición, pero precisamente, en ese no decir o mostrar mucho, es que reside su mayor atractivo, en esos personajes que no tienen mucho qué decir, qué pensar, qué hacer.
Matthew Petock, en su debut en el cine, proyecta sus intenciones conforme va desarrollándose la trama, ya que desde el comienzo asistimos a la cotidianeidad de esta familia y su relación con la comunidad: en la escuela, el trabajo y los vecinos. Poco a poco va a ir dilucidando a qué apunta cada uno, llegando a resoluciones casi sutiles, sin mayor dramatismo. Pareciera que esta apertura a lo sexual desde distintos ángulos, sexos y edades fueran dar por igual a actos fallidos que trastocan la soledad de los personajes de alguna manera.
Petock relaciona a sus actores con el espacio, definido no solo por la rutina, sino de acuerdo a sus intenciones: una fiesta de provincia, las vías abandonadas de tren, lagunas alejadas, terrenos abandonados, el aula de clase. Mientras el hogar se convierte en el cobijo.
Por momentos, en A little closer (EEUU, 2011), pareciera que no sucede nada, solo ese descubrir de cada protagonista, a la espera de nuevas oportunidades, simula ser un relato indie sin mayor ambición, pero precisamente, en ese no decir o mostrar mucho, es que reside su mayor atractivo, en esos personajes que no tienen mucho qué decir, qué pensar, qué hacer.
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