Pura aventura, siendo coherente al espíritu de la historieta, pareciera ser la premisa de esta cinta de animación de Steven Spielberg, quien se propuso utilizar las fórmulas de acción de sus filmes más famosos: la saga de Indiana Jones. La primera parte de una trilogía, que mezcla argumentos originales con fabulación insólita sobre este pelirrojo cronista a la búsqueda de adrenalina.
Tintín y su perro Milú encuentran un barco de decoración que contiene la ruta de un tesoro escondido, y que se convierte en el objeto del deseo del villano Sakharine. El escape lo lleva a dar con el alcohólico capitán Haddock, con quien emprendé un viaje de recuperación de la memoria y de hallazgos de tesoros y verdades.
Spielberg no intenta ser escrupuloso con la descripción de los personajes, a quienes esboza con rápidez y estereotipos, sobre todo pensando en un público nuevo (Haddock es Archibaldo Haddock, así de hachazo, cuando Hergé se demoró varias entregas antes de dilucidar la identidad completa de su etílico personaje). Mas bien el cineasta se detiene en desarrollar ejes de acción dinámicos, que desencadenen persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo y atrevidas acrobacias (recordar la secuencia en el barco mientras Tin tín se tambalea en busca de unas llaves en medio de obesos marineros ebrios), en un entorno casi masculino en su totalidad, sino fuera por la presencia del Ruiseñor de Milán o Bianca Castafiore, la única mujer con importancia en casi dos horas de metraje, que ratifica conservar el espíritu del cómic (Hergé fue acusado varias veces de misógino, por ejemplo).
Las dos horas de Las aventuras de Tin Tín se vuelven una delicia, tanto por el uso del 3D, que llega por momentos ser simulacro de lo "real", como por dotar de otro tipo de alma y cuerpo a estos seres de papel. Spielberg recupera el mejor espíritu de su cine de aventuras, aprovechando precisamente el canon de lo "exótico" como antaño, de visitas a lugares alejados, de entrevero anacrónico, tal como lo hiciera en Indiana Jones. Esperemos cómo le va a Peter Jackson con la segunda parte de esta entrega.
Tintín y su perro Milú encuentran un barco de decoración que contiene la ruta de un tesoro escondido, y que se convierte en el objeto del deseo del villano Sakharine. El escape lo lleva a dar con el alcohólico capitán Haddock, con quien emprendé un viaje de recuperación de la memoria y de hallazgos de tesoros y verdades.
Spielberg no intenta ser escrupuloso con la descripción de los personajes, a quienes esboza con rápidez y estereotipos, sobre todo pensando en un público nuevo (Haddock es Archibaldo Haddock, así de hachazo, cuando Hergé se demoró varias entregas antes de dilucidar la identidad completa de su etílico personaje). Mas bien el cineasta se detiene en desarrollar ejes de acción dinámicos, que desencadenen persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo y atrevidas acrobacias (recordar la secuencia en el barco mientras Tin tín se tambalea en busca de unas llaves en medio de obesos marineros ebrios), en un entorno casi masculino en su totalidad, sino fuera por la presencia del Ruiseñor de Milán o Bianca Castafiore, la única mujer con importancia en casi dos horas de metraje, que ratifica conservar el espíritu del cómic (Hergé fue acusado varias veces de misógino, por ejemplo).
Las dos horas de Las aventuras de Tin Tín se vuelven una delicia, tanto por el uso del 3D, que llega por momentos ser simulacro de lo "real", como por dotar de otro tipo de alma y cuerpo a estos seres de papel. Spielberg recupera el mejor espíritu de su cine de aventuras, aprovechando precisamente el canon de lo "exótico" como antaño, de visitas a lugares alejados, de entrevero anacrónico, tal como lo hiciera en Indiana Jones. Esperemos cómo le va a Peter Jackson con la segunda parte de esta entrega.
Esta película se me hace muy buena y divertida, su historia es interesante y además sus personajes como Milú atraparon mi corazón, me gustan sus efectos pues te hacen ser parte de todo lo que pasa; es una película muy recomendable para todos los fanáticos de este comic y para los que no lo son.
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