Kenan, empleado de peaje del Bosphorus Bridge en Estambul, en la autopista que une Asia y Europa, pasa su jornada laboral en este punto convulso de modo casi automático, tanto que sus compañeros de trabajo lo llaman "robot". El ánimo apático del personaje, o desganado, casi fantasmal, se afianza con la presentación de su entorno familiar: su padre enfermo y hosco, cuidado por una vecina atenta, de su misma edad, a la que siempre se muestra indiferente. Tras un descuido en el trabajo, Kenan, es trasladado a una cabina de peaje aislada, en los interiores de la Turquía rural, donde apenas pasan autos. Este cambio de ritmo laboral propicia la otra desconexión: la mirada interior de Kenan mostrada en una serie de alucinaciones que develan su soledad y vacíos existenciales.
El joven director Tolga Karaçelik debuta en el largometraje con esta cinta de ritmo certero, esbozando el retrato de su personaje a través de planos cercanos, donde la cámara se convierte en aliada para transmitir el espíritu mecánico de este antihéroe. Kenan (Serkan Elkan) tiene pocos amigos y tiene una rutina clara de trabajo, que se va "deteriorando" por el ingreso hacia lo fantástico que brota desde su mente. Un carro que cae en medio de la pista como si se tratara de un meteorito (cuyo anuncio en las noticias se convierte en el contexto de esta transformación), una mujer que aparece en la desolada carretera a la misma hora, choferes que mutan en seres conocidos. Karaçelik va a construir un puente, de un personaje autómata a uno febril, dislocado, abrumado.
Toll booth ( Gise memuru, Turkey, 2010) es un buen debut, sobre todo teniendo en cuenta que en este filme conviven menos los planos fijos o la fijación documental, para soltar un humor sutil, en ritmo convencional sí pero a la caza del momento exacto para dejar suelta a la locura. Sin embargo, el típico recurso "sicológico", de justificar ciertos actos anormales como traumas infantiles le restan complejidad a un personaje de estigma burocrático. De todas formas, este debut de Karaçelik, es una alternativa fresca, un drama con toques de humor, lejos del ritmo de otro cine turco muy conocido, como el de Nuri Bilge Ceylan.
El joven director Tolga Karaçelik debuta en el largometraje con esta cinta de ritmo certero, esbozando el retrato de su personaje a través de planos cercanos, donde la cámara se convierte en aliada para transmitir el espíritu mecánico de este antihéroe. Kenan (Serkan Elkan) tiene pocos amigos y tiene una rutina clara de trabajo, que se va "deteriorando" por el ingreso hacia lo fantástico que brota desde su mente. Un carro que cae en medio de la pista como si se tratara de un meteorito (cuyo anuncio en las noticias se convierte en el contexto de esta transformación), una mujer que aparece en la desolada carretera a la misma hora, choferes que mutan en seres conocidos. Karaçelik va a construir un puente, de un personaje autómata a uno febril, dislocado, abrumado.
Toll booth ( Gise memuru, Turkey, 2010) es un buen debut, sobre todo teniendo en cuenta que en este filme conviven menos los planos fijos o la fijación documental, para soltar un humor sutil, en ritmo convencional sí pero a la caza del momento exacto para dejar suelta a la locura. Sin embargo, el típico recurso "sicológico", de justificar ciertos actos anormales como traumas infantiles le restan complejidad a un personaje de estigma burocrático. De todas formas, este debut de Karaçelik, es una alternativa fresca, un drama con toques de humor, lejos del ritmo de otro cine turco muy conocido, como el de Nuri Bilge Ceylan.
Tan alejado de la concepción cliché de las historias occidentales, pero tan cercano en historia de vida, la cual tenemos todos. Interesante todo el contexto, me gustaría saber más del director. Buena reseña
ResponderEliminarSergio de México