28.5.11

Personajes cinéfilos en el cine
















El teórico Peter Wollen, en un discurso dado en homenaje a Serge Daney, señaló que la cinefilia es “una obsesiva fascinación por el cine, hasta el punto de permitirle dominar tu vida (...) como el síntoma de un deseo de permanecer dentro de la visión infantil del mundo, siempre fuera, siempre fascinado por un misterioso drama paterno, siempre buscando dominar la propia ansiedad mediante la repetición compulsiva”. Siguiendo esta premisa, mi manera de entender la cinefilia es como una suerte de biografía de esta dominación, un relato de la fascinación por las imágenes que trasciende el mero recuerdo, la anécdota menuda, para ser parte de la infancia, la adolescencia, la adultez. Me pregunto si mi vida sería la misma si no hubiera visto El cristal encantado de Jim Henson y Frank Oz o Duna de David Lychn a los siete años. No hubiera sido lo mismo si mis fantasías de ansiedad liberada no hubieran encontrado un desfogue en el cuerpo alocado de Isabel Adjani en Posesión de Zulawski o si mi relación con mi madre no hubiera conocido algo de los diálogos poderosos de Sonata otoñal de Bergman.

En esta línea evoco a algunos personajes involucrados de diversas maneras con la palabra “cine”. Seres que insertan las películas en su mirada cotidiana, distanciada de la imagen del conocedor absoluto per se o de los rara avis, sino un espectador meticuloso y atento. Pero también están aquellos que padecen de la cinefilia como acto cerebral y reflexivo en un mundo cínico donde es satirizado. Así, muestro al personaje-espectador apasionado, vital, memorioso, que extrae lo mejor de las películas para interrogarlas, enaltecerlas o destrozarlas sin afán académico ni de figuración y la presencia del crítico de cine como farsa o posibilidad, como revancha de los mismos cineastas hacia ellos, al colocarlos en entornos viciados a modo de escarmiento.

Qué intenciones hay en narrar una historia de personajes cinéfilos. Por qué Woody Allen, dentro de una de sus cintas, arranca al protagonista de un filme en blanco y negro y lo sumerge en la realidad a colores de una simple espectadora, a quien le dice “¿Y el fundido a negro? ¿Hacés el amor sin fundido a negro?”. Qué intenciones tiene Win Wenders en plasmar la historia de un mecánico de proyectores que va de pueblo en pueblo y de cine en cine. Qué hay del personaje de Fele Martínez en Tesis de Alejandro Amenábar, fanático de las rarezas y el porno.

Me centro en unos pocos personajes cinéfilos construidos con la intención de equiparar a la realidad y confrontarla. Es así como recuerdo a Jean Pierre Léaud, encarnando al bohemio y febril Alexander en La mamá y la puta (1973), quien señala en uno de sus diálogos: “¿Te acuerdas de aquella película donde aparece Michel Simon diciendo ¨Mirad a la mujer infiel, mirad al amigo traidor¨, con esa grandilocuencia  un poco ridícula que otorga el sufrimiento?”. Primero, ahora que lo menciono, ya nadie recuerda a Michel Simon, salvo los que amamos a la L’Atalante (hay notables actuaciones de Simon en filmes de Clair, Renoir o Carné, pero su papel en la cinta de Jean Vigo es más que recordable). Segundo, la voz de Alexander puede ser la voz de Jean Eustache, el director, quien revisita ese fragmento en una escena de fría despedida amorosa a modo de guiño cinéfilo. Tercero, el cine sobre cine, ya que Léaud no sólo evoca una diálogo sino el contexto de otro filme que le inspira una mofa sutil hacia sí mismo frente a la indiferencia de una amante que lo rechaza.

En el cine abundan los guiños, los cameos, las citas, sin embargo, la galería de protagonistas sólidos que se inspiran en la cinefilia tiene su toque particular. Los personajes cinéfilos arrastran a decenas de otros nexos, a fragmentos de la historia del cine, hacia actores y cineasta ausentes, a escenas perdidas en el tiempo (como en Death proof de Quentin Tarantino) y a conocer, recordar o parafrasear diálogos que no encontraron lugar en nuestra memoria. Sus pensamientos deambulan en el marco del imaginario fílmico, su moral es como la que ejercen los protagonistas de otros filmes, los antihéroes, en decenas de casos. Pero en suma resultan visiones sublimadas de los mismos cineastas de su necesidad de rendir culto u homenaje a sus filias, a sus inspiraciones.

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