23.5.11

El libro de piedra de Carlos Enrique Taboada














Esta película de 1968 posee un inevitable nexo con Una vuelta de tuerca de Henry James, pero, al final de cuentas, solo se trata de una inspiración que tomará otro camino. En esta cinta de Carlos Enrique Taboada, una institutriz (Marga López) llega a un caserón en medio del bosque para cuidar a Silvia, una pequeña niña (Lucy Buj), que tiene el problema de tener un amigo imaginario llamado Hugo. Silvia vive en esa enorme casa con su padre (Joaquín Cordero) y su joven madrastra Mariana (Norma Lazareno), quienes recién casados deciden vivir alejados de la ciudad. En el jardín de la casa hay una estatua de un niño leyendo de pie un libro, de más de 200 años, y que se convierte en el punto de encuentro de la niña y su amigo imaginario. Poco a poco, la maestra irá descubriendo que esa "amistad" tiene de trasfondo un culto ancestral de magia negra que irá cobrando víctimas.

Carlos Enrique Taboada, como sucede también en su filme Veneno para las hadas, recrea un universo infantil de caracter mórbido, retratado a través de una niña con problemas de sociabilidad y de padres casi ausentes, que se refugia en la figura de un amigo inventado. La niña, como el ambiente de la casa, se va a ir envileciendo y tratará de anular, sin querer, el buen espíritu del lugar.

Tanto en El libro de piedra como la estupenda Veneno para las hadas, el asunto se centra más en entornos familiares donde los adultos no sospechan o no tienen control de la imaginación desmesurada de las niñas protagonistas. Si bien el cineasta se alimenta de los elementos más usados del género fantástico como las casas embrujadas, los muertos que retornan por alguna razón del más allá, el niño como encarnación del mal y los modus operandi usuales para el asesinato, ha prodigado a sus cintas de una marca personal que es reconocible en el uso de los colores en secuencias específicas para alcanzar el efecto de irrealidad, por ejemplo, y en el hecho de insuflar de una atmósfera enrarecida a situaciones de normalidad con estilo clásico muy a lo Hammer.

Taboada se centró en una puesta en escena poco atávica, explotando los recursos que encontró apropiados con maestría, como el uso de panorámicos, el lucimiento de la sensualidad de sus personajes, contrapicados para los puntos de vista, exploración de las sombras, la curiosidad de las mujeres en las escenas de búsquedas nocturnas y una dirección de actrices sobria, sin excesos, como la que muestran Marga López o Patricia Rojo en Veneno para las hadas. Una cinta sobre el nacimiento de la maldad en la infancia y sobre los motores fáciles del condicimiento. 

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