7.5.11

Donde viven los monstruos de Spike Jonze












El único desmedro que se le puede acusar a esta cinta es que sea producida por Tom Hanks, o que la canción Wake up de Arcade Fire, que aparece en el trailer, no se asome entre los temas compuestos por Karen O. Dónde viven los monstruos de Spike Jonze, el cineasta de Quiéres ser John Malkovich y Adaptation, es una obra oscura y atípica sobre los mecanismos de la imaginación en la infancia, sobre una suerte de liberación o catarsis frente al llamado complejo de Edipo y un relato adulto sobre la fuga de la realidad infantil.

Spike Jonze recrea el cuento gráfico de Maurice Sendak, un librito de menos de diez páginas que relata a través de unas viñetas el berrinche imaginario de un niño malcriado, con traje de gato, que es mandado a dormir sin cenar y que en su habitación imagina que llega a ser el rey en un país de monstruos amigables. Pero Jonze sólo va a tomar esta idea del viaje a un territorio anómalo y diferente, puesto que enriquece de una manera más actual al personaje de Max (interpretado por un excelente Max Records), siendo parte de un hogar regentado sólo por una madre. Si recordamos cintas emblemáticas como Laberinto de Jim Henson o La historia sin fin de Wolfgang Petersen, los protagonistas parten de hogares nada convencionales, con padres ausentes y con mucha libertad para hacer lo que les da su gana. Lo que resulta el despegue de la trama, como también sucede en esta cinta pero narrada de un modo más elaborado. El mundo interior y fantástico que Jonze provee a su personaje no es nada sencillo.

Where the wild things are, de la mano de Jonze, se vuelve un lugar íntimo, que surge a partir de mostrar en sus primeros minutos a un protagonista aburrido, solitario, sin amigos, pero irreverente y "malcriado" en su suburbio estadounidense. Max no es un típico niño del cine infantil, al contrario, la primera escena, en la cual lo vemos entrando a su casa con su traje de gato, para perseguir y acosar a su perro de modo violento, seguido del título de la película, acentúa esta personalidad desenfadada y empoderada, del niño que todo lo puede y que el cineasta propone como espacio físico de todos esos monstruos que llevamos dentro.

Max ve a su madre besando a su novio en la sala de su casa, lo cual se vuelve el detonante de su huída. El escape hacia el mar y hacia el velero que lo llevará hacia el arrabal. Como en otros filmes fantásticos, esta puerta tiene la fisonomía de la tempestad que terminará en la orilla de una isla, donde encuentra a una serie de monstruos de fuerza descomunal, y a quienes se irá ganando poco a poco con el cuento de que él es un rey que ha venido a organizarles la vida. Los monstruos que de vez en cuando amenazan con comerlo (una forma muy pantagruélica de presentar a estos personajes con voces muy humanas, diseñados por la maquinaria de Henson y compañía) se presentan como paradigmas de los problemas que el mismo Max ha venido reflejando: la ira, la depresión, la soledad, el miedo, la alegría.

Jonze propone la aventura de Max en la isla como un juego de espejos, donde estos monstruos, en sus debilidades y berrinches sobre todo, van a mostrarse como los hermanos espirituales de este niño que huye de su casa como modo de revelarse ante la figura materna. Cuando Max ve que no puede ser el rey que dijo ser, y que la tribu de monstruos a quienes pensaba alegrar se deshace en peleas y resentimientos, a Max no le queda más que decir que "ustedes necesitan una madre".

Donde viven los monstruos posee una fotografía impecable, que muestra al desierto como el lugar de la ausencia de la imaginación, el bosque como el espectáculo de los juegos y guerras de mentira, y la noche como el cobijo que recuerda a la madre. Un Spike Jonze diferente, mucho más atractivo que sus cintas anteriores, quizás por aquel final del regreso, que tiene tantas preguntas como respuestas sobre todo lo que las madres pueden causar, inspirar, en el silencio, al final de cuentas, a los hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario