22.2.11

Temple de acero de Joel y Ethan Coen













Recuerdo vagamente la cinta original de Henry Hathaway, también basada en la novela de Charles Portis, lo que me impide tener claro si el humor ácido en torno a la figura del indio, el invisible que muere en la horca sin cumplir el deseo de decir sus últimas palabras como los otros "blancos" o los niños "apaches" empujados a patadones por un Jeff Bridges grosero, no configuran una vez más ese universo de lo anodino y satírico que los hermanos Coen han hecho patente en su larga y espléndida filmografía. Si en la cinta de Hathaway, Wayne lanzaba patadas al trasero de sus congéneres o símiles del pueblo, en Temple de acero, Bridges enfatiza lo que quizás años atrás era poco sutil advertir (las agresiones descaradas a los indios), las extremas diferencias sociales a modo de chiste barato o amago de normalidad.

Temple de acero (EEUU, 2010) muestra a un Bridges más gangoso que nunca, alcoholizado, burdo, que trata de lograr una ruptura con el Oscar que se ganó John Wayne por ese papel en 1968, y parece que  lo logra, en su doble moral, en sus divagaciones de borracho, en su terquedad resaqueada. Joel y Ethan Coen actualizan este western a través de una puesta en escena que es fiel al guión original, pero que se renueva repotenciando el paisaje, los planos panorámicos, donde le sacan jugo al clima del bosque en territorio indio (emblemática la escena donde aparece el médico cubierto con piel de oso), y donde las actuaciones de estrellas como Matt Damon, y el mismo Bridges, le dan el toque rudo y sucio de los viejos héroes del género.

La película inicia con una serie de imágenes acompañadas de una voz de una mujer adulta, quien revela que ha vengado la muerte de su padre, donde además se oyen frases sobre el mal que es dado y recibido. El que asesina debe morir, y el que se venga también sufrirá algún castigo. Luego, vemos a la protagonista obstinada en contactar a algún perseguidor para el asesino de su padre, empresa que le costará inteligentes respuestas en conversaciones de transacciones y dormir entre muertos en una funeraria. Debido a esta advertencia inicial, el final, que pareciera forzado o "mainstream", cobra sentido, ya que ni la heroína puede librarse de las leyes del viejo Oeste.

Temple de acero es una cinta hecha, no para revitalizar el género ni mucho menos, sino para dar cuenta que todos sus ingredientes aún tienen el atractivo de antaño, a pesar que cambian los decorados, la dirección de arte, la textura del filme. Los Coen logran un buen ejercicio, buenos momentos, como el del juicio a Bridges, o el encuentro de la niña y el sheriff bruto mientras trata de armar un cigarrillo, y un final medio melancólico para una película sobre hombres y adolescentes recios debilitados por víboras venenosas.

2 comentarios:

  1. Revisa la película de Hathaway para que puedas comprobar que si bien el remake repite varias de las escenas originales tiene un tratamiento distinto, lo que necesariamente no mejora la adaptación de la novela de Portis. El inicio resumido y el épilogo son dos agregados de los Coen que no se hallan en el filme de 1969. A mí, la verdad, con todo lo correcta que resulta, no me sedujo para nada la cinta de los Coen. Y si tengo que escoger, me quedó con la versión de Hathaway, porque es más vivaz y el humor está mejor intregrado a la acción. Además, la interpretación del mítico John Wayne es tremendamente divertida y su aparición en escena absolutamente inolvidable. Además, la secuencia del juicio me parece demasiado larga en la versión de los Coen. 30 años antes, Hathaway hizo bien en resumirla un poco.

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  2. Gracias, Kiko. Ajá, justo los agregados de los Coen, a diferencia de la de Hathaway, parecen que empobrecen un poco la cinta, al hacer tan evidente la filosofía del "ojo por ojo", o de que no hay venganza fácil o sin castigo, en lo que te refieres del inicio y el epílogo. Pero igual la los Coen vale la pena, aunque en el fondo creo que el trailer es más paja.

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