Con Tropic Thunder, Ben Stiller se convierte en un orquestador inteligente de la parafernalia hollywoodense, parafraseando los discursos que ha gobernado un subgénero casi solemne, mitificador de héroes, ejemplificador de victorias o lecciones nacionales ubicándose desde la parodia y el pastiche puro, en un crisol de referencias, cameos, citas, que aquí son usados con cuidada habilidad. Stiller entra del modo más certero al modus operandi de la meca del cine, a través del rodaje de una película: un director sin control sobre sus personajes, actores egocéntricos de capa caída, un best seller que resulta un bluf, y un guión desopilante lleno de clichés.
El argumento es sencillo: Al cancelar el rodaje el filme por diversas fallas y encarecimiento de costos, el director (un desesperado e inútil Steve Coogan) decide meter a la selva birmana a su cast estelar y aprovechar los recursos naturales y rodar en esas condiciones la película, pero la idea se le escapa de las manos al caer en territorio de reales narcotraficantes de heroína. Sin embargo, los actores piensan que aún las balas de metralleta, las bombas y los cercenamientos son parte de los efectos especiales, la planta de procesamiento de droga un buen decorado y que los narcos son extras.
Desde los hilarantes falsos trailers del inicio (que van desde el comercial hiphopero hasta el cine de qualité), Tropic Thunder se muestra como "cine dentro del cine", jugando con la intertextualidad que permite hacer mofa de las películas de guerra como de la mecánica del detrás de cámaras. El "set" de filmación deviene en circo, en un carnaval de excesos, donde se amplifican y desmesuran las tomas más emblemáticas, donde ya no hay lugar para la creatividad, sino sólo para recrear, subvertir el drama en esperpento. Fuera del "set" están los productores ordinarios, los managers sobreprotectores y triviales, el Hollywood decadente que hace millones de dólares a costa de fórmulas impredecibles, donde una suerte de mockumentary se lleva los premios de la Academia.
A Ben Stiller no le cuesta mucho reírse de sí mismo. No sólo recurre al entrecruzamiento de diversos textos para hacerlos dialogar al mismo modo de decenas de filmes recientes de la comedia estadounidense si pensamos en los hermanos Farrely o, en el peor de los casos, en los hermanos Wayans. Tropic Thunder, la cinta que están filmando se regodea en los momentos más "sensibles" de Pelotón o Apocalipsis Ahora, pero también en los tópicos más salvajes de Rambo, Rambo 2 o Rambo 3, por ejemplo, y hurga en lo que más conoce: el mundo del jet set, sus taras y modelos de supervivencia en un mercado apabullante.
Como en Zoolander, Stiller realiza una radiografía de la caza del éxito, pero en este caso de la mano de personajes que a la vez son citas, el eje de su estructura, a los cuales es necesario mostrar en su total estupidez (el Simple Jack de Stiller como subplot memorable y elocuente) o frente al azar que es su gran aliada. El pelotón de la ficción formado por los actores Tugg Speedman (Ben Stiller), Jeff Portnoy (quizás un desperdiciado Jack Black), Kevin Sandusky (Jay Baruchel), Alpa Chino (Brandon T. Jackson) y Kirk Lázaro (impecable Robert Downey Jr.) es paradigmático. Personajes que viven a la caza del Oscar, que intentan mostrar sus mejores métodos del Actor's Studio, que se dibujan decadentes y estrellas a la vez, que son parte de ese mundo artificial como lo esboza la figura que encarna Nick Nolte, un fallido ex combatiente.
Stiller no inventa la pólvora, su propuesta tiene elementos que han sido trabajados en la comedia decena de veces, sin embargo tiene la gracia de proponer una hibridación loca e irónica, y aquí se destaca el guión donde también han colaborado el actor Justin Theroux y Etan Cohen (no confundir con el otro Ethan).
Tropic Thunder es un filme que va más allá del divertimento, que se define en el absurdo y su antojadiza intertextualidad de celebridades (desde Tom Hanks, Alicia Silverstone, Jon Voight, para mencionar a algunos) o su apelación a la nostalgia ochentera (los narcos como los "malos" y no, felizmente, los nuevos polos maniqueos del cine bélico actual centrado en el Medio Oriente). El bailecito final de Tom Cruise como evento individual y enajenado, a modo de triunfo del sistema que premia una actuación al estilo de Speedman, resulta congruente con el universo que presenta este trueno tropical que resulta un retorno de Stiller a considerar en la escena del cine estadounidense.
Desde los hilarantes falsos trailers del inicio (que van desde el comercial hiphopero hasta el cine de qualité), Tropic Thunder se muestra como "cine dentro del cine", jugando con la intertextualidad que permite hacer mofa de las películas de guerra como de la mecánica del detrás de cámaras. El "set" de filmación deviene en circo, en un carnaval de excesos, donde se amplifican y desmesuran las tomas más emblemáticas, donde ya no hay lugar para la creatividad, sino sólo para recrear, subvertir el drama en esperpento. Fuera del "set" están los productores ordinarios, los managers sobreprotectores y triviales, el Hollywood decadente que hace millones de dólares a costa de fórmulas impredecibles, donde una suerte de mockumentary se lleva los premios de la Academia.
A Ben Stiller no le cuesta mucho reírse de sí mismo. No sólo recurre al entrecruzamiento de diversos textos para hacerlos dialogar al mismo modo de decenas de filmes recientes de la comedia estadounidense si pensamos en los hermanos Farrely o, en el peor de los casos, en los hermanos Wayans. Tropic Thunder, la cinta que están filmando se regodea en los momentos más "sensibles" de Pelotón o Apocalipsis Ahora, pero también en los tópicos más salvajes de Rambo, Rambo 2 o Rambo 3, por ejemplo, y hurga en lo que más conoce: el mundo del jet set, sus taras y modelos de supervivencia en un mercado apabullante.
Como en Zoolander, Stiller realiza una radiografía de la caza del éxito, pero en este caso de la mano de personajes que a la vez son citas, el eje de su estructura, a los cuales es necesario mostrar en su total estupidez (el Simple Jack de Stiller como subplot memorable y elocuente) o frente al azar que es su gran aliada. El pelotón de la ficción formado por los actores Tugg Speedman (Ben Stiller), Jeff Portnoy (quizás un desperdiciado Jack Black), Kevin Sandusky (Jay Baruchel), Alpa Chino (Brandon T. Jackson) y Kirk Lázaro (impecable Robert Downey Jr.) es paradigmático. Personajes que viven a la caza del Oscar, que intentan mostrar sus mejores métodos del Actor's Studio, que se dibujan decadentes y estrellas a la vez, que son parte de ese mundo artificial como lo esboza la figura que encarna Nick Nolte, un fallido ex combatiente.
Stiller no inventa la pólvora, su propuesta tiene elementos que han sido trabajados en la comedia decena de veces, sin embargo tiene la gracia de proponer una hibridación loca e irónica, y aquí se destaca el guión donde también han colaborado el actor Justin Theroux y Etan Cohen (no confundir con el otro Ethan).
Tropic Thunder es un filme que va más allá del divertimento, que se define en el absurdo y su antojadiza intertextualidad de celebridades (desde Tom Hanks, Alicia Silverstone, Jon Voight, para mencionar a algunos) o su apelación a la nostalgia ochentera (los narcos como los "malos" y no, felizmente, los nuevos polos maniqueos del cine bélico actual centrado en el Medio Oriente). El bailecito final de Tom Cruise como evento individual y enajenado, a modo de triunfo del sistema que premia una actuación al estilo de Speedman, resulta congruente con el universo que presenta este trueno tropical que resulta un retorno de Stiller a considerar en la escena del cine estadounidense.
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