Lo mejor de Colateral son sus primeros quince minutos. Un taxista, en pleno atardecer de Los Ángeles, recoge a una abogada en una congestionada autopista. La conversación es igual a las luces recién encendidas, a la velocidad del auto en la carretera, a una vía rápida en hora punta al compás de una melodía soul íntima y fugaz. El preludio ideal para separar a la nueva pareja que acaba de hacer química y para que el asiento que Jada Pinkett Smith acababa de dejar libre, sea ocupado por el canoso Tom Cruise, quien a la manera de Kill Bill, llega con un chip bajo la manga con los datos de cinco víctimas por aniquilar durante la noche.
En Colateral, Michael Mann ofrece una mirada al entorno de los profesionales del crimen. Como en sus anteriores filmes, hay balas, asesinos, mafias, ralentis de escenas violentas, filtros de matices azulados y montaje exacto entre música y tiroteos. Estamos en la misma ciudad de Los Ángeles de Fuego contra fuego, pero si la cinta anterior de Mann estaba narrada desde los bajos fondos, Colateral ofrece la percepción del personaje incauto que entra a la fuerza al mundo delincuencial.
Colateral tiene un ritmo asincopado que no decae, aunque al final se llegue a mecanizar la acción y el desenlace aparezca algo predecible. La cinta tomará el ritmo de su banda sonora, al compás del soul o del guitarreo, como bien lo define aquella escena en el bar, mientras los protagonistas escuchan jazz: la improvisación, la sorpresa es su esencia.
Al comienzo del filme, Mann nos muestra la rutina del taxista, su labia simple con una pasajera, sus viajes cronometrados, la ilusión de una isla en el Caribe y las limusinas. Desde esa secuencia, Mann utiliza varios primeros planos y fondos desenfocados, para conservar así ese juego de intimidad y reserva en el taxi. que la dupla Tom Cruis y Jaime Foxx tratará de evitar infructuosamente a lo largo de la película.
Al final de cuentas, Colateral es un policial de interés, con entrelíneas, aunque pierde un poco de fuerza con la investigación del FBI y la idea de ineptitud de los policías, y que con el reencuentro con la abogada se niega a acercarse sutilemnte al cierre del círculo del crimen.
Colateral tiene un ritmo asincopado que no decae, aunque al final se llegue a mecanizar la acción y el desenlace aparezca algo predecible. La cinta tomará el ritmo de su banda sonora, al compás del soul o del guitarreo, como bien lo define aquella escena en el bar, mientras los protagonistas escuchan jazz: la improvisación, la sorpresa es su esencia.
Al comienzo del filme, Mann nos muestra la rutina del taxista, su labia simple con una pasajera, sus viajes cronometrados, la ilusión de una isla en el Caribe y las limusinas. Desde esa secuencia, Mann utiliza varios primeros planos y fondos desenfocados, para conservar así ese juego de intimidad y reserva en el taxi. que la dupla Tom Cruis y Jaime Foxx tratará de evitar infructuosamente a lo largo de la película.
Al final de cuentas, Colateral es un policial de interés, con entrelíneas, aunque pierde un poco de fuerza con la investigación del FBI y la idea de ineptitud de los policías, y que con el reencuentro con la abogada se niega a acercarse sutilemnte al cierre del círculo del crimen.
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