26.12.10

Balance 2010. Parte IV. Estrenos fuera de la cartelera comercial













Menciono algunas películas vistas en festivales y muestras en este año 2010, aunque algunas ya las había visto en otras ocasiones:

Nostalgia de la luz de Patricio Guzmán. Un documental espléndido sobre el sentido de la memoria y la búsqueda de la verdad, que resulta siempre inconclusa. Desaparecidos, galaxias, planetas en la misma dimensión de lo inasible. De lo mejor que vi en este año, definitivamente.

Los labios de Ivan Fund y Santiago Loza. Tuve reparos, me mostré reticente, me resistí, sin embargo, la seguí pensando. Su propuesta, al final de cuentas, me cautivó a ritmo de Manolo Galván.


The ghost writer de Roman Polanski. Es una buena noticia que la estrenen, por fin, en el 2011. Una cinta de climas, de dudas en el espacio de una isla, un thriller alucinado. Estupendo Ewan MacGregor.

Policía, adjetivo de Corneliou Porumboiu. Tiempos muertos, nada de música y un estilo seco para adentrarnos en la Rumania de las leyes insólitas a través de un policía escrupuloso. Increíble que 12:08 al este de Bucarest se haya estrenado en cartelera comercial el año pasado. Suerte imposible para esta otra cinta.

La muerte del señor Lazarescu de Cristi Puiu. Otra cita rumana, quizás una de las mejores de la década, que se pudo ver en Lima. El paciente tratado como producto hacia la muerte.

El hombre de Londres de Bela Tarr. Quizás la cinta de Tarr que menos me gusta, sin embargo tiene un uso notable del blanco y negro, en su artificialidad para mostrar un puerto nebuloso y en ocaso. Igual, es un cuento moral bien narrado, quizás con las mismas intenciones de un Bresson en El dinero.

Moscú de Eduardo Coutinho. Con los mismos recursos empleados en Juego de Escena, Coutinho esta vez se adentra en los artefactos del teatro, en cómo se van construyendo los personajes y cómo la cámara es capaz de rastrear esta mímesis en su tono documental. Lo alucinante es que se trate de una obra de Chéjov que se va descontextualizando.

Carancho de Pablo Trapero. Me gusta por el romance crudo en un contexto violento. Ricardo Darín en buena forma y no avejentado y aburrido como luce en El secreto de sus ojos.

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