El sábado pasado asistí al workshop que diera el cineasta suizo Oliver Paulus en el marco del 22 Festival de cine europeo, que aún se realiza en Lima. Tal como señala la nota de prensa, Oliver Paulus (Dornach, 1969) estudió Guión y Dirección en el Filmakademie Baden-Württemberg en Alemania. Entre los premios que se le han otorgado destacan el Max Ophuls Award (1995), el Study Award (1997) y el Premio a la Dirección del Gobierno de Solothurn. Sus películas programadas en el Festival son Nos volveremos a ver (2003) y Cuando llegue mi hombre (2006), y que según los responsables del festival se van a reprogramar en el CCPUCP en la semana que viene.
En el workshop, Paulus fue claro con dos cosas: que no usa guión y que no tiene claro qué es lo que va a grabar, que lo que vemos en pantalla es producto de la improvisación de los actores y actrices, y sobre todo de las movidas de un camarógrafo desconcertado.
Puede parecer que Paulus es un estrafalario disidente del Dogma 95, que es un iluso al querer rodar en la improvisación y en lo que le depare la suerte del día, pero al ver sus películas queda claro que está a la caza de las sutilezas de los gestos de sorpresa, de las reacciones de actores y camarógrafo que no tienen idea que entramado ha planeado el director para participar con ellos una suerte de juego de roles imprevisto y azaroso.
Dice que trabaja con una sola cámara y con la cual repite, una y otra vez, escenas, donde sí se tiene la noción de lo que se va a trabajar pero nada más: que un protagonista se niegue a hacer una cosa de pronto, que alguien decida decir una frase no planificada o que simplemente aparezca un personaje de la nada mientras el camarógrafo busca en un dos por tres el mejor encuadre. Parece una cosa de locos en tiempos en que lo digital hace proclive el uso de los modos del documental, pero Paulus aquí hace patente otra cosa, el espíritu de lo real, en captar que hay alguien actuando, en hacer de alguien un personaje. Paulus graba el hacer una película, no la historia de una película.
Pero mi pregunta es: ¿este proceso se nota al ver la película? Por ejemplo, Nos volveremos a ver, dirigida al alimón con Stefan Hillebrand, es una película sobre un enfermero berlinés que acaba de llegar a Berna para trabajar en un asilo de ancianos, regentado por mujeres. Allí entabla vínculos con la cocinera del hospital y con la directora del centro. Paulus añade un elemento mágico, la aparición de músicos de canciones populares como si se tratarán de fantasmas invocados por los ancianos pacientes. Se nota la naturalidad, algunos puntos dejados al aire, pero que al final resulta un ejercicio interesante de filmación con humor para jubilados.
La cinta está totalmente filmada en digital, con cámara en mano, que sigue a los personajes dentro del asilo, donde se mezclan actores profesionales y ancianos reales del lugar,pero también fuera de él, en las calles citadinas, en los interiores de los pequeños departamentos. Hay un énfasis por hacer un cine de actores, de seguirlos en todos sus avatares amorosos de cerca, en su cotidianeidad que de ninguna manera resulta seco o distanciado, ya que por el mismo uso de la cámara en mano le da ese toque de documento de lo real que el cineasta busca.
A pesar de esta captura de lo "real" que se impuesto el cineasta, hay espacio para lo real maravilloso, a lo "balcánico" en la presencia de los músicos que le cantan a la eternidad y al amor inconcluso. Paulus se detiene en los temas de la vejez pero no lo quiere hacer de manera seca sino mágica, lo que quizas resulte una fuga ante el estilo que emplea. También muestra de manera clara la desesperación de mujeres por no quedarse solas luego de los 40 años,que quieren enamorarse en un espacio donde al parecer no hay hombres.
En Nos volveremos a ver hay mucho humor, una historia sencillla de un triángulo amoroso, que transmite la ligereza y frescura que el cineasta trata de captar de sus actores sin aspavientos y esteticismos.
En el workshop, Paulus fue claro con dos cosas: que no usa guión y que no tiene claro qué es lo que va a grabar, que lo que vemos en pantalla es producto de la improvisación de los actores y actrices, y sobre todo de las movidas de un camarógrafo desconcertado.
Puede parecer que Paulus es un estrafalario disidente del Dogma 95, que es un iluso al querer rodar en la improvisación y en lo que le depare la suerte del día, pero al ver sus películas queda claro que está a la caza de las sutilezas de los gestos de sorpresa, de las reacciones de actores y camarógrafo que no tienen idea que entramado ha planeado el director para participar con ellos una suerte de juego de roles imprevisto y azaroso.
Dice que trabaja con una sola cámara y con la cual repite, una y otra vez, escenas, donde sí se tiene la noción de lo que se va a trabajar pero nada más: que un protagonista se niegue a hacer una cosa de pronto, que alguien decida decir una frase no planificada o que simplemente aparezca un personaje de la nada mientras el camarógrafo busca en un dos por tres el mejor encuadre. Parece una cosa de locos en tiempos en que lo digital hace proclive el uso de los modos del documental, pero Paulus aquí hace patente otra cosa, el espíritu de lo real, en captar que hay alguien actuando, en hacer de alguien un personaje. Paulus graba el hacer una película, no la historia de una película.
Pero mi pregunta es: ¿este proceso se nota al ver la película? Por ejemplo, Nos volveremos a ver, dirigida al alimón con Stefan Hillebrand, es una película sobre un enfermero berlinés que acaba de llegar a Berna para trabajar en un asilo de ancianos, regentado por mujeres. Allí entabla vínculos con la cocinera del hospital y con la directora del centro. Paulus añade un elemento mágico, la aparición de músicos de canciones populares como si se tratarán de fantasmas invocados por los ancianos pacientes. Se nota la naturalidad, algunos puntos dejados al aire, pero que al final resulta un ejercicio interesante de filmación con humor para jubilados.
La cinta está totalmente filmada en digital, con cámara en mano, que sigue a los personajes dentro del asilo, donde se mezclan actores profesionales y ancianos reales del lugar,pero también fuera de él, en las calles citadinas, en los interiores de los pequeños departamentos. Hay un énfasis por hacer un cine de actores, de seguirlos en todos sus avatares amorosos de cerca, en su cotidianeidad que de ninguna manera resulta seco o distanciado, ya que por el mismo uso de la cámara en mano le da ese toque de documento de lo real que el cineasta busca.
A pesar de esta captura de lo "real" que se impuesto el cineasta, hay espacio para lo real maravilloso, a lo "balcánico" en la presencia de los músicos que le cantan a la eternidad y al amor inconcluso. Paulus se detiene en los temas de la vejez pero no lo quiere hacer de manera seca sino mágica, lo que quizas resulte una fuga ante el estilo que emplea. También muestra de manera clara la desesperación de mujeres por no quedarse solas luego de los 40 años,que quieren enamorarse en un espacio donde al parecer no hay hombres.
En Nos volveremos a ver hay mucho humor, una historia sencillla de un triángulo amoroso, que transmite la ligereza y frescura que el cineasta trata de captar de sus actores sin aspavientos y esteticismos.
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