26.10.10

Toy story 3














Toy Story 3 es la mejor película de Pixar, es estallido puro, un festejo visual, un relato hilarante y emotivo que no tiene mayores pretensiones que mostrar con ingenio un conflicto arquetípico entre buenos y malos: juguetes amables y unidos enfrentados al dominio de muñecos y peluches degenerados y esperpénticos dentro de un jardín pre-escolar, todos defenestrados del “hogar”. Una suerte de imaginario de ludismo infantil que se pervierte encuentra cabida en esta película de modo delirante: un Ken amanerado y metrosexual, un oso con apariencia patriarcal y bondadosa que se deschava en un mafioso y autoritario carcelario, un “Chichobello” sometido y endurecido por la maldad convertido en el mastodóntico ayudante silencioso del cancerbero. En el mundo de Toy Story 3, los personajes tienen que lidiar con sus mismos congéneres, lejos de la voluntad de los humanos.


Esta cinta de Lee Unkrich vuelve a algunos motivos de sus antecesoras, como el parafraseo de la mente infantil en los juegos, que se da en los primeros minutos del filme, donde el típico western se transforma en un disparate puro, donde hay lugar para la nave espacial en forma de chancho, para los Trolls que son tomados como “huérfanos” en un tren que se descarrilla y para el reptil gigante de apariencia inofensiva que ataca como si fuera Godzila. Se muestra destreza en traducir esa maquinaria de la fábula empleada en los juegos que puede hacer convivir si se quisiera a muñecos de Barbie, Rambo, Ultrasiete o Puka en una tarde de té. Pero por otro lado, también está el tema de la resistencia al abandono o al cambio: Andy ha crecido, como la mayoría de espectadores que vieron por primera vez esta película hace quince años, y Woody, Buzz y demás collera no encuentran mejor idea que llamarlo a través de un teléfono celular para poder captar su atención y sacarlos del baúl del olvido lo que resulta inútil. Si en la primera Toy Story, Woody teme perder a Andy por la llegada de Buzz (lo nuevo), en esta tercera parte todos los juguetes se resisten a la idea de que no tendrán un dueño en mucho tiempo (inclusive señalan que en algunos años Andy puede tener hijos), y de que probablemente sean basura que botar. A estas alturas los juguetes no tiene que implorar por tener por lo menos un dueño que los haga jugar, sino evitar el reciclaje, el maltrato de los niños pequeños y la desaparición. Los juguetes ya no se sienten seguros en las manos de los niños y es de esto que hay que convencerlos.

Toy story 3 es también una nueva historia de planificación y realización de una fuga en medio de un regimiento de juguetes amargados y perdidos, narrada con recursos visuales formidables, de escenas logradas y muy divertidas que no se sienten impostadas o gratuitas (Buzz con acento majo no tiene pierde) y a la vez engrana todo un entorno más allá del filme a través de la nostalgia, la referencia y un entorno pop de muñecos y muñecas eternos en la memoria (la aparición del teléfono con ruedas es genial), que son elementos que hacen que esta cinta, como las anteriores, se vuelva un clásico. También tiene responsabilidad en el éxito y creatividad el guionista de Little Miss Sunshine, Michael Arndt, quien elabora los personajes más disparatados a partir de apariencias conocidas, metidos en vueltas de tuerca enpeluchadas y con olor a frambuesa. Lots-o es el villano más vilipendiado de los últimos tiempos.

Si bien otras obras de Pixar muy particulares y significativas para el género como Wall-e o Ratatouille muestran que el cine de animación no tiene limitaciones argumentales ni estéticas frente al cine de “carne y hueso” (alejándose de la figura de que el cine animado sólo es para niños), Toy Story 3 insiste en este rol de divertimento de goce infantil pero no se distancia del entorno adulto de sus también espectadores, ya que propone historias tan sutiles y descabelladas como la de Lots-o y Bebote, la de Ken y Barbie, o la vida oculta de los juguetes apostadores. Se agradece la aparición en los créditos finales del personaje Totoro de Hayao Miyazaki a modo de guiño, lo que deja en evidencia no sólo cariño al maestro de la animacion japonesa, sino que se da homenaje a un cine animado más humano, que no es ajeno a los cambios y a las nuevas sensibilidades dentro y fuera del cine.

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