25.10.10

Quiero ser adolescente de nuevo














Mi mejor época fue la adolescencia.Viví una libertad plena para hacer lo que me venga en gana, así que daba igual pasar horas en la biblioteca leyendo de todo que jugar a la timba en algún bar de mala muerte.  Definitivamente, mi adolescencia fue feliz, oscura y oportunamente feliz.

Y hay algo de esa felicidad y su paradoja en dos películas que considero ejemplares en dibujar espíritus adolescentes (en la vena de un Gus van Sant a nivel argumental mas no estilístico), interesantes en representar este entorno difícil,  y que, obviamente, no tienen que ver necesariamente con mis recuerdos mundanos, pero que sí recogen ese espíritu de limbo, de estar en un lugar oscilante, en medio de la incertidumbre y la poca conciencia de lo real.
A L’Ouest de Pluton (2008) es una obra canadiense de los debutantes Henry Bernadet y Myriam Verreault, centrada en una noche de deschave juvenil de hormonas y felicidad, y que se incluye en esa horda de filmes que han denominado Nouvelle vague québécoise. Un grupo de estudiantes de un secundario exponen en una clase frente a la cámara sobre el tema que más saben: desde Plutón, el skateboard, Ben Affleck o cómo cuidar niños. Luego los directores nos llevan a la banca de un entrenamiento, donde un par de chiquillas debaten sobre el alma canadiense y de Québec frente al poderío de EEUU, por ejemplo. Pero el día culmina en una fiesta de resultados descomunales: robos, destrozos, decepciones amorosas, palizas y caminatas en la madrugada.



El director de Afterschool, Antonio Campos, tiene veinte años y ha hecho uno de los filmes más impactantes sobre las crisis adolescentes. Aquí el voyerismo mediático y el universo del youtube lo es todo para los estudiantes de un colegio privado y carísimo de Nueva York. Robert (Ezra Miller) es un chiquillo un poco aburrido de la vida y que está vigilante de las acciones de sus amigos o de otros chicos como él pero a través de la computadora. Se mete a un curso de video en el mismo colegio, y a raíz de un hecho lamentable, se ve obligado a elaborar un documental a pedido, lo que le resultará reflejo de su mismo estado de ánimo.


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