Esta película es toda una experiencia sui generis. El estadounidense Gianvito arma a través de tomas de lápidas, estatuas, placas de bronce de diversas personalidades, un paseo por parte de la historia estadounidense de las luchas sociales, desde fines del siglo XIX hasta la actualidad. Estos planos, que son intercalados (o confrontados) con imágenes del viento azotando los campos, van conformando un relato sobre conflictos permanentes, donde sólo cambian los contextos: masacres de indios por colonizadores, asesinatos de obreros en huelga o militantes políticos ajusticiados.
Parte de Estados Unidos se vuelve, en la cámara de Gianvito, en un cementerio de héroes y leyendas, y desarrolla un relato sobre la necesidad de construir una memoria a partir de los caídos, de los que alguna vez alzaron la voz, tratando de develar así, de manera silenciosa, los roles protagónicos y antagónicos de los sucesos históricos según el canon que los preserva.
El segundo filme de Gianvito no tiene personajes: sólo las lápidas y demás parafernalia solemne de eventos designados por una historiografía oficial son las que hablan a través de sus epitafios y citas sobre el perfil de los hombres y mujeres que aportaron en pos de algún tipo de libertad.
Parte de Estados Unidos se vuelve, en la cámara de Gianvito, en un cementerio de héroes y leyendas, y desarrolla un relato sobre la necesidad de construir una memoria a partir de los caídos, de los que alguna vez alzaron la voz, tratando de develar así, de manera silenciosa, los roles protagónicos y antagónicos de los sucesos históricos según el canon que los preserva.
El segundo filme de Gianvito no tiene personajes: sólo las lápidas y demás parafernalia solemne de eventos designados por una historiografía oficial son las que hablan a través de sus epitafios y citas sobre el perfil de los hombres y mujeres que aportaron en pos de algún tipo de libertad.
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