14.10.10

El brau blau de Daniel Villamediana

















El catalán Daniel Villamediana nunca nos muestra el toro azul del título (en catalán) en su ópera prima. A través de un estilo seco, basado en encuadres fijos que mantienen la distancia con el protagonista, un amago de torero obsesionado con la técnica de la tauromaquia, asistimos a un relato libre de diálogos, pero que por momentos deja escuchar fragmentos de alguna fuga de Bach.

Sin sonar paradójico, Villamediana sólo nos acerca al personaje a través de estos distanciamientos que van argumentalmente en orden progresivo: lo vemos andar por las calles de Barcelona para dirigirse a una corrida de toros, y al llegar sólo se escuchan los eufóricos Oleeee, oleeee de la multitud. Ese es el primer encuentro con su objeto de obsesión, para luego no volver a insinuarlo más.

El desarrollo de El brau blau (España, 2008) sucede en el campo, donde el protagonista emprende su tarea: prepararse en los mecanismos del toreo, leyendo a la vez a García Lorca, comiendo pan y queso, y curándose una herida en una pierna. El personaje cojea y eso nos deja la impresión de varias cosas: es un ex torero que optó por el alejamiento o es un amateur obsesivo de un modo casi perverso (una escena lo muestra sobre la cama intentando introducirse en varias partes del cuerpo unos cuernos de mentira). 
 
El protagonista permanece en un total estado de ermitaño, convirtiéndose así en una alegoría: el hombre alejado del animal, tratando de elevar a lo supremo la praxis del toreo. Siempre he detestado las corridas de toros, por lo tanto agradezco no ver a ningún ejemplar que fuera la comidilla de los amigos de los animales, sin embargo, el primer largo de Villamediana, quien también es crítico de cine de la revista española Letras de cine, elabora una tesis sobre la búsqueda de la perfección en la técnica pura, logrando una abstracción inusitada.



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