Nunca he ocultado mi predilección desaforada por el cine fantástico y de acción asiático, así que no me siento culpable de contar que estuve dentro de una sala de cine por casi cuatro horas, viendo la última obra de arte que hizo el no menos polémico Sono Sion. Cuatro horas de un tirón (sin salir al baño, sin claustrofobia).
He seguido con afán de adolescente cada una de sus películas, nada igual que El club del suicidio, una de las mejores cintas de la década, y nada peor entre sus trabajos que Strange circus, quizás la más floja de su filmografía. Sin embargo, Love exposure (2008)me sabe a puro cine, a desparpajo absoluto, a furor teenager en el ojo de la cámara de textura digital, a colmar secuencias con la estética del anime, a llenar la pantalla de estallidos gore estrafalarios, a explosiones de libido inigualables. Sencillamente, desbordante.
La historia de Love exposure tiene como elementos a situaciones políticamente incorrectas dentro de un relato en capítulos que podría tildarse de romance adolescente convencional (de chico que enamora a chica): abuso sexual de menores, travestismo, voyeurismo, parricidios o fanatismo religioso. Al inicio, las primeras escenas nos ambientan en un hogar católico en pleno Tokio, donde una madre, que al parecer sabe que va a morir, hace prometer a su hijo pequeño que se casará si y solo sí la mujer que elija se parece a la virgen María.
Al pasar los años, y tras la muerte de la madre, el padre se hace cura católico, y el hijo es casi un beato y nerd que piensa cumplir la promesa infantil. Pero el padre que ahora es sacerdote se enamora de una mujer estridente, de gustos corrientes, que usa lentejuelas, con la cual forman una nueva familia. Pero la mujer estridente deja al cura, y este vierte toda su rabia en un camino de santidad y redención. Pide a su hijo, a modo de castigo, que se confiese diariamente, pero éste no tiene que nada que decir, salvo que mató a un par de hormigas o que no ayudó a cruzar la pista a alguna anciana. Estos pecados le parecen al padre insignificantes y es debido a esta presión que la vida virginal de Yu, el hijo, cambia y se hace fotógrafo de calzones de chiquillas que caminan por la calle en minifaldas (la manera en que lo hace es absolutamente genial, casi vestido de ninja). Hasta aquí la historia es narrada a modo de drama kitsch, haciendo énfasis en la parafernalia religiosa y en los rituales familiares.
Con el cambio de Yu, Sion desarrolla su historia con evocaciones al Hentai, pasando por el splatter, el gore, las historias de high school, el amor fou, y las coreografías de peleas. De Ravel y Haendel a exponentes del J-pop. “Soy un pervertido con dignidad”, dice Yu, el adolescente protagonista en una de las escenas donde defiende su gusto por el voyeurismo, una devoción que nació para complacer con pecados a su padre, el sacerdote católico. Así, Yu pasa de voyeurista de escolares a pornógrafo, a samurai efectivo, a un falso cura travesti en un show para “otros” pervertidos, en su búsqueda por encontrar el amor de Yoko, la virgen María de su vida, cuasi karateca eficaz que ante diversas crisis decide ser partidaria de una secta llamada Zero. Pero sobre todo Yu es La señorita Scorpion, un personaje femenino que diseña para acercarse a Yoko, su amada, haciendo que ella crea que su enamoramiento sea el descubrimiento de su lado lésbico y la certeza de su odio a los hombres.
Love exposure es completamente iconoclasta, que como en Suicide club, Sion arremete contra todo tipo de culto que enajena y convierte a las personas en autómatas, pero lo hace con su sello de fábrica: adolescentes enloquecidos, furor sexual, y la desmadrada crítica a un Japón mediático y sin rumbo. Pero, como señala el título, es una historia de amor grandilocuente, por ratos frustrado, que poco a poco va encontrando su lugar tras una serie de confusiones.
Resulta hilarante, y sus cuatro horas se pasan como si nada. Por otro lado, estaré a la espera de Lords of chaos, su proyecto sobre la escena black metal noruega, donde incluirá el asesinato del guitarrista del grupo Mayhem en 1993.(Publicado originalmente en Páginas del diario de Satán, abril 2009).
La historia de Love exposure tiene como elementos a situaciones políticamente incorrectas dentro de un relato en capítulos que podría tildarse de romance adolescente convencional (de chico que enamora a chica): abuso sexual de menores, travestismo, voyeurismo, parricidios o fanatismo religioso. Al inicio, las primeras escenas nos ambientan en un hogar católico en pleno Tokio, donde una madre, que al parecer sabe que va a morir, hace prometer a su hijo pequeño que se casará si y solo sí la mujer que elija se parece a la virgen María.
Al pasar los años, y tras la muerte de la madre, el padre se hace cura católico, y el hijo es casi un beato y nerd que piensa cumplir la promesa infantil. Pero el padre que ahora es sacerdote se enamora de una mujer estridente, de gustos corrientes, que usa lentejuelas, con la cual forman una nueva familia. Pero la mujer estridente deja al cura, y este vierte toda su rabia en un camino de santidad y redención. Pide a su hijo, a modo de castigo, que se confiese diariamente, pero éste no tiene que nada que decir, salvo que mató a un par de hormigas o que no ayudó a cruzar la pista a alguna anciana. Estos pecados le parecen al padre insignificantes y es debido a esta presión que la vida virginal de Yu, el hijo, cambia y se hace fotógrafo de calzones de chiquillas que caminan por la calle en minifaldas (la manera en que lo hace es absolutamente genial, casi vestido de ninja). Hasta aquí la historia es narrada a modo de drama kitsch, haciendo énfasis en la parafernalia religiosa y en los rituales familiares.
Con el cambio de Yu, Sion desarrolla su historia con evocaciones al Hentai, pasando por el splatter, el gore, las historias de high school, el amor fou, y las coreografías de peleas. De Ravel y Haendel a exponentes del J-pop. “Soy un pervertido con dignidad”, dice Yu, el adolescente protagonista en una de las escenas donde defiende su gusto por el voyeurismo, una devoción que nació para complacer con pecados a su padre, el sacerdote católico. Así, Yu pasa de voyeurista de escolares a pornógrafo, a samurai efectivo, a un falso cura travesti en un show para “otros” pervertidos, en su búsqueda por encontrar el amor de Yoko, la virgen María de su vida, cuasi karateca eficaz que ante diversas crisis decide ser partidaria de una secta llamada Zero. Pero sobre todo Yu es La señorita Scorpion, un personaje femenino que diseña para acercarse a Yoko, su amada, haciendo que ella crea que su enamoramiento sea el descubrimiento de su lado lésbico y la certeza de su odio a los hombres.
Love exposure es completamente iconoclasta, que como en Suicide club, Sion arremete contra todo tipo de culto que enajena y convierte a las personas en autómatas, pero lo hace con su sello de fábrica: adolescentes enloquecidos, furor sexual, y la desmadrada crítica a un Japón mediático y sin rumbo. Pero, como señala el título, es una historia de amor grandilocuente, por ratos frustrado, que poco a poco va encontrando su lugar tras una serie de confusiones.
Resulta hilarante, y sus cuatro horas se pasan como si nada. Por otro lado, estaré a la espera de Lords of chaos, su proyecto sobre la escena black metal noruega, donde incluirá el asesinato del guitarrista del grupo Mayhem en 1993.(Publicado originalmente en Páginas del diario de Satán, abril 2009).
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